lunes, 28 de enero de 2013

Estrofa 9


Puṇyo gandhaḥ pṛthivyāñca,
tejaścāsmi vibhāvasau,
jīvanam sarva-bhūteṣu,
tapaścāsmi tapasviṣu.

“Una vez más, en la tierra Yo soy su olor puro, y en el fuego Yo soy su refulgencia. En todas las criaturas Yo soy la vida, el poder por el cual ellos viven. En los ascetas Yo soy su austeridad (tapas)”.

El Señor Shrikrishna, la Fuente de Dicha, dice: “Yo soy el puro sentido del olfato en sí, manifestándose como la inalterada dulce fragancia, la esencia de la tierra. Yo soy esa esencia de la tierra, que, como el olor, las urdimbres y tramas en Mí”. En este verso, la palabra “puro” (punya), que se refiere al olor (gandha), también debe entenderse que se refiere a los otros sustantivos y el fuego, la vida y la austeridad. De hecho, los cinco sentidos, oído, tacto, vista, gusto y olfato, son en sí mismos, naturalmente, pura e inalterada, pero parece impura a causa de la degradación de las criaturas. El poder puro de fuego, por ejemplo, que arde e ilumina todo, que es caliente al tacto y de color rojo brillante en apariencia, es también la naturaleza del Ser. El poder existente en el fuego es la urdimbre y trama en el Ser. Del mismo modo, la pura fuerza de vida en todas las criaturas, que mantiene a las criaturas vivas, es el Ser y, como la vida específica de todas las criaturas, es la urdimbre y trama en el Ser. Y la pura austeridad de los ascetas también es el Ser y, como austeridades específicas, son la urdimbre y trama en el Ser.


Cuando somos presentados a un desconocido, lo primero que preguntamos es: “Señor, ¿de dónde viene?”. En la India, en los lugares de peregrinación como Haridwar y Kashi, los sacerdotes de la ciudad dan la bienvenida a los trenes, con grandes registros que han registrado visitantes durante los últimos cien años más o menos. Al bajar del tren te gritan: “¿De dónde eres? ¿De dónde eres?”. Al igual que los sacerdotes, somos ignorantes acerca del Señor. No sabemos dónde vive. A pesar de que Él nos conoce, nosotros, al estar limitados en el conocimiento, no lo conocemos como Él es. Así que somos curiosos acerca de Su residencia. En la Gita, que es Su discurso inmortal, le hacemos la misma pregunta: “¿Dónde vive el Señor, y en qué forma?”. La Gita contesta: Puṇyo gandhaḥ pṛthivyāṁ, “El Señor vive como fragancia pura en la tierra. En la pura fragancia deberías reconocerme, el Señor”. Cuando nos hacemos conscientes del Señor, experimentamos, en la fragancia, la paz divina del Señor, dulzura y dicha.

“Del mismo modo resido en el fuego como refulgencia”. Todas las formas de la refulgencia, el sol, la luna, los rayos, etc., son de la forma del Señor. Por eso la refulgencia es dichosa. Como refulgencia, la dicha del Señor existe en todas partes. “Yo contemplo el Ser Conciente, Brahman, en la forma de refulgencia”. Debemos mantener sentimiento puro y firme a cada momento. Jākī jaisī bhāvanā, taiso hī phala hoya, “Como es el sentimiento, así es el fruto”.

El Señor existe en todas las criaturas como la vida más querida. Pero realmente, ¿qué es la vida? Vamos a investigarlo. La vida es lo más importante, todo el mundo la quiere mucho. Por la vida tienen lugar todas las actividades: comer y beber, dar y recibir, dormir y despertar. A causa de nuestro amor por la vida consideramos adorables a nuestra familia, dinero, propiedades y casa. Si no pudiéramos experimentar la vida amorosa de ellos, no los sentiríamos como adorables. En su lugar, los menospreciaríamos. Si la queridísima vida no existiera en nuestros cuerpos, todas nuestras acciones corporales se detendrían. Los ojos no verían, los oídos no oirían, ni la lengua hablaría ni saborearía. Sin vida, nuestros cuerpos y sus sentidos se volverían inútiles y sin vida. Las acciones del cuerpo y los sentidos tienen lugar solo mientras queda vida en el cuerpo. Mientras los sentidos realizan sus funciones respectivas, la vida es su elemento más esencial. Es como el novio, quien es la parte más importante de una procesión matrimonial. En medio de todo el espectáculo de una procesión matrimonial, la familia del novio y sus amigos, los vehículos alegremente decorados, una banda de música; si el esposo está ausente, el desfile se vuelve insípido y ridículo. No tiene ninguna razón de ser, por lo tanto, no tiene importancia. De la misma manera, es la vida que da su relevancia a los órganos de acción y percepción; solo la vida es preeminente, eso a lo que todos los ojos se vuelven. Pero lo que la vida es realmente debe ser investigado.

Algunos lo llaman el proceso de la vida que respira. Mientras la respiración ocurre, el cuerpo está vivo. Todos sabemos que cuando la respiración se detiene el cuerpo se convierte en un cadáver. Sin embargo, es incorrecto considerar al proceso de inhalar y exhalar —prāṇa y apāna— como la vida sublime. La vida sublime es diferente de estos procesos. Es mucho mayor. En este contexto, se dice en la Kaṭha śruti,

Na prāṇena nāpānena, martyo jīvati kaścana,
itareṇa tu jīvanti yasminnetā-vupāśritau (Kaṭhopaniṣat 2,2,5).

“Una criatura mortal no está viva a causa de prāṇa y apāna, sino por un poder conciente del que el prāṇa y apāna son dependientes”. Así como las dos ruedas de un carro giran sobre un eje, las dos ruedas, prāṇa y apāna, del carro del cuerpo, giran sobre el eje del yo conciente. En la Kena śruti el Ser, en la forma de vida sublime, se llama prāṇasya prāṇaḥ (1,2), “el prāṇa del prāṇa”, que es el sustrato de y el motivador del prāṇa.

La génesis del universo es descripta en la Aitareya Upaniṣad. El Señor creó todos los cuerpos, cavidades corporales y sentidos por Su poder de saṅkalpa o voluntad. Para que podamos percibir los objetos sensorios, como las formas, a través de los diversos órganos de los sentidos, Él incluso colocó a las respectivas deidades para presidir las funciones propias de cada órgano. Los sentidos pueden percibir cada objeto sensorio a través de su órgano correspondiente, solo debido al poder de la deidad que preside a cada uno, y no lo contrario. El Sol es el que preside y quien concede el poder de los ojos. La lengua tiene dos funciones, hablar y reconocer seis tipos de sabores. Para el poder de hablar de la lengua, el órgano de la palabra, el Señor designó al dios del fuego, y para el poder de la lengua de saborear, nombró a Varuna, dios del agua. Cada deidad designada fue instalada en su cavidad correspondiente, o la ubicación de ese sentido. Pero incluso después de haber hecho esto, el cuerpo no realizó ninguna función; los ojos no veían, los oídos no oían, la lengua no hablaba. Aún así los sentidos yacían inmóviles e inertes.

Ante esto, el Creador se preguntó: “¿Por qué los órganos de acción y de percepción aún yacen inertes y sombríos? ¿Qué ha pasado?”. Meditó en esto, y luego exclamó: Kathaṁ nvidaṁ madṛte syāt? (Aitareya Upaniṣad 1,3,11). “¡Oh! Sin mi presencia, mi pulsación conciente, ¿cómo puede cobrar vida este conjunto de órganos de acción y percepción? No puede. Para que cobren vida y todos funcionen, Yo, que soy Presencia y Conciencia, debe entrar en el cuerpo como el Ser Interior”. Para esto el Señor necesitaba otra puerta. Pensó: “No es apropiado para mí, el Gobernante Supremo y Ser Universal, entrar en el cuerpo a través de las puertas que ya son utilizadas por las deidades regentes”. Así que decidió hacer una entrada privada en la coronilla de la cabeza. Por consiguiente, Él rompió la coronilla de la cabeza y entró en el cuerpo. Tatsṛṣṭvā tadevānuprāviśat (Taittiriya Upaniṣad 2,6), “Después de haber creado el cuerpo y los órganos, el Ser Supremo entró en él”. En el momento en que el Ser Conciente entró en el cuerpo, cada órgano cobró vida y comenzó a realizar su función respectiva: los ojos comenzaron a ver, los oídos comenzaron a escuchar, la lengua comenzó a hablar. Esta variada colección que había sido tan triste como un cementerio, de repente se transformó en una hermosa forma, similar a un verde jardín florido bien planificado. Así como el encender la luz en una habitación oscura ilumina todo, y destruye toda la oscuridad en muy poco tiempo, el poder de la conciencia hace que el conjunto de órganos de acción y percepción se vuelva activo.

La historia de la upaniṣad demuestra que la vida eterna, inmutable, es el Ser Conciente. En la forma de conciencia, el Señor, el Ser Universal, está presente en todos los cuerpos como el Ser interior. Mantengan el dulce sentimiento de que el Señor, el amor supremo, es omnipresente en todas las formas de vida. En su corazón repitan incesantemente: Cidānanda-rūpaḥ Śivo ’haṁ Śivo ’haṁ, “En la forma de conciencia y dicha, soy Shiva, soy Shiva”. Vean a todas las criaturas como el Señor. Llévenles solo felicidad. Deseen, hablen y trabajen solo para el bienestar de todos.

En los ascetas, el Señor existe en la forma de sus austeridades. Las escrituras describen muchas austeridades, de las cuales el celibato es la mayor y más elevada. No hay austeridad mayor que el celibato; incluye todas los demás. Llevar a cabo el propio deber es otra gran austeridad. No importa cuántos obstáculos y adversidades surjan, no importa cuán difícil pueda ser una tarea, llevar a cabo el deber de acuerdo con la ética y el código moral es una gran austeridad. Permanecer en el propio deber, sin confundirse ni eludirlo, es una hazaña posible solo para corajudos y valientes. Esta también es la clase más alta de austeridad. Las prácticas espirituales (swādhyāya) y escuchar disertaciones (pravacana) también son austeridades. El sabio Nākomodgalāyana está de acuerdo con esto. La shruti dice:

Swādhyāya-pravacanābhyāṁ na pramaditavyaṁ (Taittiriya Upaniṣad 1,11,1).

“Nunca descuides la práctica espiritual o la disertación”.

Del mismo modo en que nunca somos descuidados en cuanto a conseguir suficiente para comer y beber todos los días, y tomamos alimentos y bebidas con amor, para tener fuerza en nuestras vidas; de la misma manera, en aras de una robusta, dulce y divina vida espiritual, debemos seguir realizando prácticas espirituales con amor cada día, y escuchar con atención y fe las disertaciones dadas por los eruditos y maestros.

En la Gita el Señor Shrikrishna describe tres tipos de austeridades: las relacionadas con el cuerpo, el habla y la mente. La austeridad del cuerpo son la adoración de Dios, el guru y los conocedores de Brahman, la pureza, la sencillez, el celibato y la no violencia. Las austeridades del habla son el hablar beneficiosa y cariñosamente que no causa pesar, leer los vedas y otras escrituras, y la repetición del santo nombre del Señor. Las austeridades de la mente son mantener una mente alegre y pacífica, haciendo un hábito de la contemplación del Principio Divino, el control de la mente y la purificación de las emociones. En la sección Shānti Parva del Mahābhārata se dice,

Manasaś-cendriyāṇāṁ ca hyaikāgryaṁ paramaṁ tapaḥ (25,4).

“La focalización de la mente y los sentidos es llamada la austeridad mayor (tapas)”.

El tipo más bajo de austeridad es hacer que el cuerpo se marchite con el ayuno. Tapas literalmente significa quemar, por lo que quemar el cuerpo con cinco fogatas en los cuatro lados, y bajo el sol, el quinto, es también una austeridad, como lo es la aplicación de cenizas por todo el cuerpo. Aquel que practica cualquiera de ellas es un asceta en su tipo, y en todos los que las practican el Señor mismo aparece en la forma de sus austeridades. Todas las buenas austeridades son las formas del Señor.

Todo lo que es bueno en el mundo, todo lo que es bello o produce placer es una forma del Señor. Los sentimientos malos o confusos, los sentimientos que aumentan la miseria y el obsesionamiento, son formas de maya. Todos los seres humanos prefieren ver y escuchar lo bueno a ver y escuchar lo malo. Todo el mundo quiere un buen tipo de vida, solo cosas buenas que comer y beber, nunca malas. Siente la presencia del Señor en todas las cosas buenas.

Los que no se distraen en su devoción al Señor, aquellos cuyos sentimientos son puros, cuya fe es firme, que tienen una visión equilibrada, que se absorben en la contemplación de Brahman, ven al Señor en todo, lo bueno y lo malo. A sus ojos, nada es malo o desagradable. Prahlād era un devoto así, sin distracciones, que tenía visión equilibrada. Incluso en las filosas y brillantes espadas esgrimidas por los demonios que lo atacaban, solo veía al suave Señor. De pie, sin miedo, audaz y fresco ante ellos, dijo, “¿Qué hay que temer en la forma del Señor?”. La fuerza de su confianza lo protegió. Una persona común y corriente se atemoriza cuando es atacada por una persona enojada y armada, y huye. Pero Prahlād no era una persona común y corriente. Era un devoto extraordinario del Señor. Era un vidente. Los demonios lo arrojaron al fuego, tratando de reducirlo a cenizas. Pero Prahlād era un ferviente seguidor de la Gita. Las enseñanzas de la Gita estaban arraigadas en su corazón.
Tejaścāsmi Vibhāvasau, “Yo, el Señor, soy el resplandor en el fuego”, era la convicción de Prahlād. ¿Cómo, entonces, podría quemarlo la forma pura del Señor? ¿Cómo podía molestarlo? En virtud de su firme confianza en el Señor, el fuego se volvió como agua fresca. Prahlād, firme en su experiencia del Señor, solía decir:

Jale Viṣṇuḥ, sthale Viṣṇuḥ, Viṣṇuḥ parvata-mastake,
Jvālā-mālākule Viṣṇuḥ, sarvaṁ Viṣṇu-mayaṁ jagat.

“El Señor existe en el agua, en el suelo, en la cima de la montaña, y en las llamas del fuego. Todo este mundo es el Señor”.

Por el poder del sentimiento puro del Principio Divino omnipresente, Prahlād fue protegido de todo tipo de persecución. El Señor, la masa de Existencia-Conciencia-Dicha, el Ser interior de todos, es omnipresente.

Ahaṁ hariḥ sarvamidaṁ janārdano
nānyat-tataḥ kāraṇa-kāryajātaṁ (Viṣṇu Purāṇa 1,22,87).

“Yo mismo soy Hari (el Señor). Todo este mundo es Janārdan (el Señor). En él, no hay ninguna otra causa o efecto que el Señor”. Prahlād tenía este tipo de confianza. En la confianza hay un gran poder.

Muchas veces Hiraṇyakaśipu, el rey de los demonios, conspiró para matar a su hijo, Prahlāda, quien era devoto de Vishnu. Todos sus planes fueron inútiles. Aun así, con frecuencia Hiraṇyakaśipu ordenó a los demonios:

Durātmā vadhyatāmeṣa nānenārtho ’sti jīvatā,
svapakṣa-hāni-kartṛtvāt, yaḥ kulāṅgāratāṁ gataḥ (Viṣṇupurāṇ 1,17,31).

“¡Oh demonios! Maten a este chico. Desháganse de él. Si vive, crecerá la desgracia y no la fortuna. Su comportamiento es contrario a las costumbres demoníacas. Él adora a Vishnu, el enemigo de los demonios. Va a llevar a nuestro clan a la ruina”. Cuando todos sus complots para matar a Prahlād resultaron infructuosos, el frustrado Hiraṇyakaśipu dijo:

Yastvayā manda-bhāgyokto madanyo jagadīśvaraḥ,
kvāsau? yadi sa sarvatra, kasmāt stambhe na dṛśyate (Bhāgawat 7,8,13).

“¡Oh siniestro Brat! ¿Dónde está ese Vishnu a quien llamas Señor, el gobernante del mundo? ¿Quién más que yo puede ser el gobernante del mundo? Sin lugar a dudas, eres desafortunado. De lo contrario, ¿por qué serías tan estúpido como para desaprovechar un trono de emperador y riquezas, y enloquecer por un inexistente Vishnu?”.

La gente mundana y obtusa llama un devoto de Dios estúpido y desafortunado. Llaman a un gran ser que ha vencido y renunciado a todo deseo, funesto y miserable.

Janamako duḥkhiyo, karamako hīna, tāko rāma phakaravo kīna,

“La vida desde su nacimiento fue triste; la fortuna nunca lo buscó.
Solo al Señor Supremo, adquirió por estima”.

Hiraṇyakaśipu enfrentó a su hijo diciendo:

—¡Prahlād! Si dices que tu Señor está de hecho en todas partes, omnipresente y perfecto, entonces dime, ¿por qué no puedo verlo en esta columna? Lo que está en todas partes debería estar también aquí.

Contemplando al Señor en la columna, Prahlād respondió con confianza inquebrantable:

—¡Yo también le veo en esta columna! Sin lugar a dudas mi Señor es omnipresente.

Y el Señor, para respaldar la afirmación de Prahlād, que el Señor que mora dentro, sin forma, y eminente, es omnipresente, rompió la columna y apareció en la forma de Nṛsimha. En este contexto, el sabio Citsukhācārya alaba al Señor Nṛsimha tan bellamente:

Stambhā-bhyantara-garbha-bhāva-nigada-vyākhyā-tatad-vaibhavo, Yaḥ Paṅcānana-pāṅcajanya-vapuṣā vyādiṣṭa-viśvātmataḥ, Prahlādā-bhihitārtha-tat-kṣaṇa-milad-dṛṣṭa-pramāṇaṁ Hariḥ, So ’vyād vaḥ śaradindu-sundara-tanuḥ siṁhādri-cūḍāmaṇiḥ.

“Al residir en una de las columnas en forma embrionaria, el Señor mostró Su eminencia; y al aparecer claramente en la columna en la forma de Nṛsimha, Él presentó su naturaleza como el Ser Universal. Él tiene una forma hermosa como la luna de otoño. Después de destruir a los malvados y bendecir a sus devotos, hizo de la montaña Simhachala Su morada, y corroboró de inmediato las declaraciones de Prahlād. Que el Señor Shri Hari nos bendiga”.

Para alguien que tiene un anhelo puro, firme y fiel en el Señor, y quiere verlo en una forma específica en un lugar específico, el Señor aparece sin lugar a dudas en esa forma y lugar:

Hari vyāpaka sarvatra samānā, premase pragaṭa hoi main jānā (Mahātmā Tulasīdās).

“Hari es omnipresente en todos lados por igual. Con amor Él se manifiesta, lo sé perfectamente”.

La Muṇḍakopaniṣad también declara:

Yamevaiṣa vṛṇute tena labhyaḥ tasyaiṣa
Ātmā vivṛṇute tanu guṁ svāṁ (3,2,3).

“Al que Lo quiere, Él viene y revela Su propia naturaleza”.

Pero, ¿quién lo quiere? Algunas personas muestran su falsa devoción con un deseo superficial y artificial. Su anhelo real es por un cónyuge hermoso, riqueza abundante y majestuosa, prestigio y honor. Tienen plena devoción por las cosas temporales de este mundo. En estas condiciones, ¿cómo pueden alcanzar al Señor? Pero sin lugar a dudas, el Señor sale al encuentro de quien Lo anhela con verdadero amor. Se ha reunido con muchos devotos, grandes seres y sabios cuyo deseo ha sido serio. Hay muchos ejemplos de esto.

Solo por anhelar conocer al exclusivo, el más amado y venerado Señor, Prahlād se convirtió en un gran devoto del Señor. Solo liberándose a sí mismo de todos sus bajos deseos mundanos, se volvió sin preocupaciones, sin deseos, sin miedos, y absorto en la dicha suprema. Esto se desprende de su conducta pura.

Para cumplir con la promesa de Prahlād y protegerlo, el Señor apareció en forma de Nṛsimha, el hombre-león, furioso y feroz. Su horrible lengua, de color rojo brillante, se meneaba entre sus enormes dientes afilados. Iracundos, sus ojos ardían como carbones encendidos. Su gruesa melena caía sobre sus hombros. Hiraṇyakaśipu, jactancioso y malvado, de pie, con la espada desenvainada para atacar, fue cortado en tiras, desgarrado como un conejo por las largas garras del Señor. Hiraṇyakaśipu cayó muerto rápidamente.

Entonces todos los dioses y diosas supieron que el Señor había aparecido en forma de Nṛsimha. Indra, Varuna, Kubera, Rudra-gaṇa (un grupo de devotos de Shiva), ellos y muchos otros fueron delante del Señor por Su darshan. Entre ellos se encontraba su consorte y compañera eterna, la diosa Lakshmi. Pero ni un solo dios o diosa se atrevió a ir cerca de Él. Todos tuvieron miedo de su forma furiosa y feroz. Pidieron a Lakshmi, “¡Oh diosa! Por favor, acércate al Señor primero, haz que se sienta bien, y cálmalo”. Pero incluso Lakshmi tembló de miedo ante la horrible forma de Nṛsimha del Señor. Señaló con gestos que no se atrevía a acercarse a él, y dijo que nunca había visto a su amado esposo tomar una forma tan horrible.

Entonces Shiva, el Señor de Kailas, para destacar la grandeza de Prahlād, dijo a los dioses: “¿Por qué no pedimos a Prahlād que se acerque al Señor? Los devotos son siempre valientes y exultantes. Es en nombre de Prahlād, después de todo, que el Señor tomó esta feroz forma. Para proteger a los devotos virtuosos y destruir a los malos, el Señor está obligado a aparecer con frecuencia en esta tierra. Sus devotos lo ven de una forma suave, y los pecadores impíos ven una forma temible. Es por eso que la gente devocional canta Aya mere bholebhāle Rām, ‘Este, mi Rāma, es Bhola-Bhala’, que significa ‘el Señor es simple ('Bhola'), así como agudo ('Bhala')’. Para los devotos Él es simple, pacífico, sonriente, bondadoso, protector. Para los impíos se vuelve agudo, feroz, punitivo, destructor”.

A instancias de Shiva, las deidades le pidieron al devoto Prahlād, que estaba cerca y sonriente, que se acercara al Señor. Inmediatamente Prahlād presentó sus respetos a los dioses y se acercó a Él. Al ver a su amado devoto, el Señor se puso contento y su enojo desapareció. Tomó a Prahlād con ambas manos y lo abrazó con mucho amor. Pidió disculpas a Prahlād: “Perdón por el retraso en protegerte de los malos. Debería haber venido más rápido. No pude venir; fue un error de mi parte. Por favor, perdóname”. Repetidamente el Señor expresó su gran afecto y humilde apaciguamiento. Entonces dijo a Prahlād:

Prahlād! Bhadra! Bhadraṁ te, prīto ’smi te ’surottama!,
Varaṁ vṛṇīṣvābhimataṁ, kāmapuro ’smyahaṁ nṛṇāṁ (Bhāgawat 7,9,52).

“¡Mi querido Prahlād! ¡Bendiciones! ¡Oh el más grande de los demonios! Estoy muy complacido contigo. Pide un deseo; yo cumplo todo deseo de mi devoto”.

Al escuchar las palabras del Señor, Prahlāda dijo con una sonrisa,

Mā mā pralobha-yotpattyā ’’saktaṁ kāmeṣu tairvaraiḥ,
Tatsanga-bhīto nirviṇṇo mumukṣustvā-mupāśritaḥ (Bhāgawat 7,10,2).

 “¡Señor! Por naturaleza me siento atraído por los objetos sensorios y las riquezas. Por favor, no me tientes con ellos. El disfrute sensorio me pone en problemas. Renuncio a ellos y quiero liberarme de ellos, así que me refugio en Ti”.

Ahaṁ tvakāma-stvadbhaktaḥ tvaṁ ca svāmyana-pāśrayaḥ (Bhāgawat 7,10,6).

“Yo soy Tu siervo devoto. Y Tú eres mi amo independiente y pleno”.

Yasta āśiṣa āśāste, na sa bhṛtyaḥ sa vai vaṇik (Bhāgawat 7,10,4).

“Quienes te sirven, no porque te quieran sino porque quieren cumplir con alguna ambición mundana, no son Tus empleados o devotos. Solo están haciendo un trueque”. Cualquier deseo que surge en el corazón destruye rápidamente las cualidades divinas como la rectitud, el coraje, la modestia, la inteligencia, el talento, la brillantez, la memoria, la verdad, por no hablar de la energía de los sentidos, la mente, el prana y el cuerpo”.

Vimuñcati yadā kāmān, mānavo manasi sthitān,
Tarhyeva puṇḍarīkākṣa!, Bhagavattvāya kalpate (Bhāgawat 7,10,9).

“¡Oh Señor de ojos de loto! Aquel que abandona todos los deseos mundanos que residen en la mente es capaz de alcanzar el Principio Divino”, dijo Prahlāda y permaneció en silencio. Incluso tentado por favores, Prahlād no tuvo ninguno de los deseos que tientan a la gente común. Para ver si el corazón de Prahlād estaba verdaderamente vacío de deseos y para mejorar su reputación, el Señor insistió en que Prahlād pidiera un favor: “¡Prahlād! Insisto. Pídeme un favor. Te será concedido”. Sintiendo la necesidad de obedecer a su amado, el todopoderoso Señor, esa joya suprema de la inteligencia respondió inmediatamente.

Kāmānāṁ hṛdyasaṁrohaṁ bhavatastu vṛṇe varaṁ (Bhāgawat 7,10, 7).

“¡Oh mi Señor! ¿Cómo puedo rechazar tu orden terminante? Si deseas bendecirme con un favor, por favor bendíceme con que ninguna semilla de deseo germinar nunca en mi corazón”. Esto complació al Señor en gran manera.

Claramente, la vida pura de Prahlād muestra que era un amante extraordinario de Dios, sin deseos, sin preocupaciones, sin miedo, tolerante de las dificultades. Sentía igualdad en todo. Por todas partes veía la auspiciosa forma de Dios.

En los tiempos modernos, San Tukārām de Mahārāṣṭra fue un devoto del mismo tipo. Veía al Señor en todo. Una noche San Tukārām y sus devotos, absortos en el amor por el Señor, cantaban Rama Krishna Hari y bailaban. Algunos de los devotos tuvieron mucha sed. Uno de ellos, un novicio llevó una jarra a un pozo cercano para conseguir agua. Mientras descendía unos pasos en el pozo, vio a un demonio, un fantasma. Ante tal atemorizante forma, dejó caer la jarra y corrió llorando “¡Un fantasma! ¡Un fantasma!”, y se desmayó de miedo. Cuando los otros lo trajeron de vuelta a la conciencia rociándolo con agua, tembló al describir su encuentro con el fantasma. San Tukārām, que lo estaba escuchando, se echó a reír y dijo:

—¡Oh devoto! ¿Por qué tenías miedo del Señor-fantasma? En la Gita el Señor dice:

Mattaḥ parataraṁ nānyat kiñchidasti (Gītā 7,7).

“En este mundo no existe nada que no sea el Señor”. El Señor es todo lo que es. Él aparece en todas las formas, buenas y malas.

Harireva jagat, jagadeva Hariḥ, Harito jagato na hi bhinna-tanuḥ,

“Hari mismo es el universo. El universo mismo es Hari. Ni siquiera un átomo del universo es diferente de Hari”.

Aneka-rūpa-rūpāya, Viṣṇave prabha-viṣṇave (Viṣṇu-sahasra-nāma).

Eko devo Nārāyaṇo na dvitīyo ’sti kaścit (Nārāyaṇa Upaniṣad).

“Salutaciones a Vishnu, quien aparece como la miríada de formas del universo”. “Solo el Señor Narayana está en todas partes, nadie más”.

Al oír a Tukārām, el devoto supremo, el asustado principiante se molestó. Dijo:

—Ve al pozo tú mismo. Entonces verás cómo es el Señor-fantasma.

Rápidamente Tukārām fue al pozo con la jarra y algunos kartals (largos címbalos de madera que se chasquean juntos como castañuelas). Dentro estaba el demonio fantasma, que se manifiesto en su forma feroz frente a Tukārām. Pero Tukārām, percibiendo el firme, puro sentimiento del Señor en el fantasma, comenzó a chasquear sus kartals con concentrado amor, cantando Rama Krishna Hari y bailando. Alabando al Señor-fantasma, dijo:

—¡Oh Señor! Has aparecido en esta forma, que es distinta de las veinticuatro encarnaciones, ¡solo para mí! ¡Excelente! Eres fabuloso. ¡Cuán hermosos son tus ojos! ¡Qué tan grandes tus dientes! ¡Ah! Mi querido multiforme Señor, qué bendito soy de tener la visión de esta dichosa nueva forma”.

El firme sentimiento de Tukārām por el Señor transformó al fantasma en el Señor, que reveló Su forma, suave, agradable, sumamente encantadora, maravillosa y dulce, que se había escondido dentro del feroz fantasma.

A un devoto similar, Nāmadev, el Señor Keshava se le apareció en forma de un perro. Una vez Nāmadev preparaba rotis en el bosque. Estaban casi listos, solo faltaba rociar ghi sobre ellos, y el sentimiento de la omnipresencia del Señor forzaba su paso a través del corazón de Nāmadev.

Embriagado en su devoción como el exaltado devoto Narasimha Mehta (un santo de Gujarāt), cantó en la misma línea que Narasimha Mehta.

Akhila brahmāṇḍamāṁ eka tū śrīhari,
jhūjhave (vividha) rūpase tū hī bhāse,
jāgīne joūṅ to jagata dīse nahīṅ,
ūṅghamāṅ aṭapaṭā bheda bhāse.

“En todo el universo, Shrihari, solo estás Tú,
En las formas desconcertantes, solo Tú apareces.
Mientras estoy despierto no veo el mundo;
Mientras duermo todas las diferencias desaparecen”.

En ese momento un perro hambriento se abalanzó, le arrebató cuatro rotis y huyó gimiendo. Nāmadev, devoto sencillo, sintió la presencia del Señor en el perro y comenzó a llamar:

—¡Oh mi Señor con rabo! ¿Por qué corres con esos secos rotis? Déjame al menos rociarlos con ghi.

En el fervor de la devoción, corrió tras el Señor-perro. El perro pensó una cosa, y el devoto otra.

Nā jānūṅ kisa rūpameṅ Nārāyaṇa mila jāya,

“No sé con qué forma, Narayana me enfrentará la próxima vez”.

Debido a la sinceridad de Nāmadev, el Señor tuvo que mostrar Su forma divina en el perro. Vāsudevaḥ sarvamiti (Gita 7,19), “Vasudev es todo”, dice la Gita, el Señor demostró esta enseñanza con Nāmadev. En el Señor todo existe, Él lo penetra todo, todo es el mismo Señor.

Sa otaḥ protaśca vibhuḥ prajāsu (Śukla Yajurveda 32,8).

“El eminente Ser Supremo interpenetra todos los objetos sensibles e insensible. Él los invade por dentro y por fuera”.

Bāhara bhītara eko jāno, yaha Guru jñāna batāī,
Jana-Nānaka binu āpa pichāne, miṭe na bhramakī kāī.

“Fuera y dentro, solo hay Uno que conocer,
Este conocimiento me fue otorgado por mi Gurú.
Oh familia de Nanak, conózcanse a sí mismos, deben hacerlo;
Sin eso no limpiarán el polvo del engaño”.

La experiencia genuina del Principio Divino solo existe en los corazones puros de los devotos del Señor, desapegados y sin deseos.

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