lunes, 28 de enero de 2013

Estrofa 10


Bījaṁ māṁ sarva-bhūtānāṁ,
viddhi pārtha ‘sanātanaṁ,
buddhir-buddhi-matāmasmi,
tejas-tejasvināmahaṁ (Gītā 7,10).

“¡Oh, Arjuna! Sabe que Yo soy la semilla perpetua de todas las criaturas. Soy el intelecto del intelectual y la genialidad del genio”.

La Fuente de dicha, el Señor Shrikrishna, hizo de Arjuna un instrumento para enseñarnos acerca de Su naturaleza para nuestro propio bienestar.


“Yo soy la semilla perpetua. La creación individual y universal está entretejida sobre mí tal como los pendientes están hechos de oro”, dice el Señor Shrikrishna. Al ser perpetua, ninguna otra semilla puede existir antes que esa. Asumir la existencia de una semilla anterior a la semilla primordial, conduce a una falacia, ya que provocaría una secuencia sin fin de semillas. Por eso, es esencial que finalmente nos situemos en una semilla primordial, la cual no tiene una semilla previa. Esta, que no tiene semilla que la cause, la semilla perpetua, la causa final de todo, es el Señor mismo.

La filosofía sānkhya sostiene que la causa de toda creación no es el Ser Supremo consciente, sino la materia inerte con tres cualidades: sattva (pureza), rajas (actividad) y tamas (indolencia).

Kāryaṁ jaḍa-prakṛtikaṁ kāryatvāt ghaṭavat,

“Sus seguidores dicen que un objeto inerte, como un tarro, debe tener una causa inerte, sin conciencia, en este caso, arcilla”.

De manera similar, el cielo y otros elementos, al ser inertes, son efectos de una causa inerte, en este caso, la materia. Los filósofos sānkhya consideran la materia como semilla primaria (pradhān). Tal semilla primaria, perpetua, es además omnisciente, porque en la Gītā el Señor dice: Sattvāt sanjāyate jñānaṁ (14,17), “El conocimiento arriba desde sattva guna”. El predominio de sattva guna lleva a la omnisciencia. Por eso, el hecho de que predomine sattva guna en la semilla primaria la hace omnisciente. De aquí que, de acuerdo al sānkhya, la semilla primaria y no el Ser Conciente inmodificable, es la raíz causante del universo.

En su Brahma Sūtra Mimāṁsā, el Señor Vyāsa refuta a los filósofos sānkhya diciendo: Īkṣaternāśabdaṁ (1,1,5), “Visualizar (o pensar) es la causa primaria”. Lo que quiere decir que es el acto de solo pensar lo que trae la materia a la existencia. Por eso, de acuerdo al Veda y a otras escrituras, la materia inerte no puede ser la causa. Nuestros auténticas shrutis dicen:

Sadeva somyedamagra āsīdeka-mevādvitīyaṁ. Tadaikṣata bahu syāṁ prajāyeyeti, tattejo ’sṛjata (Chāndogyopaniṣad 6|2|1,3).

En la Chāndogyopaniṣad, el santo Uddālaka instruye a su hijo Śwetaketu: “¡Mi querido! Antes de la creación, este aparente universo entero, no tenía división entre fuego, agua y tierra; era existencia absoluta, solo Brahman. Luego, aquel Brahman visualizó (o pensó), ‘Dejad que me vuelva muchos’. “Entonces el Ser Supremo creó el fuego”.

En la Aitareya Upaniṣad se dice también:

Ātmā vā idameka evāgra āsīt. Nānyat kiñcana miṣat. Sa īkṣata lokānnu
sṛjā iti sa imāṁ-llokāna-sṛjata (Aitareya Upaniṣad 1,1,1).

“Antes del comienzo de la creación, este universo manifiesto de nombres y formas era el mismo Ser. En ese entonces, no existía otra cosa. El Ser visualizó (o pensó), ‘Dejad que cree mundos como la Tierra donde las criaturas tengan los medios para disfrutar los frutos de su acción’. Con esta visualización, el Ser Supremo creó estos mundos”.

Pregunta: en cuanto a lo recién declarado, las shrutis parecen contradecirse, ya que otra shruti dice: Māyāntu prakṛtiṁ vidyāt (Śvetāśvatara 4,10), “Māyā es la Naturaleza esencial del universo”. Esto hace que māyā, y no el Ser, sea la causa pre existente material del universo. Sin māyā, ¿cómo puede existir en el Señor la causa material de una apariencia ilusoria del universo? ¿Y cómo pueden las shrutis negar la existencia de algo que no sea el Ser?

Respuesta: māyā, al ser el poder del Ser creador de la ilusión, no es en verdad diferente de Brahman. Se sobreimpone a Brahman, y como tal no puede diferenciarse de Él. Por eso, todas las declaraciones de las shrutis son consistentes.

De esta manera, las shrutis establecen que el Ser Supremo Conciente es la causa del universo. Es solo ese Ser que puede saberlo todo, y no la semilla primaria inerte (pradhān). El epítome de inercia que surge de sattva guna no puede llamarse conocimiento. El conocimiento real es un estado de entendimiento cuya naturaleza es la conciencia testigo, o el entendimiento revelado de ese estado. Un estado inerte que surge de sattva guna, sin la conciencia testigo, no puede descifrar ningún significado. Es por esto que en la semilla primaria inerte (pradhān), la conciencia testigo y la omnisciencia, no pueden existir. La Muṇḍaka Shruti (Upanishad) además dice:

“El ser es omnisciente ya que lo sabe todo en general. Es omnisciente ya que sabe todo en particular. Sabe de todos los objetos que pueden ser creados. Ya que meramente trae cosas a la existencia, Su austeridad o esfuerzo se manifiesta a términos de conocer todos los objetos creables, y no a términos de esforzarse. El Creador, Brahma, (que significa Su obra de creación en la forma de Semilla Dorada Primordial) surge de ésta. Todos los nombres, todas las formas, surgen de la Semilla”.

De esta forma, todas las shrutis llaman al Ser Supremo omnisciente y no materia inerte (pradhān), la semilla perpetua del universo. En el Veda, la naturaleza, la materia, también es considerada como la causa material del universo; pero la naturaleza, al ser inerte, no puede ser en sí misma ni la causa primaria ni el instrumento que forma el universo. La Naturaleza solo se crea en cooperación con el Ser Supremo conciente, la pulsación conciente del Ser. Por eso la Naturaleza no es una causa independiente.

Los creyentes del vacío, como los budistas, dicen que el vacío o la no existencia de cualquier creación o cualquier cosa, es la causa del universo. Citan la Chāndogya Upaniṣad: Asadvā idamagra āsīt (Chāndogya Up. 6,2,1), “Antes de la creación, solamente existía lo que no es el Ser”. En el mundo, dicen también, las obras surgen de la no existencia. Nānupamṛdya prādurbhāvāt, “Nada aparece sin la no aparición”, es su doctrina, tal como la no existencia o la desaparición de la semilla da comienzo a un brote. Mientras la semilla esté en el suelo y no se desvanezca completamente, dicen, no puede producirse el brote. Solo cuando la semilla se destruye completamente, su obra aparece en la forma de brote. Por lo tanto, de acuerdo a los budistas, el universo solo puede ser causado por el vacío o no existencia, y no por el Ser o la existencia absoluta.

Esta opinión es contraria a la experiencia y la lógica. Del no ser nunca puede aparecer el Ser. Si una semilla que se desvanece brota, entonces, ¿por qué no brota si se siembra una semilla quemada por el fuego o aplastada por una piedra? ¿Por qué el padre fallecido no engendra un hijo? ¿Es posible algo así? Claro que no. Solo el Ser, y no el no ser, puede producir el ser. El vacío implica ausencia, donde nada existe. Si alguien dice “Nada existe”, nos volvemos curiosos por descubrir “¿Dónde? ¿Quién dice que no existe nada?”. Cualquier respuesta a esto establece la existencia de un lugar, el cual sustenta la existencia de la supuesta nada, y entonces no hay más vacío. Tampoco podemos decir que el vacío sustenta al vacío, ya que es lógica circular.

La persona curiosa también pregunta: “¿Quién dice que nada existe?” ¡Oh, exponente de la doctrina del vacío! Dinos algo más. ¿Quién identificó el vacío? ¿Quién fue testigo del vacío? Si no existe un testigo, entonces ¿cómo puede establecerse el vacío? ¿Quién dice que solo el vacío existe? Si el vacío mismo lo dice, ese vacío ¿es inerte o conciente? Si fuera inerte, no sería capaz de decir nada. ¿Quién ha escuchado hablar a alguna piedra alguna vez? Si el vacío fuera conciente, entonces refuta la doctrina del vacío. Un objeto conocedor conciente no puede ser vacío. Decir que, “en cierto lugar, alrededor de las doce de la noche, no había nada, solo vacío”, no establece el vacío. No puede negarse la existencia de esa persona haciendo tal declaración. Esta solo establece que no existía nada más que el testigo.

Si le preguntas a un niño quién es su padre y él responde “nadie”, se lo consideraría un tonto. Un nadie no puede engendrar un hijo. De manera similar, el universo no puede originarse de un vacío, el cual representa la ausencia de todo. Puede originarse de una semilla perpetua, el Ser, quien es el Señor de Todo. Solamente esta teoría cuadra con la honesta experiencia. Cuando el Buddha dijo Sarvaṁ śūnyaṁ śūnyaṁ, “Todo era vacío y solo vacío”, su propósito real era indicar el vacío del universo creado de nombres y formas y generar desapego del mismo, y no establecer la ausencia del Ser. Pero sus seguidores, quienes aceptaron sus enseñanzas literalmente, sin entender su significado subyacente, y que eran obstinados, comenzaron a establecer ese vacío en sus obras, incluso ante su propia evidencia de Ser. Como resultado, los seguidores del Buddha se desviaron de su verdadera intención. Esta fue la razón por la que otros filósofos eruditos de la doctrina vedānta pensaron que sería apropiado refutar su argumento con vehemencia, como en el nyāya y la mīmānsā (jurisprudencia y lógica).

El Señor Shrikrishna dice en la Gītā, “Yo soy la causa primordial y perpetua de todo; no existe algo que sea Mi causa”. Los filósofos eruditos tienen una premisa: Mūle mūlābhāvāt, mūlamamūlaṁ, “Al no haber raíz de la raíz, la raíz misma no tiene raíz”. “Por lo tanto, para Mí, el Ser Supremo y sin comienzo, no puede existir un origen. Por eso, también soy imperecedero. Yo soy el Ser de todo lo que se regocija en el Ser.” Ninguna persona inteligente puede negar su propia existencia. Nadie excepto un tonto puede decir, “Yo no existo”. El Ser Conciente, el Señor existe en todos los seres como la semilla perpetua. Él es el creador de todo. Él sostiene todo.

Pregunta: ¡Bueno, Swamiji! Entonces por favor díganos si su Señor, a quien consideras el gobernante absoluto, produce y mantiene el universo con o sin un cuerpo. Si dices sin un cuerpo, entonces no hay evidencia en el mundo de ninguna persona sin cuerpo que jamás haya creado o sostenido algo. Recuerda que la regla es Dṛṣṭā-nusāritvāt adṛṣṭa-kalpanāyāḥ, “Uno debería imaginar lo invisible de acuerdo a lo visible y no de acuerdo a lo contrario”. Por lo tanto, si dices que es un Dios con cuerpo quien crea y mantiene, entonces, ¿cómo luce su cuerpo? Necesitarás referirte a eso. Si Él tiene un cuerpo, ¿es eterno o perecedero? Si lo consideras eterno, tanto sus miembros y todo, entonces el universo con sus atributos también debería considerarse eterno. Si consideras el universo como eterno, entonces su creador, Dios, no puede ser establecido como su causa. Los objetos eternos no tienen causa. Si existe alguna causa, el objeto no puede ser eterno. Pero si por otro lado dices que el cuerpo de Dios no es imperecedero, sino perecedero, entonces necesitarás mostrar la causa del cuerpo perecedero de Dios, la cual debe ser otra cosa más allá de Dios mismo. Pero ¿cómo puede existir algo anterior al origen del universo? Decir que Dios mismo es la causa de Su cuerpo va en contra de las reglas, porque un Dios sin forma no puede considerarse ser la causa de Su propio cuerpo ni de ningún otro objeto.

Respuesta: el Señor, el que gobierna todo, no tiene cuerpo. Pero en Él existe un poder especial infinito con el cual Él puede realizar las funciones de crear y mantener el universo. No hay regla que dicte que un objeto sin cuerpo no pueda funcionar. La tierra, el agua y tales objetos que no tienen forma específica, realizan varias funciones, tales como crear un brote. Digamos que discuten que la tierra, el agua y demás tienen atributos, mientras que su Dios, al no tener atributos, no puede funcionar. Entonces tampoco hay regla que diga que un objeto sin atributo no pueda funcionar. El sonido, por ejemplo, no tiene atributos, pero puede viajar muy rápido; solo piensa en el teléfono o la radio. Muchos otros objetos sin atributo realizan varias funciones en el mundo con su poder inexplicable. Por lo tanto, nuestra verdadera y absoluta Śwetāśwatara Śruti de la KṛṣṇaYajurveda dice:

Na tasya kāryaṁ karaṇaṁ ca vidyate,
na tatsamaścā-bhyadhikaśca dṛśyate,
parā ’sya śaktir vividhaiva śrūyate,
svābhāvikī jñāna – bala - kriyā ca (6,8)

Apāṇi - pādo javano grahītā,
paśyatya - cakṣuḥ sa śṛṇotyakarṇaḥ,
sa vetti vedyaṁ na ca tasyāsti vettā,
tamāhu - ragryaṁ puruṣaṁ mahāntam (3,19).

“El creador, el Ser Supremo, no posee un cuerpo que funciona ni miembros como instrumentos. No hay nada que iguale Su estado ni nada mayor a Eso. El poder de creatividad del Todo Gobernante, māyā, es trascendental, lo que quiere decir que es más alto que cualquier cosa que cree. Ese poder toma diferentes formas para diferentes funciones. El verbo en sánscrito śrūyate, ‘se escucha’, indica que la existencia de ese poder no se establece por medio de la evidencia de los sentidos sino solamente por medio de la conclusión o el relato tradicional. Que exista un fantasma en un árbol baniano en particular puede no ser verdad, aun por relato tradicional, pero puede establecerse por rumor. De la misma manera, māyā no existe, sino que se sobreimpone. Y el universo creado a través del poder del conocimiento del Ser Supremo también es de la naturaleza de māyā. El Ser Supremo agarra sin manos, se mueve rápidamente sin piernas, ve todo sin ojos, y escucha todos los sonidos sin oídos. Conoce todos los objetos conocibles, pero nadie Lo conoce. El gran Ser, que es el conocedor de Brahman, Le llama el gran Ser perfecto y sin comienzo (purusha).

Después de crear el universo, el Dueño de todo, el Señor, toma voluntariamente la forma de muchos cuerpos, por su māyā, cuando sea que surja alguna causa que deba llevarse a cabo con el cuerpo, tales como protección a sus devotos o destrucción a los malvados. Y a través de esos cuerpos El también exhibe sus propios poderes sobrehumanos divinos e inusuales, siddhis. Pero aun estas encarnaciones, a pesar de tener diversos poderes extraordinarios, no se consideran eternas, ya que, de acuerdo a las shrutis, todas las formas que no son el Ser son temporales y limitadas. Es por esto que el Señor, con o sin forma, es capaz de hacerlo todo por deporte.

Pregunta: sin embargo, ¿con qué propósito el Señor Supremo crea el universo? Después de todo, ni siquiera un alma común hace algo sin propósito. Todos en este mundo funcionan con un propósito en mente: alejar lo indeseado y atraer lo deseado. Las personas se dedican a una actividad si están seguras de que al hacerlo alejarán lo indeseado y alcanzarán lo deseado. Si no, no actúan. Como esto es así, tendrás que explicar, ¿el Señor Supremo crea todo por un propósito Suyo propio o por el propósito de alguien más? Si dices que es por Sí mismo, contradices Sus características de autorrealizado y renunciante de todos los deseos. El Señor, que es renunciante y autorrealizado, no puede tener ningún propósito propio. Nada indeseado puede permanecer en Su presencia así como no puede existir oscuridad en presencia de la luz. Para el Señor, que es autorrealizado y que es de gran Dicha, quien está desprovisto de penas y repleto de felicidad, nada existe que pueda ser deseado por Él, nada existe por lograr, nada para hacer, y por lo tanto, ningún propósito. Incluso el maestro Supremo pregunta Āptakāmasya kā spṛhā?, “¿Qué puede desear un ser autorrealizado?”.

Puedes decir que la creación de universo es solo un deporte del Señor y que el Señor no tiene un propósito propio, pero ni siquiera un deporte se juega sin propósito. En el mundo, la gente juega para divertirse. Pero el Señor no desea diversión porque no tiene pena y su naturaleza es la dicha perfecta. Un deporte existe para quitar penas y lograr felicidad... Por eso no puedes decir que la creación del universo es meramente para divertimento del Señor.

Si dices que el Señor creó el universo para glorificar Sus propias cualidades Divinas fantásticas, que se manifiestan de muchas maneras, esto también es tema de discusión. ¿Será que a tu Ser Supremo Le es gratificante manifestar Sus cualidades? ¿Experimenta alguna deficiencia si no se glorifica a Sí mismo? De ser así, sería como un gran orador erudito a quien le es gratificante dar a conocer su impresionante talento, todos lo reconocen y aplauden, y si no puede hacerlo se siente deficiente.

En el mundo, sentir gratificación causa felicidad y sentirse deficiente causa pena. Si lo mismo aplica al Supremo, entonces no puede ser un Supremo realizado; sería como un mortal ordinario. Por eso tenemos que concluir que el Ser Supremo no crea el universo con un propósito específico porque no puede tener propósito.

Tampoco puedes decir que el Ser Supremo crea el universo para beneficio de las criaturas, ya que ningún propósito les sirve a estas mediante la creación. De hecho, en verdad, para las criaturas crear el universo constituye lo opuesto al beneficio: calamidades. Crea miserias de todo tipo, como el nacimiento, la muerte, el anhelo por la felicidad sin lograr si quiera una brisa de ésta. Este hecho es obvio para cualquiera. En la épica Naiṣhadhīya Carita el gran poeta Shri Harsha se dirige al Señor:

Āptakāma! Sṛjasi trijagat kiṁ?
Kiṁ bhinatsi yadi nirmitameva?
Pāsi cedamavatīrya muhuḥ kiṁ?
Svātmanā ’pi yadavaśya-vināśyaṁ (21,106).

“¡Oh Autorrealizado! ¡Señor! ¿Con qué propósito creas Tú los tres universos? Ningún propósito, ni tuyo ni de nadie, puede establecerse para esto. Por eso debes estar creando el universo sin ningún propósito. Una vez que lo creas, ¿por qué lo destruyes? Después de crear cuerpos hermosos y atractivos, y otras formas, no es apropiado en absoluto destruirlos despiadadamente. Si querías destruirlos, ¿por qué los creaste en primer lugar? Una vez creados, ¡no tenías que destruirlos! Otra vez, si dices, ‘¿Qué puedo hacer si este universo, al estar en las garras del tiempo, se destruye a sí mismo?’. Entonces, ¿por qué encarnas tantas veces para seguir protegiendo este universo inevitablemente perecedero? Tu protección solo puede ser considerada exitosa cuando el mundo deje de destruirse”.

Respuesta: la creación del universo no es real, es ilusoria, llena de māyā. Solo por māyā y por ningún otro propósito se crea este universo. Por eso el Reverenciado Gauḍapādācārya, quien conocía la esencia de los Vedas, dice:

Bhogārthaṁ sṛṣṭi-rityanye, krīḍārtha-miti cāpare,
devasyaiṣa svabhāvo ’yamāpta-kāmasya kā spṛhā (Māṇḍūkya Upaniṣad Intro. Cap. 9).

“Algunos consideran que la creación es para el disfrute del Ser, otros la consideran como el deporte del Ser, pero el crear el universo es la muy ilusoria (máyica) naturaleza del Ser Divino. ¿Qué deseo puede surgir en Aquel que está autorrealizado? No hay razón más que la māyā del Señor, la ilusión, tal como no hay razón más que ignorancia, por la cual confundimos una cuerda por una serpiente. Eres solo tú, nadie más, quien con el poder de māyā, imaginas un universo de dualidades sobre tu propia naturaleza no dualista, y luego eres el testigo”.

Kalpaya-tyātmanā ’’tmāna-mātmā devaḥ svamāyayā,
sa eva budhyate bhedāniti vedānta-niścayaḥ (Māṇḍukya-Kārikā capítulo sobre Irrealidad 12).

 “El autoluminoso Ser, individual, no dual, imagina su propia dualidad debido a su māyā, la ilusión, y aparece para discernir diferencias. Así lo dice el vedānta (Upanishads)”. En otras palabras, un Ser individual, como si estuviera en un sueño, imagina muchas escenas y las distingue todas dentro de sí mismo.

Aniścitā yathā rajju-randhakāre vikalpitā,
sarpa-dhārādi-bhirbhāvaistadvadātmā vikalpitaḥ.
Niścitāyāṁ yathā rajjvāṁ vikalpo vinivartate,
rajjureveti cādvaitaṁ tadvadātma-viniścayaḥ (Māṇḍūkya kārikā, capítulo sobre Irrealidad 17/18).

“Así como un pedazo de cuerda que no se distingue claramente en la oscuridad puede confundirse con una serpiente, una línea de agua o cualquier otra cosa, también así se confunde al Ser, debido a la ignorancia, con varias otras cosas. Cuando se descubre que el pedazo de cuerda es solo eso, se desvanece la idea de la serpiente o las otras cosas imaginadas. Así también sucede con el Ser; cuando se conoce su principio no dual (por experiencia directa), se desvanece la idea de la dualidad del universo que había sido imaginada”. Jñāte dvaitaṁ na vidyate, “Al comprender, cesa la dualidad”. Entonces solo queda el Único Ser, la esencia del uno sin segundo.

Svapnamāye yathā dṛṣṭe, gandharva-nagaraṁ yathā,
tathā viśvamidaṁ dṛṣṭaṁ, vedānteṣu vicakṣaṇaiḥ (Māṇḍūkya Kārikā, capítulo sobre Irrealidad 31).

“Como el sueño y la magia, o como una ciudad en el cielo son vistas como irreales, este universo manejado por las dualidades es irreal a los ojos de los sabios del vedānta (Upanishads)”.

Pregunta: ¿Qué es esta cosa llamada māyā? Si funda el universo, ¿de dónde vino? ¿Por qué? ¿Cuándo? Por favor, explica.

Respuesta: Elaboraremos este tema en la estrofa 14, que empieza con la declaración Daivī hyeṣā guṇamayī, “Esta māyā con atributos es divina”. Ahora no corresponde.

No por Sí mismo, sino a través de māyā, el Ser Supremo se vuelve la causa del universo movible e inamovible.

El único propósito para la creación del universo es para que conozcamos la grandeza de su Creador, el Ser Supremo, y nos fundamos con Él al aumentar nuestra fe y devoción. Es así para que las criaturas individuales puedan conocer la grandeza inmensurable del Ser Supremo y elevarse a Sí mismas a través del conocimiento y de la Fe. Y así, uno debe refugiarse en esa semilla perpetua, sola, el Ser Supremo. Uno debe investigar y ser curioso con Eso solo. Es la única Esencia Verdadera suprema; un ser humano se vuelve realizado y bendito a través del conocimiento directo, y de su devoción hacia Eso. El universo está dividido, es perecedero, ilusorio; hoy está aquí y mañana ya no. El conocimiento del mundo nunca puede irradiar paz y felicidad. Únicamente tiene valor conocer esa Esencia, que es perfecta, grandiosa, perpetua, inmortal, sin miedos y supremamente feliz. Lo que todos queremos en verdad, es el Ser Supremo. La Ṛgveda samhitā Praśastā Upaniṣad dice,

Oṁ indraṁ pare ’vare madhyamāsa indraṁ, yānto ’vasitāsa indraṁ, indraṁ kṣiyanta uta yudhyamānā indraṁ, naro vājayanto havante (4,25,8).

“Todas las personas, los grandes, los mediocres y los bajos, invocan al Señor Supremo, Indra, que es la fuente de felicidad, el Ser”, esto quiere decir que lo desean a Él, se vuelven hacia Él, lo invitan a Él. “Las personas mundanas que corren de aquí para allá cumpliendo con trabajos que han iniciado, y también los renunciantes, quienes han abandonado todo, lo invocan a Él. Los caseros que cuidan casas, los guerreros que pelean en guerra, aquellos golpeados por el hambre que piden comida, líderes y maestros espirituales, todos invocan solo al Ser Supremo, Indra”.

Oṁ ’yasmānna ṛte vijayante janāso,
yaṁ yudhyamānā avase havante,
yo viśvasya pratimānaṁ babhūva,
acyutacyut sa janāsa indraḥ (Ṛgveda 2,12,9) (Atharva 20,34,9).

“Oh, gente, Él es Indra, el Ser Supremo, sin el cual nadie, ni dioses, ni yoguis, ni gente común, nadie, puede resultar victorioso”. Esto significa que solo por su Gracia y presencia, cualquiera logra la victoria ya sea en asuntos mundanos, de otros mundos o espirituales.

“Todos los guerreros repetidamente Le invocan por protección. Este universo es creado en Su imagen”. Esto quiere decir que el Señor es percibido a través de los objetos sensibles e insensibles del universo, los cuales reflejan Su existencia y conciencia. “Es por esto que Él es lo no perecedero de lo no perecedero”. En otras palabras, Él reside como el alma eterna suprema de todas las manifestaciones comunes, como la Tierra. En la Kaṭhopaniṣad se dice Nityo nityānāṁ cetana-ścetanānāṁ (Kaṭhopaniṣad 2,6,13), “Él es lo eterno de todos los eternos, el conciente de todos los concientes”. Investígalo y llega a conocerlo apropiadamente. Es la raíz de todo lo que existe, y de la liberación. Por eso toma refugio en Él.

En la Kenopaniṣad, los dioses, suras, perdían frecuentes batallas contra los demonios, los asuras. Los demonios incautaron todas las residencias y riquezas y los dejaron en la miseria. Solían acosarlos de muchas maneras. Viviendo con miedo, angustiados y desfavorecidos, los dioses se juntaron para ver cómo liberarse, derribar a los demonios y recuperar sus casas y riquezas. Concluyeron que solo rezando al Señor de los dioses, el Gobernante del universo, y recibiendo su Gracia y Presencia, podían liberarse de esas calamidades y lograr la victoria y fortuna. Y así fue que oraron al Señor, quien quedó complacido con sus plegarias. Por su Gracia y Presencia, los dioses ganaron y recuperaron sus casas y riquezas.

Dukhameṇ sumirana saba kareṇ, sukhameṇ kare na koya,
jo sukha meṇ sumirana kare, to dukha kāheko hoya.

“Todos recuerdan al Señor cuando sufren; nadie Le recuerda cuando es feliz. Aquel que recordase al Señor en la felicidad, ¿Cómo puede llegar a sufrir?”.

Los dioses recordaron al Señor cuando estaban angustiados; pero cuando estuvieron felices y prósperos, se olvidaron del Uno, quien les había dado su victoria. Se volvieron arrogantes en su opulencia. Estaban orgullosos de su propia gloria, no de la gloria del Señor, y comenzaron a hacer alarde. Dijeron orgullosamente que la victoria era suya, y que habían vencido a los asuras con su propio poder y superioridad. Para ellos, el Señor Supremo no tenía ningún rol en sus victorias, no había otorgado ninguna gracia, ni presencia, ni grandeza. Comenzaron a adorarse y glorificarse el uno al otro, y no al Señor.

El Señor entendió esta presunción de los dioses, esa presunción que trae la victoria. Para destruir su orgullo, apareció en la corte, a través de su poder de yoga māyā, en la forma de un semidiós de hechicera hermosura. Los dioses no pudieron reconocer este venerable gran ser, de aspecto muy divino, quien había aparecido repentinamente. Sin saber que era Él, cuya brillantez y poder perfecto habían causado miedo en sus corazones, querían averiguar quién era. Pidieron a Agnideva (el dios del Fuego), quien caminaba pavoneándose frente a todos los dioses:

Oh Agnideva, tu eres el más brillante y magnífico de todos nosotros, por favor descubre quién es este deslumbrante semidiós que ha aparecido frente a nosotros. ¿De dónde ha venido? ¿Cuál es la razón de su venida?

El fuego, quien era el jefe de los dioses, tenía especial autoridad y por eso se había vuelto el más orgulloso. Respondió:

¡Muy bien! Lo descubriré ya mismo. Tengan calma.

Mientras se levantaba y se acercaba al Señor, pensó con orgullo, “¿Qué es lo grandioso de averiguar quién es? Los dioses le temen innecesariamente. Cuando vea mis proezas seguro quedará desconcertado. Lo confrontaré y lo atemorizaré; le haré preguntas que le serán difíciles de responder”. Pero cuanto más se acercaba al Señor semidiós, más comenzaba a encogerse y perder su fuerza, como un zorro acercándose a un león. Al llegar frente al Señor, el fuego estaba tan abrumado por Su poder que apenas pudo salir una palabra de su boca. Su mente le urgía, “¡Habla! ¿Por qué no dices algo? Hace rato gritabas tus grandes promesas, ¿por qué te quedas ahí parado? ¡Ahora estás temblando por dentro frente a este semidiós como un hombre congelado, desnudo en los Himalayas! ¿Tienes miedo de que te trague?”. Aún con su mente castigándolo, el fuego quedó boquiabierto; no podía pronunciar ni una palabra.

Luego el Señor semidiós dijo:

¿Quién eres?

Soy Agni —respondió el fuego con voz temerosa.

Luego su orgullo lo impulsó a que se presentara como alguien especial; mostrando sus credenciales, continuó:

No soy el fuego corriente que cocina rotis en la cocina. Soy Jātadeva, (literalmente: conocimiento: veda, todo lo creado: jāta). A través de mí, todos los Vedas fueron conocidos; por esta razón me dieron el título de Jātadeva.

¿Cuál es ese poder que te hace ser Jātadeva? —preguntó el Señor semidiós.

Mi gran poder es que puedo quemar cualquier cosa de la tierra en un instante —respondió el Fuego para probar su poder.

Para probarlo un poco, el Señor semidiós, poniendo una paja de trigo frente al fuego le dijo:

Oh, grande y poderoso Agni, demuestra tus proezas quemando esta pequeñez.

El fuego se acercó a la paja, pero no pudo encenderla con todo su poder. Estaba abatido. Era como un estudiante de gramática en sánscrito, anunciando con orgullo que ha leído el Siddhānta Kaumudi, más todos los comentarios sobre éste, como el Śabdaratna Śabdendu Śekhara y más, y que ha dominado toda la gramática y “preparado y bebido” la esencia de Vyākaraṇa-Mahābhāṣya, y que ya no es más estudiante, sino un experto en gramática, y que luego, no puede explicar el significado del primer verso Natvā sarasvatīṁ devīṁ del Laghu Kaumudi (gramática breve) que significa “Inclinándose ante la Diosa Saraswati…”, y se siente avergonzado. Con ese sentimiento de vergüenza, el fuego, agachó su cabeza y retrocedió. Había caminado pavoneándose dirigiéndose al Señor, cual apostador que dice: “Me voy a ganar 5 millones de rupias”; pero los dioses lo vieron volver como un apostador que había perdido 5 millones de rupias, con la cabeza gacha, la cara triste, la mandíbula floja. En su cara se podían leer los sentimientos de su corazón. Aún así le dijeron:

¿Agnideva, qué ha sucedido? ¿Ya sabes quién es el semidiós?

El fuego, deprimido, se sentó en una esquina y enterró su cabeza en sus manos. No pudo decir ni una palabra acerca del Señor semidiós.

Tengo dolor de cabeza, no puedo decir más —murmuró. Con este pretexto, se sentó en silencio.

Frente a él estaba Vayudeva (el Dios del aire), que siempre competía con él. Era una figura autorizada entre los dioses, y por esta razón, también saltó con orgullo.

Al ver la humillación del fuego al fallar, todos los otros dioses se acercaron al Aire y le dijeron:

Oh Vayudeva, ¿Podrías averiguar algo acerca de ese semidiós?

¡Claro! dijo. Para ridiculizar al fuego y resaltar su propia grandeza, agregó Pobre fuego, no pudo descubrirlo. Ahora es mi turno, averiguaré ya mismo quién es ese visitante. Observen mi poder.

Con el pecho en alto, tal como había hecho Fuego, se acercó al Señor semidiós. Pero mientras se acercaba a Él, se sintió embargado por su poder. Quedó boquiabierto. Quedó quieto. Entonces el Señor dijo:

¿Quién eres tú?

Soy Vayu, Aire —con orgullo, quiso presentarse como alguien especial. Continuó: No soy el viento común originado por un abanico; Yo soy Mātariśvā (un gran viento que viaja por el espacio con independiente velocidad).

¿Y qué poderes tienes que eres llamado Mātariśvā? —le preguntó el Señor semidiós.

Bien ¿estás preguntando por mis poderes? Tengo poder inmensurable. Puedo mandar a volar cualquier cosa de la tierra a millones de millas de distancia.

Para probar el poder de Aire, el Señor colocó nuevamente una paja. Aire se acercó e intentó soplarla con todo su poder, pero ni siquiera fue capaz de moverla. Avergonzado, como Fuego, retrocedió ante el Señor, y se sentó en el mismo rincón que Fuego. Con una simple mirada comunicó que se encontraba en la misma situación que Fuego y tampoco tenía nada para decir. Cuando los otros dioses le preguntaron, Aire dijo:

No he podido averiguar nada del semidiós.

El Señor semidiós había destruido el orgullo de Fuego y de Aire. Con su propio poder inmensurable, debió haber convertido a la paja en el diamante más duro y pesado, tanto así que ni Fuego la pudo quemar, ni Aire mover. O, ya que es el poder del Señor lo que nos da el poder de saltar y bailar, también pudo haber sido que el Señor retiró los poderes a Fuego y Aire, dejándolos sin fuerza. Quizás esa es la razón por la que no pudieron hacer nada con una insignificante paja de trigo.

Los demás dioses pensaron que si sus dos líderes habían fallado, también ellos fallarían. Pero aún querían averiguar quién era el visitante. Se acercaron al rey, el gran Indra, que estaba sentado en su alto trono. Le preguntaron:

¡Indra! ¿Quién es ese semidiós? Averígualo porque ninguno de nosotros puede. No hay un dios más grandioso que tú.

Muy bien. Voy a averiguarlo todo. ¡No tengo miedo!

Luego, Indra, vestido y adornado exquisitamente, se acercó al Señor. Cuando Indra se aproximaba al semidiós, de repente el semidiós se hizo invisible. Al reconocer que Indra estaba inflado de orgullo y que su orgullo necesitaba ser destruido, el Señor no le dio ni siquiera chance de comenzar una conversación.

Aunque Indra había perdido su orgullo, aun tenía curiosidad de saber quién era el semidiós. De manera diferente a Fuego y Aire, Indra quedó inmóvil en el lugar donde el semidiós había aparecido y desaparecido. Su corazón se llenó de devoción y meditó en el Señor con la mente enfocada, mientras que el Señor miraba a la distancia. Debido a su poder de devoción y meditación, la Diosa de piel exquisitamente dorada, Saraswati, Diosa del aprendizaje, apareció en la forma de Uma para bendecir a Indra. Pensando en que ella podría saber quién era el semidiós, Indra se acercó y preguntó humildemente:

¡Oh Diosa! Por favor, dime quién era ese semidiós que apareció y desapareció frente a mis ojos.

Él era Brahman —dijo Saraswati—. Era el gobernante supremo, a quien le han rogado prosperidad, con cuya gracia han salido victoriosos. Él era la causa de tu opulencia, prosperidad y grandeza. Fue Él el que en verdad conquistó a los asuras. Todos ustedes fueron meros instrumentos. Con su conquista, ustedes lograron grandeza. Pero por causa de la ignorancia, piensas y dices, ‘La victoria es nuestra. Somos realmente grandiosos’. Eso era falso orgullo, y para destruirlo, el apareció frente a ti.

De esta forma, bajo la guía de Saraswati y no por su propia voluntad, Indra comprendió que había sido Brahman el que apareció frente a ellos como un semidiós. El conocimiento de Brahman trae consigo gloriosa grandeza, e Indra se volvió más grande que todos los otros dioses porque él fue el primero en conocer a Brahman. Él también enseño a Fuego y Aire a conocer a Brahman. Por eso también ellos dos fueron considerados grandiosos. La moraleja de esta historia es que aquel que no realiza ninguna práctica espiritual como la moderación, y que es orgulloso y lleno de deseo y celos, no es capaz de lograr el conocimiento de Brahman. Indra y los demás lograron el conocimiento de Brahman sólo cuando sus debilidades, orgullo, deseo y celos fueron removidos, y cuando quedaron inmersos en el recuerdo de Brahman con fe y devoción.

Tal como el relámpago rompe con la oscuridad de la noche e ilumina todo, Brahman había aparecido con su divina brillantez delante de todos los dioses. Brahman debería ser adorado en la forma de la luz todo dominante, como un radiante relámpago. Brahman aparece como la pulsación que activa todos los pensamientos y recuerdos de la mente. Brahman en la forma del Ser mismo, es el testigo de la mente autopropulsada. Por eso es que Brahman debería ser recordado como el testigo. Solo ese Brahman, el depósito de la dicha perfecta, es digno de honor y veneración.

El propósito de contar esta historia, que en verdad es una discusión de la realidad, es recomendar la realización de prácticas espirituales y la veneración de Brahman con atributos. Brahman es el gobernante de todo el universo. Es el Señor supremo de todos los dioses y deidades comandantes, incomprensible aun para ellos. Brahman es la causa de ambos, la victoria de los suras, que poseían riqueza espiritual, y la derrota de los asuras, que poseían riqueza demoníaca. Nuevamente, ya que tiene y no tiene forma, ¿cómo se puede negar la existencia del Gobernante Supremo? Solo el conocimiento directo de Eso destruye el falso orgullo del hacer y el disfrutar. Es por esto que para destruir el orgullo falso e infortunio, y lograr paz y dicha suprema, es necesario adorar al Ser supremo, quien es la semilla perpetua. Su conocimiento directo debe obtenerse con la guía de las escrituras y del Guru.

El Señor dijo: “Soy el intelecto del intelectual”. El intelecto es lo que discierne entre lo real y lo irreal. Ese poder es Su forma. En esa forma, todos los intelectuales están entretejidos en el Señor. En el mundo, las personas piensan, y algunos hasta claman ser intelectuales. Pero desde el punto de vista de las escrituras, solo el que puede discernir entre lo real y lo irreal es un intelectual. La Gītā hace varias referencias sobre a esto: Sa buddhimān manuṣyeṣu (Gītā 4,18), “Él es el intelectual entre las personas”. Etad buddhvā buddhimān syāt. Kṛta-kṛtyaśca bhārata (Gītā 15,20), “Conociendo este Principio, un ser humano se convierte en intelectual y realizado”. Aquello que es verdad nunca puede no tener existencia. No es culpa de la Verdad si las personas de corto entendimiento no lo comprenden. “No es culpa del sol el que las personas con incapacidades visuales no puedan ver. Es por culpa de nuestras incapacidades, o del poco entendimiento de aquellos que, o no saben, o no creen en la Verdad”. Aun si no se conoce o no se cree en Eso, no puede negarse. Permanece eternamente Verdadero. “La Verdad nunca deja de estar”. Aquello que es verdad, existe. Aquello que no es verdad, no puede existir. Lo que no es verdad permanece sin existir nunca. Aun si las personas de escaso entendimiento tomaran lo no verdadero como verdadero, nunca podría ser verdadero. El que estas personas crean que el latón es oro no convertirá al latón en oro. Nadie en el mercado le pone el precio del oro al latón. El latón permanece como latón. Cuando se agrega agua a la mezcla del mortero, se vuelve suave y blanco como la manteca, pero si alguien, engañado, la come como si fuera manteca, no será provisto de la nutrición de la misma. Por el contrario, su cuerpo será dañado.

La verdad aquí se refiere al Ser supremo, libre, sin impedimentos, mientras que la No verdad hace referencia al mundo impedido, limitado de nombres y formas. El que continúa asintiendo y recordando al Ser Supremo como verdad y al mundo como ilusión, es un intelectual. Siguiendo este valor, el que considera que lo no verdadero es verdadero y además se apega a eso, y considera lo verdadero como no verdadero y lo descarta, se encuentra desprovisto de intelecto.

En respuesta a una pregunta hecha por un discípulo, su Guru le dice:

Aharniśaṁ kiṁ paricintanīyaṁ?
saṅsāra-mithyātva-śivātma-tattvaṁ.

“¿Qué es lo que debe recordarse día y noche? La falsedad del mundo, y el supremo y verdadero principio benefactor del Ser es lo que debería ser recordado día y noche”

Umā kahūṅ maiṅ anubhava apanā
sata haribhajana jagata saba sapanā (Rāmacarita Mānas Araṇyakānḍa).

“Uma, narro mi propia experiencia,
La Verdad es recordar a Hari,
Y saber que el mundo entero no es más que un sueño”.

Así, solo aquel que utiliza el poder del discernimiento se dice que es un intelectual. Sin discernimiento no hay intelecto. Al intelecto se le llama un instrumento interior, antaḥkaraṇa. Por medio del discernimiento solo, el intelecto puede permanecer siempre en lo no dual en medio de un mundo regido por la dualidad. Ni una sola persona queda libre de las garras del mundo sino se encuentra en la no dualidad. Ni tampoco nadie experimentará la dicha pura perfecta. Por eso el poder del intelecto para discernir es altamente importante. Incluso el Señor indica que el intelecto es Su propia forma. Por eso se dice que Vivekī sarvathā muktaḥ, “Una persona discerniente es totalmente libre”. Viveko daśamo nidhiḥ, “El discernimiento es el décimo tesoro que crea la felicidad”. A través del discernimiento, el intelectual no confunde lo útil con lo inútil, ni lo inútil como útil. El intelectual valora cada objeto de manera apropiada, y permanece siempre calmo y contento.

Si alguien le dice cosas a otro, será afectado si no sabe discernir, sentirá remordimiento e indignación. Por otro lado, los que saben discernir no serán afectados. Si un vendedor de frutas llama a las personas para que compren fruta podrida, los sensatos no la comprarán, la rechazarán. Entonces la fruta podrida se queda con el vendedor. ¿Cómo podrán llegar a las manos de los sensatos que no la comprarán? De esta misma manera, si una persona no acepta las palabras abusivas de otra, permanecen con el que insulta y no con el que escucha. Un gran ser pensativo dijo:

Gālima-dbhiṛ-bhavadbhiśca vitīryante hi gālayaḥ,
tathā - pīcchā madīyeyaṁ gālisaṅgrahaṇe na hi.
Ata eva ca gālīnāṁ saṅgraho bhavatāṁ bhavet,
saṅgrahī doṣabhāgī syāt, parityaktā sukhī bhavet.

“Tienes palabras insultantes y me las ofreces a mí. Pero no tengo ni una pizca de deseo de aceptarlas. Entonces son todas tuyas. El que tenga las podridas será el que se verá afectado por ellas. Las rechazo absolutamente y por eso estoy siempre alegre y contento”.

Jākī jaisī buddhi hai, vaisā kahata banāya,
vākā burā na māniye lena kahāṅse jāya.

“Como es su intelecto, es su dialecto,
no te molestes por el irrespeto, ¿qué se puede esperar al respecto?”.

Un negocio que solamente vende carboncillo no puede vender azúcar, solo carboncillo. No hay ni rastros de azúcar en un negocio de carboncillos, ¿cómo puede darte un poco de azúcar ese vendedor? Es inútil insistir con el azúcar en un negocio que vende carboncillo. El cuerpo de la persona es una especie de negocio también. Mientras que los carboncillos de las falsas impresiones, pensamientos terribles, y demás cualidades bajas, estén depositadas allí, el cuerpo pronunciará un lenguaje terrible. No tiene un intelecto refinado, entonces, ¿cómo puede pronunciar buenas palabras? No puede. Bajo estas circunstancias es inútil preguntar por qué cierta persona utiliza un lenguaje obsceno en vez de bueno. Tampoco deberías molestarte por su conducta detestable. ¿Qué puede hacerse? Está bajo la influencia de su intelecto podrido. Mientras su intelecto mezquino no se retire, no podrá actuar bien. Sabiendo esto, uno debe estar silencioso y calmo. A través del discernimiento, uno debería soportar en silencio las amargas palabras de los maliciosos. No es apropiado ponerse molesto por ellas. Aquel que reacciona a palabras dañinas con más palabras dañinas no es una persona de discernimiento. Reaccionar a palabras hirientes es equivalente a pronunciarlas, no hay discernimiento en ambos casos. De acuerdo al dicho “cuando dos burros se encuentran, se patean uno a otro para saludarse”. Se comparten palabras ofensivas, pelean y se rompen la cabeza uno a otro. Todos debemos enfrentar y atravesar varias experiencias indeseables: fama de alguna cosa, alguien riéndose de la estupidez de uno, y todo tipo de las llamadas indignidades. Por eso, las personas que usan el discernimiento siguen el mantra del Guru: “Come moderadamente, tolera todo y reitera solamente el bien”. De esto, podemos concluir que la ausencia del discernimiento causa dolor y el discernimiento causa felicidad, en todas circunstancias. Por eso es necesario descartar la falta de discernimiento, como si fuera un veneno, y aceptar el discernimiento, como si fuera néctar.

La persona que sabe discernir, mantiene el mismo discernimiento aun cuando se encuentra frente a la difamación.

Ātmānaṁ yadi nindanti, nindanti svayameva hi,
śarīraṁ yadi nindanti, sahāyāste janā mama.
Nindā -vamānā-vatyantaṁ bhūṣaṇaṁ yasya yoginaḥ,
dhīvikṣepaḥ kathaṁ tasya, vācātaiḥ kriyatāmiha.

“Si difaman el Ser se difaman a sí mismos, ya que el mismo Ser existe en todos los cuerpos. Si difaman mi cuerpo, son mis asistentes ya que yo también hago lo mismo: yo también digo que este cuerpo es una bolsa de heces y orina, que está lleno de mugre y que nada bueno puede encontrarse en él. Para los yoguis de puro discernimiento, la difamación y los insultos al cuerpo se vuelven decorados en vez de defectos, y causan felicidad en vez de tristeza. Así, ¿cómo pueden los débiles chusmas perturbar la mente de completo discernimiento? No es posible.”

Existen varios néctares que producen satisfacción en el mundo: el néctar de los alimentos, de la vista, del oído y demás. Hablamos de saborear una deliciosa cena, aplaudimos una obra o película que disfrutamos, nos reímos hasta que nos duele el estómago con un cómico. Difamar a otros es para algunos una clase similar de néctar. Este néctar brinda placer y satisfacción a los de corto entendimiento, a través de escuchar y hablar. Pierden una excesiva cantidad de tiempo difamando a otros. Pero una persona que sabe discernir, piensa: “Si alguien obtiene satisfacción difamando, entonces que así sea. No debería molestarme la difamación. Debería complacerme”. Es la naturaleza de una persona con discernimiento complacer a todos los seres humanos –Janatā janārdan, las formas del Ser Universal–  de cualquier modo que deseen, y no disgustarlos. Por eso, en su obra llamada Jīvanmukti, Vidyāraṇya Swami, el maestro del no dual Brahma Vidya, escribe acerca del conocimiento de Brahman:

Mannindayā yadi janaḥ paritoṣameti,
nanva-prayatna-sulabho ’yam-anugraho me,
śreyo ’rthinastu puruṣāḥ parituṣṭi - hetoḥ,
duḥkhār-jitānyapi dhanāni parityajanti.
Satata–sulabha-dainye niḥsukhe jīvaloke,
yadi mama parivādāt prītīmāpnoti kaścit,
parivadatu yatheṣṭaṁ mat-samakṣaṁ tiro vā,
jagati hi bahuduḥkhe durlabhaḥ prīti-yogaḥ.

“Si una persona obtiene satisfacción en denigrarme, entonces es la gracia de la persona que desciende hacia mí sin que yo realice ningún esfuerzo. Esto es porque él está a gusto con su crítica hacia mí, y a la misma vez, él destruye mis pecados y me hace puro. ¿No es esta su gracia sobre mí? Un lavandero que obtuvo placer al lavar ropa sucia de alguien sin cobrar nada, no sería considerado malvado por una persona de entendimiento, por el contrario, sería considerado una persona benevolente. Así es la gracia de la persona sobre mí”. ¿Qué es lo que no harían grandes seres benevolentes que trabajan para el bienestar de todos? Abandonan aun el dinero que han ganado trabajando duro. ¿Por qué los filántropos construyen un refugio, o cavan un pozo de agua, dan comienzo a un dispensario o a una escuela gastando millones? Para complacer a Janatā Janārdan, el Ser Universal manifestándose como seres humanos. Es el temperamento de los seres espirituales complacer y crear felicidad para todas las criaturas de la manera más apropiada para cada uno de ellos. En el Yoga Vāsiṣṭha el sabio Vāsiṣṭha le dice a Rama:

Yena kena prakāreṇa, yasya kasyāpi prāṇinaḥ,
saṅtoṣaṁ janayeta rāma ‘tadeve-śvarapūjanaṁ.

“¡Oh Rama! Deberías complacer a cualquier criatura en cualquier modo. Es el único modo de adorar a Dios”.

Donde sea que mires en este mundo, en cualquier criatura que te cruces, hay aflicción y solo aflicción. Entre cientos de miles de personas, hay apenas un gran ser que no está afligido, que no tiene deseos y está en paz. Algunos están afligidos por la falta de dinero, a otros les tortura el deseo por una esposa compatible, otros ruegan seriamente por un niño, otros están atormentados por el deseo de poder. Así esta creación, a causa de sus aflicciones, está desprovista de felicidad. Cuando todo tipo de deseos son completados hasta saciarse, solo queda la infelicidad que surge de las aflicciones; no hay una inmensa felicidad pura que surja del estado de no deseo. Los seres humanos de corto entendimiento continúan deseando a lo largo de toda la vida y luego mueren experimentando las aflicciones que surgen de esos deseos. Nacen llorisqueando, viven llorisqueando, y mueren llorisqueando. Solo un ser extasiado sabe cómo reír. Un ser extasiado vive en la dicha y muere en la dicha. Aquel que discierne siente, “en este mundo lleno de pena, si alguien obtiene placer criticándome, entonces no tengo que frenarlo. No me afectan los comentarios delante o detrás mío; por el contrario, me complacen, porque en este mundo, es raro encontrarse con la felicidad”. Como todos sabemos, la felicidad se logra solo con gran esfuerzo, mientras que la pena nos acecha a cada paso sin invitación.

Las buenas o malas palabras o sonidos son cualidades del espacio, y por lo tanto inseparables del espacio. Por sí mismas, no pueden ser parte de Mí, el verdadero Ser Interior Supremo, inmaculado y sin atributos. Por eso no pueden degradarme. El poder de esta clase de pensamiento con discernimiento, es en todos los aspectos, digno de aclamar y totalmente deseable. Extrae la esencia de todas las cosas que no son esenciales, y constituye la puerta a una vida regocijante.

Este mundo es como una gran casa de cristal. En su mayor parte, refleja lo que son las personas. Para cada ser humano, con unas pocas excepciones, el mundo es un tipo de réplica. Así que si alguien te critica de alguna manera, entonces no pierdas tu temperamento desde el ego. Piensa, con la mente fresca, el por qué de esa crítica hacia ti. Si su crítica tiene valor, entonces no hay razón para enojarse. Debes mejorarte a ti mismo y superar esas deficiencias por las cuales las personas te han criticado. Las críticas no son solo contra ti, sino que están actuando para hacerte conciente de esas deficiencias. Entonces, en verdad, son tus benefactores.

Si están criticándote por una falta que no has cometido, entonces deberías cultivar el discernimiento discutido anteriormente y sostenerlo con alegría. El sabio Ramakrishna Paramahansa solía decir: “Cada letra solo aparece una vez, pero la letra “S” (en bengalí y en otras lenguas indias) aparece en tres formas diferentes: “ś” (sha), “ṣ” (sha con lengua retorcida), y “s” (contra los dientes). Este mensaje, resumiendo, significa, “sostiene, sostiene, sostiene”. En este mundo, cuanto más uno resista, se convertirá en un más grandioso ser. Por eso, no deberías odiar a ninguna persona que diga algo en tu contra. Con una mente pura y pensante, distingue la causa de la crítica y remuévela. Para superar el odio, esfuérzate por conducirte a ti mismo con paz y amor. Cultiva el discernimiento y mira tus propios defectos y las virtudes de los demás, y no al revés. Aquellos que ven sus propias faltas, no tienen tiempo de ver las faltas de los demás ni de oponerse a ellos. Yā lokadvaya-sādhinī tanu-bhṛtāṁ sā cāturī cāturī, “Por la destreza de tu intelecto, puedes mejorar tu vida aquí y en el más allá”, y lograr paz y felicidad. A través del propio intelecto observas:

Anityāni śarīraṇi, vibhavo naiva śāśvataḥ,
nityaṁ sannihito mṛtyuḥ, kartavyo dharmasaṅgrahaḥ.

“Estos cuerpos son temporales. Un día, de seguro, perecerán, y serán uno con el polvo. El cuerpo de nadie es eterno, ni puede volverse eterno”. Por eso la regla es:

Āyā hai so jāyagā, rājā raṅka phakīr,
kou siṅhāsana cala caḍhā, kou bāndhā jaṅjīr.

“Tal como uno vino, se irá; sea rey, pobre, o verdadero asceta; uno asciende al trono, mientras a otro lo amarra una cadena”.

La gloria de los ricos no durará para siempre. Esta aquí hoy y mañana ya no. Un día no tendrás ni una parte. “Lo que hoy está unido terminará separado mañana”. Cuando uno se conecta con un objeto, un día estará separado del mismo. Hay dos tipos de objetos en la naturaleza: el que disfruta y lo disfrutado. Esposa, niños, dinero, propiedades y demás son los objetos disfrutados, y aquel que los reclama como suyos y se apega más y más a ellos es el objeto que disfruta. Hay una firme ley que dice que a veces los objetos disfrutados se desvanecen, dejando al que los disfruta, y a veces es el que disfruta que debe partir.

Hace unos pocos años, mientras estudiaba en Kashi, hubo un terremoto en Bihar. Todos los periódicos describían el desastre detalladamente. Al leer la noticia, algunos de nosotros, sannyasis, quisimos saber cuál había sido la perdida y cómo lidiaban las personas con eso. Compramos un pasaje, abordamos un tren en Kashi y llegamos a Munger, un pueblo de Bihar. Mientras bajábamos del tren, comenzamos a preguntar a las personas qué había ocurrido. Nos ofrecieron sangrientos detalles acerca de lo que habían visto. Mientras tanto vimos un caballero marwadi que entró a la estación. Llevaba una manta en su hombro, una cuerda, y un jarro. Le pedimos que nos dijera qué había ocurrido. Nos invitó a sentarnos en un banco de allí cerca y dijo: “Maharaj, les diré mi versión del terremoto. Vine aquí desde Marwad. Soy un mercader. Hace treinta años llegué aquí para hacer algo de dinero. Afortunadamente tuve un buen comienzo. Primero me emplearon en un negocio. Luego el dueño me dio más y más responsabilidades como socio. Con la gracia de Dios continué prosperando, y en lugar de permanecer como empleado, comencé mi propio negocio. Hice mucho dinero y me convertí en millonario. Construí una gran nueva mansión y un negocio. Me case y tuve niños. Mi esposa era muy agradable. Viví una cómoda vida hogareña. Qué rápidamente pasaron esos treinta años, y cómo un joven de dieciocho años se convirtió en un hombre de cuarenta y ocho años de edad.

¿Quién sabía lo que iría a ocurrir? Había ido de negocios a una villa a dos millas de aquí cuando tuvo lugar el terremoto. La tierra se movió. Cuando volví a Munger, todo el pueblo estaba arrasado. Mansiones inmensas se habían convertido en escombros. Mi mansión y el negocio no fueron la excepción. No podía localizar ni mi negocio ni mi casa en esos escombros de tierra y ladrillo. Todo se había vuelto solo montañas de tierra y estiércol. Mi esposa y mis cuatro niños se habían desvanecido bajo el peso de la casa. No podía verse ningún objeto de oro o plata. Entonces recordé mi difícil situación de hace treinta años atrás. Había venido aquí desde Marwad con una manta sobre el hombro, una cuerda, y un jarro en la mano. Nada más. Ahora, vuelvo a mi pueblo de origen de la misma manera. Los treinta años de entre medio se han vuelto como un sueño. En los comienzos solía asistir a satsangs. Pero nunca entendía qué decían. Los grandes seres solían decir: “Este mundo es una ilusión, como un sueño”. Yo solía reír y decir “¡Están muy equivocados! ¿Cómo pueden decir que este mundo es un sueño? ¿Cómo puede ser ilusión si lo ves con tus propios ojos?”. Ahora el terremoto me ha convencido, este mundo es absolutamente sueño. Es mi primera experiencia directa. Llegué solo y vuelvo solo. ¡Maharaj! Las personas como usted que dicen que solo Dios es real, tienen razón. Las personas mundanas como yo que pensamos que este mundo es verdadero, hemos sido refutados. Ahora me estoy yendo. Salutaciones. ¡Adiós!”.

En esta historia verdadera, el que disfrutaba permaneció tal como era, mientras que algunos objetos de disfrute llegaron a su vida por algún tiempo, y partieron, debido al destino. A veces vemos que sucede lo opuesto. El objeto disfrutado permanece pero el que disfruta debe irse. El que disfruta colecciona objetos para su disfrute con gran esfuerzo. Acumula riqueza, construye una enorme casa, abre una nueva fábrica, compra un auto, se casa, tiene hijos. De pronto, la campana de la muerte suena. Todos los deseos de la mente, parten con la mente. Es forzado a partir, sin su voluntad, llorando, y solo. Con respecto a esto un gran ser dice apropiadamente:

Dhanāni bhūmou paśavaśca goṣṭhe, nārī gṛhadvāri janāḥ śmaśāne,
dehaścitāyāṁ paraloka-mārge, dharmānugo gacchati jīva ekaḥ.

“Cuando uno deja este mundo, el dinero ganado con gran esfuerzo queda aquí. Sea que lo entierren o lo guarden, queda justo donde lo dejaron. No se va con el dueño corrupto o con aquel que cometió pecados de decepción y fraude para ganarlo. Elefantes, caballos y otros animales permanecen atados a los postes en sus establos. No se van con el dueño. La esposa más amada, la que solía llamarse a sí misma ‘la otra mitad’ se va llorando sola hasta la puerta, y por su propio egoísmo, no por su marido, hasta ahí llega. Incluso ni sale con el cuerpo muerto. Los hermanos y otros miembros de la familia acompañan al cuerpo hasta el campo de cremación. Ellos también, y ni hablar de otros, solamente pueden llegar hasta allí. Incluso el malicioso cuerpo, que él considera el Ser, por el cual ha evadido esfuerzos y por cuya belleza ha utilizado jabones, aceite y otras fragancias, decorado con sofisticado peinados, tan solo puede llegar hasta el lecho del funeral, donde se quema hasta hacerse cenizas. Nada, finalmente se va con él, excepto su espiritualidad, su dharma”. Solamente eso lo protege, y le brinda felicidad.

Kamal, el hijo de Kabir, dice:

Āsarā lehūṅ usa rāma raghunāthakā,
baiṭha caugānameṅ gāḍa ṭaṭī,
ika rahegā vahī jina khalaka paidā kiyā,
aur saba ho jāyeṅge khāka māṭī.
Amīr umarāva dina cārake coṅcale,
choḍa jāyeṅge bājār hāthī,
kahe kamāl kabīrakā bālakā,
dharma aur bhajana donoṅ jāyeṅge sāthī.

“Déjame refugiarme en ese Rama, el rey de Raghu.
sentado en una cueva, con cercos que la rodean,
solo lo Uno quedará, El que hizo el mundo,
y el resto será cenizas y marchará hacia el suelo.
La riqueza y la nobleza es solo un juego de cuatro días,
dejarán atrás elefantes y mercados,
dice Kamal, el hijo de Kabir,
solo estos dos, espiritualidad y canto, mantendrán mi andar”.

Una persona sin discernimiento piensa: “Mi cuerpo es fuerte. Tengo mucha riqueza. Ahora es el momento de disfrutar todos los objetos de los sentidos a pleno. Cuando me vuelva viejo tendré tiempo para la espiritualidad y me haré devoto del Señor”. Pero este pensamiento es engañoso, porque Nityaṁ sannihito mṛtyuḥ, “La muerte está siempre aullando sobre nuestras cabezas”. Nadie puede decir en qué momento se le echará encima y destruirá su vida. Nadie puede asegurarse de estar vivo ni siquiera en el próximo momento. Por eso se dice,

Are ‘bhaja harernāma, kṣema-dhāma kṣaṇe kṣaṇe,
bahiḥ sarati niḥśvāse viśvāsaḥ kaḥ pravartate.

“¡Oh, tonto! Repite con fe el auspicioso nombre del Señor, morada de buenas nuevas en cada respiración. Cuando exhalas, ¿tienes certeza de que sucederá otra vez? ¿Has venido aquí a vivir con una garantía firmada y sellada por Yama, el Señor de la muerte?”.

Kāla kare so āja kara, āja kare so aba,
avasara bīto jāta hai, phira karoge kaba?

“Lo que tengas que hacer mañana, hazlo hoy.
Haz ahora, lo que tienes que hacer hoy.
El tiempo pasa rápido,
si lo pospones, ¿durarás?”

Las personas de discernimiento se desapegan del cuerpo perecedero y mugroso, del ego y de los objetos de los sentidos como la riqueza. Por su propio bien, adoran con amor incondicional solamente la verdad eterna, el Ser Universal. Ese es el uso significativo del intelecto. El intelecto experto en discernir entre la esencia y la no esencia, es una forma del Señor. Más aún, la refulgencia del refulgente es también una forma del Señor. La intrepidez en los grandes seres es el brillo que tiene el poder de hacer brillar a otros, y que no puede ser oscurecido. Uno obtiene este tipo de brillo a través de prácticas espirituales, autocontrol, conducta virtuosa y adoración al Señor. Los grandes seres que son refulgentes, son reverenciados. Es de gran valor conocerlos, y es adecuado adorarlos y venerarlos. El Señor mismo brilla desde dentro de ellos en la forma de un resplandor.

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