Balaṁ
balavatāmasmi,
kāma-rāga-vivarjitaṁ,
dharmā-viruddho
bhūteṣu,
kāmo ’smi
bharatarṣabha.
“¡Oh, líder de la
familia de Bharat, Arjuna! Yo soy el poder de los poderosos, no contaminado por
el deseo y el obsesionamiento. Y entre todas las criaturas Yo soy su deseo
recto”.
El Gobernante del
Universo, la Fuente de Dicha, el Señor Shrikrishna otra vez se hace conocer. Él
dice: “Yo existo como el poder de los poderosos”. En este mundo, ¿quién no
quiere fuerza? Sin fuerza se puede llevar a cabo ninguna actividad. Toda
actividad requiere fuerza. Debido a la fuerza los ojos ven, los oídos oyen, la
lengua habla, las manos toman y dan, los pies caminan. Sin ella, ellos no
pueden desempeñar sus funciones respectivas.
La gente quiere ser fuerte para
llevar a cabo sus actividades. Así como uno desarrolla fuerza a partir del
conocimiento, el discernimiento y otras cosas internas, también se desarrolla
fuerza a partir del dinero, la gente, la autoridad y otras cosas externas. Por
lo tanto, los poderes del conocimiento, el discernimiento, etc., son
considerados fortalezas internas, y los poderes de la riqueza, la gente, la
autoridad, etc., son considerados fortalezas exteriores.
Sin embargo, estas
fuerzas son de dos tipos: uno sin deseo y obsesionamiento, y el otro con ellos.
La fuerza que está desprovista de deseo y obsesionamiento es una forma del
Señor; por medio de esta fuerza se eliminan las aflicciones y se alcanza la
felicidad suprema. Por lo tanto, esa fuerza es loable y digna de ser
desarrollada. La fuerza con deseo y obsesionamiento, por otro lado, es una
forma de maya; este tipo de fuerza
debe ser censurada y rechazada. De este tipo de fuerza fluyen miseria y
aflicción.
El primer tipo de fuerza
resulta en la prosperidad de la persona y el logro del Supremo, mientras que
del segundo resulta la caída de la persona y su destrucción. ¿Qué son el deseo
y el obsesionamiento? Veamos. Un objeto deseado, no poseído, y del cual no
existen ni existirán los medios para que sea conseguido, es sin embargo
anhelado constantemente. Este tipo de inquieta hiperactividad mental es
conocida como deseo. Si por alguna razón pasamos a poseer el objeto deseado,
persistirán la ansiedad de que pueda menguar o ser destruido, y el deseo de
evitar esa pérdida. Este estado de ánimo, la afinidad indebida hacia el objeto
precioso, es el obsesionamiento. La fuerza pura, desprovista de deseo y
obsesionamiento, existe en los grandes seres, que disciernen, y los devotos
conocedores de Brahman. La fuerza inquieta y corrupta, nacida del deseo y el
obsesionamiento, existe en las criaturas ignorantes, que están apegadas al
mundo, y que carecen de discernimiento. En su obra titulada Vairāgya Śataka, Cien estrofas sobre el desapego, Rājarshi, el asceta que antes era
un rey, Bhartruhari, describe los estados mutuamente contradictorios de las
personas que disciernen y las confundidas:
Braḥma-jñāna-vivekino ’maladhiyaḥ kurvantyaho
duṣkaraṁ,
yanmuñcan-tyupabhoga-bhāñjyapi dhanā-nyekāntato
niḥspṛhāḥ,
na prāptāni purā na saṁprati na ca prāptau dṛḍha
-pratyayo,
vāñchā-mātra-pari-grahāṇyapi paraṁ tyaktuṁ na śaktā
vayaṁ.
“Esos seres ilustres que
tienen discernimiento de lo que es verdadero y falso, de lo que vale la pena
abandonar y de lo que vale la pena mantener, cuyo intelecto carece de las
impurezas del deseo y el obsesionamiento, que han sido purificados por el
conocimiento del Ser interno, continúan llevando a cabo la difícil tarea de
enseñar a los confundidos. Renuncian a varios tipos de riqueza, que son básicas
para el disfrute, y continúan totalmente sin deseos. ¡Qué grande debe ser su
desapego, que les da solo paz y dicha, eternamente! Pero mira nuestra
deplorable situación, que a los confundidos, nos causa constante agitación y
aflicción. Nunca tuvimos la riqueza que nos hiciera vivir en el lujo, ni la
tenemos ahora, y no estamos seguros de que vayamos a tenerla en el futuro. Sin
embargo, estamos preocupados por ella a través de nuestros deseos. A pesar de
que en la actualidad no está a la vista, todavía fantaseamos con llegar a ella,
y nos hemos apegado. Los grandes seres, por la fuerza del discernimiento,
abandonan los objetos sensorios que poseen y se vuelven sin deseos. Nosotros,
los tontos, en nuestra estupidez, no podemos renunciar a los objetos, que ni
siquiera tuvimos alguna vez. ¿No es lamentable y vergonzoso?”.
Este mundo es una
multitud de personas que parten. Algunos parten hoy, algunos partieron ayer,
algunos están listos para partir. Cualquier objeto, consciente o inconsciente,
entra en el mundo solo para partir, para no quedarse eternamente. Ningún objeto
puede permanecer o mantenerse para siempre. El padre iba y venía. La esposa,
quien supuestamente vino a hacerlo feliz, partió, dejándolo abatido. El niño
llegó para animarlo, causó lágrimas y se fue. La riqueza fue y vino. Noche y
día, lunas crecientes y menguantes, otoños y primaveras, el primero y el último
de los meses del año, todos aparecieron e inevitable partieron. Las vacaciones
llegaron y partieron en un santiamén. Nadie sabe dónde se han ido. Se nota que
la inamovible ley de llegada y partida se cumple en todas partes. Sin embargo,
el confundido se vuelve infeliz al apegarse con deseo y obsesionamiento a los
objetos perecederos del mundo. El que discierne, por el contrario, se alegra al
abandonar el deseo y el obsesionamiento. Rājarshi Bhartruhari dice:
Avaśyaṁ yātāraḥ ciratara-muṣitvā ’pi viṣayāḥ,
viyoge ko bhedaḥ tyajati na jano yatsvayamamūn,
vrajantaḥ svātantryāt atula-paritāpāya manasaḥ,
svayaṁtyaktā hyete śama-sukham-anantaṁ vidadhati.
“Los objetos sensorios
como el cónyuge, los hijos y la riqueza pueden permanecer mucho tiempo con
nosotros, pero al final partirán, con seguridad. No van a estar con nosotros
para siempre. Un día partirán, uno tras otro, dejándonos detrás. Un día los
lloraremos. Pero lo más significativo es que el individuo no piensa sobre o
comprende este hecho, y abandona los objetos. Cuando los objetos parten, como
habitualmente hacen, nuestro apego a ellos nos provoca mucha angustia mental.
Pero cuando las personas con discernimiento abandonan los objetos de los
sentidos por su cuenta, no desarrollando deseos u obsesiones para con ellos,
entonces los objetos abandonados los bendicen con felicidad y paz eternas”.
La fuerza interior que
carece de deseo y obsesionamiento, al ser una forma de lo Divino, concede la
dicha de la liberación, mientras que la fuerza que está acompañada por el deseo
y el obsesionamiento es una forma de maya
o la ilusión, que causa el dolor de la esclavitud. Rama y Krishna eran fuertes,
y sus enemigos, Ravana y Kamsa, también lo eran. Pero todo el mundo alaba
libremente la fuerza de Rama y de Krishna, al tiempo que critican a Ravana y
Kamsa. ¿Por qué? Porque la fuerza de Rama, así como la de Krishna, carecían de
deseo u obsesión. Era puras, o sátvicas, y este tipo de fuerza admirable nunca
puede ser derrotada. La fuerza de Ravana y de Kamsa estaban acompañadas por el
deseo y el obsesionamiento. Estaba llena de pasión y corrupción rajásica y
tamásica. Tal fuerza censurable nunca puede triunfar. Sus vidas ilustran estas
verdades.
En los campos de batalla
de Lanka una tropa de monos enfrentó a una tropa de demonios. Los monos eran
vegetarianos y no bebían licor. Vivían de frutas, flores y tubérculos. Esta era
la razón por la que su fuerza era pura o sátvica. Los demonios vivían de la carne
y el licor. Por esto, su fuerza era corrupta o tamásica. Cuando ocurre un
conflicto entre los dos tipos de fuerza, la fuerza pura siempre vence a la
fuerza corrupta. La fuerza corrupta debe rendirse a la fuerza pura.
En los asuntos mundanos
ocurre lo mismo: la fuerza pura, se trate de conocimientos, riqueza, o físico,
alivia el sufrimiento y otorga paz y felicidad. Y la fuerza impura aumenta el
sufrimiento y destruye la felicidad. Es por eso que una persona con fuerza pura
es considerada como buena, mientras que una persona con fuerza impura es
considerada como mala. Uno se vuelve feliz y el otro desgraciado. Por lo tanto,
un especialista en ética dice:
Vidyā vivādāya dhanaṁ madāya,
śaktiḥ pareṣāṁ paripīḍanāya,
khalasya sādhoḥ viparīta-metat,
jñānāya dānāya ca rakṣaṇāya.
El poder del
conocimiento de una persona malvada es impuro. Su propósito es solo hacer
disputas que nunca demuestran ningún punto de vista. Los argumentos se expresan
solo para elevar al argumentador, a costa de insultar a otros. El poder del
conocimiento de una persona malvada magnifica vicios como el ego, la
arrogancia, el obsesionamiento y los celos, y destruye cualidades como la
humildad y el discernimiento. Esto no es una falta en el conocimiento, sino solo
en el envase de los conocimientos, así como el agua fresca tragada por una vaca
se convierte en deliciosa leche, mientras que la misma agua tragada por una
serpiente se convierte en amargo veneno mortal. Una persona malvada y cruel, o
bien no entiende cuál debe ser el objetivo del conocimiento, o a sabiendas “cae
en una zanja junto con la luz en la mano”. Las escrituras dicen Vidyāphalaṁ syādasato nivṛttiḥ, “El
objetivo real del conocimiento es eliminar lo que es irreal”. El extraordinario
objetivo del conocimiento es liberarnos del mundo irreal y establecernos en la
realidad, el Ser Supremo. Sa vidyā yā
vimuktaye, “El conocimiento es lo que nos libera” de diversas malas
cualidades, de la angustia del mundo y de la ignorancia.
Los malos acumulan el
poder de la riqueza a partir del orgullo. Engañados, intoxicados por el orgullo
de su riqueza, obtienen pecados en lugar de méritos, compran el infierno en
lugar del cielo, y parten del mundo creando maldad en vez de benevolencia.
Dejan atrás su derrota, no su victoria. En lugar de complacer al Señor Supremo,
le hacen enojar. Del mismo modo, la fuerza física de los impíos les causa
dolor, no protección. Del mundo, les da maldiciones en vez de bendiciones.
¿Quién va a ir al cielo y quién al infierno? Todo se decide aquí. La buena o
mala conducta de un individuo, la alabanza o la culpa, el buen o mal uso del
aprendizaje, la riqueza y la fuerza física, todos estos son los indicadores.
En una ciudad había un
comerciante virtuoso e inteligente que buscaba la compañía de los santos. Su
tienda estaba en una vía muy transitada. Contrató como gerentes y empleados solo
a otras personas virtuosas, que también buscaban la compañía de los santos.
Sometió a los futuros empleados a diversas pruebas. Una vez les dijo a dos
solicitantes que tenía una vacante, pero se requería una prueba, y solo el que
pasara conseguiría el trabajo. Los solicitantes estuvieron de acuerdo con la
condición. El comerciante luego señaló un cortejo fúnebre que pasaba por la
calle y les preguntó adónde iba el muerto: ¿al cielo o al infierno? Los
familiares del muerto caminaban detrás del coche fúnebre repitiendo Rama bolo, Rama.
Ante la pregunta del
comerciante, uno de los candidatos pensó: “¿Qué clase de prueba es esta? ¿Quién
sabe dónde va a acabar el muerto? Déjame ir a la procesión y preguntarle a
alguien allí. Entonces yo podría saber”. Con el permiso del comerciante, se
acercó a la última persona en la procesión y le preguntó
—¡Señor! Quiero su
permiso para preguntarle algo.
—¡Adelante! Pregunta —respondió
la persona.
—Quiero saber, ¿adónde
va a ir este hombre, cuyo cadáver están llevando? ¿Va a ir al cielo o al
infierno?
Al oír esta pregunta, el
hombre le dijo sarcásticamente:
—¡Señor! ¿Por qué no vas
con él para descubrir por ti mismo adónde se dirige? —Y añadió— ¿Quién sabe adónde va?
Con eso, el candidato
volvió al comerciante y le dijo:
— ¡Señor! Nadie sabe
dónde va este muerto.
—Has fallado la prueba —respondió
el comerciante—. No puedo contratarte. Es como si no mantuvieras la compañía de
los santos. Nunca has oído a grandes seres, que son experimentados y eruditos
renunciantes. Es por eso que no pudiste averiguar.
El comerciante se volvió
hacia el segundo candidato y le dijo:
—¿Estás listo para hacer
la prueba?
—¡Sí, señor! Por favor,
pruébame —respondió el segundo candidato.
—Está bien. Averigua
adónde va este hombre.
El segundo candidato era
aficionado a la compañía de los santos y había asistido a las disertaciones de
grandes seres. Se dirigió a la última persona de la procesión y le preguntó pensativo:
—¡Por favor, dígame,
señor! ¿Cuál era el nombre del gran ser que murió?
—¡Oh hermano! ¿Por qué
quieres saber su nombre? —respondió molesta la persona—. Si dices su nombre al
amanecer, no querrás comer ningún alimento hasta la noche. Era muy avaro. Nunca
dejaba que su mano temblara al comer, no sea que alguna criatura consiguiera un
poco que pueda caer al suelo. Era un pícaro; su familia y sus vecinos nunca
pudieron entenderlo. No era un gran ser, sino una criatura muy baja. Ahora que
ya no existe, la gente está aliviada. Hizo mucho dinero por medio del engaño,
pero nunca hizo caridad. Cometió pecado tras pecado. Criticó a todas las
personas buenas, nunca asistió a satsangs,
nunca visitó los templos. Sus queridos compañeros eran un perro y un gato. Los
llamó hasta su último aliento. Murió con gran sufrimiento —. Con disgusto,
añadió —¡Oh hermano! Vamos a cambiar de tema. Kathā ’pi khalu pāpānā-malama-śreyase yataḥ, “Aún las noticias de
los pecadores dan lugar al pecado; no hacen bien a nadie”. Acompaño el cadáver
para evitar las críticas de la gente. Yo realmente no quiero ir.
El candidato volvió al
comerciante y le dijo:
—¡Señor! El muerto tiene
un billete hacia infierno. Está yendo hacia allí.
—¿Cómo sabes eso?
—El que se hace
conocido, cuyas malas acciones llegan a oídos de todos, cuyo nombre hace que la
gente se inquiete, se ha reservado un lugar en el infierno.
El comerciante quedó muy
satisfecho con la respuesta del candidato.
—¡Bien! Se da la
circunstancia de que otro cortejo fúnebre pasa ahora. Dime adónde se dirige
este muerto.
Miles de personas
marchaban en procesión detrás de un cuerpo adornado con guirnaldas. El
candidato fue de nuevo hacia alguien en la procesión y le preguntó:
—¡Querido hermano!
¿Quién fue este gran ser para quien esta procesión tiene lugar? ¿Cuál era su
nombre?
—Su nombre era tal y tal
—respondió el desconocido—. Era nuestro líder comunitario. Era muy generoso y benevolente;
bueno, virtuoso, y dedicado al Señor. En vida realizó buenas acciones, incluso
para quienes les deseaban el mal. No sabía cómo hacer el mal. La compañía de
los santos y el servicio eran tan queridos para él como la vida misma. Utilizó
con sabiduría el dinero que obtuvo por su trabajo duro y honesto, y lo gastó en
buenas causas. Era la humildad y la cortesía personificadas. En resumen, tenía
innumerables cualidades. El Señor nunca deja que la gente buena permanezca aquí
mucho tiempo, Él los llama a su lado rápidamente. Estamos muy afligidos por
nuestra pérdida, pero todos debemos rendirnos a la voluntad de Dios.
El forastero guardó
silencio. El candidato volvió al comerciante y le dijo:
—¡Señor! Él es un gran
ser que se dirige hacia el cielo. He aquí alguien que es admirado por todos sus
compañeros, seguramente va hacia la morada de la felicidad. No va a ir a ningún
lugar indeseable.
Ante esta respuesta el
comerciante quedó muy complacido. Dijo:
—Has hecho mucho satsang. Has pasado mis pruebas. Por
esta razón, te considero un verdadero amigo y un valor importante para la
compañía; te nombro gerente de este almacén, con tal salario. Estoy seguro de
que tu trabajo honesto te beneficiará a ti mismo y a la empresa.
Las personas justas y
que disciernen hacer buen uso de sus fuerzas, se vuelven victoriosos,
meritorios y dignos de la gracia del Señor. Con el poder de su gran
conocimiento imparten conocimiento a los demás, despiertan a las personas que
duermen en la ignorancia. Removiendo sus malas cualidades, los que disciernen
hacen virtuosos a los demás. Propagan la paz, el amor y la buena voluntad en
todas partes. Al dar conocimiento, hacen el mundo feliz. El conocimiento es lo
mejor que podemos dar al mundo; el néctar del conocimiento es el más grande de
todos los néctares. Desarrollar el gusto por este néctar puede hacer que la
vida humana, que es imposible de alcanzar para los dioses, sea plena y bendita.
Esto hace que el ser humano se vuelva divino. Además, con la fuerza de su
riqueza, uno gana méritos para el cielo, y con la destreza física, uno protege
a los demás. Superando el dolor de la injusticia, se propaga la felicidad de la
justicia. La fuerza, que está desprovista de deseo y obsesiones, nunca es mal
utilizada, y es utilizada solamente para buenas causas. En la fuerza pura se
experimenta la dichosa forma perfecta del Señor.
El Señor dice: “Así como
la fuerza pura es una forma Mía, el deseo puro es otra”. El deseo puro es aquel
que no va en contra del dharma o la
rectitud. El deseo que va en contra de las escrituras religiosas es una forma
de ignorancia, a ser denunciada y rechazada en todo aspecto. Por eso el Señor
dice en la Gita:
Āvṛtaṁ jñāna-metena, jñānino nitya-vairiṇā,
kāma-rūpeṇa kaunteya! duṣpūreṇā-nalena ca. (Gītā 3,39)
“El deseo que es
menospreciado por las escrituras, lleno de rajas
(pasión) y tamas (ignorancia), es
despreciado por los conocedores, en el sentido en que no permiten que tales
deseos se acerquen a ellos. Este tipo de deseo cubre a los conocimientos, y
como un fuego inextinguible, nunca puede ser satisfecho por los placeres
sensuales”. “Por tanto, oh Arjuna”, continúa el Señor:
Pāpmānaṁ prajahi hyenaṁ jñana-vijñāna-nāśanaṁ (Gītā 3,41).
Jahi śatruṁ mahābāho! Kāmarūpaṁ durāsadaṁ (Gītā 3,43).
“Con determinación,
destruye el peor deseo que causa la ruina de jñāna (el conocimiento indirecto) y vijñāna (el conocimiento directo). ¡Oh gran guerrero! Destruye este
enemigo indomable”.
El deseo, que existe en
las criaturas, cuando es coherente con los mandatos de las escrituras, nunca es
desenfrenado. Acompaña a la moderación y las normas de buena conducta. Ese
deseo produce descendencia pura y adecuada.
En la actualidad, la
forma de deseo que es condenada por mandato de las escrituras se está
propagando desenfrenadamente a través de películas de sexo explícito y
literatura de orientación sexual. Esto arruina severamente la buena conducta.
También destruye el tiempo, el dinero, la salud y la moralidad. No hay casi
nadie cuya mente no vacile y se desvíe frente a las desagradables escenas de
películas, historias llenas de imágenes obscenas y las novelas eróticas. Es
evidente que el país, en la actualidad, se encuentra en una decadencia social,
moral, religiosa y espiritual. De ninguna manera esto es progreso. Los hombres
y mujeres jóvenes no tienen restricciones en su conducta moral. Fuegos
ardientes de deseo arden en sus corazones. Hombres y mujeres que no se conocen
participan de manera abierta y sin restricciones en entretenimientos como
juegos de azar, fiestas, correspondencia secreta, y bailes. Es por ello que
noticias como la siguiente aparecen con tanta frecuencia en los periódicos:
“En un lugar vivía una
joven pareja muy educada. Mientras que el hombre estaba en el trabajo, su joven
esposa empezó a salir con su mejor amigo. Él incluso solía frecuentar la casa
de la pareja. El joven esposo notó que su esposa se sentía atraída por su amigo
más que por él mismo. Una vez, mientras su amigo les estaba visitando, el
hombre le dijo a su esposa: 'Parece que no estás tan contenta conmigo como con
mi amigo. ¿Qué es lo que quieres? Decídete. Escribe tu elección en un pedazo de
papel y ponlo en esta caja, para que yo sepa si prefieres vivir conmigo o con
él’. La educada mujer, sin vacilar, escribió el nombre de su amigo en un papel
y lo puso en la caja. El joven le dejó elegir, y se fueron juntos”. ¡Oh pobre
amigo, gentil joven! ¡Mostraste tu dignidad! ¡Llevaste el sol a casa de su
amigo y la oscuridad a la tuya! ¿Crees que la mujer va a permanecer fiel a tu
amigo? Puede encontrar una tercera persona con quien irse. Esto no es amor, es
un desastroso obsesionamiento.
Los jóvenes de hoy que
son educados, que ven películas obscenas y leen literatura de orientación
sexual, no podrían descuidar más a sus cónyuges. No tienen respeto ni siquiera por
sus padres. En un periódico vi una historia acerca de los padres de una joven
educada que quería casarse con un joven sin la aprobación de sus padres. Sus
padres, que eran mayores, se angustiaron por la noticia y luego se suicidaron.
La gente moderna podría decir: “¿Qué importa si sus padres no lo aprueban? Ella
puede casarse con quien quiera. No tiene que consultar a sus padres. No
deberían haber interferido. Y fueron definitivamente estúpidos al suicidarse”.
Este es precisamente el tipo de deseo que es censurado por las escrituras. Es
un ejemplo de la conducta inapropiada de los niños. ¡Los niños se comportan de
manera tan contraria a las escrituras! Los padres se esfuerzan tanto en criar a
sus hijos con cuidado, y luego los niños se sienten libres para comportarse con
displicencia, sin respetar a sus padres. Consideren el ejemplo singular del
Señor Shriram. Para obedecer las órdenes de sus padres, abandonó su vasto
reino, vestido como un asceta, y se fue a la selva.
Otra noticia: Un hombre
mayor de dieciocho años apuñaló y mató a una chica de dieciséis años de edad,
en plena luz del día, en un mercado en presencia de miles de personas. Ella
solía amarlo, habían pensado en casarse, pero luego ella dejó de amarlo. Las
causas de todo este despreciable comportamiento sin sentido son las películas y
la literatura repugnantes, por las que los jóvenes han perdido su
discernimiento. Los padres ya no tienen opinión sobre con quién los jóvenes
deciden divertirse, con quién están, o a qué película o club o restaurante van,
lo que comen o beben, o cualquier otra cosa que hacen. Llamamos a esto los
signos de una sociedad civilizada.
Una polilla se siente
atraída por la belleza de una llama, y para disfrutar de ella la polilla
salta a la llama sin pensar, se quema y muere. Del mismo modo, los jóvenes
atraídos por las películas y la literatura sensuales, saltan en el tremendo
fuego ardiente de los placeres sensuales y caen en la ruina total. Estas
noticias muestran la tendencia. Si en nombre del entretenimiento, este veneno
mortal se propaga rápidamente en una sociedad, entonces los jóvenes de la
sociedad ciertamente se olvidarán de la vida sana, y la nación, en vez de
florecer, se deteriorará. Los líderes comunitarios y nacionales que entiendan
esto deberían dirigir sus esfuerzos para detener la propagación del veneno.
Para un hombre de
familia, el deseo es continencia, lo cual es congruente con los mandatos de las
escrituras. Está escrito:
Paradāra-parityāgāt, svadāra-parituṣṭitaḥ,
Ṝtukālā-bhigāmitvāt brahmacārī gṛhīritaḥ.
“El hombre de familia
debe abandonar totalmente cualquier mujer que no sea su esposa. No debería
desarrollar obsesionamiento por otra ni por equivocación. Debería estar
contento con la mujer con la que se ha casado y debe tener relaciones sexuales
con ella solo en los momentos favorables para la concepción. Una hombre de
familia virtuoso, que se comporta de acuerdo con los mandatos de las escrituras,
es célibe”. Su deseo contenido es recto. En la forma de ese deseo puede
disfrutar de la dicha divina del Señor. En nuestras escrituras ha sido descrito
el gran valor del celibato:
Adhīhi bho! Kiṁ puṇyaṁ iti? Brahma-charyamiti,
kiṁ lokyamiti? Brahma-carya eveti (Atharvavedīya-Gopatha-Brāhmaṇa 2,5).
Un discípulo le pregunta
a su gurú:
—¡Venerado Maestro! Por
favor, dime ¿cuál es el mérito en este mundo?
—El celibato —contesta
el gurú—. Este es un gran, inmediato mérito, que rápidamente da fruto en este
mismo mundo.
—¡Oh, morada de la
gracia! ¿Cuál es el medio para alcanzar el mundo más elevado?
—¡El mismo celibato! —responde
de nuevo el gurú— El solo celibato es un medio tan célebre que un ser humano
puede alcanzar en este mundo y el próximo, profunda felicidad y paz.
Del mismo modo, está
escrito:
Brahma-charye sthito dharmo, brahmacarye sthitaṁ
tapaḥ,
brahma-caryātparaṁ nāsti, dharma-sādhana-muttamaṁ.
“La rectitud y la
penitencia están incluidas en el voto de celibato en sí. Sin celibato no se
pueden alcanzar ni la rectitud ni la penitencia. Por lo tanto, no hay modo
mayor de practicar la rectitud que el celibato. La mejor forma de practicar la
justicia es el celibato”.
Para proteger el semen,
no desperdiciarlo oponiéndonos a la rectitud, es llamado celibato. Se ha dicho:
Āhārasya paraṁ sāraṁ śukraṁ tadrakṣhya-mādarāt,
kṣhaye hyasya bahūn rogān maraṇaṁ vā nigacchati.
Tasmād-vīryaṁ manaśchaiva rakṣaṇīyaṁ prayatnataḥ,
yāvad-vīryaṁ sthiraṁ dehe tāvadroga-bhayaṁ kutaḥ.
“El mayor esencia de los
alimentos es el semen, al igual que la esencia de las flores es el perfume y la
esencia de la leche es la mantequilla. Por lo tanto, el semen debe ser
conservado con respeto. Su frívolo desperdicio resulta en la enfermedad, así
como en la muerte prematura. Al igual que la mente, el semen también debe ser
cuidadosamente protegido de las malas compañías, los malos pensamientos y los
malos alimentos. Mientras el semen se mantenga calmo y protegido dentro de un
cuerpo, ¿cómo puede haber temor a alguna enfermedad?”
Mṛtyu-vyādhi-jarānāśi, pīyūṣaṁ paramauṣadhaṁ,
brahma-caryaṁ mahadbalaṁ satyameva vadāmyahaṁ.
Śāntiṁ kāntiṁ smṛtiṁ, jñana-mārogyaṁ śubha-saṅtatiṁ,
yadīcchati mahad-dharmaṁ brahma-caryaṁ carediha.
“El celibato es la
medicina más eficaz para vencer a la muerte, las aflicciones y la vejez. Es un
dador de felicidad. El celibato es la gran fuerza del cuerpo, mente y espíritu.
Digo la verdad. Si quieren paz mental, un cuerpo brillante, memoria aguda, el
poder del conocimiento, salud y buena progenie, entonces observen la gran
práctica religiosa del celibato”.
Algunas personas dicen:
“Somos hombres de familia, casados. ¿Cómo podemos mantener celibato? Eso es
para los ascetas, renunciantes y personas solteras. No deberíamos tener ningún
tipo de restricciones. Podemos vivir nuestras vidas tan irrestrictamente como
queramos”. Tales declaraciones son engañosas. La gente tiene que entender qué
significa estar casado, cuál es el objetivo del matrimonio. El objetivo del
matrimonio nunca es el destructivo disfrute sensorio. La esposa, lejos de ser
un objeto sexual, es una dharmapatni
o una mujer recta, alguien con quien practicar rectitud con el fin de alcanzar
la prosperidad y beatitud final. Las escrituras dicen:
Vivāho na vilāsārthaḥ, prajārtha eva kevalaḥ,
tejo-buddhi-bala-dhvaṁso vilāsāt-prabhavet-khalu.
Ata-eva parityajya vilāsaṁ moha-kāraṇam,
sanni-yamyendriya-grāmaṁ vicāreṇa sukhī bhavet.
“El matrimonio no es
para tener comportamiento licencioso, sino para tener progenie apropiada. El
comportamiento licencioso arruina el brillo, la fuerza y el intelecto. Por lo
tanto, abandonando el libertinaje, que surge del obsesionamiento, y controlando
los sentidos, uno se vuelve feliz a través de comportarse de manera
considerada”.
En este sentido, ¡qué
ejemplo modelo fue aquel establecido por nuestros antepasados, que eran
conocidos por su comportamiento limpio! ¡Qué restricción mental deben haber
cultivado al vivir sus vidas según las normas establecidas por las escrituras!
Hagamos referencia ahora a sus vidas ejemplares.
Cuando el Señor Shriram
y su hermano Sri Lakshman fueron con Maharshi Viśvāmitra a ver el “sacrificio
del arco” realizado por el rey Janaka en la ciudad de Mithila, el Señor Shriram
fue con su hermano a dar un paseo por el jardín florido del rey. Vio a la hija
de Janaka, Sita, una belleza exquisita, con sus compañeras. Habían ido al
jardín para realizar un culto a la diosa Gauri (que es realizado generalmente
por las niñas para obtener un compañero adecuado, o para la prosperidad). El
Señor Shriram dijo Lakshman:
Tāta! Janaka-tanayā yah soī, dhanuṣa-jagya jehi kāraṇa
hoī,
pūjana gauri sakhī lai āī, karata prakāsu phiraī
phulavāī.
Jāsu viloki alaukika-śobhā, sahaja punīta mora manu
chobhā,
so sabu kārana jāna vidhātā! Pharakahiṅ subhada aṅga
sunu bhrātā.
“¡Querido hermano
Lakshman! Se trata de la hija de Janakaji, para quien va a tener lugar este
sacrificio del arco. Las amigas la han traído aquí para gauri-puja (adoración de Gauri). Ella está paseando por este
jardín, iluminando el lugar con su inusual belleza exquisita. Su belleza agita
mi pura mente de manera natural. En otras palabras, me he enamorado de ella. Solo
Dios sabe por qué está ocurriendo esto, pero ¡hermano! Mi lado derecho está
temblando, ¡es un buen augurio!” (En la India, el temblor en el ojo o lado
derecho es considerado un buen augurio, mientras que el temblor del ojo o lado
izquierdo es un mal presagio.)
Raghu-baṅsinha kara sahaja subhāū,
manu kupaṅtha pagu dharaī na kāū,
mohi atiśaya pratīti mana kerī,
jehi sapanahuṅ paranāri na herī.
Jinhakai lahahiṅ na ripu rana pīṭhī,
nahiṅ pāvahiṅ paratiya manu ḍīṭhī,
maṅgana lahahi na jinhakai nāhīṅ,
te naravara thore jaga māṅhī”.
“Los descendientes de
Raghu (de los que Rama es uno) tienen una tendencia natural, o instinto, que
sus mentes no vayan por mal camino. Estoy tan convencido de que no solo
mientras estoy despierto sino incluso durante el sueño, nunca he mirado a la
mujer de otro. Los hombres cuyas espaldas un enemigo nunca vería en batalla (es
decir, que nunca huirían de una batalla), cuyas miradas o mentes no son
atraídas por las esposas de otros, de quienes los mendigos nunca regresan con
las manos vacías, son poco frecuentes en este mundo”.
El Señor Shriram se
enamoró de Janaki, la hija del rey Janaka, solo porque era su futura esposa. Si
ella no fuera a ser su esposa, no hubiera podido surgir ninguna atracción o
amor por su belleza en la pura mente del Señor Shriram. Al contar sobre su amor
y el temblor de su lado derecho, el Señor Shriram dio a entender a Lakshman que
estaba seguro de que iba a ser su esposa.
La seguridad en el
corazón de una persona pura y abstemia nunca es engañosa. A este respecto, el
gran poeta Bhāravi dice en su poema épico Kirātārjunīya:
Satām hi-sandeha padeṣu vastuṣu
pramāṇa-mantaḥ-karaṇapravṛttayaḥ, “En cuanto a cualquier asunto dudoso, las
opiniones de los seres grandes al respecto establecen la norma”. Esto es porque
los pensamientos puros de los corazones abstemios de los grandes seres no
pueden estar equivocados. El Señor Shriram, el fiel partidario de los arios y
líder de la disciplina moral, pone el ejemplo ideal sobre la pura práctica
justa. Corazones como el suyo tienen deseos y amores, pero nunca contradicen
las normas de la rectitud.
¡Qué ilustre fue incluso
la vida de Lakshman! Para servir a Shriram, se despidió de su mujer no solo por
catorce meses, sino por catorce años, y vivió una vida contenida digna de
elogio, que el siguiente incidente ilustra. Cuando el malvado Ravana estaba
llevando a la reina Sitaji por el espacio, ella dejó caer algunas de sus joyas
al suelo como pistas. El Señor Shriram la estaba buscando con Lakshman y
encontró los ornamentos. Pidió a Lakshman si creía que pertenecían a Sita.
Lakshman echó un vistazo y dijo:
Nāhaṁ jānāmi keyūre, nāhaṁ jānāmi kūṇḍale,
nūpure tvabhi-jānāmi, nityaṁ pādā-bhivandanāt.
“No conozco los
brazaletes de Sitaji, porque son los ornamentos de alguna mano. No conozco sus
pendientes, ya que pertenecen a alguna oreja. Yo no los reconozco porque mis
ojos nunca llegaron tan lejos. Pero por cierto reconozco estas tobilleras,
porque solía verlas cada vez que me postraba ante ella. Por lo tanto, estoy
seguro de que estas tobilleras pertenecen a Sitaji”.
¡Querida gente!
Consideren cuán altamente contenida era la conducta de Lakshman hacia las
mujeres, incluyendo a la esposa de su hermano. Este es el comportamiento puro
de acuerdo a la religión eterna y principios morales arios. Al comparar el
comportamiento repulsivo de hoy entre cuñados, llenos de risa, divertidos y de
fiesta, a la conducta pura de los tiempos antiguos, es claramente como comparar
el infierno al cielo. La santa escena celestial se ve que ha degenerado en una
escena terriblemente depravada.
Volvamos a la vida pura
de Arjuna. Arjuna era un hombre de familia, y por lo tanto no totalmente sin
deseos. Sus deseos, sin embargo, no estaban en contra de los principios
morales. Consideraba a los deseos inmorales como deseos totalmente
despreciables e inútiles, y los deseos morales como loables y útiles. Cuando
inspirado por el Señor Kṛṣṇa Dvaipāyana Vyāsa, el gran fornido guerrero Arjuna
fue al cielo, para aprender tiro con arco del Señor Indra, el rey de los
dioses, Indra le dijo a Arjuna:
—Quédate aquí por unos
pocos días. Te enseñaré el tiro con arco solo si siento que eres un estudiante
meritorio.
Arjuna se quedó en un
lugar solitario y agradable, según lo recomendado por el Señor Indra. Indra,
con ganas de probar la restricción de Arjuna y su carácter moral, lo envió a
una doncella celestial llamado Urvashi en medio de la noche. Urvashi era la más
hermosa de todas las jóvenes ninfas y estaba muy orgullosa de su belleza y
juventud. Estaba pensando que ya que todos los dioses en el cielo estaban
enamorados de su belleza, fascinar a un ser humano común y terrenal no sería
gran cosa. Según lo indicado por Indra, se arregló y llegó al domicilio de
Arjuna para cautivarlo. Llamó a su puerta. Arjuna se levantó preguntándose:
“¿Quién puede estar a la puerta a una hora tan espantosa?” Oyó una voz
femenina, abrió la puerta y vio una belleza exquisita. La bombardeó con
preguntas.
Kā tvaṁ Śubhe! Kasya parigraho ’si?
kiṁ vā madabhyā-gamakāraṇaṁ te?
“¡Oh auspiciosa! ¿Quién
eres? ¿Esposa de quién? ¿Cuál es tu razón para venir a mí? Por favor,
acláramelo”.
La doncella celestial
Urvashi había llegado hasta Arjuna para seducirlo. Mientras observaba sus
señales y miradas seductoras, el inteligente Arjuna reconoció inmediatamente el
inminente desastre. Concluyó que había sido enviada hasta allí por lo mala
suerte. Así que Arjuna se puso serio y tranquilo y le dijo, en palabras de un
guerrero valeroso,
Ācakṣva matvā vaśināṁ kurūṇāṁ, manaḥ
parastrī-vimukha-pravṛtti.
“¡Oh diosa! Ten en
cuenta que soy un indio, pertenezco a la raza aria, y he nacido en la pura
familia guerrera de los Kurus. Por tanto, mi mente se aleja de las mujeres de
otros”.
Incluso después de
Arjuna le dijera así, Urvashi descaradamente continuó haciendo insinuaciones
sexuales y trató de atraerlo a su red con movimientos seductores explícitos.
Aún Arjuna estaba tranquilo y mirando hacia abajo. Frustrada porque su mente
pura no vacilaba ni un poco, ella dijo:
—¡Oh Arjuna! Me ignoras
tontamente. Si me conocieras, no serías tan tonto. Yo soy la líder de todas las
doncellas celestiales. No hay ni una sola criatura en los tres mundos que sea
tan hermosa y joven como yo. Los grandes dioses también anhelan mi apariencia
elegante. Soy Urvashi, la más hermosa de los tres mundos. Las criaturas
terrenales ni siquiera pueden verme, y mucho menos poseerme. Al insultarme
estás revelando tu necedad.
Con el sentimiento de
que la mujer es como una madre, y con algo de sorpresa, Arjuna respondió:
—¡Oh Diosa! Hasta ahora
yo solía pensar que no hay mujer más bella que mi madre Kunti y solía estar
orgulloso del hecho de que soy hijo de la mujer más bella. Si tú fueras más hermosa
que mi madre, y si el Señor del Universo me hubiera creado de tu vientre,
entonces me sentiría más orgulloso y afortunado.
Escuchando la incisiva
observación de Arjuna, Urvashi quedó avergonzada. Su resplandeciente rostro se
marchitó. Quiso decir algo sarcástico, pero su mandíbula estaba como bloqueada.
Se quedó en silencio con la cabeza gacha. Nuevamente, Arjuna expresó sus
sentimientos filiales:
Gaccha mūrdhni prapanno ’smi pādau te vara-varṇini,
tvaṁ hi me mātṛvat-pūjyā, rakṣyo ’haṁ putravat-tvayā.
“¡Oh exquisitamente
hermosa Diosa! Por favor, vuelve de donde viniste. Me refugio en ti, me inclino
a tus pies. Eres venerada como mi madre. Así, como tu niño, soy digno de tu
protección”.
“El despreciable motivo
por el que te has acercado a mí nunca puede ser consumado por mí. ¡Oh compasiva
Diosa! Somos habitantes de la India, somos descendientes de arios y nacidos en
familias de guerreros puros, en los que han nacido famosos guerreros célibes
que protegen a la rectitud, como Bhishma. Por lo tanto no quiero manchar el
honor de mi puro país, el honor puro de los arios, o el honor de mi pura
familia guerrera con un comportamiento condenado. Con tal conducta vergonzosa
me pudriría por siempre como un gusano en el infierno. La gente me condenaría
libremente. Por favor considérame como tu hijo, ten misericordia de mí,
bendíceme y deja este lugar”. Después de haber escuchado la declaración de
Arjuna, pura, justa e inocente, Urvashi volvió humillada a Indra, y le cantó
profusas alabanzas de la recta conducta pura de Arjuna, el valiente guerrero
ario.
Vikramāditya fue un
emperador más moderno de India. Era un benefactor, vivía por principios
religiosos y cuidaba bien de sus súbditos, que le otorgaron el codiciado título
de “El que acaba con las miserias ajenas”. Aclamaban su nombre con gran placer.
Dieron su nombre a un calendario, Vikrama-Samvat, que la gente todavía utiliza.
Eliminar la propia miseria es una cosa. Pero eliminar las miserias de los demás
es imposible para un ser humano corriente. Solo un líder que está establecido
en el dharma, está contenido y es
devoto del Señor, puede poner fin a las miserias de los demás. Vikramāditya
podía hacerlo porque estaba establecido en el dharma, tenía moderación y era un devoto del Señor. Estas
cualidades se veían claramente en su vida. Cuando era joven, su hermano mayor
Bhartruhari estaba en el trono. Vikramāditya no solo era joven, sino que
también tenía una personalidad maravillosamente encantadora. Hay tres tipos de
personas hermosas: el más bajo, el medio y el más alto. El tipo más bajo de
personas hermosas son las que solo tienen la belleza física, y no la belleza
interior. Este tipo de belleza se puede describirse así:
Mana malīna tana sundar kaise?
Viṣa-rasa bharā kanaka-ghaṭa jaise.
“La mente hace base en
un cuerpo magnífico,
al igual que un vaso de
oro lleno de jugo venenoso”.
Las personas que carecen
de belleza física, pero cuyas mentes son muy hermosas, en cuyas mentes las
suaves brisas de los pensamientos puros están fluyendo constantemente, son de
tipo intermedio. Los que tienen tanto belleza física como mental, tienen el
tipo más elevado de la belleza. Vikramāditya tenía el tipo más elevado de
belleza.
Su cuñada, la esposa del
rey Bhartruhari, Pingalā, estaba enamorada de la belleza de Vikramāditya.
Intentó atraerlo por todos los medios corteses. Usó muchos métodos, pero
ninguno de ellos tuvo éxito. Por último, la reina Pingalā, en su orgullo real,
comenzó a amenazarlo. Pero Vikramāditya respetaba a la mujer de su hermano
mayor como a su madre. Él le dijo con humildad:
—¡Oh Diosa! Debes ser
respetada como mi madre.
Vikramāditya, aun a
riesgo de perder la vida, no participaría en ninguna actividad prohibida por
las escrituras. Si se trata de proteger a la rectitud, a riesgo de perder la
vida, uno debe asumir con alegría dicha actividad. Uno no debe abandonar la
rectitud ni siquiera para proteger la propia vida. Por lo tanto, nuestras
escrituras religiosas dicen:
Na jātu kāmānna bhayānna lobhāt
dharmaṁ jahyāt jīvitasyāpi hetoḥ (Mahābhārat).
“Uno nunca debe
abandonar el dharma, la rectitud, por
ser presa del deseo, la codicia, y el obsesionamiento. Incluso para salvar la
vida, no hay que abandonarlo”.
Vikramāditya continuó:
—Si uno debe renunciar a
la vida, que así sea, pero el dharma
no debe ser abandonado en circunstancias difíciles. ¡Oh Diosa! Por favor, no
cometas acciones inmorales. Ten compasión de mí y de ti misma.
Cuando Pingalā oyó las
piadosas palabras de su cuñado Vikramāditya, su corazón, en lugar de
pacificarse, se encendió ignorantemente de ira, tal como una serpiente se
exacerba después de beber leche fresca. Acusó falsamente al intachable
Vikramāditya ante el rey Bhartruhari, quien le pidió a Vikramāditya que se
fuera a vivir al bosque. Vikramāditya honró la orden de su hermano mayor y se
fue con mucho gusto al bosque. Se consideraba a sí mismo afortunado de poder
continuar sus encuentros y satsangs
con los grandes renunciantes que vivían en un lugar solitario cerca del río
sagrado Pulin, y adorar al Señor Shiva, contemplando el Ser. Solía decir a su
deidad,
Usameṅ haiṅ hama rājī jisameṅ terī rajā (icchā) ho,
idhar bhī vāh vāh, aur udhar bhī vāh vāh.
“Cualquiera sea tu
voluntad, consiento con agrado.
Yo soy feliz aquí y allí
en contentamiento”.
En una ocasión, durante
sus viajes a través del bosque, se encontró con un reino tribal y fue invitado
por el rey. La reina tribal se sintió atraída de inmediato por el guapo
Vikramāditya; en un rincón solitario ella le habló de su amor y le suplicó:
—Por favor, alivia mi
sufrimiento. Ayúdame a tener un hijo guapo como tú. Por favor, acepta mi
petición.
Recuerden que
Vikramāditya estaba establecido en el dharma,
había dominado sus sentidos y era devoto del Señor Shiva. Cuando escuchó esta
petición inmoral e inapropiada, recitó el siguiente verso para calmar la
agitación de la mente de la reina:
Mātā ca pārvatī devī, pitā devo maheśvaraḥ,
bāndhavāḥ śivabhaktāśca svadeśo bhuvana-trayaṁ.
“Mi madre es la diosa
Parvati, y mi padre es Shiva. Los devotos de Shiva son mis hermanos y mi país
son los tres mundos”.
“El nombre de mi madre
es Parvati, igual que el tuyo. Esto te hace en realidad mi madre. Puede que ni
siquiera naciera un hijo como yo, ya que requeriría un acto inmoral
despreciable que es impensable para mí, incluso en un sueño. Si quieres un hijo
como yo, omite la palabra ‘como’ y acéptame a mí mismo como tu hijo. A partir
de hoy yo soy tu hijo. Como hijo ofrezco fieles salutaciones a tus pies”.
Las palabras
inteligentes y rectas de Vikramāditya avergonzaron a la reina, que abandonó sus
malas intenciones y comenzó a quererlo como a su propio hijo, sin fallas.
Habiendo conquistado el inmoral y despreciable deseo sexual, Vikramāditya vivió
siempre una vida justa y santa.
Conquistar el deseo
sexual inmoral e indisciplinado requiere de diversos medios. Son esenciales una
atmósfera pura, comida pura, compañía santa, devoción por el Señor,
discernimiento y contemplación. Sin ellos no se puede conquistar el deseo
inmoral. Un animal es siempre dado al deseo sexual, surge a cada paso. Lo que
lo elimina es una corriente que fluye de forma constante con pensamientos
puros. Sin la protección de este flujo constante, un ser humano, tentado por
una atracción que parece digna de merecer una zambullida en el placer sexual,
cometerá actos inmorales, acumulando pecado tras pecado y caída tras caída,
causando miseria. El gran laureado poeta Kalidas compara a los ilusos seres
humanos con una abeja confundida:
Gandhaś-cāsyā bhuvana-viditaḥ ketakī svarṇa-varṇā,
padma-bhrāntyā capala-madhupaḥ puṣpa-madhye papāta,
andhī-bhūtaḥ kusuma-rajasā kaṇṭakair-lūnapakṣaḥ,
sthātuṁ gantuṁ dvayamapi sakhe! naiva śakto dvirephaḥ.
“La flor de Ketaka, pandarnus odoratissimus, es de color
amarillo como el oro; su fragancia es exquisita y famosa a nivel mundial. Una
abeja, hechizada por su néctar y confundiéndola con un loto, cae dentro de
ella. Tentada por su color y fragancia atractivos, que parecen dignos de tomar
una zambullida, y ajena a las condiciones reales, la abeja cae dentro solo para
encontrar miseria, y no felicidad. El polen se mete en sus ojos y la ciega; las
espinas cortan sus alas. Ahora la abeja no puede posarse ni volar, y muere
debido a un sufrimiento insoportable”. Los engañados seres humanos están
igualmente tentados por sonidos y otros objetos sensorios, que les atraen a tal
punto que se imaginan la felicidad en ellos y se zambullen, solo para
destruirse a sí mismos. Lleno de ilusión, se imaginan una satisfacción inmensa,
pero a su pesar, cosechan ansia y dolor.
Es por eso que Prahlād,
que era el más grande de los devotos, dice a Nṛsiṁha, en el cuarto capítulo del
Bhāgawat,
Yanmaithunādi gṛhamedhi-sukhaṁ hi tucchaṁ,
kaṇḍūya-nena karayoriva duḥkha-duḥkhaṁ,
tṛpyanti neha kṛpaṇā bahu-duḥkha -bhājaḥ,
kaṇḍūtivan-manasijaṁ viṣaheta dhīraḥ (Bhāgawat 7,9,45)
“¡Oh Señor! Para un
padre de familia, los placeres de los sentidos, como el sexo, son como la
comezón. Al principio, al rascarte, se siente bien, pero luego comienza a
arder. Son despreciables, ya que solo aumentan el sufrimiento. Pero la gente
ilusa, a pesar del hecho de que sufren muchas aflicciones debido a ellos, nunca
están satisfechos por los goces sensorios. Sujetos a los antojos, son
patéticos. Una persona valiente con discernimiento, sin embargo, cuidadosamente
supera la comezón de las fuerzas del deseo, y nunca se da a ellos”.
De esta manera, el que
vence a los deseos inmorales a través del discernimiento y el desapego, y que
solo participa de deseos rectos, ciertamente logra la liberación a través de la
devoción y el conocimiento.
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