lunes, 28 de enero de 2013

Estrofa 4

Bhūmirāpo ‘nalo vāyuḥ,
khaṁ mano buddhireva ca,
ahaṅkāra itīyaṃ me
bhinnā prakṛti-raṣtadhā.
apareyaṁ...

“Oh Arjuna! Mi naturaleza material se manifiesta de ocho maneras: como tierra, agua, fuego, aire y espacio; y como mente, intelecto y ego”.

El Señor Shrikrishna, la fuente de Dicha, cumple su promesa instruyendo a Arjuna en jñāna y vijñāna, conocimiento indirecto y directo. Él dice que la tierra y otros objetos inertes percibidos son Su naturaleza material, inferior o densa. Un significado corriente de “naturaleza” es “estado innato”. Parecen existir dos tipos de estados innatos, uno “tal como es” y el otro sobreimpuesto. La naturaleza material, que es ilusoria, se sobreimpone al estado natural, tal como la aparente tristeza de un individuo se sobreimpone al estado natural de dicha.
 
La tierra es lo que se percibe como sólido, y su propiedad específica es el olfato. El agua es lo que se percibe como suave y fluido, y su propiedad específica es el sabor. El fuego es aquello que da luz y que quema, y ​​su propiedad específica es la forma. El aire es aquello que se mueve dentro y fuera, y su propiedad específica es el tacto. El espacio es aquello que crea espacio o vacío, y su propiedad específica es el sonido. Estos cinco son llamados bhūtas o elementos. Hay dos tipos de elementos: sutiles y densos. Los elementos sutiles, como el sonido, son no mezclados y primarios. Al mezclarse con otros elementos, los elementos sutiles se vuelven densos.

La indescriptible maya, la ilusión, que no tiene principio, es la causa material que crea estos cinco elementos. Un erudito describe la tarea de maya en la forma de los cinco elementos de una manera jocosa:

Kācid-vyāmoha-mūrtiḥ para-puruṣa-ratā rākṣasī prādurāsīt,
sā garbhiṇyarbha-kaughaṁ viṣama-majanayat pañca-bhūtābhidhānaṁ.
Yātyekaṁ nīca-mārgai-rati-jaḍa-maparaṁ dhāvatī-tatastato’nyat,
bāhyāntaḥ śūnya -manyat dahati tadaparaṁ kiṁ punas-tat-samāje.

Esta maya es una forma de obsesionamiento. Desde tiempos inmemoriales, existe dentro y fuera en la forma de ignorancia o entendimiento incorrecto. Ella está apegada a otro hombre; en otras palabras, es una prostituta. El otro hombre es el Señor imperecedero. Ella siempre reside con Él, ella lo hace perceptible por los sentidos al cubrirlo continuamente. Tal como el musgo cubre el agua y por lo tanto se hace perceptible a los sentidos, maya cubre al Señor. Lo hace tal como la oscuridad se mantiene cerca de una pared y la esconde. El apego de maya al otro hombre se demuestra porque ella reside con él para obtener placer sensorio.

Como ella crea miedo y el dolor, es un espíritu maligno. En compañía del otro hombre (el Señor), ella quedó embarazada y produjo cinco hijos, cada uno más extraño que el anterior. El primer niño, llamado Agua, siempre toma caminos humildes; el segundo, Tierra, es inerte, no se mueve ni camina. El tercer hijo, Aire, deambula noche y día. El cuarto hijo, Espacio, está dentro y fuera de todo en la forma de un vacío silencioso. El quinto, Fuego, quema todo. Estos cinco hijos de maya son tan extraños que cuando se juntan en un cuerpo, ¿qué se puede decir de sus extraños actos? Algunas veces Viento no anda bien y perturba la unión; algunas veces es Agua en la forma de tos, y a veces es Fuego en forma de bilis. Esto es evidente para todos.

Estos cinco elementos son el producto de maya, así como la cuajada es el producto de la leche, y son una ilusión de Brahman. Un producto significa un cambio o desviación de un estado original. Brahman, que es inmutable, perfecto, desapegado, libre, inactivo, conciencia pura, nunca se transforma en ninguna forma. Por lo tanto, este universo de cinco elementos no es considerado como un producto de Brahman, solo puede ser considerado como ilusión. En un producto lo original se destruye, no permanece en su forma original, tal como la leche se convierte en cuajada. Pero en una ilusión el soporte original sigue prevaleciendo, aun cuando existe una apariencia ilusoria de algo más. Una pantalla de cine es un ejemplo adecuado para entender la doctrina de la ilusión (vivartavāda). En la pantalla a menudo se pueden ver escenas feroces y violentas que te hacen temblar. Las espadas cortan cabezas, manos y pies, como si fueran zanahorias y rábanos. Afiladas espadas perforan pechos. Quedan absortos observando a la heroína, una guerrera como la diosa Chandika, ejercer su impresionante poder y su pericia con las armas. La alaban. Ven chocar las espadas, pero no se corta ni un solo hilo de la pantalla. De manera similar, si elefantes y caballos corren por la pantalla, no hay movimiento más allá de los bordes de la pantalla. La pantalla permanece intacta en su propio estado natural.

Algunas veces ven pesada lluvia: el agua fluye por todos lados, inundando con riachos. A veces ven incendios que incendian comunidades enteras: palacios, mercados, casas y sus contenidos arden hasta los cimientos. A veces ven tormentas arremolinando la hierba y las hojas en el aire; pero ni un solo hilo de la pantalla se moja en el diluvio; las altísimas llamas del fuego no la queman, las violentas tormentas no la sacuden. La pantalla no cambia. Esta es la doctrina de la ilusión.

La pantalla representa al inmutable Brahman. El proyector es maya. Debido a maya, vemos el cielo y otras creaciones. Aun así, Brahman no se ve afectado por estas creaciones, permanece desapegado, puro, uno sin segundo, indiviso. Dice Mishra en su comentario sobre la Indagación sobre la naturaleza del espíritu, Sariraka mīmānsā, de Shankaracharya:

Anirvācyā vidyā-dvitaya-sacivasya prabhavato,
vivartā yasyaite viyadanila-tejo-bavanayaḥ,
yataścābhūd-viśvaṁ carama-cara-muccā-vacāmidaṁ,
namāmastad-brahmā-parimita-sukha-jñānama-mṛtaṁ.

“Así como el fuego no puede ser iniciado sin madera, Brahman, desapegado, inmutable, no activo, uno sin segundo, no es capaz de crear el universo por sí solo sin la ayuda de maya. Se requiere madera para el fuego y se requiere maya para la creación. Por lo tanto, nuestro alto y bajo, móvil e inmóvil universo, ha sido creado a través de los cinco elementos, espacio, aire, fuego, agua y tierra, creado en la diferenciación provocada por maya. Saludamos a aquel Brahman, que es felicidad y conocimiento infinitos. En otras palabras, nos concentramos y absorbemos en su contemplación.

Tadātmānaṁ svayamakuruta (Taittiriya Upaniṣad 2,7). La Taittiriya Upanishad dice: “Se hizo a sí mismo de manera independiente, en la forma del Universo”. Uno tiene poca inteligencia si toma esto literalmente y concluye que el universo es el efecto de Brahman. Baja inteligencia o estrechez mental es la incapacidad de interpretar la Realidad. Por eso el sabio Sarvajñātma, el maestro de Shāriraka, La naturaleza de la realidad, dice:

“En estas declaraciones de la shruti solo una persona torpe ve la doctrina de la transformación, pero una persona con un intelecto puro y elevado, que es capaz de interpretar correctamente la Realidad, ve la doctrina de la ilusión. Solo un gran ser de mente firme, en quien hay ausencia total de dualidad, observa siempre directamente el supremo estado de Brahman, uno sin segundo”.

A pesar de que los cinco elementos, como la tierra, parecen ser inertes, visibles y divididos, en todos ellos, existen plenamente el poder, la pulsación y la dicha del único Brahman. Se sabe que todos estos objetos existen debido a la existencia de Brahman; son perceptibles debido a la conciencia de Brahman; y se vuelven agradables o desagradables debido a la dicha de Brahman. Es por eso que los sabios de los vedas vieron al Brahman aparente en los cinco elementos. Habiendo visto al Brahman real directamente en todos ellos, cantaban con la emoción del amor:

Aditir dyauraditiranta-rikṣa-maditir mātā sa pitā sa putraḥ,
viśvedevā aditiḥ pañca-janā aditir-jāta-maditir-janitvaṁ (Ṛgveda 1,89,10) (Śukla yajurveda 25,23) (Atharva veda saṁhitā 7,6,1).
Kṛpaṇadhīḥ pariṇāma-mudīkṣate, kṣapita-kalmaṣadhīstu vivartatāṁ,
sthiramatiḥ puruṣaḥ punarīkṣate, vyapagata-dvitayaṁ paramaṁ padaṁ
Iyaṁ vai pṛthivyaditiḥ (śa. brāhmaṇa 1,1,45).
Iyaṁ vai devyaditir-viśvarūpī (Taititriya brāhmaṇa 1,7,6,7).
Ā sarvatāti-maditiṁ vṛṇīmahe (Ṛgveda 10,100,1).

“Esta tierra es Aditi, irrompible, porque desde el punto de vista de los nombres y las formas, es siempre inmutable; y ya que es siempre inmutable desde el punto de vista de Brahman, está más allá del pasado, presente y futuro, y es de hecho la energía de la Conciencia”. “Esta diosa Aditi, siendo en realidad de la naturaleza de Brahman, es de la forma del Universo”. “El cielo, el espacio, la Madre, el Padre, el Hijo, el Señor del universo, los cinco tipos de seres (semidioses, antepasados, dioses, demonios y espíritus malignos), y las criaturas móviles e inmóviles del pasado, presente y futuro, son todas formas de la diosa Aditi. Por lo tanto adoramos a la diosa Aditi, el Ser Interior de todo, meditamos en ella con respeto”.

Esta tierra es la madre de todo. Alimenta y nutre a todos. El imperecedero y consciente Brahman pulsa en ella. Por lo tanto, durante cuatro meses, la tierra se vuelve hermosa en todas partes, exuberante, verde y llena de granos. Montañas grandes como los Himalayas son sus grandes y elevadas extremidades. Bosques decorados con árboles, enredaderas y arbustos son su elegancia. Los conocedores de Brahman tienen la visión de Brahman en cada rama de árbol. De ahí que con alborozo cantan con amor, Harihara basa hai, hariyāliyoṅmeṅ, vo hi hai jhūmatā jhukī ḍāliyoṅmeṅ. “Harihara, el Señor, reside en el verde follaje. Solo Él se balancea en las ramas inclinadas”. Así como Dios es nuestro amigo, generoso, benevolente y amoroso con todos, así la gran madre tierra es también amiga de todos. Su benevolencia es evidente. Como una madre, otorga infinitos beneficios. Nuestros sabios que han realizado a Brahman también reconocieron que la tierra, en la forma de Aditi, no era otra que la forma del Supremo Brahman. Por lo tanto, no consideraban a Brahman como indirecto o distante. Ellos experimentaron directamente la naturaleza verídica, benéfica, y hermosa (satyaṁ śivaṁ sundaraṁ) de cada objeto en el universo. Ellos meditaron en Su existencia perfecta en todos lados, dentro y fuera. Por lo tanto, fueron honrados siendo llamados “perfectos en su misión, videntes más allá de los sentidos, grandes sabios”, Sākṣāt-kṛtadharmāṇaḥ, atīndriyārtha-draṣtāro maharṣayo bhavanti.

También percibieron al dichoso Brahman en el principio del agua. En los rituales diarios, como oblaciones con agua al amanecer y al anochecer (sandhyā), ellos adoraban al agua como una forma de Brahman. Dijeron en las palabras de los vedas,

Āpo hi ṣṭhā mayobhuvaḥ, tā na ūrje dadhātana,
mahe raṇāya cakṣase,
yo vaḥ śivatamo rasaḥ, tasya bhājayateha naḥ (Ṛgveda 10,9,1-2) (Sukla Yajurveda 11,50-51) (Atharva Veda 1,5,1-2).

“¡Oh venerada agua! Siendo verdaderamente de la naturaleza de Brahman, nos otorgas dos tipos de placeres; condicionados-mundanos e incondicionados-sobrenaturales. Por favor, haznos firmes, pacíficos y centrados en experimentar al productor del contentamiento ilimitado, la dicha de Brahman. Te adoramos a Ti solo por la visión del gran Brahman, cuya naturaleza perfecta es dicha, a diferencia de todo lo demás. Dentro de ti mora una esencia sumamente beneficiosa, que es la pura dicha de Brahman (brahmānanda). Humildemente oramos que nos permitas saborear esa esencia”.

En los vedas, la alabanza y la adoración del fuego es preponderante. La adoración del fuego es yajña.

Agnimīḍe purohitaṁ yajñasya devaṁ (Ṛgveda 1,1,1). Alabamos y adoramos al fuego. Este es el primer mantra del Ṛgveda Saṁhitā.

Solo lo loable es objeto de culto, entonces el fuego, la deidad del yajna, es puesto al frente, es decir, existe visiblemente ante nosotros.

Tvamagne’ indro vṛṣabhaḥ, tvaṁ viṣnu-rurugāyo namasyaḥ, tvaṁ brahmā rayivit (Ṛgveda 2,1,3), Tvamagne’ rājā varuṇaḥ, tvaṁ mitro bhavasi, tvamaryamā satpatiḥ (Ṛgveda 2,1,4), Tvamagne’ tvaṣṭā (Ṛgveda 2,1,5), Tvamagne’ rudro asuraḥ, tvaṁ śardho mārutaṁ (Ṛgveda 2,1,6), Tvaṁ deva’ savitā, tvaṁ bhago nṛpate, tvaṁ vṛtrahā vasupate saraswatī (Ṛgveda 2,1,11).

“¡Oh Fuego! Eres el más grande Indra. Eres Vishnu, quien es digno de salutaciones y elogios. Eres Brahma, amo de poderes. ¡Oh Fuego! Eres el Rey Varuna, amo de los océanos. Eres Mitradeva, amo del sol. Eres Aryama, el protector de los santos. ¡Oh Fuego! Eres verdaderamente Dios, el creador del universo. ¡Oh Fuego! Eres Asura-Rudra, portador del poder exaltado. Eres Maruta, el poder del viento. ¡Oh Alimentador de gente! Eres Bhagadeva, la deidad de los matrimonios. ¡Oh Vasupati! Eres el Señor de toda riqueza y el destructor de Vritra. Eres Saraswati, la energía del conocimiento”.

De estas estrofas, queda claro que nuestros sabios ancestrales ​​adoraron al fuego pensando en Brahman, quien es uno con todos los dioses. Por lo tanto en la Śvetāśwatara Upaniṣad,

Yo devo ’gnau yo ’psu yo viśvaṁ bhuvana-māviveśa,
ya oṣadhīṣu yo vanspatiṣu tasmai devāya namonamaḥ (2/17).

“Le ofrecemos repetidamente nuestras salutaciones a Dios, quien ha entrado en el universo como fuego, agua, plantas, vegetación y árboles; quien ha llenado el mundo de creación sensible e insensible con Su existencia, conciencia, perfección y dicha”.

¡Namaste vayo! Tvameva pratykṣaṁ brahmāsi, (Taittiriya Upaniṣad 1,1). “¡Oh viento! Salutaciones a ti. Eres realmente Brahman”. Khaṁ brahma, “El espacio es Brahman”. De esta manera, nuestros sabios solían estar inmersos en la dicha ante la idea de Brahman en el viento y el espacio. Yatsākṣādaparokṣāt brahma (Br. Up. 3,4,2). “Esta shruti (escritura revelada) describe a Brahman como siendo tan evidente como el alma, y tan directamente perceptible como el universo”.

El cuerpo también está compuesto de los cinco elementos. Ellos se unen dentro del cuerpo. De hecho, no hay ningún objeto en el universo que no conste de los cinco elementos. En el cuerpo vemos la dura tierra en forma de los huesos, vemos el agua en forma de fluidos como la sangre. El principio de fuego impregna el cuerpo. Pueden frotarse las manos y experimentar el calor del fuego. El fuego digestivo arde en el estómago y digiere los alimentos. En la Gītā, el Señor describe al fuego como su forma:

Aham vaiśvānaro bhūtvā, prāṇināṁ dehamāśritaḥ,
prāṇāpāna-samāyuktaḥ, pacāmyannaṁ caturvidhaṁ (15,14).

“Yo, el Señor, existente en todos los cuerpos encarnados como Vaiśvānara (fuego), prāṇa y apāna, digiero los cuatro tipos de alimentos: aquellos que son tragados, masticados, lamidos y chupados”.

En un clima frío, dependiendo de la temperatura, sale humo de la boca en forma de vapor. Ese vapor indica la existencia de una caldera interna. Si la caldera se apaga, el cuerpo se hiela. Entonces la gente dice que la persona ha muerto.

Un caballero planteó dos dudas sobre el fuego digestivo: en primer lugar, si el fuego digestivo es una forma del Señor omnipotente, entonces no importa cuánto comamos, ¿no debería todo ser digerido? Si el mismo Señor está sentado en el estómago como fuego digestivo, ¿por qué, puesto que no le falta ningún poder, hay indigestión? En segundo lugar, si el imperecedero Señor se ha convertido en fuego digestivo, ¿cómo es que el fuego se extingue cuando la persona muere? ¿Cómo puede el imperecedero Señor extinguirse y enfriarse?

La respuesta a estas dudas es que el fuego digestivo es una forma de Dios con atributos, no de Dios sin atributos. Cuando Dios se manifiesta con atributos, existen limitaciones naturales. Por ejemplo, los barcos pueden viajar por las corrientes del río Ganges, pero no en el agua del Ganges dentro de un cántaro, debido a que las cualidades de los atributos de los cántaros les hacen imposible contener barcos. Así, el Señor Vaiśvānara es capaz de digerir el universo entero, a pesar de los atributos de maya en los que prevalece la oscuridad.

Yasya brahma ca kṣatraṁ ca, ubhe bhavata odanaḥ,
mṛtyur-yasyo -pasecanaṁ, ka itthā veda yatra saḥ (1,2,25).

Dharmarāja dice a Naciketā en la Kaṭhopaniṣad: “Para el Señor, todo este universo móvil e inmóvil (comparable a los brahmanas y kshatriyas) es como arroz, y la muerte, el destructor de todo, es un plato de acompañamiento. ¿Cómo puede una persona común conocer a aquel Señor, tal como conocedores como yo le conocemos, en su forma más perfecta y pura?”.

Debido a las limitaciones del estómago, Vaiśvānara con atributos, es decir, con un cuerpo, no tiene el poder de digerir todo. Pero al morir, la esencia del fuego digestivo manifestado se fusiona en el fuego no manifestado, y el fuego digestivo del cuerpo se extingue, como una llama cuando se extingue, se funde en lo no manifestado. Lo visto no muere, sino que se hace no manifiesto y oculto.

Así como en el cuerpo existe el principio del fuego, también está el principio del viento. En el cuerpo, el prāṇa, la fuerza de vida, es todo. Nuestras amistades son con el prāṇa, no con las personas. Mientras el prāṇa está activo, las personas expresan sus relaciones, diciendo: “Este es mi marido, esta es mi esposa, este es mi hermano, yerno, padre, madre” y así sucesivamente. Cuando la deidad del prāṇa se va, todo el juego ha terminado. La relación completa de repente se rompe. Nadie dice: “Este cuerpo sin vida es mi esposo, mi esposa”, etc. Dicen: “Está muerto”. No se lamentan ni golpean su pecho por el cuerpo que yace sin vida ante ellos, sino que lloran por lo que ahora es inmanifiesto. La relación solo puede existir mientras la fuerza de vida permanece en el cuerpo. Nos relacionamos solamente con la fuerza de la vida, no con el cuerpo. En la Chāndogya Upaniṣad se dice:

Prāṇo ha pitā prāṇo mātā prāṇo bhrātā,
prāṇaḥ svasā prāṇa ācāryaḥ prāno brāhmaṇaḥ (7,15,9).

“El prāṇa es el único padre, madre, hermano, hermana, maestro, y brahmín”. Si el cuerpo fuera considerado madre, padre, brahmín, y así sucesivamente, entonces al quemarlo, el pariente incurriría en el pecado de matar a su madre, padre o brahmín. Pero el cuerpo no es la madre o padre; el prāṇa lo es, y es el prāṇa con quien nos relacionamos.

Además, el espacio también existe en el cuerpo. Si no hubiera espacio, no habría lugar para respirar, comer o beber, ya que el espacio crea el lugar. Así como el espacio crea un lugar en el interior del cuerpo, también crea espacio para moverse y andar por ahí. Si no lo hiciera así, el cuerpo permanecería incrustado en un solo lugar sin poder moverse, ya que las moléculas de los otros cuatro elementos son sólidas. Debido al espacio, el cuerpo puede moverse.

De esta manera, los cinco principios en todas partes, dentro y fuera del cuerpo, sostienen el poder, la pulsación y el amor del Señor, y existen en todas partes eternamente ante nosotros en la forma de causa y efecto, árboles, montañas, el sol, la luna, y así sucesivamente. Los seres iluminados disciernen el principio de Brahman de ambas maneras, dividido y no dividido, y experimentan deleite perfecto. Se dice en el Bhagawat,

Khaṁ vāyumagniṁ salilaṁ mahīṁ ca,
jyotīṁṣi sattvāni diśo drumādīn,
sarit-samudrāṅśca hareḥ śarīraṁ,
yatikiṅca bhūtaṁ praṇameda-nanyaḥ (11,2,41).

 “Los elementos de espacio, aire, fuego, agua y tierra, y sus efectos materiales, la luz del sol y de la luna, dioses y demonios, todas las criaturas, ríos y océanos, todo lo que existe, son todos manifestaciones del Señor Shri Hari. Que el devoto con discernimiento, viendo a Shri Hari en todo, ofrezca salutaciones a todos con amor indiviso”.

“Divididos” se refiere al discernimiento de Brahman como nombre y forma, mientras que “indiviso”, al discernimiento que trasciende nombre y forma, y ​​ve a Brahman como Verdad, Existencia y Dicha. Del mismo modo, el samadhi, la conciencia de igualdad, es de dos tipos: savikalpa, en el que el conocedor es distinto tanto del conocimiento como de lo conocido, y nirvikalpa, en el que no existe distinción entre el conocedor, lo conocido, y el proceso de conocimiento; ni siquiera hay conciencia de uno mismo. En savikalpa samadhi queda contacto con la palabra y su significado. Al igual que cuando nos imaginamos nombres como una jarra o una bandeja, o formas como una caracola, simultáneamente con el poder del pensamiento, correspondientemente experimentamos la arcilla en los nombres y formas; de la misma manera, cuando experimentamos la naturaleza imaginaria de los nombres y las formas del mundo sensible e insensible, simultáneamente con el poder del pensamiento y la contemplación, correspondientemente experimentamos a Brahman. Esto se llama savikalpa samadhi. Al volverse uno intensamente absorto mientras experimenta a Brahman en los aspectos divididos y volverse firmemente establecido en el pensamiento de Brahman, los nombres y las formas desaparecen y uno alcanza nirvikalpa samadhi. Este samadhi no es inerte sino consciente. Es alcanzable no por el esfuerzo sino por la dicha. En él, el control del prāṇa no es necesario, sino que se logra fácilmente al experimentar a Brahman como la única y propicia serenidad. En consecuencia, también es llamado sahaja (natural) samadhi. A este respecto, Mahatma Kabir ha dicho tan bien,

¡Sādho! Sahaja samādhi bhalī,
āṅkha na munduṅ, kāna na rūndhuṅ, tanika kaṣṭa nahīṅ dhāruṅ,
khule naina maiṅ haṅsa haṅsa dekhūṅ, sundara rūpa pahacānuṅ.
¡Sādho! Sahaja samādhi bhalī,
guru pratāpa jā dinase jāgī, dina dina adhika calī,
uṭhata baiṭhata kabahuṅ na chūṭata, aisī lagana lagī,
duniyāṅ ujāḍa eka sama lekhuṅ, bhāva miṭāuṅ dūjā.
¡Sādho! Sahaja samādhi bhalī.

“¡Oh buena persona! ¡Este sahaja samadhi es genial!
No necesito cerrar los ojos o tapar mis oídos
ni hacer ningún esfuerzo.
¡Riendo con los ojos abiertos, veo la hermosa forma!
¡Oh buena persona! ¡Este sahaja samadhi es genial!
Con el poder del Guru, desde el día en que comenzó, crece cada día.
Ya sea que me pare o me siente, nunca me abandona, ya que lo deseo todo el tiempo.
El mundo ya no es; veo Uno y abandono el estado de dualidad.
¡Oh buena persona! ¡Este sahaja samadhi es genial!”.

Mientras junto con la visión de Brahman seamos conscientes de nombres y formas, es imperativo que nos comportemos de acuerdo con el código moral de la sociedad. Cuando la conciencia de nombres y formas se ha ido; cuando solo queda la conciencia de Brahman y estamos intoxicados en el estado de Brahman, ya no es necesario seguir las normas de la sociedad.

Había un aficionado a la compañía de los santos que solía ir a un lugar solitario a escuchar las enseñanzas de un guru absorto en la contemplación de Brahman. El guru dijo:

Este universo es Nārāyaṇa, Dios; tú también eres Nārāyaṇa; todos los objetos animados e inanimados son Nārāyaṇa. Si compruebas esto por ti mismo y mantienes esta actitud, tu codicia y envidia serán destruidas y tu mente estará contenta y en paz.

El discípulo también era un creyente. Así que imaginó continuamente al Señor en sí mismo y en todos. Un día, de camino a la ciudad, oyó una voz que gritaba:

¡Aléjense de la carretera! ¡Corran, viene un elefante desbocado!

Era un hombre que montaba un elefante salvaje. El discípulo también vio gente que corría. Él mismo estaba a punto de correr cuando de repente recordó la enseñanza del guru. Pensó, “El guru dijo con certeza que todo es Nārāyaṇa, por lo que el elefante que se acerca enloquecido también es Nārāyaṇa, y yo mismo soy Nārāyaṇa. Así que, ¿por qué debería Nārāyaṇa correr de Nārāyaṇa? Si corro, la enseñanza del guru habrá sido en vano”. Así que este hombre valiente, en actitud desafiante, de quedó de pie en medio de la carretera para demostrar la verdad de las enseñanzas del guru. La gente le gritaba que corriera a un lugar seguro, pero él no se movió. El elefante apareció ante él, dio una patada al hombre y se alejó pesadamente. Por su buena fortuna el hombre no fue herido de gravedad, pero se disgustó. Había puesto la enseñanza del guru a prueba, ¡y había resultado ser falsa! ¡Nārāyaṇa había pateado al mismo Nārāyaṇa! Fue a ver al guru y le contó lo que había sucedido. Gurudev dio una carcajada. Dijo:

Habías visto al elefante, ¿verdad?

dijo el hombre.

¿Habías escuchado a la gente avisándote que corrieras, ¿verdad?

¡Lo oí todo!

¡Oh ingenuo devoto! —dijo el Guru—. ¿No eran el hombre sobre el elefante y las otras personas también Nārāyaṇa? Deberías haber corrido, haciendo caso a su advertencia. Sus voces también eran Brahman. Solo consideraste al elefante como Nārāyaṇa, ¿por qué no a los otros? ¿Qué tipo de extraño conocimiento es este? Mientras veas los nombres y las formas de los objetos, debes comportarte de acuerdo con las normas de la sociedad. Cuando, como Shukadev o Jaḍa Bharat, intoxicado en el estado de Brahman, los nombres y las formas se hayan disuelto y ya no seas consciente de ellos, solo entonces no será necesario que sigas las normas sociales. Solo en ese momento el poder invisible del cuerpo (el destino) protege al cuerpo.

El discípulo comprendió su error y pidió al guru que describiera el estado de embriaguez de Shukadev. Gurudev citó tres estrofas del Bhagawat.

La primera estrofa dice:

Yaṁ pravrajanta-manupetamapeta-kṛtyaṁ,
dvaipāyano viraha-kātara ājuhāva,
putreti tanmaya-tayā taravo ’bhineduḥ,
taṁ sarva-bhūta-hṛdayaṁ muni-mānato ’smi (1,2,2).

“Abandonando todas las acciones mundanas estipuladas por los vedas, Shukadev caminaba desnudo hacia el bosque, cuando el gran sabio Dvaipāyana Vyasa, agonizando por la separación, gritó: “¡Oh hijo mío! ¡Oh hijo mío!” Los árboles, que también estaban establecidos en el estado del Ser, le respondieron en nombre de Shukadev, ya que Shukadev estaba totalmente absorto en Brahman, con el fin de aliviar el dolor del padre. Al gran sabio Shukadev, cuya naturaleza es el ser interior de todas las criaturas, le ofrezco mis saludos”.

El discípulo preguntó:

¡Gurudev! ¿Qué dijeron los árboles para aliviar el dolor del padre?

En el eco de los gritos del padre —respondió Gurudev—, ‘hijo, hijo’, los árboles dijeron: ‘¡Oh hijo mío! ¡Oh hijo mío! ¡Oh Vyāsadev! ¿A quién estás llamando hijo? Algún día tú también serás nuestro hijo. En este mundo, nadie es el padre o el hijo de otro por siempre. Debido al apego, el padre muere y se convierte en el hijo en otra vida, a veces el hijo se convierte en padre. El mundo es muy extraño. Su naturaleza es perecedera como un sueño. Por lo tanto no te apegues a tu hijo. Abandona el dolor y sé feliz’. También dijeron: ‘¡Oh Vyāsa! ¡Mira! Hay miles de frutos en nuestras ramas, que son como nuestros hijos. La gente los toma, o se caen y se pudren, pero nosotros nunca lloramos por ellos. Estamos siempre felices y contentos. Del mismo modo, no debes afligirte. Permanece feliz y contento. ¿De quién es alguien el hijo, de quién es el padre? Este mundo es solo una farsa de maya, nadie es ningún cuerpo’.

Luego Gurudev recitó para el discípulo dos estrofas sobre el estado inmaculado de Shukadev:

Tasya putro mahāyogī, samadṛṅg nirvikalpakaḥ,
ekānta-matirun-nidro gūḍho mūḍha iveyate.
Dṛṣṭvā ’nuyāntam-ṛṣimātmaja-mapya-nagnaṁ,
devyo hriyā paridadhurna sutasya citraṁ,
tadvīkṣya pṛcchati munau jagadusta-vāsti,
strīpuṁbhidā na tu sutasya vivikta-dṛṣṭeḥ (Bhāgawat 1,4,4-5).

El hijo de Kṛṣṇa-Dvaipāyana Vyasa, Shukadev, es un gran yogui que ve igualdad sin diferencias, y que está en el estado de nirvikalpa samadhi, la ausencia de distinción entre sujeto y objeto. Él está en un estado de unidad, ekānta, que significa que el mundo entero de la dualidad es anulado por la conciencia constante de neti neti, “esto no, esto no”, y solo queda el Uno, ese Uno perfecto sin otro. Su mente está unida con ese Uno. Él está despierto del sueño de la ignorancia, que causa el sueño del mundo. Por otra parte, a los ojos de la gente común no parece grande, sino misterioso y tonto.

Mientras que el extático Shukadev está caminando por el bosque, detrás de él, su padre Vyasa lo seguía gritándole. Llegan a un lago. En él, doncellas celestiales se bañaban desnudas. Primero ven a Shukadev, que está desnudo y tiene un cuerpo joven, sin embargo, no se avergüenzan, y se siguen bañando. Entonces ven detrás del hijo, al viejo Sri Vyasa con la ropa puesta. De repente sienten vergüenza, se visten y le dan la espalda. Sorprendido, el gran sabio Vyasa no pudo evitar preguntarle a las doncellas:

¡Oh diosas! ¿Por qué este comportamiento contradictorio? Al ver a mi hijo desnudo, debieron sentirse avergonzadas, pero no lo hicieron, ni se vistieron ni volvieron sus rostros. Sin embargo, al verme a mí, un viejo hombre vestido, con el pelo gris, la cara arrugada y la boca sin dientes, se vistieron avergonzadas. ¿Por qué? ¿Qué fue lo que las avergonzó?

Estas diosas, que eran expertas en juzgar a un hombre por su aspecto, dijeron:

Tú notas la diferencia entre hombres y mujeres, pero a los ojos inmaculados de tu hijo, que solo ven la perfección de Brahman, esta diferencia no existe. Sus ojos ven todo como una manifestación del indiviso Brahman. Ellos no reconocen nombres y formas. Es por eso que actuamos así.

Oyendo su inteligente respuesta, Vyasa se puso a la vez triste y feliz. Estaba triste porque a pesar de ser el padre de un gran hijo, él mismo no lo era. Estaba feliz de que al menos su hijo hubiera alcanzado el admirable estado de Brahman, tal como un padre es feliz cuando su hijo se convierte en gobernador, aunque el padre no lo sea.

Hay que entender que, según la doctrina, Sarvam khalvidam brahma (Chāndogya Upaniṣad 3,15,1), lo que significa que “El universo entero es ciertamente Brahman”, todo este mundo animado e inanimado, a pesar de ser la naturaleza inferior del Señor, desde el punto de vista de los nombres y formas, es en realidad una forma divina desde el punto de vista de la Existencia-Conciencia-Bienaventuranza.

Junto con los cinco elementos, la mente, el intelecto y el ego también son aspectos de la naturaleza inferior del Supremo. El deseo y la duda son parte integral de la naturaleza de la mente, el decidir está en la naturaleza del intelecto, y ser egoísta está en la naturaleza del ego. Estos tres, mente, intelecto y ego, están ciertamente presente en dioses, demonios, humanos, animales, aves y todas las criaturas superiores e inferiores; en forma expandida en algunos y en forma contraída en otros; en forma pura en algunos y en forma impura en otros. Incluso en las pequeñas hormigas se ven la mente y el intelecto en forma expandida. No hay ninguna regla que diga que la mente y el intelecto deben existir en forma expandida solamente en las criaturas más elevadas, como seres humanos. Las hormiguitas saben lo que incluso un ser humano puede ser que no comprenda. Siempre permanecen en grupos. Si una hormiga llega a conocer la ubicación de algunos alimentos, informa a todos los otros y se reúnen para tomar partes de él. Nunca luchan o pelean como los hombres egoístas. También almacenan comida en un lugar seguro para la subsistencia futura del grupo.

Una vez, en las afueras de Jaipur, varios ascetas como yo nos estábamos alojando en el nuevo edificio de una escuela. Uno de ellos se me acercó y con gran sorpresa, me dijo:

¡Swamiji Maharaj! Déjeme mostrarle una fábrica vecina. Le alegrará conocerla.

Fuimos allí y vimos miles de hormigas que llevaban mijo, formando una única fila, desde un sembradío cercano. Un grupo llevaba tranquilamente los granos formando una línea. Otro grupo separaba la paja de los granos. Un tercero ponía los granos en un granero. Todos los grupos de hormigas trabajaban en una forma muy ordenada y precisa, sin un solo supervisor. En las fábricas humanas, si no hay un capataz, los trabajadores dejan de trabajar. Pero el trabajo organizado llevado a cabo en la fábrica de hormigas demostraba que la mente y el intelecto eran sin dudas muy avanzados también en las hormigas.

De una manera similar, el ego está presente en todos. Todo el mundo dice: “¡Yo soy el hacedor” o “¡Lo haré!” El universo también llega a ser debido al ego del creador Prajāpati (Brahma). Al comienzo del universo, la voluntad creadora con su ego, Bahu syam prajāyeya” (Chandogya Upanisad 6,2,3). “Estoy solo, déjame volverme muchos a través de la maya que reside en mí. Permíteme manifestarme en formas infinitas con innumerables nombres y formas imaginadas”. Es el ego en la creación de Prajāpati el que hace que uno se convierta en muchos. Incluso en una pequeña semilla, el ego existe en forma latente, y por ello una semilla se convierte en muchos. Por eso, el nombre corriente para el Creador es “yo”. Ese mismo nombre prevalece incluso ahora entre todas las criaturas del universo de Prajāpati. Alguien llama a la puerta cerrada. Preguntas: “¿Quién es?”. Él dice: “Soy yo, no es nadie más”.

Pero este ego, como la mente, es de dos tipos: uno causa esclavitud y el otro causa la liberación. El ego falso, que tiene que ver con el cuerpo y los sentidos más que con el Ser, causa ligaduras, mientras que el ego verdadero, el ego natural de la existencia-conciencia-dicha que existe en el Ser omnipresente, es causa de liberación. Así como el conocimiento correcto elimina al conocimiento incorrecto, el ego verdadero elimina al ego falso. Por lo tanto nuestras genuinas upanishads nos enseñan:

Nitya-śuddhaḥ cidānandaḥ, sattā-mātro ’hamavyayaḥ,
aparicchinna-rūpo ’smi, hyahamātmā sadāśivaḥ.
Dehabhāva-vihīno ’smi cintāhīno ’smi sarvadā,
sarvadā pūrṇa-rūpo ’smi, nitya-tṛpto ’smyahaṁ sadā.
Cidrūpa-mātraṁ brahmaiva, saccidānanda-madvayaṁ,
ānanda-ghana evāha-mahaṁ brahmāsmi kevalaṁ.
Ahaṁ brahmāsmi mantro ’ya-manātmā-khyā-surān haret,
ahaṁ brahmāsmi mantro ’yam, sarvaśokaṁ vināśayet.
Ahaṁ brahmāsmi mantro ’yam, mṛtyu-pāśaṁ vināśayet,
ahaṁ brahmāsmi mantro ’yam, dvaita-duḥkhaṁ vināśayet.
Ahaṁ brahmāsmi mantro ’yam, jñānānandaṁ prayacchati,
saptakoṭi-mahāmantraṁ, janma-koṭi-śatapradaṁ.
Sarva-mantrān-samutsṛjya, etaṁ mantraṁ samabhyaset,
sadyo mokṣa-mavāpnoti, nātra sandeha-maṇvapi” (Tejobindūpaniṣat).

“Yo soy eterno, puro, consciente, dicha, inmutable, y la única realidad. Soy indivisible; yo soy el siempre benevolente Ser; yo soy sin la despreciable conciencia del cuerpo; yo soy siempre despreocupado; yo soy siempre la perfección; yo siempre estoy contento. Yo soy solo conciencia, existencia-conciencia-dicha, uno sin segundo, el mismo Brahman. Yo soy una masa de dicha, yo soy solo Brahman”. Este mantra Aham brahmasmi destruye los demonios del egoísmo sobre el no Ser. El mantra Aham brahmasmi destruye todo pesar, las cadenas de la muerte y el dolor de la dualidad. Más aún, este mantra Aham brahmasmi otorga la gran dicha del conocimiento. Los otros setenta millones de mantras dan lugar a cientos de millones de nacimientos. Abandonando todos esos mantras, uno debería practicar y contemplar solo el mantra Aham brahmasmi. Por este medio, la liberación se alcanza rápidamente. No hay ni siquiera un ápice de duda en esto.

Por lo tanto Sureshwaracharya, el autor de Vārtika, escribe en Naiṣkarmyasiddhi,

Dehātma-jñānavat jñānaṁ, dehātma-jñāna-bādhakaṁ,
ātmanyeva bhavedyasya, sa necchannapi muccyate.

“En el estado de ignorancia uno tiene un ego y se identifica con el cuerpo. Uno apunta al propio pecho y dice: ‘Yo soy esto, yo soy el hermano o cuñado de fulano, yo soy el hijo o el padre de mengano, soy un brāhmin. Yo soy de la casta guerrera; soy blanco; soy negro; soy joven; soy viejo’. Del mismo modo, si la identificación y el ego se establecen en el Ser, la más elevada verdad, eterno, puro, perfecto, iluminado, libre, desapegado, no diferente de Brahman, y fuente de dicha, entonces este verdadero ego destruye la falsa identificación con el cuerpo. Tal persona, identificándose con el Ser, se libera sin siquiera querer liberarse”.

El fruto de ir a satsang todos los días, de estudiar con los sabios y los que han alcanzado a Brahman, y de escuchar sus disertaciones, es que todos nuestros sentimientos acerca de lo irreal son destruidos y aquellos sobre lo real se manifiestan. Si observamos con cuidado, nos daremos cuenta de que nuestros corazones están llenos de un sinfín de sensaciones engañosas, es decir, objetos preciosos, sonidos encantadores, comidas deliciosas, ropa atractiva, aplaudidas disertaciones encantadoras, nos sentamos orgullosamente en vehículos lujosos, e innumerables otros sentimientos hacia los objetos falsos que crean una conmoción en el llamativo mercado de este mundo. A veces, surge el sentimiento de convertirse en un rey o un emperador cargado de riquezas, y en ocasiones se manifiesta el sentimiento de convertirse en una hermosa reina o joven orgullosa emperatriz. A veces deseamos, “¡Oh, qué bueno sería si me hiciera rico!”, “¡Oh, qué bueno sería si estuviera adornado con hermosos vestidos y joyas”. En la mente de los animales ignorantes y tontos atrapados en la rueda del mundo transmigratorio, tales sentimientos engañosos surgen y desaparecen como las olas en el océano. Ellos causan pena, dolor y miedo, no felicidad.

¡Oh hermano! Piensa en los numerosos nacimientos que has tomado en este mundo sin principio. Varias veces has sido rey, reina, un hombre o mujer ricos a causa de tus acciones. Muchas veces puedes haberte roto el cuello por los atractivos y engañosos objetos que aparecieron ante ti. Es posible que hayas luchado batallas. Pero, ¿dónde están ahora? ¿Dónde estás? ¿Dónde está la felicidad del que anhela estos sentimientos mundanos? ¿Dónde está la paz?

Una vez nuestro grupo de ascetas había ido a un estado principesco muy conocido, e invitados por el rey, habíamos visitado el palacio. La reina se acercó a nosotros. Dijo:

—¡Maharaj! Estamos en el infierno. Estamos experimentando una miseria infernal.

Usted tiene tantos diamantes y perlas; tiene oro y plata, cientos de siervos y siervas, los mejores alimentos y bebidas, un hermoso palacio para vivir. ¿Qué clase de miseria infernal estás pasando?

¡Maharaj! Todas estas cosas hacen arder a la mente. Nunca producen felicidad ni paz. Al contactarlas siempre hay dolor y enfermedad, y ya hemos pasado por ello. ¡No puedes entender nuestras aflicciones!

Lo que la reina decía era correcto. No importa cuán grande sea un rey o una reina, o incluso si uno es Indra, el rey de los tres mundos: torbellinos de deseo, ira, orgullo, arrogancia y ego surgen en la persona, cuyo corazón es una hoguera de malicia y envidia que arde día y noche. ¿Cómo puede una persona considerarse feliz, basándose en la riqueza externa? Cuando hay paz en el corazón, la felicidad se manifiesta. Se dice en el Bhagawat,

Na sukhaṁ devarājasya, na sukhaṁ cakravartinaḥ,
yatsukhaṁ vītarāgasya, mune -rekānta-vāsinaḥ.

“Esa inmaculada incomparable felicidad perpetua del sabio solitario, que está libre de deseo, nunca está disponible para Indra, el rey de los dioses, o para el poderoso emperador”.

Por lo tanto, la buena gente deseosa de bienestar debe esforzarse duramente para mantener alejados todos los sentimientos por el mundo que causan dolor y miseria. Decidan y mantengan el sentimiento: “Yo no quiero ser ningún otro. No quiero ser un rey o una reina, un hombre o mujer ricos. Quiero ser la fuente de la dicha, el perfecto Brahman. En realidad, yo ya soy aquello, pero me he olvidado de mí. Yo soy una cosa, pero debido a un engaño, me considero otra cosa. Quiero deshacerme de este engaño. Ahora no quiero nada más. Solo consideraré aquello. Solo querré aquello. Solo voy a estar inmerso en aquello. Este es el camino hacia el bienestar. Voy a andar hacia él”. De esta manera, a través del discernimiento y el desapego, que todos eliminen los sentimientos engañosos.

A través del conocimiento constante del Ser, que todos abandonen el ego del cuerpo. Que todos hagan buen uso de la mente, el intelecto y el ego dados por Dios, que nadie haga mal uso de ellos. Que todos dediquen sus mentes a la contemplación de aquel venerado principio supremo; que todos se convenzan intelectualmente a sí mismos de este principio a través de las escrituras y el guru. Que todos establezcan sus egos en la perfecta y única dicha de Brahman.

Con falso apego a las absolutamente libres cosas de este mundo, un individuo se vuelve loco, pero cuando una chispa ardiente del conocimiento de Brahman entra en el corazón de alguien, de algún gran ser que ha aprendido sobre el estado de Brahman, todos los sentimientos engañosos son reducidos a cenizas. Entonces esa persona se vuelve pacífica, dichosa y contenta, de una vez y para siempre.

En una gran ciudad, por un camino real, había una casa de cuatro pisos que pertenecía al hombre más rico de la ciudad. Sentado en la terraza, su hijo veía pasar filas de miles de camellos con enormes fardos de algodón en sus lomos. En aquellos días, los camellos eran los trenes que transportaban mercancías por el desierto. La gente solía transportar sus bienes en ellos. El hijo estaba tan fascinado por las pilas de algodón que olvidó todo lo demás. Empezó a preocuparse por el algodón, pensando sin cesar: “¿Quién va a hilarlo? ¿Quién va a tejerlo? ¿Quién va a hilarlo? ¿Quién va a tejerlo?”, tanto se preocupó que se volvió loco. El padre estaba preocupado por su hijo, que solo repetía: “¿Quién va a hilarlo? ¿Quién va a tejerlo?” Consultó a muchos médicos, pero las medicinas no clamaron la obsesión, porque no conocían la causa de la enfermedad.

Entonces, un gran ser visitó la casa del hombre rico. Con gran cortesía el hombre le describió al gran ser la condición de su hijo, y se lo llevó para que lo viera. Inmediatamente, con una inteligencia extraordinariamente aguda, el gran ser entendió la causa de la enfermedad del hijo. Llegó a la conclusión de que el corazón del niño era muy débil, y que estaba preocupado por algunos asuntos inútiles. Le dijo al hombre:

¡No te preocupes! Tu hijo va a estar bien. Su mente se ha vuelto en la dirección equivocada. Simplemente debe volverse en la dirección correcta.

Luego llevó al niño a la terraza y le comenzó a hablar de los fardos de algodón sobre los lomos de los camellos. El niño se inquietó al escuchar sobre ellos. Sin embargo, el gran ser, dijo:

¡Oh hermano! Todas esos fardos una vez estuvieron apilados tan alto que parecían una montaña. Pero, ¡Dios mío! Algún fumador tiró su cigarrillo encendido en la pila y se incendió. Todo quedó reducido a cenizas. Todos esos grandes fardos de algodón se convirtieron en meras cenizas. Ahora no debes preocuparte por ellos. ¡El juego ha terminado!

Las palabras del gran ser eliminaron las preocupaciones del niño, que se convenció de que, dado que esas pilas habían sido reducidas a cenizas, no había ninguna necesidad de preocuparse por hilarlas o tejerlas. El chico se puso bien, renunciando a su apego a los bienes y preocupaciones ajenos. El padre del niño también se puso muy contento.

Las mentes de los animales estúpidos están cargadas con miles de sensaciones ilusorias. El apego y la preocupación por los sentimientos ilusorios lo desvían a uno de la dicha de su Ser y lo enloquecen. Cuando una chispa del fuego del conocimiento cae en la mente de uno, todos los sentimientos ilusorios son reducidos a cenizas. Solo el indestructible y permanente estado de Brahman permanece. Por eso el Señor dice en la Gītā,

Jñānāgni-dagdha-karmāṇaṁ, tamāhuḥ paṇḍitaṁ budhāḥ (4,19).

“Los sabios llaman pundits a aquellas personas que han quemado sus acciones a través del fuego del conocimiento del Ser”. Aquí hay que entender que el fuego del conocimiento no quema realmente las acciones, sino que destruye la ignorancia. El conocimiento es lo opuesto a la ignorancia, así como la oscuridad es lo opuesto a la luz. Primero la ignorancia es destruida por el conocimiento. A continuación, son destruidos los deseos, el efecto de la ignorancia. Esto destruye a las acciones, que son el efecto de los deseos. Cuando a través del fuego del conocimiento se queman la ignorancia y los deseos, solo entonces se pueden quemar las acciones. Así, la persona afortunada, cuyas acciones se queman debido a la quema de la ignorancia y los deseos por el fuego del conocimiento, se llama pundit.

Paṇḍitāḥ samadarśinaḥ (Gītā 5,18), Nānuśocanti paṇḍitāḥ (Gītā 2,11), “Un pundit es aquel que tiene visión de igualdad”. Aquí la igualdad es el impecable Brahman, citado en Nirdoṣaṁ hi samaṁ Brahmaṁ (Gītā 5,19). El que ve a Brahman dentro, fuera y en todas partes tiene visión de igualdad. Él nunca se lamenta, y aun en medio de las dificultades está siempre absorto en la dicha.

Bhinnā prakṛtiraṣṭadhā. Como se ha descrito anteriormente, la naturaleza inferior del Señor es óctuple. En términos de nombre y forma, visibilidad, inercia y divisibilidad, existen en su naturaleza inferior, y en efecto, es irrealidad. Así como el número nueve simboliza la perfección, el dígito ocho simboliza la imperfección. Lo que es imperfecto (incompleto), es mortal (perecedero). Yadalpaṁ tanmartyaṁ (Chāndogya Upaniṣad 7, 24, 1). Esta es la enseñanza de la shruti (escritura). Es por esto que la naturaleza de este óctuple mundo imperfecto es irreal. Por eso el gran Tulasidas dice: Tulasī prīti saṁsāra kī, kyoṅ nahiṅ tajata niḥśaṅka, ghaṭata ghaṭata ghaṭa jāta hai, jaise āṭhako aṅka.

“¡Oh mente! ¿Por qué no renuncias a tu amor por este mundo sin savia, imperfecto e irreal? Al igual que la tabla del ocho, este mundo se reduce cada día”.

Al multiplicar ocho por uno, dos, tres, cuatro, etc., hasta ocho, y sumar los dígitos del producto hasta tener un número de un solo dígito, el resultado se reduce uno a uno. Al final, solo queda el uno. El último dígito uno restante simboliza a quien preside el mundo, el Brahman Uno sin segundo. En la tabla siguiente se explica claramente el proceso.

8
8 x 2 = 16; 1 + 6 = 7
8 x 3 = 24; 2 + 4 = 6
8 x 4 = 32; 3 + 2 = 5
8 x 5 = 40; 4 + 0 = 4
8 x 6 = 48; 4 + 8 = 12; 1 + 2 = 3
8 x 7 = 56; 5 + 6 = 11; 1 + 1 = 2
8 x 8 = 64; 6 + 4 = 10; 1 + 0 = 1

Una vez todos nosotros, los ascetas, habíamos estado pidiendo limosna en la casa de un jefe de familia en Kanpur. Muchos hombres y mujeres se habían reunido allí para recibirnos. De aquel grupo se acercó una mujer de edad que cojeaba con un bastón, con dos o tres nietos. Ella ofreció sus saludos e hizo que sus pequeños nietos hicieran lo mismo. Sin dientes en la boca, dijo,

¡Maharaj! Yo no quiero nada. Pero, por favor bendice a estos niños profusamente, para que vivan mucho tiempo, se enriquezcan y mejoren la dignidad de sus mayores.

Mientras tanto, sus jóvenes nueras, bien vestidas y arregladas, también habían venido a saludarnos. Después de saludarnos, señalaron a su suegra, quien en ese momento comenzó a toser con fuerza. Se rieron y dijeron:

¡Maharaj! Por favor, dinos, ¿cuándo va a morir? Ella se hace tantos problemas, que también le causa problemas a los demás. A causa de su tos, no puede dormir, ni tampoco deja dormir a los otros en la casa. Sería bueno si se muriera pronto, ¿lo hará, Swamiji?

Al escucharlas, también me reí del amor por el mundo y sus motivos, y recordé la copla ya citada de Tulasidas. Cuánto amor por su progenie tenía esa vieja mujer que estaba lista para morir. Ella no quería nada para sí; seguía deseando toda la felicidad y la riqueza para su familia, ¡mientras su familia deseaba que ella muriera!

“Lo que uno necesita es diferente de lo que uno quiere”. Fue un buen ejemplo de cómo el amor interesado por este irreal mundo sin valor disminuye como la propiedad del ocho.

El divino maestro Shri Shankara Swami dice que, dado que estos ocho principios densos se llaman la naturaleza óctuple, no hay que tomarlos como principios físicos como la tierra, porque son el resultado de los cinco principios mezclados entre sí (paṅcīkṛta). Su origen es los cinco principios sutiles, sin mezclarse, separados de ellos: los cinco sentidos sutiles puros, como el olfato (tanmātra). Ellos solos forman la naturaleza de los principios densos. Del mismo modo, por la palabra “mente” uno debe entender su causa, el ego; y por la palabra “intelecto” hay que entender la causa del ego, el intelecto universal del huevo cósmico de oro. Además, mediante la palabra “ego” uno debe entender la ignorancia no manifestada, que es la causa raíz del universo.

Incluso en esta naturaleza inferior, dividida en ocho, en el principio, medio y fin, dentro y fuera, el principio perfecto existe como su apoyo. Solo ese principio único, permanente y esencial, vale la pena ser discernido, vale la pena ser conocido, vale la pena ser buscado, en el mundo de la dualidad que surge de la naturaleza divina. El mundo ilusorio de la naturaleza, que es nombres y formas, merece ser abandonado.

Por otra parte, dejando de lado todas las preocupaciones, solo deberíamos tener amor inquebrantable por aquella naturaleza esencial una sin segundo, y solo contemplarla incesantemente. Ese principio es siempre perfecto como la propiedad del dígito nueve, es grande, es eterno. Es Rama. Es Krishna. Es Shiva. Es tu Ser. Por eso el gran Tulsidas, mientras le enseñaba a Rama la contemplación del Uno sin segundo, dijo:

Tulasī aise rāmako, kyoṅ nahīṅ bhajata niśaṅka,
ādi antameṅ eka jo, jaise navako aṅka.

“El nueve es un número perfecto. En el principio, en el medio y al final siempre permanece siendo nueve”. Nunca disminuye como el ocho. A primera vista, las cifras parecen ser diferentes. Pero al ser arreglados, los dos dígitos siempre dan lugar al nueve. Cuando nueve es multiplicado por dos, tres, y así sucesivamente, en el principio, en el medio y al final solo obtenemos el dígito nueve. Esto puede demostrarse de la siguiente manera:

9
9 x 2 = 18; 1 + 8 = 9
9 x 3 = 27; 2 + 7 = 9
9 x 4 = 36; 3 + 6 = 9
9 x 5 = 45; 4 + 5 = 9
9 x 6 = 54; 5 + 4 = 9
9 x 7 = 63; 6 + 3 = 9
9 x 8 = 72; 7 + 2 = 9
9 x 9 = 81; 8 + 1 = 9
9 x 10 = 90; 9 + 0 = 9

De la misma manera, en este mundo de dualidad que surge de la naturaleza óctuple, solo el perfecto Brahman, el ser interno de todo, existe y forma su soporte omnipresente. En el estado de ignorancia, la naturaleza y el mundo son erróneamente sobreimpuestos a Brahman, pero en el estado del conocimiento, la naturaleza y el mundo son refutados en Brahman. Después de la refutación, solo queda aquel principio perfecto. Es por ello que debemos estar constantemente conscientes de principio supremo esencial. La conciencia incesante quita las condiciones mundanas como la depresión, la pasividad, el involucramiento y la miseria, y manifiesta estados santos de Brahman tales como grandeza, perfección, dicha, concentración y contentamiento. El venerado maestro Madhusudan Swami dice en Advaita siddhi:

Anādi-sukharūpatā nikhila-dṛśya-nirmuktatā,
nirantara-manantatā sphuraṇa-rūpatā ca svataḥ,
trikāla-paramārthatā trividhabheda-śūnyātmatā,
mama śruti-śatārpitā tadahamasmi pūrṇo Hariḥ.

“Mi naturaleza sin principio, la felicidad infinita, la eternidad de la forma infinita, la conciencia que pulsa espontáneamente, libre de todo lo perceptible (es decir, del mundo de la dualidad), la naturaleza esencial no obstruida por el pasado, presente y futuro, la ausencia de la triple diferencia entre el vidente, lo visto y el ver, han sido proclamados por cientos de shrutis y smritis. Yo soy Hari, el Mismo, el Ser perfecto, cuyos atributos han sido descritos anteriormente”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario