lunes, 28 de enero de 2013

Estrofa 28

Yeṣām tanta-gataṁ pāpaṁ,
janānāṁ puṇya-karmaṇāṁ,
te dvandva-moha-nirmuktā,
bhajante māṁ dṛḍha-vratāḥ (Gītā 7,28).

“Las personas que realizan acciones meritorias, cuyos pecados han sido destruidos, se liberan del obsesionamiento inherente a dualidades tales como el amor y el odio. Su voto es firme y Me adoran”.

El Señor Shrikrishna le cuenta a Arjuna sobre las personas que pueden trascender la obsesión provocada por las dualidades y que pueden hacer un voto firme de adorar al Señor. Solo los santos cuyos pecados han sido completamente destruidos por acciones meritorias pueden llegar a estar libres de la obsesión de las dualidades y pueden resolver adorarle con decisión. Otras personas, que tienen la intención de cometer pecados, no pueden liberarse de la obsesión de las dualidades ni amar al Señor y adorarlo enfocados. Los que no tienen amor por el Señor, que no se deleitan al recordar el nombre del Señor, que disfrutan la comida en un restaurante, el cine, las discotecas y las carreras, que no gustan de la buena compañía (satsang) y el nombre del Señor, a quienes les resulta molesto adorarlo y alabarlo al Señor, son pecadores.


Así como una persona afectada por la fiebre no puede disfrutar del sabor de una comida deliciosa, porque la fiebre se presenta como un obstáculo, también los pecados son un obstáculo que no deja que uno se deleite en los satsangs y la adoración. Por lo tanto, el ser humano debe realizar acciones meritorias para destruir los pecados. Debido a la presencia de los pecados, la mente no puede permanecer absorta en el recuerdo del Señor. El satsang no se vuelve sabroso como un néctar. Hay aversión a realizar jñanayajña (sacrificio por el conocimiento). Por lo tanto, en las escrituras los maharshis dicen:

Mahāpāpavatāṁ rājan! Jñāna-yajño na rocate.

“Un vil pecador no gusta de jñānayajña (adoración del conocimiento)”.

Al igual que el hambre es superada por el consumo de alimentos y la sed se apaga bebiendo agua, también los pecados prohibidos son superados con acciones meritorias. Por lo tanto, un individuo deseoso de la bienaventuranza final debe realizar acciones meritorias con el cuerpo, la palabra y la mente. Las acciones meritorias son aquellas ordenadas por el intelecto, haciendo las cuales las personas veneradas y el Señor son complacidos, y por las cuales también nosotros experimentamos satisfacción.

Se observa naturalmente en todas partes que el intelecto nunca impulsa a nadie a realizar acciones prohibidas. Aunque una persona entregada a su mente corrupta esté dispuesta a realizar acciones prohibidas, sin embargo, el intelecto se presenta constantemente en el espectro de miedo, mala fama y castigo. Una persona puede ser un ladrón y criminal y constantemente cometer acciones viciosas, pero el intelecto nunca inspira a hacer esas acciones. Por el contrario, continuamente se opone a ellas. El placer derivado de la realización de pecados no es genuino sino superficial, como una enfermedad consuntiva en la que el paciente parece robusto y saludable, pero debajo de la fachada, la persona enferma es lenta y carente de energía. Del mismo modo, el placer derivado de las acciones pecaminosas es repentino y de breve duración, mientras que por debajo el pecador está deprimido, asustado y agitado. El placer verdadero y duradero deriva de la realización de acciones meritorias. El intelecto siempre está impulsando desde el interior para llevar a cabo acciones meritorias.

Percibir las aflicciones de los demás y tratar de aliviarlas lo más posible es una acción meritoria. Por esa acción el Señor, que habita en todo en el universo, es complacido. Pensar, hablar, hacer el mal a otro y afligirlo son acciones pecaminosas y hacen que el Señor se enoje. Por lo tanto, cualquier persona que quiera trascender la dualidad y alcanzar la paz adorando al Señor, tiene que ser bueno y seguir haciendo el bien a sus semejantes. Por lo tanto Veda-Vyāsaji ha impartido en sus dieciocho purāṇas, escrituras, algunos consejos concretos:

Aṣṭādaśa-puraṇeṣu vyāsasya vacana-dvayaṁ,
paropakāraḥ puṇyāya, pāpāya para-pīḍanaṁ.

En los dieciocho purāṇas Vyāsa hace solo dos declaraciones: para ganar méritos haz acciones benevolentes, y ten en cuenta que herir a los demás es cometer un pecado. Si no tienes ganas de hacer el bien a los demás, por lo menos no dañes a nadie. Este es un llamado a la humanidad. Si uno no quiere hacer daño a los demás, decir nada malo de los demás, no hacer mal a los demás, esa persona nunca es herida. Esta es la ley de la naturaleza. Si una persona lastima a otra, entonces no solo el prójimo es herido, sino también la persona se hace daño a sí misma. Y si una persona hace feliz a otra persona, no solo hace feliz a esa persona sino también a sí misma. Si una persona critica a otro, entonces no solo critica al otro sino también a sí mismo. Es la regla divina de “lo que va, vuelve”. Si ofreces algo bueno a los demás, estarás bien y recibirás buenas osas. Si ofreces algo malo a los demás, estarás mal y recibirás malas cosas. Lo que siembres, cosecharás. Así como al ofrecer el bien a los demás uno cosecha el propio bien, al hacer daño a otros uno produce su propio daño. Por naturaleza una persona espera que todos los demás sean buenos y no lo perjudiquen. Para hacer realidad esta expectativa, la misma persona debe ser benevolente y no ser dañina con los demás.

Por lo tanto, para el bienestar de nosotros mismos y los demás, nuestros maharshis, que conocían el pasado, presente y futuro, han prescrito para la humanidad los cinco grandes sacrificios que deben ser realizados todos los días. Estos cinco grandes sacrificios son para los sabios, los dioses, los ancestros, la humanidad y las personas. De hecho, el Señor aparece ante nosotros en estas cinco formas. Los sabios son aquellos grandes seres que son divinos, que poseen buenas cualidades, que disciernen la verdad, que están establecidos en un estado elevado y desean el bien a todo el universo. El sol, la luna, el viento, el espacio y demás son todos dioses. En Nirukta, el comentario de los Vedas, se dice, dyotanād dānādvā devo bhavati, “El que ayuda a la manifestación o que otorga deseos es un dios”. Dioses como el sol son conocidos por su poder para ayudar a la manifestación y conceder deseos. Son benévolos, como los sabios. Los dioses incluso habitan en nuestros cuerpos. El sol se encuentra en los ojos, el fuego y el agua en la lengua, los ashwinikumaras (médicos del Señor) en la nariz, y así sucesivamente. Pālanāt pitā, “El que protege desde el nacimiento proporcionando comida, ropa y educación, es un pitā (un antepasado); hay muchos de estos antepasados, como padre, madre, maestros, y otros. Los sabios, dioses y antepasados ​​son tanto visibles como invisibles. Los consideramos a todos como formas del Señor y los adoramos a través de los sacrificios. El Señor se manifiesta ante nosotros en estas formas. El ser humano y todas las criaturas son la misma forma del Señor. El Señor reside en el corazón de todo ser, superior o inferior, como el Ser conciente. ¿Dónde no vive el Señor? Mires donde mires, allí está Él. Solo piensa un poco, y Él es discernido. Para que esto suceda uno necesita ojos de sabiduría. Si estudiamos los vedas, la Gita, las upanishads y buenos libros similares cada día, y escuchamos las disertaciones sobre estas escrituras dadas por grandes oradores, el Señor en la forma de los sabios estará complacido con nosotros. Por lo tanto, el mandato de nuestros más auspiciosos Vedas es: Swādhyāyapravacanā bhyāṁ na pramaditavyaṁ (Taittirīya Upaniṣad 1,11,1), “El estudio y la elucidación de las escrituras debe ser continuo, sin omisión”. Un ser humano no omite los alimentos o el agua, no los deja ni siquiera por un día; por supuesto, sabe que los alimentos y el agua son esenciales y muy útiles para mantener el cuerpo. Del mismo modo, el estudio y las disertaciones son esenciales y muy útiles para una vida divina. A través de ellos llega a su fin la angustiosa vida mundana y comienza una vida divina dichosa. Uno se vuelve bueno y también hace bien a los demás. Por lo tanto, el estudio y la elucidación de las escrituras son actos meritorios a través de los cuales se aniquilan pecados. Una persona sabia nunca debe abandonar el estudio y la escucha de disertaciones, sino que debe emprenderlos y alentar a otros para que los lleven a cabo. A través del servicio, el honrar y el estudio recibimos las bendiciones auspiciosas del Señor en la forma de los sabios. Por lo tanto, el sacrificio por los sabios es un acto meritorio esencial para nuestro bienestar, y tenemos que mantenerlo con regularidad.

En la misma línea, el sacrificio para los dioses también debe ser realizado diariamente. Llevar a cabo el ritual del fuego, es decir, fielmente ofrecer oblaciones puras como el ghi (mantequilla clarificada) al fuego, acompañado por el canto de los mantras védicos, complace al grupo de dioses. Purifica el ambiente y aniquila generalizadamente los gérmenes de diversas enfermedades. Los dioses gratificados rocían sobre nosotros las diferentes bendiciones, como las lluvias. Por eso el Señor dice en la Gita:

Devān-bhāvayatānena te devā bhāvayantu vaḥ,
iṣṭān-bhogān hi vo devā dāsyante yajña-bhāvitāḥ.

"Haz felices a los dioses a través del sacrificio, y la multitud de dioses te hará feliz”.
“Los dioses satisfechos por el sacrificio, te otorgarán los placeres sensoriales deseados”.

De esta manera, a través de sacrificios para los dioses, los dioses son reconocidos y toda la creación prospera. Por lo tanto, el sacrificio para los dioses es una acción meritoria que aniquila pecados. El servicio, śrāddha (ofrenda ritualística de alimentos en honor a los muertos) y taraṇa (libación de agua a los manes) son sacrificios por los antepasados. Los padres, cuando están vivos, deben ser servidos, honrados y obedecidos. Uno nunca debe herir sus sentimientos desobedeciéndolos. A este respecto, ¡qué gran ejemplo ha dado a la humanidad el Señor Shrirama! Del mismo modo, los antepasados ​​muertos deben ser complacidos a través de śrāddha y tarpaṇa. Tal como los sabios nos han concedido la riqueza del conocimiento, y los dioses nos han otorgado diversos placeres sensoriales y nos han beneficiado, también los antepasados ​​nos han beneficiado. Por lo tanto, a través de la ejecución de sacrificios para los antepasados, tenemos que darles algo a cambio. Debemos ser agradecidos, y nunca desagradecidos. La ingratitud es un gran pecado. Pero la ostentosa generación de hoy día es ingrata y deja de lado la mayoría de estos sacrificios. Burlándose de estos sacrificios, dicen: “¡Sí! A nuestra manera, también estamos realizando sacrificios. Tan pronto como nos levantamos, leer el periódico es el sacrificio por los sabios. Al encender un cigarrillo creamos el humo, que es nuestro sacrificio de fuego. Consumir té y otras sustancias venenosas es honrar a nuestros antepasados ​​en la forma de nuestro estómago. Nuestro estómago nos protege, por lo que es, por supuesto, nuestro pitā (ancestro)”. Este tipo de comentario sarcástico ha de ser totalmente evitado.

El cuarto es el sacrificio por la humanidad, que es cumplido honrando las visitas, ofreciendo servicio y caridad. Si alguna persona con hambre llega a la puerta, no debería ser decepcionado sin importar su casta, credo o nacionalidad, sea bueno o malo. Considerándolo como una forma del Señor Vishnu, hay que darle de comer de acuerdo a nuestra capacidad y complacerlo. Piensen cuánto ha beneficiado la humanidad a cada individuo. Cuando reciben su cena, hay varios elementos en ella. ¿Han sido hechos solamente con tu esfuerzo? Nunca. En la preparación de estos elementos han cooperado cientos, no, miles de personas. Algunas personas araron la tierra para que quede lista para la siembra. Algunos sembraron, otros la regaron, algunos la protegieron, algunos cosecharon los cultivos, y así sucesivamente. De esta manera, por cada elemento que haya, toda la humanidad ha desempeñado algún papel en su producción. Por lo tanto, cuando una visita se presenta a nuestra puerta, tenemos que ofrecerle algo para pagar nuestra deuda con la humanidad. Nuestras escrituras describen la importancia de honrar a las visitas. Al donar dinero o algo así, es esencial juzgar la idoneidad de quien lo recibe. Pero todo el mundo es considerado digno de recibir alimentos. El Señor está presente en forma de Vaiśwānara en el cuerpo de todas las personas. Es por eso que la alimentación de una visita hambrienta es, sin duda, adorar al Señor.

Hay que servir a los animales, aves, insectos y otras criaturas lo mejor que podamos. El verso aneka rūpa-rūpāya viṣṇave prabha-viṣṇave, “Las formas del Señor son muchas. Se manifiestan en el mundo en una gran variedad de formas y aparecen delante de nosotros”. Estas criaturas son nuestros semejantes y nos benefician. Al igual que nosotros, reclaman la casa como propia. Un mahatmaji llegó a una casa, donde la anfitriona era una mujer erudita. El mahatmaji le preguntó: “¿Para quién se construyó esta casa?”. (En hindi, “¿Para quién se construyó esta casa?” y “¿Con qué se construyó esta casa?” son la misma pregunta). La anfitriona dijo: “Está construida con ladrillos, piedras, morteros, etc.”. Dijo el mahatmaji, “¿A quién pertenece esta casa?” La señora de la casa, dijo, “Esta casa pertenece a muchos. Palomas, perros, gatos, hormigas, y muchos afirman que esta casa es de ellos. Pero yo no sé quién es el verdadero dueño”. El punto es que todos estos compañeros residentes de la casa reclaman la casa como propia. Así que algunas cosas de la casa deben ir para ellos.

La generosidad es muy importante. Tenemos porque damos. El que no ha dado es considerado pobre, un indigente. Por lo tanto, tenemos que dar lo que podemos pagar. Los Vedas dicen:

Śatahasta samāhara, sahasra-hasta saṅkira (Atharva Veda 3,24,5).

“¡Oh ser humano! Gana riqueza con el celo y esfuerzo de cientos de manos. Produce alimentos y otras cosas. Con la generosidad de miles de manos, úsalos por un buen propósito, distribuye alimentos y otras cosas”.

En otro lugar se dice:

Nyāyopārjita-vittasya daśamāṅśena dhīmatā,
kartavyo viniyogaśca īśaprītyartha-meva ca.

“Usa el diez por ciento de todo lo que has ganado legalmente en caridad para complacer al Señor. A través de ello, sirve a la creación entera. Complace al Señor en la forma de los desposeídos”.

Bhītebhya-ścābhayaṁ deyaṁ, vyādhitebhyas-tathouṣadhaṁ,
deyā vidyārthināṁ vidyā, deyamannaṁ kṣudhāture.

“Ofrece coraje a los que temen, medicina a los enfermos, conocimientos a los alumnos y comida al hambriento”.

‘Tana’ pavitra sevā kiye, ‘dhana’ pavitra kara dāna,
‘mana’ pavitra hari bhajana kara, hota trividha kalyāṇa.
jalase yadi noukā bharī, dhanase bharā yadi dhāma
donoṅ hātha ūleciye, taba hogā viśrāma.

“El cuerpo utilizado en el servicio es sagrado.
La riqueza utilizada en la caridad es consagrada.
La mente utilizada en la adoración del Señor es santa.
Estas son tres formas en las que serías bendecido.
Si el barco se llena de agua y la casa con dinero,
con ambas manos paléala hacia fuera. Así encontrarás descanso”.

Por lo tanto, una persona sensata no debería apegarse en exceso a objetos como la riqueza. Si discernimos con cuidado, encontramos que podemos reclamar como nuestras solo dos rebanadas de pan y un metro de terreno.

Si además de estos hay más objetos a nuestro alrededor, debemos abandonar el apego por ellos y darlos gustosos a cualquiera que los necesite. De ahí que en el Bhagawat, el sabio Bādarāyaṇa ha descrito la doctrina de la justa y noble ecuanimidad de la siguiente manera:

Yāvatā bhriyeta jaṭharaṁ tāvat-svatvaṁ hi dehināṁ,
adhikaṁ yo ’numanyeta sa steno daṇḍam-ahṝati.

Un individuo debe reclamar solo lo que puede satisfacer su estómago. Solo eso puede ser declarado como “mío”. Más allá de esto, si una persona reclama dinero y alimentos como suyos, se apega a ellos y no los comparte con los necesitados, entonces es un ladrón del Dios Universal. Esa persona tiene que ser castigada por la naturaleza. Por lo tanto, si tenemos más comida de la que necesitamos, se le debe dar a los hambrientos. Si uno tiene un montón de conocimientos, hay que compartirlos con los estudiantes. Si uno tiene un montón de tierra, se le debe dar a los pobres que no la tienen. Si uno tiene mucha fuerza, debe ser utilizada para proteger a la comunidad y el país. Si uno tiene un montón de dinero, debe ser utilizado constantemente para mejorar la situación de la comunidad, la situación financiera del país y el bienestar de nuestros compatriotas en todos los aspectos. Por lo tanto, cualquier proyecto auspicioso, público y nacional, que esté siendo llevado a cabo por el gobierno en la actualidad, es recomendado por las escrituras y son acciones loables y meritorias. Todos los ciudadanos deberían estar interesados ​​en ellos. A través de tales obras públicas el Señor Universal es complacido, se remueve el obsesionamiento de la dualidad mundana y surgen los buenos sentimientos de sacrificio, desapego y amor. En la Taittiriya Upanisad se dice:

Śraddhayā deyaṁ, aśraddhayā ’deyaṁ, śriyā deyaṁ,
hriyā deyaṁ, bhiyā deyaṁ, saṁvidā deyaṁ (1,11).

“Den con confianza, no den sin confianza. Den de acuerdo a su capacidad financiera y física. Den también de acuerdo a las costumbres sociales. Den por temor a lo que vendrá. Den a los propósitos de causas meritorias como la amistad, la reforma nacional, la protección de los olvidados y abandonados”.

 En todas las épocas favorables y desfavorables, den de acuerdo a su capacidad. En las escrituras se dice:

Anukūle vidhau deyaṁ, yataḥ pūrayitā hariḥ,
pratikūle vidhau deyaṁ, yataḥ sarvaṁ hariṣyati.

Si la suerte es favorable, entonces den caridad de acuerdo a su capacidad. Al dar, Shri Hari mantendrá lleno su cofre del tesoro. Nunca van a sufrir escasez de recursos. Si la suerte no está a su favor, entonces también den caridad. Porque los malos tiempos se llevarán todo lo que tengan. En lugar, es mejor darlo a causas favorables, por el bienestar público y ganar mérito.

En la obra Vyāsa Smṛti, la caridad es elogiada y la mezquindad es condenada de una manera única:

Adātā puruṣastyāgī, dhanaṁ saṅtyajya gaccḥati,
dātāraṁ kṛpaṇaṁ manye mṛto ’pyarthaṁ na muñcati.

El avaro es considerado como un gran renunciante, porque un día él tendrá que dejar su amado dinero aquí e irse con las manos vacías, aunque le gustaría mucho llevarlo consigo. Al no hacer caridad ha renunciado al mérito; sin méritos, ha renunciado a la riqueza de la felicidad que obtendría en su próxima vida. De esta manera, la antítesis de la caridad, se vuelve un renunciante total. Por otro lado, una persona generosa es considerada realmente avara, porque ni siquiera después de la muerte renuncia a su riqueza. Debido a la caridad gana mérito. Debido al mérito, en su próxima vida obtiene muchas más veces más que el dinero que dio. Por lo tanto, la persona generosa nunca abandona la riqueza, sino que ahorra cien veces en lugar de solo diez, y es llamada “tacaña”.

Algunas personas no creen en la reencarnación. Preguntan: “¿Por qué debemos creer en la reencarnación? ¿Dónde está la prueba?”. La respuesta a esto es natural. La prueba son los fuertes diferentes deseos de los individuos y las tendencias incumplidas. Es evidente para todos que el señor Mente está albergando en su corazón una red de varios deseos. Dondequiera que él percibe felicidad y belleza, se enamora. Piensa constantemente en lo mismo, por lo que tiene que pasear por las diferentes especies. Sus deseos y tendencias nunca llegan a ser infructuosos. Él renace para el cumplimiento de las tendencias en la forma de consecuencias, por las acciones realizadas de acuerdo a los deseos. Si se terminan sus deseos, a continuación, renacer también habrá terminado, por lo que de inmediato se obtendrá la liberación. Nuestra eminente upanishad dice lo mismo de la siguiente manera:

Yadā sarve pramucyante kāmā ye ’sya hṛdi śritāḥ,
atha martyo ’mṛto bhavati, atra Braḥma samaśnute (Kaṭhopaniṣad 2,3,14).

“Cuando se destruyen los deseos que residen en el corazón de los mortales, el individuo mortal se hace inmortal, alcanza a Brahman y es liberado del ciclo del nacimiento y la muerte”.

Por lo tanto, para avanzar en la vida futura, así como para alcanzar la liberación sin par, el Señor en la Gita ha recomendado acciones meritorias como el sacrificio, la caridad y la penitencia, para que los pecados sean destruidos uno a uno, seguido de la purificación de la vida entera.

Yajñadāna-tapaḥ-karma na tyājyaṁ kārya-meva tat,
yajño dānaṁ tapaścaiva pāvanāni manīṣiṇāṁ (Gītā 18,5).

“Las acciones meritorias, como yajña (sacrificio), la caridad y la penitencia, no deben abandonarse. Por el contrario, deben ser realizadas. Estas tres acciones hacen divina a la gente común y a los eruditos”.

Es por eso que en el caso de un jñānayogi se dice:

Na karmāṇi tyajed yogī, karmabhis-tyajyate hyasau.

“Un jñāna yogi nunca debe abandonar deliberadamente a las acciones meritorias como yajñas, sino que debe establecerse en un estado de felicidad extática elevada, de manera que las mismas acciones le abandonen a él; no debería ser consciente de la realización de las acciones”. Una fruta no debe ser arrancada de un árbol, sino que la fruta debe madurar y caer por sí sola. Si es arrancada del árbol, puede estar inmadura y amarga, pero cuando se cae por sí sola, tiene néctar abundante y dulce. Del mismo modo, cuando un jñāna yogi se establece en el estado puro y sublime que trasciende la mente, a través de la realización de acciones meritorias como yajñas, entonces las acciones por sí mismas se alejan de él y el yogi se llena del sublime gozo no dual de Brahman.

Las escrituras dicen que hasta el yogi realizado —siempre y cuando esté consciente— debe llevar a cabo acciones meritorias para el bienestar de la humanidad, a pesar de que no son por el bien del propio yogi. No es de extrañar que las escrituras le indiquen a un buscador deseoso de liberación, que realice acciones meritorias para destruir pecados y por otras causas. Por lo tanto, se deben realizar acciones meritorias como yajñas y caridad. Solo a través de acciones meritorias uno puede alcanzar poderes mágicos y varios méritos como la libertad de las catástrofes. A tal efecto, se pueden encontrar muchas referencias en las historias y los puranas.

El rey Rantidev era un conocedor devoto y tenía un corazón inmenso y noble. Solo discernía al Señor en todos. Cuando alguien le pedía, él inmediatamente daba. Debido a su enorme generosidad, cuando un hermano más joven, llamado Guru, le pidió todo el reino, Rantidev gustoso dio su reino a su hermano. El hermano menor le daba a Rantidev una suma mensual para su subsistencia. Las hormigas llegan sin invitación a un terrón de azúcar. Si cualquiera le pedía de su asignación mensual, Rantidev inmediatamente la daba. Cuanto más le daba su hermano menor, más donaba Rantidev. El hermano menor le hizo comprender que hasta el tesoro de Kubera (el tesorero de Dios) se agota si es distribuido sin cuidado. ¿Cuánto tiempo puede un mero rey permitirse el lujo de dar? Pero dar a otros era la generosa costumbre del rey Rantidev. Una vez que se forma un hábito, bueno o malo, es difícil librarse de él. Una vez recibió provisiones para todo el mes. Un mendigo se la pidió, Rantidev la dio en el acto, y se quedó sin nada que comer. Comenzó a ayunar. El hermano menor se había negado a seguir dando. El devoto rey Rantidev dependía del destino con respecto a su cuerpo, pero controlaba su mente. Había trascendido la dualidad mental y contemplaba constantemente el firme, perfecto, Supremo Ser no dual. Tal como es el destino, así es el cuerpo. De acuerdo a la fortuna, uno pasa por felicidad y miseria. Al igual que el excelso devoto Narasimha Mehta, solía decir:

Sukha duḥkha manamāṅ na āṇiye, ghaṭa (śarīr) sāthe re ghaḍiyāṅ,
tālyāṅ te koīnāṅ nava ṭale re, raghunātha nāṅ jaḍiyāṅ.

“No te preocupes por el placer y el dolor, son hechos junto con el cuerpo.
Nadie puede evitar, por mucho que lo intenten, lo que Señor de los Raghus tiene incrustado”.

Tenía desapego, contentamiento y paz en su corazón. Estaba seguro de que este mundo es una reunión de aves. Cada persona viene aquí sola y se va sola. Este jardín que es el mundo continuará con sus miles de aves. Cada una dirá lo suyo y volará lejos. Algunas ríen y vuelan, otras lloran y vuelan. Es una vida de cuatro días: ¿qué es el sufrimiento, qué es el alivio?

El destino es misterioso. En cada grano, en cada gota, en cada fibra está el nombre de su disfrutador. Un hombre rico es dueño de una arboleda de mangos. Los árboles están cargados de hermosos y deliciosos mangos. Sin embargo, el propietario no puede comerlos. El médico le ha advertido que si los come, va a sufrir de hemorroides. El pobre hombre no puede comer los mangos y se lamenta al respecto. Un viajero llega, arranca los mangos, los disfruta y se va. Cada hombre consigue lo que está destinado a conseguir. Si no, por mucho que lo intente, no va a conseguirlo.

El rey Rantidev había ayunado durante varios días —su hermano se había negado a darle más— pero estaba feliz recordando al Señor. Se dice que así transcurrieron cuarenta días. Su cuerpo se había vuelto muy débil. Estaba muy cerca de la muerte. Su esposa e hijos estaban en paz recordando al Señor. Solo por estar en las proximidades de un árbol de sándalo, un árbol con hojas amargas también se vuelve perfumado. Del mismo modo, los miembros de la familia del rey también se habían rendido al sufrimiento, estaban en paz y recordando al Señor. Su hermano ahora sintió lástima por ellos. Les envió una cena dulce y deliciosa que contenía khir.

Rantidev dijo:

—El Señor de la creación ha enviado esta cena. Ya que está aquí, acéptenla y cómanla.

Todos estaban a punto de comer. De repente apareció un brāhmaṇa. Dijo: “¡Oh, rey! Tengo mucha hambre. Oí hablar de ti y vine”. Inmediatamente y sin importarle el dolor de su hambre, con mucho gusto dio al huésped no invitado una parte de su porción de la cena. Cuando estaba a punto de comer las sobras, se presentó un hombre de casta baja. Rogó por la comida, y el rey le dio una parte. El rey tenía visión equitativa. Veía a todos como una forma del Señor Narayana, y era el Señor Narayana quien daba y se llevaba. No había otro dador o receptor que Él. Estaba dispuesto a tener lo que sobraba. De repente apareció un hombre santo con rizos enmarañados. Dijo: “¡Oh, rey! Tengo mucha hambre. Quiero algo de comer”. Con gran amor, el rey le ofreció la comida sobrante. Solo sobraba agua, que estaba a punto de beber, y un mendigo intocable apareció, rogando por agua. Rantidev le dio el agua sobrante, y estaba muy contento en su corazón.

Mientras el rey observaba, el mendigo intocable se transformó en un dios radiante. Se presentó:

—Yo soy Dharmarāj. ¡Oh, rey! Tú eres grande. Tu abnegación y sacrificio son muy encomiables. Estoy tan complacido contigo. Puedes pedir cualquier favor que quieras.

Rantidev dijo:

—Yo no quiero nada más. Lo único que deseo es devoción interna constante por el Señor.

Dharmaraj lo bendijo con el don de la devoción y le dijo:

—Pronto te encontrarás con el Señor.

Mientras decía eso, el brāhmaṇa se transformó en el Señor Vishnu. Sus manos sostenían una concha, un disco, una maza y un loto. Cuando Rantidev vio la radiante forma del Señor, quedó abrumado de amor. El Señor dijo: “¡Oh, rey! Tomé esa forma para probar tu renuncia y amor. Estoy tan complacido contigo”. Mientras tanto, también aparecieron el hombre de casta baja y el asceta con rizos enmarañados. El hombre de casta baja se convirtió en Brahmā, y el asceta en Shankara. El rey estaba muy complacido de ver a los tres dioses, Brahmā, Vishnu y Shankara. Su hambre desapareció. Su cuerpo débil y arrugado fue refrescado y se hizo fuerte otra vez.

El Señor elogió fuertemente el sacrificio, la paciencia y el amor del rey Rantidev y lo bendijo colocando su benevolente mano sobre la cabeza del rey. El Señor dijo: “Nosotros, los tres dioses, somos uno. No hay ninguna diferencia real entre nosotros”:

Sṛṣṭi-sthityanta-karaṇīṁ braḥma-viṣṇu-śivātmikāṁ,
sa saṁjñāṁ yāti bhagavān eka eva janārdanaḥ.

“Yo soy el único Señor Janardana, que toma los nombres y las formas de Brahma, Vishnu y Shiva, para la creación, el sostenimiento y la destrucción del universo”.

Rantidev dijo:

—¡Señor! Tengo el mismo sentimiento divino por todo. No considero a nadie inferior a nadie. Considero que todos son una forma de Brahman.

El Señor dijo:

—¡Bien! Mi darshan siempre tiene recompensa. Por lo tanto, pídeme cualquier don.

—¡Oh Señor! Dharmarāj ya me ha dado el don de la eterna devoción constante. Además de esto y tu compasión, ¿qué más puedo pedir?

El Señor expresó su gran amor y le dijo:

—Insisto. Debes solicitar alguna bendición de mi.

Rantidev dijo:

—¡Señor! Si insistes tanto, entonces pido: que me sean dadas las aflicciones de toda la creación, y que todos los seres estén libres de sufrimiento y sean felices. Que solo yo sufra sus aflicciones.

—¡Oh, rey! Esta es tu verdadera nobleza, compasión e intenso amor universal. Si uno piensa con atención, en verdad el dolor no es algo a lamentar. Es algo muy beneficioso. Destruye defectos como el orgullo y da lugar a cualidades como el desapego. Si no hay dolor, nadie va a desarrollar desapego del mundo. Sin desapego nadie alcanzará el logro supremo de la devoción y el conocimiento. Por eso he hecho que el mundo sea transitorio y una morada de dolor. Esta cuerda de dolor tira de las criaturas que se han alejado del Señor y que están apegadas al mundo, llevándolos hacia el Señor. Por lo tanto, las acciones buenas y malas de las criaturas deben permanecer con las criaturas. No sería beneficioso, sino perjudicial que las criaturas estén totalmente libres de dolor. Habría caos en el orden mundial. Por lo tanto, no es adecuado que pidas esa bendición.

Escuchando la misteriosa explicación del Señor, el Rey Rantidev se puso muy contento. Ofreció sus saludos al Señor con las manos juntas y de nuevo dijo:

—¡Entonces, Señor! Por favor, dame solo el don de la devoción, que es gratuita, una verdadera mina de la felicidad, y beneficiosa. Pido solo esto, oh Océano de la compasión, Señor.

—¡Que así sea! — y se volvió invisible.


De esta manera, cuando un ser humano se deshace de las malas cualidades como el orgullo, los celos, el odio y la lujuria, y desarrolla buenas cualidades como la compasión, la generosidad, el amor y el desapego, destruye sus pecados a través de acciones meritorias, trasciende la dualidad, y puede adorar al Señor. En consecuencia, él alcanza el discernimiento del Señor y muchos otros poderes. Así hace la vida humana consumada, bendita y exitosa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario