¡Icchādveṣa-samutthena,
dvandva-mohena bhārata!
¡Sarvabhūtāni saṁmohaṁ,
sarge yānti paraṅtapa! (Gītā 7,27)
“¡Oh Bhārata! ¡Oh Paraṅtapa! En este
mundo, el obsesionamiento, en forma de dualidad de placer y dolor, que surge
del deseo y los celos, causa ilusión y aflicciones a todos las criaturas”.
El Señor Shrikrishna dice a Arjuna: “¡Oh
Bhārata (que literalmente significa ‘Joya del linaje de Bharata’, o bhā que significa ‘brillantez en la
forma de conocimiento de Brahman’ y rata
que significa ‘cautivado en o amante de ese brillo’), Arjuna! Tienes un gran
amor por el conocimiento de Brahman, por lo tanto, te estás beneficiando con
ese conocimiento”. Si uno desea algo de corazón, entonces sin duda lo consigue.
“En lo que tu corazón está puesto
realmente, es lo que sin lugar a dudas consigues”.
Hay dos tipos de luz. Una es la luz física
externa y la otra luz interior, espiritual. La luz externa no elimina la
oscuridad interior. Solo la luz interior puede eliminar la oscuridad interior.
El que tiene confianza en el satsang
(la compañía de los santos), aversión por lo mundano, recuerda al Señor y ama
al Señor, solo esa persona consigue la gran luz del corazón. Esa luz es divina,
suave, fresca, serena, deliciosa y deleita al corazón. El gran ser que la
experimenta una sola vez por unos pocos momentos, sabe que todos los objetos
del mundo son insípidos y chatos. Esa luz deliciosa no es otra cosa que el
conocimiento de Brahman. Cualquier persona que ama mucho esa luz se vuelve bhārata como Arjuna. Ese bhārata transforma este mundo doloroso
en dichoso cielo. Tal bhārata se
vuelve un paraṅtapa. Paraṁ-śatruṁ tāpayati-udvejayatīti paraṅtapa,
parantapa es el que causa angustia al
enemigo en la forma de la ignorancia y lo destruye. La ignorancia es el único
gran enemigo. El que la destruye es considerado como el conquistador del mundo.
No es cierto que Arjuna sea el único
Bhārata y Paraṅtapa. Ustedes también pueden desarrollar gran amor por el
conocimiento de Brahman y volverse Bhārata y Paraṅtapa. Por lo tanto, ¡oh
venerada gente! Vuélvanse Bhārata. Llenen sus corazones con la luz divina
espiritual y transformen este mundo doloroso en un cielo maravilloso. El que
transforma su propia mente puede transformar el mundo. El que inunda la mente
con la divina bienaventuranza pacífica de Brahman comienza percibir el mundo
entero como dichoso.
Nārayaṇa jāke hṛdaya, sundara-śyāma lakhāya,
phūla pāta-phala ḍarameṅ tāko vahī lakhāya.
Dara divāra darpaṇa bhaye, jita dekhūṅ tita tohiṅ,
kāṅkara pāthara ṭhīkare, bhaye ārasī mohiṅ.
“Narayan, moreno y guapo, se ilumina en el
seno,
para esa persona Él aparece en hojas,
frutos, ramas y flores,
cuando las puertas y las paredes se
convirtieron en cristal, Te veo en donde sea que miro.
Guijarros, rocas y tiestos se volvieron en
Tus espejos para mí”.
El mundo siempre está involucrado en diferentes
problemas y disparidades. La gente que quiere conciliarlas desarrollando
racionalismo externo son como los que tratan de eliminar la fiebre con un baño
frío. Tal como la fiebre no baja por bañarse en agua fría, sino que por el
contrario aumenta, también por el uso del racionalismo, en lugar de conciliar
los diferentes tipos de disparidades, el dolor aumenta. Las diferencias solo
pueden conciliarse con ecuanimidad llena de sentimiento espiritual desde el
corazón. La gente que hace caso omiso de esta gran doctrina de la ecuanimidad y
promueve el bajo comunismo externo, alentando vicios como la violencia,
codicia, arrogancia, y demás, viven una vida arrasada por los fuegos del
terrible mundo plagado de dualidad. Cuando abracen la ecuanimidad que surge del
sentimiento espiritual, vivirán la vida en un excelente marco, serán libres de
las aflicciones de este mundo plagado de dualidad y serán felices, y harán que
un río de felicidad divina y paz fluya por el universo.
La yoga-maya
no manifestada tiene dos principales hijos: uno es el deseo y el otro es el
odio. Ambos son tan poderosos, que no se van ni aunque trates de librarte de
ellos. Además han invadido el mundo y lo dominan. Por lo tanto, naturalmente,
toda la creación tiene deseo de objetos agradables, y odio por los objetos
desagradables. La naturaleza del deseo es: “Me gusta este objeto. Necesito este
objeto. Debo tener este objeto”. La naturaleza del odio es: “No me gusta este
objeto. No necesito este objeto. No debería estar conmigo”.
De acuerdo con los diferentes gustos y
sentimientos de uno, un objeto le gusta a uno mientras que a otro no. Uno dice:
“Yo quiero”. Y otro dice: “Yo no quiero”. Por lo tanto, no es una regla que el
objeto deseable para uno lo sea para todos. De ahí que los expertos dicen:
Bhinna-áspṛhāṇāṁ prati cārtha-marthaṁ,
dviṣṭatva- miṣṭatva-mapa-vyavasthaṁ,
“Cada objeto evoca una sensación diferente
en las criaturas con diferentes deseos. Evoca odio en algunos y amor en otros”.
Una persona puede gustar de un objeto, mientras que otro puede odiarlo. Una
persona puede amar ver películas, mientras que otro puede odiarlo. Se puede
odiar fumar, mientras que otro puede disfrutarlo. En cuanto a los objetos
mundanos, no hay ninguna regla que diga que un objeto del agrado de uno deba
ser del agrado de todos los demás, o un objeto odiado por uno deba ser odiado
por todos los demás. Más aún, un objeto favorito de hoy puede ser no gustado
mañana, y el objeto odiado de hoy puede volverse un favorito mañana. Lo que
preferimos hoy aquí, puede perder nuestra preferencia en otro lugar o tiempo. A
veces, en algún lugar, sentimos al clima frío como un néctar, y otras veces podemos
evitarlo como si se tratara de veneno. Un objeto muy querido para nosotros
puede llegar un día a ser el más odiado, y viceversa. La gente tiene una
relación de amor-odio con los duales objetos mundanos. Nunca permanecen siendo iguales.
Sin embargo, el ser humano, torpe,
persigue día a día los ilusorios sentimientos de amor y odio, y se vuelve loco.
La persona anhela la felicidad, donde esencialmente no hay ninguna felicidad,
sino solo dolor. Para lograr el objeto deseado, la persona puede desearlo y
correr tras él como un ciervo corre detrás de un espejismo para saciar su sed.
Y la persona puede volver la espalda adonde hay un suministro constante de
felicidad sin rastros de dolor, considerándola como la fuente del dolor. Esta
es la esencia del mundo y el caos del conocimiento. Uno cree una cosa, mientras
que lo que sucede es otra cosa diferente.
La armonía y el disenso son hermanos gemelos,
y viven juntos en el mundo encantando a toda la humanidad. Uno se esconde
mientras el otro se manifiesta. Un ser humano ama a un hermano y odia al otro. Una
persona se perturba cuando la deseada armonía no aparece, sino su gemelo, el
disenso. En este mundo dado vuelta, cada persona quiere algo pero recibe algo
diferente. Quiere obtener un objeto deseado y evitar el indeseado, pero obtiene
el indeseado, y el deseado le sigue siendo difícil de alcanzar. Cuando ocurre
lo opuesto de lo deseado, se fortalecen el deseo y odio. Estos deseos y
sentimientos de odio son las causas subyacentes de diferentes dolores humanos y
el ciclo de nacimiento y muerte. Al abandonar esos sentimientos, un ser humano
puede liberarse de dolores y del ciclo de nacimiento y muerte. Por lo tanto, el
apego a la dualidad es la tristeza, y alejarse de la dualidad es la felicidad.
La dualidad es sin duda la naturaleza de este mundo sin valor. El gran poeta
Kalidas dice en su Meghaduta:
Kasyātyantaṁ sukha-mupanataṁ duḥkha-mekāntato vā,
nīcair-gacchatyupari ca daśā cakra-nemi-krameṇa (Megha dūta Uttar Megha 46).
“Así como la circunferencia de la rueda de
un carro a veces sube y baja de manera rápida, así también la felicidad y la
miseria se acercan y dejan al ser humano con rapidez”.
Un ser humano nunca es siempre feliz ni
siempre triste. En un momento hay felicidad y al momento siguiente tristeza.
Ahora se ríe y al momento siguiente llora. De esta manera, la dualidad de la
felicidad y la tristeza se alternan en sucesión, como el día y la noche, como
el amanecer y el atardecer, como el calor y la sombra. Al desarrollar deseos
por las cosas que prefiere y odio por las cosas que no le gustan, el ser humano
siempre está inquieto. Solo puede experimentar paz duradera cuando trasciende
la dualidad. Por lo tanto, alguien pensante debe mantener la actitud de que
nada sea favorito ni rechazado, nada sea deseable ni indeseable. Nadie es
realmente bueno o malo. Desde el punto de vista de Brahman, todo es simplemente
bueno. Por otro lado, desde el punto de vista de lo falso, todo es simplemente
malo. Brahman, que es una masa de existencia, conciencia y felicidad, que es
indestructible, y que es el Ser interior, es lo único bueno. Por lo tanto, uno
debería concentrarse solo en Brahman. Uno debe discernir Aquello en todas
partes, dentro y fuera. Solo por eso vale la pena ser contemplado, mirado,
escuchado, descrito o degustado. El resto de este mundo ilusorio y dual,
plagado de nombres y formas, es muy malo y debe ser evitado en todos los
sentidos. Por lo tanto, no vale la pena ser contemplado, mirado, escuchado,
descripto o degustado. No se debe desarrollar ningún deseo u odio por ello.
Este es el camino real hacia la paz eterna. Recurriendo a este camino real, más
de un vidente, santo y devoto se ha convertido y se está convirtiendo en
supremamente dichoso.
Una persona exigente alcanza la paz eterna
y la dicha perfecta solo cuando aprende y domina el arte de morir en vida y
vivir mientras se está muerto. El que sabe morir con el mundo de la dualidad
sabe vivir en el dichoso Brahman. Y el que sabe cómo vivir en Brahman puede
morir para el mundo. El que derriba esta morada de la dualidad vive
permanentemente en esa morada. Sin erradicar el infierno no se puede vivir en
el cielo. El que sale de las ardientes arenas del desierto es elegible para
experimentar la frescura de la cima de la montaña Kedarnath. Sin morir, uno no
puede ser libre. Aquel que muere se libera.
Svayaṁ mṛtvā svayaṁ bhūtvā svayamevā-vaśiṣyate,
“Cuando mueres para el ser o alcanzas el
Ser, solo el Ser queda”.
Había un loro. Era prisionero en una jaula
en una casa. Quería ser libre. ¿Quién no quiere ser libre? Todo el mundo quiere
ser libre, a todo el mundo le gusta la libertad. Incluso los niños pequeños
están encantados cuando se acerca el fin de semana, porque trae tiempo libre.
Cuando la luz del sol del conocimiento brilla en el palacio del corazón, uno se
libera de la oscuridad de la ignorancia y las afecciones que resultan, tales
como el deseo, el odio y dualidades. Por lo tanto, oramos al Señor que mora
dentro con mantras védicos: asato mā sad
gamaya, tamaso mā jyotir-gamaya, mṛtyormā amṛtaṁ gamaya, “¡Oh Señor!
Condúceme de la mentira a la verdad. Condúceme de la oscuridad a la luz.
Condúceme de la muerte a la inmortalidad sin miedo”.
Estamos atrapados en el engaño, la
oscuridad y la muerte desde tiempo inmemorial, estamos sufriendo de diversos
padecimientos derivados de ellos, y queremos estar libres de ellos. Por lo
tanto clamamos por ayuda, “¡Oh Fuente de compasión! Líbranos de ellos y
llévanos rápidamente a la morada de la verdad, la luz y la inmortalidad”.
Del mismo modo, el loro también quería
libertad. Pensaba constantemente en salir de su jaula. Un día llegó a la ciudad
un gran ser, un sabio erudito establecido en Brahman. Miles de hombres y
mujeres fueron a escuchar sus discursos, que eran interesantes, potentes y
llegaban al corazón. Las personas religiosas y con inclinaciones espirituales
estaban extasiadas de placer escuchando sus conferencias. No se cansaban de
alabarlo. Decían: “Hasta ahora, jamás había llegado a esta ciudad ningún gran
ser como él, que nos pueda iluminar sobre el conocimiento de Brahman y
liberarnos de los grilletes de la mundanidad dolorosa. Debido a nuestra buena
fortuna, un gran santo como él ha llegado a nuestra ciudad”.
El loro oyó hablar a la gente que pasaba
por la casa del propietario. Inteligente, dijo a algunos de los devotos:
“¡Hermanos! Cuando ese gran ser, que es muy compasivo y que concede la liberación,
esté a su lado y les dé instrucciones para la liberación, por favor,
transmítanle mi mensaje. Estaré agradecido. Quiero liberarme de esta jaula,
pero no sé cómo hacerlo. Por favor, pregúntenle por mí: ¿cómo puedo ser libre? El
santo, fuente de compasión, seguramente me mostrará algunos medios”. Benevolentes,
los devotos aceptaron gustosamente la petición del loro de transmitir su
mensaje al santo y llevarle su respuesta.
Al día siguiente, el pueblo se reunió con
el gran ser. Estaba sentado en sus aposentos privados antes del discurso y le
transmitieron el mensaje del loro. En cuanto oyó el mensaje, el gran ser perdió
el conocimiento súbitamente. Tuvo convulsiones violentas y se deslizó del
asiento con sus manos y pies agitándose en todas las direcciones. Estaba completamente
inconsciente. Los devotos se asustaron mucho. Tenían miedo de ser acusados de
causarle un ataque al corazón. Salieron del lugar a toda prisa y corrieron de
regreso al loro, que estaba ansioso por escuchar la respuesta.
—¡Oh señores! ¿Qué medios Mahatmaji
sugiere para mi libertad?
—Tu mensaje le afectó tan gravemente que perdió
su conciencia en cuando lo oyó. Se cayó de su asiento y se puso inerte como un
tronco. Hasta podría estar muerto. ¿Cómo podríamos traerte alguna respuesta
suya? ¡Está inconsciente!
El inteligente loro entendió la respuesta
de inmediato. Se puso feliz. Le dijo a la gente:
—¡Queridos! Ya se pueden ir. Tengo mi
mensaje. El Mahatma me dio el medio para liberarme de una manera muy extraña. A
pesar de que no lo han entendido, con su gracia, yo sí lo he entendido.
El loro siguió los consejos dados por el
Guru Mahatma. Como el santo, fingió estar inconsciente. Agitó sus alas y se
quedó inmóvil. Cuando en la casa vieron al loro así, gritaron: “¡Oh, Gangaram!
¡Gangaram! ¿Qué ha pasado? ¿Cómo es que de repente estás así? Di algo. Abre los
ojos. ¡Toma este pimiento que tanto te gusta!”. Pero el loro se había vuelto la
mascota discípulo del Guru. No respondió a los llamados. Ni siquiera comió
cuando lo alimentaron. No hizo caso a las súplicas. No se movió cuando lo
tocaron. La familia se esforzó en hacerlo despertar, pero el loro se mantuvo
inconsciente. Estaba vivo, pero parecía muerto. Finalmente llegaron a la
conclusión de que el loro estaba muerto. Abrieron la puerta de la jaula. El inteligente
loro buscó el momento oportuno para volar. Miró a su alrededor furtivamente.
Sus dueños estaban lejos, en alguna parte de la casa. Pensando que estaba
muerto, lo habían abandonado. Se escapó de la jaula en la que había estado
confinado dolorosamente, volando a la libertad de un hermoso bosque en el
Himalaya, a orillas del Ganges, y comenzó a experimentar la constante divina
bienaventuranza de la libertad.
En este ejemplo, el loro es la persona
engañada por maya. Está atrapado en
la jaula del mundo en forma de apegos por el cuerpo, la propiedad y demás. Está
experimentando diferentes sufrimientos debido a la dualidad de gustos y
disgustos, envuelto en deseo y odio. Quiere ser libre de todo esto y lograr el
flujo incesante de la felicidad que surge en la morada de la libertad. Pero su
deseo se cumple solo cuando él se entrega fielmente a un Guru, un gran ser;
comienza a practicar las enseñanzas del Guru y obtiene la gracia del Guru. Sin
la gracia del Guru, independientemente de lo que uno es, no se puede alcanzar
la libertad y felicidad eternas. Por eso, en nuestras ilustres escrituras se
dice:
Durlabho viṣaya-tyāgo, durlabhaṁ tattva-darśanaṁ,
durlabhā sahajāvasthā, sadguroḥ karuṇāṁ vinā.
“Sin la gracia del verdadero Guru, es muy
raro abandonar el deseo por los objetos que nos gustan y el rechazo por lo que
nos disgustan, para discernir el Principio de la Verdad Sublime, y alcanzar el
estado de felicidad divina del samadhi natural”. Sin embargo, cuando ocurre la
gracia del verdadero Guru, todo lo que es difícil se vuelve extremadamente
fácil, y una persona se vuelve el Señor Narayana. Este digno buscador de la
libertad, después de haber obtenido las compasivas directivas del verdadero
Guru, ya está muerto en vida. Vivir en el éxtasis que trasciende la dualidad es
morir para el mundo. Descartar el punto de vista equivocado de los nombres y
formas fabricadas para alcanzar la luminosa visión pura, para discernir el
Principio de la Verdad Sublime dentro y fuera, aquí y allá, cerca y lejos, es
precisamente vivir después de la muerte.
Cuando un intenso deseo de liberación
surge en el corazón, el individuo experimenta directamente y sin demora el
Principio de la Verdad Sublime. Cuando uno está muerto de hambre obtiene
alimentos de una u otra manera, y si no hay nadie para preparar la comida,
entonces la prepara uno mismo. Si no hay alimentos en el hogar, uno corre a un
mercado a comprarlos. Si no hay dinero, sin vergüenza pide comida. Aquel que es
atormentado por el hambre no quiere nada más, solo comida. Supongamos que
alguien le dice con sarcasmo: “No vayamos a comer; vamos a ver una buena película,
a escuchar música hermosa, a dar un paseo por un parque, a volar alto en el
cielo en un avión”. La persona hambrienta diría: “Que tu película se queme y
que tu música se vaya al infierno. En este momento solo me importa la comida”.
La persona se desinteresa por completo y solo se preocupa por liberarse
del hambre. De la misma manera, cuando un intenso deseo de liberación surge en
el corazón, uno se desinteresa por completo del mundo y se dedica a la búsqueda
de los caminos para alcanzar la libertad, y experimentar directamente la
verdad. En cualquier esfuerzo al que uno se dedica con entusiasmo y confianza,
el éxito está asegurado.
Un creyente de Dios fue a un mahatma, que estaba establecido en el
Ser. Preguntó a Mahatmaji:
—¡Señor! Siempre dices: anhelen la
libertad, desarrollen anhelo; solo después de anhelar la libertad van a
experimentar el principio supremo directamente, y a liberarse de las ataduras
mundanas. ¡Oh, morada de la compasión! Haz el favor de explicarme con un
ejemplo cómo es el deseo de liberación. Por favor, explícame su naturaleza, por
lo menos hasta algún punto.
Mahatmaji le respondió:
—Trataré de explicártelo con un ejemplo
cuando sea adecuado. Pero mira el calor que hace ahora. Vamos a tomar un baño
en el fresco río Ganges.
Cuando empezaron a bañarse en las aguas
profundas del Ganges, el mahatmaji,
bien formado, tomó al devoto del cuello y lo sumergió en el agua. El devoto
peleó, pataleó y agitó sus brazos gritando. Hizo todo el esfuerzo posible para
salir del agua. Mahatmaji lo soltó después de cinco minutos. El devoto asomó su
cara fuera del agua y se alejó del Mahatma. Expresando su molestia, le dijo:
—¡Oh Maharaj! ¿Qué estás tratando de
hacer? ¿Acaso te poseyó un demonio? Soy un hombre de familia con niños. Si me
hubieras retenido por más tiempo bajo el agua, estaría muerto.
Si hubiera sido un agnóstico, habría
acusado al mahatma de intento de
homicidio. Pero como era fiel y religioso, no dijo nada más y se quedó
tranquilo.
Mahatmaji sonrió y dijo
—No he hecho más que responder a tu
pregunta. Te presenté un ejemplo de anhelo. Te deberías haber quedado en
silencio bajo el agua fresca del Ganges, ¿para qué luchar para salir del agua?
¿Qué faltaba en el agua, que luchabas para salir?
—¡Señor! No tenía aire para respirar.
Jadeaba por respirar. Eso me agitó mucho.
—¿En algún momento has estado tan agitado
por Dios, por liberarte de los grilletes de la esclavitud mundana?
—¡Nunca, Señor! Nunca he estado tan
agitado por Dios en mi vida.
—Esa es la naturaleza del deseo de
liberación. Cuando surge un deseo de liberación tan fuerte que lo inquieta a
uno y crea un anhelo así, sin dudas uno se libera y alcanza el estado más alto.
Mientras ese deseo por la liberación no surge y no se adquiere el desinterés
por los asuntos mundanos, el ser humano está atrapado por las dualidades mundanas
de amor y odio. Engañados por diferentes tipos de distracciones, permanece
siempre angustiado. Para él, la paz eterna y la verdadera felicidad se
mantienen siempre fuera de vista. Por lo tanto, en primer lugar, desarrollen
desinterés, solo entonces descansarán en el Señor.
Hariḥ Om Tat Sat.
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