jarā-maraṇa-mokṣāya,
māmāśritya yatanti ye,
te brahma tadviduḥ kṛtsnam
adhyātmaṁ karam cākhilaṁ.
sādhi-bhūtādhi-daivaṁ māṁ,
sādhi-yajñaṁ ca ye viduḥ.
prayāṇa-kāle ‘pi ca māṁ,
te vidur-yukta-chetasaḥ (Gītā 7,29-30)
iti śrīmad-bhagavad-gītāsūpaniṣatsu brahma-vidyāyāṁ yoga-śāstre
śrīkṛṣṇārjuna-saṁvāde jñāna-vijñāna-yogo nāma saptamo ’dhyāyaḥ samāptaḥ
Aquellos que se rinden ante Mí, el Señor con forma y
atributos, para liberarse de las varias aflicciones causadas por el mundo del
nacimiento y de la muerte, y que se esfuerzan por realizar acciones sin deseo y
adorando al Señor, quedan sin pecado y puros de corazón, al trascender la
dualidad. Entienden el significado de “Eso”, El que preside el universo, el
Brahman Supremo; también entienden el perfecto principio espiritual, el
significado de “Tú”, existencia, conciencia y beatitud, el evidente Ser
interior. También saben que el modo de ganar entendimiento de “Eso” y de “Tú”,
es estar cerca del Guru, escuchar y contemplar. Algunos, incluso, meditan en
Mí, el Ser, como un principio que es adhibhūta
(que penetra todo), adhidaiva (que
preside en todas las cosas) y adhiyajña
(que ejecuta sacrificios). Con certeza saben que así; tal como el vapor, las
nubes y el hielo no son sino formas del agua y no son diferentes, así, estos
tres aspectos no son sino formas del Señor. Ellos me glorifican con sus mentes
absortas en el sentimiento de unidad. En la muerte, el tiempo más difícil,
trascienden la dualidad y se funden en Mí. Al realizarse, se liberan.
El Señor ShriKrishna le dice a Arjuna: “Los esfuerzos
de las personas que han confiado solo en mí y que luchan por la liberación, con
certeza dan fruto, tarde o temprano”. Naturalmente, todos desean estar libres
de objetos indeseados. Este mundo, ligado al nacimiento y a la muerte, lo cual
es una fuente de miseria, es indeseado. Todos quieren liberarse de un mundo así.
Tal como el frío se retira en presencia del fuego y el hambre se acaba al
comer, también, aquellos que toman refugio en el Señor, sin edad y sin muerte,
se liberan de la ancianidad y de la muerte. En hindi y sánscrito, la ancianidad
se denomina jarā. Uno de los
significados más populares de jarā,
en hindi, es pequeño o reducido. En la ancianidad todo se reduce, menos los
deseos. Se reduce el comer, ver, escuchar, caminar y demás. La palabra jarā en sánscrito deriva del verbo raíz jṛ, que significa decaer, desgastar o
marchitar. Cuando todo miembro del cuerpo se ha desgastado y puesto débil, ha
llegado la ancianidad. Nadie quiere la ancianidad, pero llegado el momento,
igualmente se impone, debido a la falta de control durante la vida.
Los jóvenes se burlan de la debilidad de los ancianos,
pero deberían recordar que su juventud también pasará. No permanecerá para
siempre. Un día tú también serás anciano. Al ver las flores marchitarse y caer,
sería tonto que los capullos dijeran: “Estamos a salvo, no caímos”. Si hoy no
es momento de caer, lo será mañana. De la misma manera, para los jóvenes de
hoy, la ancianidad vendrá. “Cada día es diferente del próximo” es la ley
invariable de la naturaleza. ¿Qué es este mundo? Es solo el juego de tomar
turnos. Los niños tienen su turno de volverse jóvenes. Los jóvenes, de volverse
ancianos; y los ancianos, de fallecer. El clima caluroso se pone frio y el
fresco se vuelve caluroso. Así como la noche se convierte en día, la felicidad
se vuelve tristeza. Así es el juego de los turnos que ocurre a cada momento en todo
el mundo. El mundo es denominado duniya
en hindi. Du quiere decir dos: dos
dualidades mutuamente opuestas, felicidad y tristeza, mientras que niya o naya quiere decir renovar. Las dualidades de la felicidad y de la
tristeza se van renovando entre sí.
La ancianidad, o “el cabello gris”, es una cita del dios
del Tiempo. Al obtener esta cita, un ser humano debe contemplar al Señor con
amor indivisible. Uno debe permanecer en guardia.
Por eso los grandes seres han dicho:
Kṛtāntasya dūtī jarā karṇamūle,
samāgatya vaktīti lokāḥ! śṛṇudhvaṁ,
parastrī-paradravya-vāṅchāṁ tyajadhvaṁ,
bhajadhvaṁ ramānātha-pādāra-vindaṁ.
“La ancianidad es un mensajero del dios de la muerte.
Se acerca a las personas y le susurra al oído: ‘¡Ten cuidado! Escucha. He
venido a tomarte; tienes muy poco tiempo durante el cual puedes intentar
escapar de mí. La única manera de haceerlo es entregar tu pecaminoso deseo por
la esposa y el dinero de otro, y adorar al Señor Ramā, al Señor Vishnu. Solo
esto puede liberarte’”.
El sabio emperador Bhartruhari describe esta condición
angustiante de la ancianidad, de la siguiente manera:
Gtraṁ saṅkucitaṁ gatir-vigalitā, bhraṣṭā ca dantāvaliḥ,
dṛṣṭir-naśyati vardhate badhiratā, vaktraṁ ca lālāyate,
vākyaṁ nādriyate ca bāndhava-jano bhāryā na śuśrūṣate,
hā kaṣṭaṁ puruṣasya jīrṇa-vayasaḥ putro ’pya-mitrāyate.
Un anciano se encuentra en tal angustiante condición,
que todos sus miembros están disminuidos. Le es difícil realizar cualquier
movimiento. Los dientes se le caen uno a uno. Su vista se pone débil. No puede
ver claramente. Su oído se pierde cada vez más. Comienza a babear. Sus
parientes no respetan lo que dice, le faltan el respeto. Dicen, “el viejo está
perdiendo la cabeza”, lo insultan. Tampoco la esposa lo sirve más. Los niños
que han sido criados con mucho cuidado, a quienes se les ha brindado educación,
se han casado con extraños y se han ido, y comienzan a comportarse como
enemigos del anciano. Esto es muy angustiante para él. Escucha una historia que
ilustra esto:
Había un trabajador industrial de mucha riqueza.
Cuando se hizo anciano, con gran amor donó toda su fortuna y propiedades a sus
cinco hijos, sin guardarse ni un solo centavo. Sus hijos tomaron sus partes y
se fueron cada uno por su lado. Decidieron que se turnarían en darle casa y alimento
al padre. El anciano se cansó de que lo muevan de una casa a otra. Un día, los
llamó y les dijo: “Denme un alojamiento para mí, así no me alboroto yendo y
viniendo de un lugar a otro. Por favor, envíenme comida a la hora necesaria a
ese lugar”. Los chicos arreglaron una vieja choza en ruinas para que viva.
Pusieron un catre roto y un colchón que ya estaba para desechar. El pobre
anciano comenzó a habitar esa vieja choza. Nadie en su familia lo llamaba ni le
servía. Quería comida rica, suave y caliente en la hora correcta; lo que recibía
era comida para nada apetitosa, fría y dura, y a cualquier hora. En el mundo
existen hijos e hijas de lo más excelentes, como así también los peores de los
peores. Normalmente hay más de los peores. Aquellos chicos eran de lo peor.
Por desatención, a veces no recibía nada de comer. El
pobre tuvo que observar el ayuno del onceavo día del calendario lunar (un día
auspicioso en India en que las personas religiosas ayunan) también en el cuarto
día (un día auspicioso en que se preparan manjares y se ofrecen a Ganesh). Por
eso el Guru y maestro universal Shankaracharya dice:
Yāvad-vittopārjana-saktaḥ, tāvan-niájaparivāro raktaḥ,
paścāj-jarjara-bhūte dehe, vārtāṁ ko ’pi na pṛcchati gehe.
bhaja govindaṁ bhaja govindaṁ govindaṁ bhaja mūḍhamate!
“Mientras el hombre sea capaz de hacer dinero, su
familia, feliz, se queda con él. Cuando se pone anciano y no tiene dinero, su
familia le da la espalda; a nadie le importa saber de él. Por eso, ¡oh, persona
de poco entendimiento! No intentes complacer a la familia egoísta, abandona el
apego, y dedica tu mente en constante adoración del Señor Govinda. Esta es la
forma de obtener bienestar”.
Un día el hombre se angustió mucho. Con gran
dificultad, se acercó a sus hijos y les dijo: “No recibo la comida la hora adecuada, ni siquiera todos los días.
Deberían organizarlo de manera apropiada”. Los chicos pusieron una campana en
su choza y le dijeron, “Cuando no recibas tu comida, por favor toca la
campana”. Ahora el anciano tenía que tocar la campana todos los días, ya que su
comida nunca llegaba a menos que sonara la campana. Un día sus nietos fueron a
jugar a su choza, y al irse se llevaron la campana. El hombre no recibió
alimento y solo daba vueltas en su cama.
En ese momento, un antiguo mahatma llegó a la aldea. Ya había visitado ese lugar antes.
Preguntó por el anciano. La gente le contó en detalle sobre el penoso estado en
que se encontraba. El mahatma dijo: “Si
el hombre está tan angustiado y necesitado, debo ir a verlo”. El gran ser visitó
al anciano, acompañado por dos personas. Cuando vio al mahatma, el anciano comenzó a llorar cual niño pequeño. Al ver su
angustia, el mahatma se llenó de
compasión. Le consoló y también le instruyó acerca del desapego y de la
devoción. Le dijo: “¡Mira, hermano! En este mundo egoísta a nadie le importa
nadie. Por eso, entrega el apego a este mundo efímero e ilusorio. Repite el
nombre de Rāma constantemente, con confianza y devoción. Tu bienestar yace en
hacer esto”. Luego agregó: “Sin un plan, nadie escapa a su destino. Haz a los
demás lo que te han estado haciendo a ti hasta ahora. Planeemos algo para que
estas personas te sirvan de manera apropiada. Deberás mentir un poco del modo en
que yo te diré. Guardaré un cofre de madera lleno de ladrillos y rocas, cerrado
con una cerradura resistente. También haré que alguien cave un pozo por aquí
cerca. Inventa una historia acerca de que has desenterrado algo de dinero, plata
y oro escondidos secretamente, y los has guardado en este cofre. Diles, ‘Mi
Guru ha venido desde Haridwar. Iré a acompañarlo hasta las orillas del Ganges.
Planeo inaugurar mi propio dharmashala
(casa de caridad) y un comedor. Pasaré el resto de mi vida haciendo caridad,
ganando méritos y repitiendo siempre el nombre del señor. Por último, planeo
dejar este cuerpo en el Ganges’. Pero debes asegurarte de que nadie toque el
cofre, ni tampoco la llave. Debido a su apego material, su ambición por este tesoro
ficticio, las personas te tratarán amablemente de hoy en más. Pero bajo ningún
motivo debes olvidarte repetir siempre el sagrado nombre del Señor”.
Habiéndole dado estas instrucciones, el mahatma (la gran alma) le dio el cofre
al anciano y se marchó. La familia pronto se enteró de que el anciano poseía un
cofre lleno de dinero y tesoros; los hijos y las nueras, que nunca lo habían visitado,
ahora lo frecuentaban. Repetidamente le preguntaban al anciano qué tenía el
cofre, quien les contó la historia que el sabio le había indicado. Sus hijos le
dijeron, “¡Padre, los negocios andan mal! No gastes todo ese dinero en caridad,
¡nunca te abandonaremos, no te dejaremos ir! Si te vas, ¿cómo vamos a conservar
nuestra dignidad?”. Dijeron a sus esposas: “¿Qué miran? Tienen que servir a papá,
mucho. Aliméntenlo con comida caliente, suave y sabrosa, halwa y puris, sino toda
esa fortuna desaparecerá”. Desde ese momento, las nueras mimaron al suegro. Le dieron
una cama cómoda y lo vistieron bien. Lo visitaban varias veces al día. Siempre
lo custodiaban de manera que no huyera con el cofre. Además, el anciano
continuaba repitiendo: “Rama, Rama” con su rosario, y se reía al pensar: “Este
servicio no es para mí, sino para la riqueza dentro del cofre. Soy la misma persona
que antes no le importaba a nadie. ¡Oh! ¡Qué mundo egoísta es este! El mahatma lo describió correctamente”.
Como los hijos insistían mucho, el anciano aceptó quedarse.
Todos en la casa esperaban noche y día que el anciano muriera y poder meter las
manos en el cofre. Un día, los ojos del anciano se cerraron para siempre, y el
pájaro de su aire vital se fue volando. Cuando abrieron el cofre encontraron
que no había oro ni plata ni dinero, sino que estaba lleno de rocas. Todos en la
familia gritaron que el anciano los había engañado. Un vecino les dijo que ellos
antes lo habían engañado al anciano, y que como luego él los engañó a ellos, ahora
estaban a mano. ¡Lo que va, vuelve!
La ancianidad es causa de mucho sufrimiento, y la
gente sabia quiere escapar. Más aún, la muerte también es muy dolorosa. Por eso
nadie quiere escuchar de ella. Tienen tanto miedo de la muerte. Si tienen una
pequeña enfermedad, ven la sombra de la muerte. Llaman a los doctores y les
piden que los salven. Pero, ¿cómo pueden los doctores salvar a alguien de la
muerte, cuando ni siquiera ellos están libres de ella? Por eso un erudito dice:
Mṛtyorvibheṣi kiṁ mūḍha! bhītaṁ muñcati kiṁ yamaḥ,
ajātam naiva gṛḥṇāti kuru yatnamajanmani.
“¡Oh, persona de poco entendimiento! ¿Por qué tienes
miedo a la muerte? ¿Vas a evitar al dios de la muerte con tu miedo? Si un
pichón cierra sus ojos por el miedo, ¿el gato lo dejará libre? Por eso, no
temas a la muerte. No podrás escapar de ella. En cambio, comienza a hacer
esfuerzos para no renacer. Si no hay nacimiento, ¿cómo puede haber muerte? Solo
aquel que nace, muere. Mientras que un ser sin nacimiento no puede morir”.
De este modo, el mundo limitado, inerte y visible de
nombres y formas, ligado con la vejez y la muerte, está lleno de pena. Por eso
deberían tener un fuerte deseo de salir de él. El medio de escapar es
refugiarse en el único, sin edad e inmortal Señor. Tal como la gente toma
refugio en la sombra fresca para escapar del calor sofocante, así también, quienes
se refugian en el Señor se escapan de una vez por todas del angustiante ciclo
de nacimiento y muerte. Por lo tanto, para lograr desapego siempre recuerden a
la muerte, y para lograr la liberación recuerden constantemente al Señor.
Narayana Swami dice:
Do bātanako bhūla mat, jo cāhata kalyāṇ,
‘nārayaṇa’ ika mautako dūjā śrī bhagavān.
“No olvides dos cosas, si necesitas mejorar tu
destino,
¡Oh Narayana! Una es la muerte, la otra, el Señor”.
Cuando tomamos un rosario y nos sentamos a adorar al
Señor, deberíamos pensar que detrás de nosotros se encuentra la muerte, lista
para asfixiarnos. Al pensar en la muerte, el corazón desarrolla un repentino
desapego, los apegos del mundo se desvanecen y la mente se concentra en adorar.
Había un hombre que tenía fe y confianza en el Señor. Anhelaba
adorar al Señor. Pero no podía llevar a cabo su adoración debido a sus varias
distracciones mundanas. Pensó: “¿Cuándo me libraré del lío mundano y me podré
sentar a adorar al Señor?”. Solía visitar a un gran ser que vivía en un lugar
solitario y disfrutaba de adorar al Señor. Un día, le mostró la palma de su
mano al mahatma y le preguntó: “Dime
cuándo voy a morir. ¿Cuántos años más voy a vivir?”. El gran ser le preguntó por
qué le hacía semejante pregunta. Le dijo: “¡Maharaj! Si sé que me quedan cinco
años, cuidaré los asuntos del mundo durante dos o tres años, y en los últimos dos
años dejaré toda mi carga de responsabilidades, me retiraré de todo, y adoraré
muchísimo al Señor”.
Con la idea de que “las buenas cosas deben ser realizadas
muy rápidamente. No es bueno esperar demasiado”, el gran ser miró la palma del
hombre y le dijo: “¡Hermano! Tu vida acabará esta noche. La muerte te tomará
esta misma noche”.
Al escucharlo quedó consternado. Caminó a su casa en
silencio y dijo a su familia: “No comeré esta noche. Permaneceré sólo, adorando
al Señor. Asegúrense de que nadie me moleste”. ¿Puede tener apetito quien ha
sido sentenciado a muerte? Ciertamente no. Cerró la puerta de su habitación, con
miedo por su inminente muerte, y se volvió completamente desinteresado de las
cosas del mundo. Recordó y contempló al Señor con plena concentración. Estuvo
tan absorto toda la noche adorando al Señor que no se dio cuenta de que estaba
amaneciendo. Con sorpresa vio que no había muerto, sino que estaba vivo. ¿El mahatma se había equivocado?
Se lavó, se bañó y fue a lo del santo. Ofreciéndoles
sus salutaciones, le dijo:
—¡Maharaj! Tu predicción fue errónea.
—¡Hermano! Te he dicho la verdad, pero dime primero qué
has estado haciendo toda la noche.
—Me dio tanto miedo la muerte que estuve despierto toda
la noche adorando al Señor. Pero, ¡Maharaj! Adoré con tal concentración que
nunca antes había sentido en mi vida.
—¡Bien! Has repetido el nombre del Señor toda la noche— dijo el santo—. ¡Mira, hermano! Hay tanto
poder en repetir el nombre del Señor que hasta la muerte huye. Eso es lo que
dicen las escrituras. Anoche la muerte iba a acercarse a ti, pero el poder de
tu adoración debió mantenerla lejos. Esta noche debes ser muy cuidadoso. Con
amor y concentración, día y noche, debes repetir el nombre del Señor. De otra
manera, la muerte terminará con tu cuerpo. Por eso, deja la indolencia y el
descuido. Para liberarte de tu miedo a la muerte, repite siempre el nombre del
Señor.
El devoto fue fiel. Consideró verdadera la ingeniosa
sentencia del santo, y mientras realizaba tareas mundanas esenciales, con una
mente desapasionada, siguió repitiendo el nombre del Señor. Resumiendo: la
adoración no se realiza sin desapego ni el desapego se logra sin el pensamiento
de la muerte. Por eso, para desapegarse y adorar al Señor, piensa siempre en la
muerte. Un gran ser devoto lo expresó muy agradablemente:
Binu virāga upajata nahīṅ, śrīkṛṣṇa-caraṇa anurāga,
haripada rati-bina jagatameṅ jīvana nipaṭa-abhāga.
“Si no eres desapasionado, jamás nacerá la pasión por
los pies de ShriKrishna. Sin afecto por los pies de Hari, la vida en el mundo
es en verdad desolada”.
Para lograr la liberación la gracia del Señor y el
esfuerzo son esenciales. Aquel que se esfuerza puede recibir la gracia del
Señor. Alguien perezoso no puede recibir la gracia del Señor. El Señor nunca
ayuda a alguien que no se ayuda a sí mismo y que siempre rueda en la
indolencia. El Señor ayuda al que está ocupado ayudándose a sí mismo. Tal
persona abandona la pereza y la negligencia por completo, sostiene el esfuerzo
para realizar al Ser, y además tiene la convicción de que “Yo pertenezco al
Señor. El Señor es mío. Tengo una eterna relación espiritual solamente con el
Señor. Así es que no puedo estar separado del Señor. No tengo una relación
permanente con este cuerpo, ni con esta casa ni con otros objetos mundanos. No
tenía relación antes de que este cuerpo naciera ni tendré ninguna relación
cuando el cuerpo se muera. En el medio, la relación es meramente imaginaria.
Por eso, me refugio en el Señor, mi única y verdadera relación. Al volverme un
buscador, me rindo ante Él. El Señor me conoce y yo conozco al Señor. Yo
percibo al Señor, entonces Él me percibe a mí”. De esta manera, cualquiera que
realice esfuerzos para depender del Señor con amor incondicional, reúne los
requisitos para recibir la gracia del Señor.
A través de la gracia del Señor se conoce la verdadera
y perfecta naturaleza del Señor. Esto quiere decir que, a través de la
experiencia del principio espiritual mismo, reconoce la naturaleza total de
Brahman. Mientras un ser humano no conozca su propia naturaleza espiritual,
nunca podrá conocer el Principio del Ser Supremo. Es decir, cuando haya
aprendido su propia naturaleza completa, no perderá tiempo en conocer el
Principio del Ser. Esta es la doctrina real del vedanta. En la Kaṭhopaniṣad, Dharmarāj le dice a
Naciketā:
Yadeveh tadamutra, yadamutra tadanviha,
mṛtyoḥ sa mṛtyum-āpnoti ya iha nāneva paśyati (Kaṭhopaniṣad 2|1|10).
“Aquello que existe en el individuo también existe en
el Gobernante Supremo; lo que existe en el Gobernante supremo existe también en
el individuo. Es decir, el mismo ser consciente existe en un individuo y el
huevo primordial (universo). Cualquiera que contemple diferencias entre este
Principio de no diferencia, continúa girando en este ciclo de nacimiento y
muerte”.
Aquel que preside este cuerpo, que brilla, que existe
en y que da la vida al cuerpo, es, de hecho, todo. Esto significa que el
propósito supremo del mundo “Tú” es el principio espiritual, que es perfecto y
sin atributos que lo definan, como lo es el cuerpo. Es también el objetivo de
la palabra “Eso”, que es el Ser Supremo, la causa de todo el universo, la
esencia de maya, puro y sin
cualidades. La declaración “Ese ser supremo es Yo” es conocida solo por la
persona que se retira del mundo entero, se refugia en el único Señor con
atributos y formas, y continúa realizando su acción destinada sin deseos por el
resultado, ofreciéndoselo al Señor. A través de esa acción limpia su
instrumento interno (mente, intelecto, ego y corazón) y lo vuelve enfocado en
un único punto. Logra el medio perfecto que lo conduce al conocimiento directo.
Las acciones dirigidas específicamente hacia el logro de la realización son el
acercamiento a un Guru instruido y establecido en el Ser, y escuchar,
reflexionar y contemplar. Las upaniṣads
también describen las mismas acciones:
Tad-vijñānārthaṁ sa guru-mevābhi-gacchet śrotriyaṁ braḥma-niṣṭhaṁ (Muṅḍakopaniṣad
1,2,12).
Ātmā vā ’re draṣṭavyaḥ śrotavyo mantavyo nididhyāsitavyaḥ (Bṛhadāraṇyaka
Upaniṣad 4,5,6).
“Para obtener la experiencia de primera mano del
Principio de la Verdad Suprema, el buscador debería acercarse a un Guru.
Maharshi Yājñavalkya le dice a Maitreyi, “¡Oh, Maitreyi! Es esencial realizar
al Ser. El objetivo es percibir al Ser. Los pasos exitosos hacia el logro de
este objetivo son la escucha, la reflexión y la contemplación”.
“De esta forma, como se declara en las referencias
citadas de las upaniṣads y su
anterior discusión, las acciones que deben llevarse a cabo para conocer el real
principio de Brahman no diferente son los pasos mencionados y ningún otro. Por
eso es esencial realizar estas acciones”.
Así como Yo, el Señor, soy el Principio del Ser
Supremo, soy además la influencia omnipresente (adhibhūta), la deidad que preside (adhidaiva) y el sacrificio principal (adhiyajña). El grupo de objetos creados y destruidos, que tienen
nombre y forma, se llaman adhibhūta.
De acuerdo a la shruti (upaniṣad), sarvaṁ khalvidaṁ braḥma (Chāndogya
Upaniṣad 3, 14,1); siguiendo el principio de silogismo y la refutación de
lo contrario, estos objetos también son de la naturaleza del Señor. El grupo de
sentidos de todas las criaturas está presidido por el Huevo Dorado Primordial
situado en la esfera del sol. Esa es la deidad que preside. Llena el universo
entero y mora en todos los puris
(pueblos) tomando la forma de los cuerpos de las criaturas. Esa es la razón,
también es llamada puruṣa. Esa deidad
que preside, puruṣa, es también el
Señor, Yo mismo. En todos los cuerpos funciona un sacrificio de vida. Ese
sacrificio principal está dominado por el Señor Vishnu. Entonces Él es también
el sacrificio principal puruṣa, que
es además, Yo mismo, el Señor.
En la estrofa ocho Arjuna realiza muchas preguntas al
Señor, Kim tad braḥma kimadhyātmaṁ?,
“¿Qué es Brahman? ¿Qué es la Verdad Suprema?”. El Señor mismo responderá esas
preguntas, por eso serán ampliamente explicadas en el capítulo ocho. De esta
manera, “Aquellos que limitan su mente a Mi naturaleza, que es el Ser de todo,
la unidad ininterrumpida e indivisible, que lo llena absolutamente todo, son jñanayogis (yogis conocedores). Me
conocen como soy en el difícil momento de la muerte y permanecen absortos en
incesante dicha no dual.
Jā marivo ko jaga ḍare, so mere mana ānand,
kaba mari hoṅ kaba pāi-hoṅ pūraṇa-paramānand.
“La muerte, temida por el mundo, en mi mente es dicha.
¿Cuándo moriré, cuándo alcanzaré la completa Dicha
Suprema?”.
Nunca se molestan por las angustias de la muerte. La
vida de tales grandiosos seres que son jñanayogis
y devotos enfocados, es bendita, valerosa, verdadera, y ejemplar.
Hariḥ om tatsat, śivo ’haṁ śivaḥ sarvam.
Así finaliza el néctar de las disertaciones sobre el séptimo
capítulo de la Bhagavad Gita, pronunciada
en Mumbai, Vile Parle, Sannyāsāśram, por el erudito, establecido en Brahman,
Śrimat Parama Haṅsa Parivrājakācārya Mahāmaṇḍaleśwar Reverendo Swami
Maheśwarānandaji Mahārāj.
Fin
Parākṛtana-madbandham, param brahma narākṛti,
saundarya-sāra-sarvasvaṁ, vande nandātmajaṁ mahaḥ.
namaḥ śivāya niḥśeṣa-kleśa-praśama-śāline,
triguṇa-granthi-durbhedya-bhava-bandha-vibhedine.
namāmi yāminī-nāthalekhā ’laṅkṛta-kuntalāṁ,
bhavānīṁ-bhava-santāpa-nirvāpaṇa-sudhānadīṁ.
bhujaṅga-māṅga-śāyine vihaṅga-māṅga-gāmine,
turaṅga-māṅga-bhedine, namo rathāṅga-dhāriṇe.
oṁ pūrṇa-madaḥ pūrṇamidaṁ pūrṇāt-pūrṇa-mudacyate,
purṇasya pūrṇamādāya, pūrṇamevāvaśiṣyate.
oṁ śāntiḥ śāntiḥ śāntiḥ,
śrīrastu tuṣṭirastu puṣṭirastu sarvā-bhīṣṭa-siddhirastu,
“Él me ha liberado de la esclavitud,
Brahman Supremo tomando forma humana,
quintaescencia de la belleza en todo,
ofrezco mis salutaciones a aquel hijo de Nanda.
Salutaciones a Shiva que es experto
en limpiar toda angustia sin dejar rastro,
cortando en partes separadas el nudo de los tres guṇas,
remueve las restricciones de lo mundano.
Me inclino ante la Diosa Bhavāni,
adornada con la luna creciente en su cabello,
extinguiendo el fuego de lo mundano,
ella es un río de elixir.
Al Uno, durmiendo en la serpiente enrollada,
que monta a Garuḍa, el águila,
rompiendo los caballos (el poder excesivo de la
mente),
sosteniendo su disco,
le ofrezco mis salutaciones.
Om.
Eso es perfecto, esto es perfecto.
Esta perfección ha sido proyectada desde la
perfección.
Cuando esta perfección se funda con aquella perfección,
todo lo que quede será perfecto.
Om. ¡Paz! ¡Paz! ¡Paz!
Que todos prosperen. Que todos estén contentos.
Que todos sean fuertes.
Que todos estén realizados.
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