lunes, 28 de enero de 2013

Estrofa 25

Nāhaṁ prakāśaḥ sarvasya,
yogamāyā-samāvṛtaḥ,
mūḍho ’yaṁ nābhijānāti,
loko māmaja-mavyayaṁ (Gītā 7,25).

“Me escondo con mi yogamaya. Es por eso que yo no soy visible para todos. Por lo tanto, un ser humano ignorante y torpe no reconoce la verdad sutil, que Yo soy sin nacimiento, imperecedero, indivisible, único, el Ser Supremo. La persona engañada me considera como con nacimiento y muerte”.

El Señor Shrikrishna dice a Arjuna: “No revelo mi verdadera naturaleza a todas las personas, solo a algunos de los devotos sabios”. “¿Por qué no te revelas a todo el mundo?”. En respuesta a esta pregunta, el Señor dice: “Yo me escondo con mi yogamaya. El incomprensible juego de mi intelecto se llama yoga. Eso también es maya, que es experta en hacer que sucedan cosas inverosímiles. Me cubro con ella. Por lo tanto, nadie me puede ver. Es la naturaleza de maya cubrir la naturaleza del Principio existente, y mostrar estados ilusorios que no existen”.


Por eso, en la Īśāvāsyopaniṣad (también conocido como Īśā Upaniṣad) se dice: Hiraṇmayena pātreṇa satyasyāpihitaṁ mukhaṁ (15), “La cara de la Verdad está cubierta por una vasija de oro resplandeciente”. La vasija de oro es precisamente esta yogamaya. Esta maya hace que el Señor aparezca diferente de lo que Él es. Por lo tanto, los seres humanos ignorantes tienen concepciones imaginarias acerca de la naturaleza de Dios. Creyendo que su naturaleza esencial es no esencial y que la no esencial es esencial, dicen cualquier tontería que les viene a la mente contra las escrituras. Consideran que el no nacido Señor ha tomado nacimiento, que lo imperecedero es perecedero, y que el gran Brahman Supremo posee el estado insignificante de una criatura. Por lo tanto, no pueden distinguir entre la verdad y la falsedad. A pesar de que el Señor que mora en nosotros está siempre presente en todos lados, en la forma de existencia, conciencia y amor, las personas que carecen de discernimiento en su visión preguntan: “¿Dónde existe Dios? No vemos a Dios en ningún lado”. Así, las personas ignorantes consideran al ilusorio y siempre cambiante mundo de la dualidad, que consiste en nombres y formas, como la verdad eterna. Ellos se apegan a los placeres de los sentidos, momentáneos, humildes e inferiores. Son privados de la verdadera felicidad. Pero los devotos conocedores del Señor, a través de la luz divina del conocimiento obtenido por la gracia del Señor, quitan el velo de yogamaya, experimentan la naturaleza esencial de Dios en todas partes, y permanecen siempre absortos en la dicha pura.

En el capítulo titulado Brahmānanda Valli de la Taittirīya Upaniṣad se dice satyam jñāna-manantaṁ brahma... nihitam guhāyāṁ, “Esa Verdad, Conocimiento, e infinito Brahman, el Ser Conciente, está escondido en una cueva”. Esa cueva consta de una serie de cinco envolturas, desde la del alimento hasta la de la dicha. Así como una funda de cuero esconde una espada en su interior, las cinco envolturas esconden dentro de sí al consciente Brahman, el Ser. El cuerpo físico visible, con manos y pies, es la envoltura del alimento. Es creado de semen producido por los alimentos y ha crecido por el consumo de alimentos. Por lo tanto, se llama la envoltura del alimento. Debido a la ilusión de la ignorancia, una persona torpe no reconoce su verdadera naturaleza y se refiere a la envoltura de alimento de un metro y algo de largo como “yo”, y golpeando su pecho, dice: “Este soy yo”. Además, se refiere al nacimiento y la muerte de la envoltura de los alimentos como su propio nacimiento y muerte.

Pero un devoto conocedor no considera a este objeto de la envoltura del alimento como yo o “yo-objeto”. A través de un proceso de pensamiento el devoto comprueba: “La envoltura del alimento no estuvo aquí antes y no estará después, tiene un principio y un fin visibles. Pero nadie puede mostrar el inicio y el fin del ‘conocedor del campo’, el Ser Consciente”. El Ser es sin principio e indestructible. Por tanto, la envoltura del alimento no puede ser “yo” o Ser.

Si la envoltura del alimento es considerada como el Ser, se producirán dos errores. Un error es la “falsa acusación”, y el otro es “no experimentar las consecuencias de las acciones”. Este ser corporal no existía en la vida pasada. Fue creado en este nacimiento. Por lo tanto, este cuerpo no ha cometido méritos y pecados en el nacimiento anterior. Ser sometido a buenas o malas experiencias por el mérito y el pecado cometido por otra persona es una injusta “acusación falsa”. En el próximo nacimiento este mismo cuerpo no existirá. Va a ser destruido. La forma terrenal se volverá en una con la tierra. Entonces el mérito o pecado que este cuerpo haya cometido desaparecerá sin sufrir las consecuencias. Este error se llama “no experimentar las consecuencias de las acciones”. Por otra parte, ¿cómo puede el cuerpo actual ser creado sin alguna causa desconocida? Y en el próximo nacimiento, ¿cómo pueden experimentarse las consecuencias de los pecados acumulados en este nacimiento? De esta manera, considerar a la envoltura del alimento como el Ser, crea anarquía en el manejo de las consecuencias de las acciones. Por tanto, la envoltura del alimento no puede ser considerada como el Ser.

Debajo de la envoltura del alimento reside la envoltura de aire vital. Esta envoltura es un fenómeno especial hecho de aire. El aire impregna el cuerpo de la cabeza a los pies, energizando y estimulando a todos los órganos sensoriales, como los ojos. La naturaleza de esta envoltura es el hambre y la sed. Una criatura ignorante considera a estas propiedades como a él mismo, y dice: “Tengo hambre, tengo sed”. Pero siendo inerte, esta envoltura de aire vital no puede volverse el Ser consciente.

Bajo la envoltura de aire vital se encuentra la envoltura mental. Es esa envoltura que considera el cuerpo como “yo” y a una casa y otros objetos como “mío”. Sus estados son ilusorios, como la pasión, la ira, el deseo y la duda. Por lo tanto la envoltura mental, siendo cambiante, no puede ser el inmutable Ser. Pero el ignorante, sin reconocer su naturaleza pura e inmutable, atribuye al Ser las propiedades de la envoltura mental tales como la pasión, y dice: “Yo soy lujurioso, estoy enojado”, y así sucesivamente. Pero el devoto conocedor se considera a sí mismo como testigo de todos los fenómenos, el Ser eterno, puro, consciente, libre, y desapegado.

Bajo la tercera envoltura, la mental, se encuentra la envoltura de la sabiduría. El intelecto, que parece ser consciente, se llama sabiduría. Esta sabiduría se disuelve durante el estado de sueño. Mientras estamos despiertos, impregna todo el cuerpo. La envoltura mental es la causa de la acción, mientras que la envoltura de la sabiduría es el actor. Por lo tanto, la envoltura de la sabiduría nunca puede ser el Ser consciente, porque el Ser consciente no es un hacedor o actor, y su luz de la conciencia nunca se extingue. Sigue siendo eterna en todos los estados, tales como vigilia y sueño, etc.

Bajo la cuarta, la envoltura de la sabiduría, se encuentra la envoltura de la dicha. Cuando se experimentan consecuencias agradables de méritos, las tendencias mentales se vuelven hacia adentro y quedan enfocadas. Entonces, la bienaventuranza del Ser se refleja en la envoltura de la dicha y las tendencias mentales comienzan a experimentar alegría. En el momento de experimentar la felicidad, las tendencias mentales permanecen hacia adentro. Cuando la felicidad está a punto de desaparecer, estas tendencias se disuelven en el sueño. Esta envoltura se conoce como la envoltura de dicha.

La quinta envoltura es el disfrutador o experimentador. Este actor a veces es evidente y otras veces no. Por lo tanto, tampoco puede ser el Ser, reflejado, eterno y perfectamente dichoso. De esta manera, un ignorante se considera a sí mismo el hacedor y disfrutador, mientras que el sabio se considera a sí mismo como no hacedor, no experimentador, desapegado e inmutable.

En el capítulo once del Bhagawat la experiencia del Ser de la persona sabia ha sido descrita de la siguiente manera.

Nātmā jajāna na mariṣyati naidhate ’sau,
na kṣīyate savanavid vyabhicāriṇāṁ hi,
sarvatra śaśvadana-pāyyupalabdhimātraṁ,
prāṇo yathendriya-balena vikalpitaṁ sat (11,3,38).

El Ser, que trasciende las cinco envolturas y cuya naturaleza es Brahman, nunca ha nacido y nunca muere. Nunca se expande y nunca se contrae. Es el testigo y el iluminador de cualquier objeto mutable que existe, como el cuerpo, los sentidos, prāṇas; tanto si están presentes o ausentes, en forma de acción o pensamiento, en el pasado, presente y futuro, en todos los estados de ir y venir. Trasciende todas las divisiones por país, periodo de tiempo u objetos. Es indivisible e indestructible. No es ni el perceptor ni el objeto de la percepción. Sin embargo, es la percepción misma. Así como hay un solo prāṇa, pero es llamado con diferentes nombres en diferentes zonas de operación, así también el Ser omnisciente es uno, pero el ignorante le impone una falsa acusación de ser muchos, debido a su asociación con diferentes sentidos.

De esta manera, el ser humano puede obtener la verdadera experiencia del Principio del Ser, solo cuando purifica su mente mediante la eliminación de toda inmundicia, través de la práctica intachable de yoga de la devoción por el Señor. Es por eso que se dice en el Bhagawat,

Yarhyabja-nābha-caraṇaiṣaṇayorubhaktyā,
cetomalāni vidhamed guṇakarmajāni,
tasmin viśuddha upalabhyata ātma-tattvaṁ,
sākṣād yathā ’maladṛśoḥ savituḥ prakāśaḥ (11,3,40).

Cuando el yoga de la devoción se practica con un intenso deseo de alcanzar los pies de loto del Señor Padmanabha, cuya naturaleza es existencia, conciencia y dicha, la propia devoción quema las impurezas generadas por las tres cualidades y acciones como un fuego salvaje. Cuando la mente se vuelve pura, el principio mismo es experimentado directamente, tal como cuando se restaura la vista deteriorada, la luz solar puede ser detectada directamente.

Habiendo experimentado directamente el Ser en la forma de Hari, el devoto conocedor armado con la memoria profunda de la experiencia, nunca es vencido por los trastornos de estas cinco envolturas. El devoto siempre permanece totalmente inmutable, independiente y feliz. El Bhagawat dice lo siguiente en el caso de los devotos magníficos del Señor:

Dehendriya-prāṇa-mano-dhiyāṁ yo,
janmāpya-yakṣudbhayatarṣa-kṛcchraiḥ,
saṁsāra-dharmai-ravimuhya-mānaḥ,
smṛtyā harer-bhāgawata-pradhānaḥ (11,2,49).

Las propiedades del mundo, que consta de las cinco envolturas como el alimento, son el nacimiento y la muerte, el hambre y la sed, el dolor y el cansancio, el miedo y el deseo, y demás. Afectan al cuerpo, el prāṇa, los órganos sensoriales, la mente y el intelecto, respectivamente. El que está impregnado del profundo recuerdo del Señor, el Ser consciente, quien no se ve afectado por la aparición y desaparición, ni superado por las cualidades del no ser proyectadas sobre el Ser puro, es el más grande devoto del Señor.

El Señor, como Ser consciente, es cubierto por las cinco envolturas que surgen de yogamaya, tal como el sol es eclipsado por la luna. Mientras una persona no elimina estas cubiertas que obstruyen los procesos de discernimiento, contemplación y meditación, la persona nunca alcanza a Shri Hari, cuya naturaleza es existencia, conciencia y bienaventuranza. Las cubiertas de yogamaya son muy poderosas, casi invencibles, y solo puede eliminarlas un gran ser que está decidido, es libre de apegos mundanos, y digno de la gracia del Señor. Por eso el Señor dice en la Gita,

Yatatāmapi siddhānāṁ kaścinmāṁ vetti tattvataḥ (7,3).

“Entre los yoguis que se esfuerzan por eliminar las cubiertas de yogamaya, es un ser raro y afortunado quien las elimina y llega a conocer Mi esencia”.

Entenderán este tema con el siguiente ejemplo.

Una vez el sabio Narada, errando por la tierra santa de la India, llegó a una ciudad donde la gente del pueblo estaba inmersa en satsang y prácticas religiosas. Vio un enorme edificio reservado para el satsang. En ese edificio se reunían miles de hombres y mujeres emocionados que  participaban del satsang y el canto devocional. Estaban desesperados por encontrar al Señor y derramaban lágrimas. Orando al Señor decían:

—¡Ay Señor! ¿Por qué eres tan cruel? ¿Por qué no apareces ante nosotros? ¿Cuándo nos bendecirás? ¡Oh Señor! ¡Morada de la gracia! Por favor, no hagas que sigamos anhelándote. Ven rápido. Por favor, enfría nuestros corazones resecos por la separación, regándolos con el elixir de tu encuentro. ¡Señor! ¡Amigo de los oprimidos! Nada parece tener sentido más que Tú. ¡Señor! Por favor, complácenos ya mismo. Por favor, haz felices los ojos de tus devotos afligidos con tu auspiciosa aparición.

Así, Narada Baba vio a los devotos del Señor inquietos por encontrar al Señor y pensó: “El Señor es muy cruel. ¡Cuánto anhelan Su aparición! Pero el Señor no aparece. Cualquier adjetivo que se use para describirlo, como ‘Océano de la compasión’, ‘Morada de la Gracia’, ‘Compasivo con los oprimidos’, etc., son solo halagos sin sentido”. Pensando de este modo llegó con su poder del yoga a la divina morada de Vaikuṇṭha. Encontró al Señor y le dijo

—¡Date prisa, mi Señor! Por favor, ve a esa ciudad de inmediato y satisface a Tus amados devotos. De lo contrario, voy a tachar de las escrituras todos aquellos adjetivos como ‘Océano de gracia’.

—No hagas eso. Voy de inmediato. Estoy dispuesto a encontrarme con todos los devotos.

Fue inmediatamente a ese lugar acompañado de Narada. A una distancia de cinco kosa (dieciséis kilómetros) de la ciudad, descansó en un lugar tranquilo a la sombra de una floreciente higuera. Dijo a Narada:

—Ve a la ciudad y llama a todos los devotos. Me reuniré con ellos. He llegado desde miles de kilómetros. También tienen que caminar por lo menos un poco de distancia desde su ciudad para reunirse conmigo. Si un águila viene a gran velocidad para encontrarse con una hormiga, ¿no tiene la hormiga que caminar a su velocidad, en cierta medida, para encontrarse con el águila? Este es el modo de los enamorados. Tienen que correr cada uno a su ritmo para saludarse. Por lo tanto, por favor, ve allí y tráelos. Asegúrate de que nadie falte.

Narada, complacido, le dijo:

—¡Oh Señor! Por favor, ponte cómodo aquí, voy a ir a traer a todos los devotos; voy a convocar un grupo de miles de personas a tus pies.

Diciendo así, Narada se dirigió a la Casa Satsang, donde había miles de hombres y mujeres sentados escuchando una disertación sobre la Gita. Cuando terminó, Narada se paró al frente de la reunión y anunció:

— ¡Oh ardientes devotos! Confíen en mí. Yo soy Narada. He discernido su fe y devoción, así como su ferviente anhelo de tener darshan del Señor. Fui hasta el Señor, el océano de compasión, y he traído al Señor de Vaikuṇṭha a las afueras de su ciudad. Solo tienen que caminar una distancia de cinco kosas. El Señor está descansando en ese lugar. Vayan allí, encuéntrense con Él, y hagan su vida bendita y plena. Por favor no se demoren ni un momento. Por favor, vengan conmigo inmediatamente. Digan: Vaikuṇṭhanāth bhagawān śri nārāyaṇa ki jai, ‘¡Gloria a Narayana, el Señor de Vaikuṇṭha!’.

Cuando Narada hizo este anuncio, algunos rieron diciendo:

—¡Hoy en día hay tantos embusteros que usan ropas de ascetas y se vuelven agentes del Señor! Este vago —señalando a Narada— dice: ‘Síganme cinco kosas’. ¿Acaso somos vagabundos sin trabajo como él, que podemos dejar todo lo que hay que hacer y marchar sin pensar? Justo ahora tenemos que ir a hacer algunas compras. Debe estar tramando algo para engañarnos.

 Otra persona comentó:

—Estos son los tiempos pecaminosos de kaliyuga. ¿Va el Señor a aparecer de esa manera?

Así, más de la mitad de la gente se levantó y se fue, sin creer a Narada. Narada gritó:

—¡Oh, hermanos y hermanas! Están cometiendo un error. Una oportunidad así es rara. No desconfíen de mí. Créanme. Vengan y encuentren al Señor, que es algo tan difícil de lograr.

Pero los gritos de Narada cayeron en oídos sordos. La gente no le hizo caso y se fueron a hacer sus tareas. Todavía quedaron unas siete u ochocientas acompañando a Narada. Pensaban: “Este asceta se ve tan radiante. Es posible que esté diciendo la verdad. Incluso si lo que dijera no fuera cierto y no llegáramos a encontrarnos con el Señor, ¿cuál es el daño de caminar cinco kosas con él? Vamos a ver qué se trae entre manos”.

Liderando la multitud de devotos y haciéndoles cantar el nombre de Dios con él, Narada salió de la ciudad. Estaba satisfecho con que al menos mucha gente iba a ver al Señor. Cuando Narada se acercó a una distancia de una kosa, el Señor ordenó a su yogamaya que los pusiera a prueba, para saber si querían solo al Señor o simplemente otras cosas materiales. Dijo:

—Esto es necesario porque solo el devoto que carece de deseos, es desapegado y sin ego puede encontrarse conmigo. Una persona con deseos, apego, orgullo y otras faltas no puede acercarse a mí. Ve allí rápido. Pon algunas distracciones en su camino.

Siguiendo las órdenes del Señor, yogamaya hizo un pozo en la tierra a un kosa de distancia, y lo llenó de un sinnúmero de brillantes monedas de cobre. Era como si un banco acabara de surgir desde el suelo. Los devotos que cantaban el nombre del Señor se preguntaron de dónde procedían todas esas monedas. Cientos de ellos saltaron inmediatamente al pozo, y juntaron con las dos manos cientos de monedas en los dhotis que vestían. Narada vio esto y dijo:

—¿Qué están haciendo? Déjenlas. Ni siquiera las toquen. Es una ilusión de yogamaya. No se dejen llevar por ella. De lo contrario, se verán privados del encuentro con el Señor. ¡Vamos, salgan de ahí, vamos!

Sin embargo, la gente no escuchó las súplicas de Narada. Pusieron las bolsas de monedas recogidas sobre su cabeza y volvieron a sus casas. Una persona, atando los nudos de la tela llena de monedas, dijo a Narada:

—¡Baba! Somos muy pobres. Llegamos a fin de mes con gran dificultad. Tenemos tantas cosas pendientes. Mi hija necesita casarse. Tengo que arreglar mi casa. No puedo hacer todo esto sin dinero. Estábamos muy preocupados. El Señor está complacido, por lo que él mismo abrió este tesoro para nosotros. ¡Baba! Podemos encontrarnos con el Señor más adelante. Pero, ¿cuándo encontraremos otra maya como esta? Tú eres un renunciante solitario. ¿Qué sabes de las complicaciones de los dueños de casa? Solo conoce sus dificultades aquel que ha caído en las garras de este estilo de vida. ¡Maharaj! El que quiera acumular unas monedas, que lo haga. No les prevengas. Por qué solo una vez, vamos a volver varias veces para recoger más monedas. Vamos a liberarnos de la pobreza para siempre.

Narada vio esta escena, escuchó los extraños argumentos y se decepcionó. Reuniendo coraje, volvió a explicarle a la gente. Alrededor de tres a cuatro centenares de personas escucharon el consejo de Narada y siguieron caminando con él. En la segunda kosa, yogamaya había creado colinas de monedas brillantes de plata. Algunas de las personas que antes no se habían distraído con las monedas de cobre, no pudieron contenerse con las de plata. También comenzaron a recogerlas en bolsas improvisadas. Narada les convenció para seguir avanzando. Unos cientos de empecinados siguieron caminando con Narada.

Cuando llegaron a la tercera kosa, yogamaya había construido minuciosamente una vasta bóveda llena de deslumbrantes monedas de oro. La gente vio la bóveda; estaban tan cegados por la brillante luz reflejada por las monedas que allí mismo se despidieron del Señor. Se olvidaron de todo y del encuentro con el Señor. Como el agua fresca por el sediento y la comida por el hambriento, las colinas de oro fueron arrasadas por algunas de las personas. Pensaron: “¿Quién sabe si Dios va a encontrarnos? Solo una persona que ha perdido la cabeza dejaría de lado este hallazgo inesperado del Señor que aparece como monedas de oro. Esto es literalmente una divina oportunidad dorada. Nunca hemos visto un espectáculo tan deslumbrante de monedas de oro disponibles para todos, ¡gratis! Tenemos la suerte de encontrarnos con esta cantidad de oro. ¡Esta oportunidad solo tendrá sentido cuando hayamos cargado sacos de monedas y llevado a casa!”.

Todo lo que Narada había planeado fracasó a causa de yogamaya. Narada le había prometido el Señor convocar ante él una multitud de miles de devotos. Pero yogamaya había disuadido a todos con éxito, salvo a unas pocas personas. Narada estaba muy enojado por la yogamaya y la gente que fue pillada. Dijo:

—¡Oh estúpidos tontos! Esto es solo una muestra ilusoria de la maya del Señor. Este tesoro es como un espejismo. Al llevar este oro a casa, verán que se habrá convertido en polvo. Perderán al Señor, perderán el oro. No estarán ni aquí ni allá. Dejen esto aquí y vengan conmigo. Confíen en mí.

Solo alrededor de treinta o cuarenta personas siguieron el consejo de Narada, el resto se puso a adorar el oro. Cuando Narada y sus seguidores llegaron a la cuarta kosa, yogamaya había abierto un tesoro de joyas: diamantes, rubíes, perlas y gemas brillantes de todo tipo. Aquellos que habían renunciado a las monedas de plata y oro, ya no pudieron contenerse. Ahora las joyas los hechizaron, corrieron hacia ellas y comenzaron a esconderlas entre su ropa. Narada vio el espectáculo, y con frialdad comenzó a explicar:

—¡Hermanos y hermanas! Habéis llegado hasta aquí. Están a solo un kosa de su destino. Una vez allí, estarán en la divina presencia purificadora del Señor, que es la fuente infinita de la belleza, elegancia y dulzura. En comparación con su presencia verdadera y divina, la aparición de las gemas es tan ilusoria, baja y despreciable. El darshan del Señor les concederá pura felicidad eterna, mientras que la aparición de las joyas, aunque momentáneamente agradable, al final provocará miseria extrema. Al igual que los objetos creados por un mago no duran y se autodestruyen en poco tiempo, esta exposición de gemas dispuestas por yogamaya, el mago más grande, no va a durar y se autodestruirá en poco tiempo. Este mago está poniendo una cortina entre el Señor y ustedes. Así que por favor, tengan cuidado. Renuncien a este obsesionamiento engañoso y marchemos en paz. Recuerden el objetivo inicial con el que comenzaron y lo que decían. ¿El alboroto de yogamaya les ha hecho olvidar sus preciosas metas? Piensen en el pasado y el futuro, y para alcanzar el gran objetivo, den la espalda a las joyas y permanezcan completamente alerta.

Después de que Narada los urgiera así, dos o tres personas, que eran exigentes y reflexivas, que valoraban las palabras de Narada y eran verdaderos devotos del Señor, se dispusieron a caminar un poco más. El resto de la gente quedó atrapada en la tormenta de maya. Narada llevó las dos o tres personas, cruzó el quinto kosa y llegó a los pies del Señor. Las dos o tres personas consiguieron el darshan purificador del Señor, hicieron su vida plena y bendita. Entonces el Señor le preguntó a Narada:

—¿Dónde está la multitud, los miles de devotos?

Narada respondió molesto:

—Todos cayeron en las trampas falsas y llamativas creadas por tu yogamaya. Si lo sabes todo, ¿por qué lo preguntas? El yogamaya hizo todos estos trucos que atraparon a miles.

—¡Narada! Entonces, ¿todavía vas a boicotear mis calificativos?

Dijo Narada en un tono un tanto apologético, mirando hacia abajo vergonzosamente:

—¡Maestro! ¿Quién puede comprender tus maravillosos juegos? Yo no era consciente de su extensión. Al fluir la compasión, lo solté así. Eres fuerte en todos los aspectos. Por lo tanto, por favor, perdona a esta persona orgullosa!

La esencia de este ejemplo es que el Señor, el Ser Consciente, se esconde debajo de las cinco kosas (koshas-coberturas), por lo que no se lo puede ver directamente. Superar estas capas no es algo fácil. Es una tarea formidable. Son cada vez más difíciles de cruzar. La envoltura del alimento se compara con las monedas de cobre, la envoltura vital con las monedas de plata, la envoltura mental con las monedas de oro y la envoltura del conocimiento con las gemas. Miles de personas, entre ellas grandes eruditos, a pesar de que cantan las glorias del Señor, alaban Su nombre, escuchan y dan charlas sobre el Señor, no pueden renunciar a su adicción a la envoltura del alimento o el cuerpo denso. Ellos están siempre engañados sobre el Ser.

Algunas personas renuncian a su adicción al cuerpo a través de austeridades y fortaleza, pero no logran superar la adicción a la envoltura vital. Ellos piensan que su vida es solo el aliento vital, y por lo tanto no pueden llegar a experimentar la verdadera, eterna y divina vida.

A través del discernimiento y la contemplación, algunas personas logran superar la envoltura vital, pero son atrapados en los ciclones violentos del deseo y los celos de la envoltura mental. Ellos se desaniman y repiten mentalmente las palabras del poeta y gran ser Kabir,

¡Mana! ¿Tohe kisavidha maiṅ samajhāūṅ?
Sonā hoya to suhāgā maṅgāū, baṅkanāla rasa laūṅ,
jñāna-śabdakī phūṅka calaū, pānī kara pighalaūṅ,
ghoḍā hoya to lagāma lagāū, ūpara jīna kasāūṅ,
hoya savār tere para baiṭhu, cābuka de ke calaūṅ.

“¡Oh mente! ¿Cómo puedo hacerte comprender?
Si fueras oro, te llevaría una antorcha, bórax[1] y un soplete,
volaría tus palabras de sabiduría y te licuaría.
Si fueras un caballo,
pondría un freno en tu boca, una montura en tu lomo,
te montaría y fustigaría con un rebenque para hacerte trotar”.

De esta manera, esta mente malvada, que es un obstáculo en el camino del bien, no entiende por mucho que lo intente. Por lo tanto, es casi imposible superar la envoltura mental. Uno puede superar la envoltura mental por medio del estudio y el desapego. Pero entonces la envoltura de la sabiduría es casi insuperable. Porque esta cuarta envoltura considera eterno lo que es temporal, puro a lo impuro, el Ser al no ser, y es un tesoro de todos esos sentimientos contrarios. Sin contemplación madura escuchando vedanta y reflexionando sobre su significado, la envoltura de la sabiduría no se rompe. En la actualidad también, entre miles de oyentes y pensadores, apenas una o dos personas contemplan, que son los auténticos buscadores y están deseosos de liberación. Solo las personas virtuosas, cuyas tendencias se han vuelto desinteresadas del mundo y se dirigen hacia el interior, que se quedan en soledad, que están libres de deseo y no tienen orgullo, pueden contemplar. Manteniéndose extrovertidos, la gente da vueltas alrededor del vedanta, diciendo: “Yo soy Brahman”, se consideran conocedores de Brahman y benditos. Están atrapados en los movimientos contrarios de la envoltura de la sabiduría. Carecen de verdadera autorrealización. Cuando los buscadores, quienes se han deseosos por el estudio, en verdad anhelan la autorrealización, y maduran en su contemplación, solo entonces rompen la barrera de la envoltura de la sabiduría y llegan a las puertas de la quinta envoltura: la envoltura de la felicidad.

Cuando la contemplación madura, se alcanza el estado brahmi (estado de ser uno con Brahman) de la paz suprema, y el buscador trasciende la mente; entonces la envoltura de la felicidad es fácil de superar. Uno tiene una experiencia directa del Señor, que trasciende las cinco envolturas y el mundo plagado de dualidad, que es el Brahman supremo, que es verdad, conciencia y dicha, que es el Ser eterno, puro, omnisciente, libre, desapegado, no dual, y consciente. La persona está consumada para siempre, bendita y liberado en vida (jivanmukta). En el capítulo once del Bhāgawat se dan las características del mejor devoto del Señor, con el fin de reconocerlo:

Na kāmakarma-bījānāṁ, yasya cetasi sambhavaḥ,
vāsudevaika-nilayaḥ, sa vai bhāgawatottamaḥ.
Na yasya janma-karmabhyāṁ, na varṇāśrama-jātibhiḥ,
sajjate ’smin ahaṁ-bhāvo dehe vai sa hareḥ priyaḥ.
Na yasya svaḥ para it vitteṣu-ātmani vā bhidā,
sarva-bhūtasamaḥ śāntaḥ, sa vai bhāgawatottamaḥ (11,2,50-51-52).

Solo quien en cuya mente pura, llena de sentimientos de unidad con Brahman, no surge el deseo de disfrute de los objetos sensoriales y las tendencias subyacentes; quien reside en el Señor Vāsudeva, es el mayor devoto del Señor. Quien no tiene orgullo del cuerpo, de ser de alta cuna, de austeridades y rituales, de raza, de una etapa específica de la vida o de linaje, es realmente el amado devoto del Señor. El excelente devoto del Señor no tiene la sensación de “mío y ajeno” con respecto al dinero y la riqueza, y no tiene sentimiento de diferencias en el Ser. Esto significa que el mayor devoto del Señor tiene sentimiento de unidad del mismo Ser en todos los cuerpos, y no se ve afectado por los buenos o malos sucesos mundanos, está tranquilo e inmerso en la dicha.

De esta manera, el que ha ido más allá de las coberturas de la ignorancia, el deseo y las acciones, en cuya pura visión, la cobertura de la envoltura dorada (la envoltura mental) se ha desplomado, ese discierne la luz del dichoso Ser siempre y en todo lugar. Más aún, ese devoto permanece físicamente en el mundo, pero espiritualmente permanece desapegado y despreocupado, y experimenta la unidad en la diversidad y la unidad en la multiplicidad. Es decir, el devoto permanece en el Ser Supremo en todos los aspectos. El Señor también cita este hecho en la Gita de la siguiente manera:

Sarvabhūta-sthitaṁ yo māṁ bhajatyekatva-māsthitaḥ,
sarvathā vartamāno ’pi sa yogī mayi vartate (6,31).

“El yogi con un sentimiento de no diferencia Me adora, al Señor, que reside en todas las criaturas, permanece en mí aun activo”.

“El pueblo, que se ha vuelto ignorante y agitado debido a las coberturas de yogamaya, no puede discernirme, al Ser Supremo, en la forma apropiada. Yo, el Señor, estoy en todas partes. Me he convertido en todo. Nunca he nacido. Nunca muero. Yo soy el mismo Ser de todo. Este hecho no puede ser comprendido por la humanidad. Por tanto, ¡oh Arjuna!, con la punta del conocimiento directo e indirecto, rasga las cubiertas ilusorias de yogamaya y destrúyelas. Vuélvete Mi devoto firme, practica el yoga de la acción sin deseos. Desmonto el velo de maya y me presento delante de Mi sabio devoto sin deseos. Me mira continuamente y yo a él. Él se vuelve mi Ser y Yo me vuelvo su Ser. Así como la leche y el agua, los dos, el devoto y el Señor, se vuelven inseparablemente uno. Después, no hay sensación de la diferencia entre ‘tú’ y ‘yo’”.

Por lo tanto, se dice en la Uttara Gītā,

Yathā jalaṁ jale kṣiptaṁ, kṣīre kṣīraṁ ghṛte ghṛtaṁ,
aviśeṣo bhavet-tadvaj-jīvātma-paramātmanoḥ (2,2).

Así como cuando el agua se mezcla con agua, la leche con leche y el ghi con ghi, los dos se vuelven uno y no se puede distinguir el uno del otro, también una persona liberada de las coberturas de yogamaya se vuelve indistinguible del Señor. Entonces no hay ninguna característica extraordinaria presente en el individuo libre. Por consiguiente, no hay ningún obstáculo en el estado de fusión completa.

Hariḥ om tat sat.



[1] En India los orfebres usan borax para fundir el oro.


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