Nāhaṁ prakāśaḥ sarvasya,
yogamāyā-samāvṛtaḥ,
mūḍho ’yaṁ nābhijānāti,
loko māmaja-mavyayaṁ (Gītā
7,25).
“Me escondo con mi yogamaya. Es por eso que yo no soy visible para todos. Por lo tanto,
un ser humano ignorante y torpe no reconoce la verdad sutil, que Yo soy sin
nacimiento, imperecedero, indivisible, único, el Ser Supremo. La persona
engañada me considera como con nacimiento y muerte”.
El Señor Shrikrishna dice a Arjuna: “No
revelo mi verdadera naturaleza a todas las personas, solo a algunos de los
devotos sabios”. “¿Por qué no te revelas a todo el mundo?”. En respuesta a esta
pregunta, el Señor dice: “Yo me escondo con mi yogamaya. El incomprensible juego de mi intelecto se llama yoga. Eso también es maya, que es experta en hacer que sucedan
cosas inverosímiles. Me cubro con ella. Por lo tanto, nadie me puede ver. Es la
naturaleza de maya cubrir la
naturaleza del Principio existente, y mostrar estados ilusorios que no
existen”.
Por eso, en la Īśāvāsyopaniṣad (también conocido como Īśā Upaniṣad) se dice: Hiraṇmayena
pātreṇa satyasyāpihitaṁ mukhaṁ (15), “La cara de la Verdad está cubierta
por una vasija de oro resplandeciente”. La vasija de oro es precisamente esta yogamaya. Esta maya hace que el Señor aparezca diferente de lo que Él es. Por lo
tanto, los seres humanos ignorantes tienen concepciones imaginarias acerca de
la naturaleza de Dios. Creyendo que su naturaleza esencial es no esencial y que
la no esencial es esencial, dicen cualquier tontería que les viene a la mente
contra las escrituras. Consideran que el no nacido Señor ha tomado nacimiento,
que lo imperecedero es perecedero, y que el gran Brahman Supremo posee el
estado insignificante de una criatura. Por lo tanto, no pueden distinguir entre
la verdad y la falsedad. A pesar de que el Señor que mora en nosotros está
siempre presente en todos lados, en la forma de existencia, conciencia y amor,
las personas que carecen de discernimiento en su visión preguntan: “¿Dónde existe
Dios? No vemos a Dios en ningún lado”. Así, las personas ignorantes consideran
al ilusorio y siempre cambiante mundo de la dualidad, que consiste en nombres y
formas, como la verdad eterna. Ellos se apegan a los placeres de los sentidos,
momentáneos, humildes e inferiores. Son privados de la verdadera felicidad.
Pero los devotos conocedores del Señor, a través de la luz divina del
conocimiento obtenido por la gracia del Señor, quitan el velo de yogamaya, experimentan la naturaleza
esencial de Dios en todas partes, y permanecen siempre absortos en la dicha
pura.
En el capítulo titulado Brahmānanda Valli de la Taittirīya Upaniṣad se dice satyam jñāna-manantaṁ brahma... nihitam
guhāyāṁ, “Esa Verdad, Conocimiento, e infinito Brahman, el Ser Conciente,
está escondido en una cueva”. Esa cueva consta de una serie de cinco
envolturas, desde la del alimento hasta la de la dicha. Así como una funda de
cuero esconde una espada en su interior, las cinco envolturas esconden dentro
de sí al consciente Brahman, el Ser. El cuerpo físico visible, con manos y pies,
es la envoltura del alimento. Es creado de semen producido por los alimentos y
ha crecido por el consumo de alimentos. Por lo tanto, se llama la envoltura del
alimento. Debido a la ilusión de la ignorancia, una persona torpe no reconoce
su verdadera naturaleza y se refiere a la envoltura de alimento de un metro y
algo de largo como “yo”, y golpeando su pecho, dice: “Este soy yo”. Además, se
refiere al nacimiento y la muerte de la envoltura de los alimentos como su
propio nacimiento y muerte.
Pero un devoto conocedor no considera a
este objeto de la envoltura del alimento como yo o “yo-objeto”. A través de un
proceso de pensamiento el devoto comprueba: “La envoltura del alimento no estuvo
aquí antes y no estará después, tiene un principio y un fin visibles. Pero
nadie puede mostrar el inicio y el fin del ‘conocedor del campo’, el Ser Consciente”.
El Ser es sin principio e indestructible. Por tanto, la envoltura del alimento
no puede ser “yo” o Ser.
Si la envoltura del alimento es
considerada como el Ser, se producirán dos errores. Un error es la “falsa
acusación”, y el otro es “no experimentar las consecuencias de las acciones”.
Este ser corporal no existía en la vida pasada. Fue creado en este nacimiento.
Por lo tanto, este cuerpo no ha cometido méritos y pecados en el nacimiento
anterior. Ser sometido a buenas o malas experiencias por el mérito y el pecado
cometido por otra persona es una injusta “acusación falsa”. En el próximo
nacimiento este mismo cuerpo no existirá. Va a ser destruido. La forma terrenal
se volverá en una con la tierra. Entonces el mérito o pecado que este cuerpo
haya cometido desaparecerá sin sufrir las consecuencias. Este error se llama
“no experimentar las consecuencias de las acciones”. Por otra parte, ¿cómo
puede el cuerpo actual ser creado sin alguna causa desconocida? Y en el próximo
nacimiento, ¿cómo pueden experimentarse las consecuencias de los pecados
acumulados en este nacimiento? De esta manera, considerar a la envoltura del
alimento como el Ser, crea anarquía en el manejo de las consecuencias de las
acciones. Por tanto, la envoltura del alimento no puede ser considerada como el
Ser.
Debajo de la envoltura del alimento reside
la envoltura de aire vital. Esta envoltura es un fenómeno especial hecho de
aire. El aire impregna el cuerpo de la cabeza a los pies, energizando y
estimulando a todos los órganos sensoriales, como los ojos. La naturaleza de
esta envoltura es el hambre y la sed. Una criatura ignorante considera a estas propiedades
como a él mismo, y dice: “Tengo hambre, tengo sed”. Pero siendo inerte, esta
envoltura de aire vital no puede volverse el Ser consciente.
Bajo la envoltura de aire vital se
encuentra la envoltura mental. Es esa envoltura que considera el cuerpo como
“yo” y a una casa y otros objetos como “mío”. Sus estados son ilusorios, como
la pasión, la ira, el deseo y la duda. Por lo tanto la envoltura mental, siendo
cambiante, no puede ser el inmutable Ser. Pero el ignorante, sin reconocer su
naturaleza pura e inmutable, atribuye al Ser las propiedades de la envoltura
mental tales como la pasión, y dice: “Yo soy lujurioso, estoy enojado”, y así
sucesivamente. Pero el devoto conocedor se considera a sí mismo como testigo de
todos los fenómenos, el Ser eterno, puro, consciente, libre, y desapegado.
Bajo la tercera envoltura, la mental, se
encuentra la envoltura de la sabiduría. El intelecto, que parece ser consciente,
se llama sabiduría. Esta sabiduría se disuelve durante el estado de sueño.
Mientras estamos despiertos, impregna todo el cuerpo. La envoltura mental es la
causa de la acción, mientras que la envoltura de la sabiduría es el actor. Por
lo tanto, la envoltura de la sabiduría nunca puede ser el Ser consciente,
porque el Ser consciente no es un hacedor o actor, y su luz de la conciencia
nunca se extingue. Sigue siendo eterna en todos los estados, tales como vigilia
y sueño, etc.
Bajo la cuarta, la envoltura de la
sabiduría, se encuentra la envoltura de la dicha. Cuando se experimentan
consecuencias agradables de méritos, las tendencias mentales se vuelven hacia
adentro y quedan enfocadas. Entonces, la bienaventuranza del Ser se refleja en
la envoltura de la dicha y las tendencias mentales comienzan a experimentar
alegría. En el momento de experimentar la felicidad, las tendencias mentales
permanecen hacia adentro. Cuando la felicidad está a punto de desaparecer,
estas tendencias se disuelven en el sueño. Esta envoltura se conoce como la
envoltura de dicha.
La quinta envoltura es el disfrutador o
experimentador. Este actor a veces es evidente y otras veces no. Por lo tanto,
tampoco puede ser el Ser, reflejado, eterno y perfectamente dichoso. De esta
manera, un ignorante se considera a sí mismo el hacedor y disfrutador, mientras
que el sabio se considera a sí mismo como no hacedor, no experimentador,
desapegado e inmutable.
En el capítulo once del Bhagawat la experiencia del Ser de la
persona sabia ha sido descrita de la siguiente manera.
Nātmā jajāna na mariṣyati naidhate ’sau,
na kṣīyate savanavid vyabhicāriṇāṁ hi,
sarvatra śaśvadana-pāyyupalabdhimātraṁ,
prāṇo yathendriya-balena vikalpitaṁ sat (11,3,38).
El Ser, que trasciende las cinco
envolturas y cuya naturaleza es Brahman, nunca ha nacido y nunca muere. Nunca
se expande y nunca se contrae. Es el testigo y el iluminador de cualquier
objeto mutable que existe, como el cuerpo, los sentidos, prāṇas; tanto si están presentes o ausentes, en forma de acción o
pensamiento, en el pasado, presente y futuro, en todos los estados de ir y
venir. Trasciende todas las divisiones por país, periodo de tiempo u objetos.
Es indivisible e indestructible. No es ni el perceptor ni el objeto de la
percepción. Sin embargo, es la percepción misma. Así como hay un solo prāṇa, pero es llamado con diferentes
nombres en diferentes zonas de operación, así también el Ser omnisciente es
uno, pero el ignorante le impone una falsa acusación de ser muchos, debido a su
asociación con diferentes sentidos.
De esta manera, el ser humano puede
obtener la verdadera experiencia del Principio del Ser, solo cuando purifica su
mente mediante la eliminación de toda inmundicia, través de la práctica
intachable de yoga de la devoción por el Señor. Es por eso que se dice en el Bhagawat,
Yarhyabja-nābha-caraṇaiṣaṇayorubhaktyā,
cetomalāni vidhamed guṇakarmajāni,
tasmin viśuddha upalabhyata ātma-tattvaṁ,
sākṣād yathā ’maladṛśoḥ savituḥ prakāśaḥ (11,3,40).
Cuando el yoga de la devoción se practica
con un intenso deseo de alcanzar los pies de loto del Señor Padmanabha, cuya
naturaleza es existencia, conciencia y dicha, la propia devoción quema las
impurezas generadas por las tres cualidades y acciones como un fuego salvaje.
Cuando la mente se vuelve pura, el principio mismo es experimentado
directamente, tal como cuando se restaura la vista deteriorada, la luz solar
puede ser detectada directamente.
Habiendo experimentado directamente el Ser
en la forma de Hari, el devoto conocedor armado con la memoria profunda de la
experiencia, nunca es vencido por los trastornos de estas cinco envolturas. El
devoto siempre permanece totalmente inmutable, independiente y feliz. El Bhagawat dice lo siguiente en el caso de
los devotos magníficos del Señor:
Dehendriya-prāṇa-mano-dhiyāṁ yo,
janmāpya-yakṣudbhayatarṣa-kṛcchraiḥ,
saṁsāra-dharmai-ravimuhya-mānaḥ,
smṛtyā harer-bhāgawata-pradhānaḥ (11,2,49).
Las propiedades del mundo, que consta de
las cinco envolturas como el alimento, son el nacimiento y la muerte, el hambre
y la sed, el dolor y el cansancio, el miedo y el deseo, y demás. Afectan al
cuerpo, el prāṇa, los órganos
sensoriales, la mente y el intelecto, respectivamente. El que está impregnado
del profundo recuerdo del Señor, el Ser consciente, quien no se ve afectado por
la aparición y desaparición, ni superado por las cualidades del no ser
proyectadas sobre el Ser puro, es el más grande devoto del Señor.
El Señor, como Ser consciente, es cubierto
por las cinco envolturas que surgen de yogamaya,
tal como el sol es eclipsado por la luna. Mientras una persona no elimina estas
cubiertas que obstruyen los procesos de discernimiento, contemplación y
meditación, la persona nunca alcanza a Shri Hari, cuya naturaleza es
existencia, conciencia y bienaventuranza. Las cubiertas de yogamaya son muy poderosas, casi invencibles, y solo puede
eliminarlas un gran ser que está decidido, es libre de apegos mundanos, y digno
de la gracia del Señor. Por eso el Señor dice en la Gita,
Yatatāmapi siddhānāṁ kaścinmāṁ vetti tattvataḥ (7,3).
“Entre los yoguis que se esfuerzan por
eliminar las cubiertas de yogamaya,
es un ser raro y afortunado quien las elimina y llega a conocer Mi esencia”.
Entenderán este tema con el siguiente
ejemplo.
Una vez el sabio Narada, errando por la
tierra santa de la India, llegó a una ciudad donde la gente del pueblo estaba
inmersa en satsang y prácticas
religiosas. Vio un enorme edificio reservado para el satsang. En ese edificio se reunían miles de hombres y mujeres
emocionados que participaban del satsang
y el canto devocional. Estaban desesperados por encontrar al Señor y derramaban
lágrimas. Orando al Señor decían:
—¡Ay Señor! ¿Por qué eres tan cruel? ¿Por
qué no apareces ante nosotros? ¿Cuándo nos bendecirás? ¡Oh Señor! ¡Morada de la
gracia! Por favor, no hagas que sigamos anhelándote. Ven rápido. Por favor,
enfría nuestros corazones resecos por la separación, regándolos con el elixir
de tu encuentro. ¡Señor! ¡Amigo de los oprimidos! Nada parece tener sentido más
que Tú. ¡Señor! Por favor, complácenos ya mismo. Por favor, haz felices los
ojos de tus devotos afligidos con tu auspiciosa aparición.
Así, Narada Baba vio a los devotos del
Señor inquietos por encontrar al Señor y pensó: “El Señor es muy cruel. ¡Cuánto
anhelan Su aparición! Pero el Señor no aparece. Cualquier adjetivo que se use
para describirlo, como ‘Océano de la compasión’, ‘Morada de la Gracia’,
‘Compasivo con los oprimidos’, etc., son solo halagos sin sentido”. Pensando de
este modo llegó con su poder del yoga a la divina morada de Vaikuṇṭha. Encontró
al Señor y le dijo
—¡Date prisa, mi Señor! Por favor, ve a
esa ciudad de inmediato y satisface a Tus amados devotos. De lo contrario, voy
a tachar de las escrituras todos aquellos adjetivos como ‘Océano de gracia’.
—No hagas eso. Voy de inmediato. Estoy
dispuesto a encontrarme con todos los devotos.
Fue inmediatamente a ese lugar acompañado
de Narada. A una distancia de cinco kosa
(dieciséis kilómetros) de la ciudad, descansó en un lugar tranquilo a la sombra
de una floreciente higuera. Dijo a Narada:
—Ve a la ciudad y llama a todos los
devotos. Me reuniré con ellos. He llegado desde miles de kilómetros. También
tienen que caminar por lo menos un poco de distancia desde su ciudad para
reunirse conmigo. Si un águila viene a gran velocidad para encontrarse con una
hormiga, ¿no tiene la hormiga que caminar a su velocidad, en cierta medida,
para encontrarse con el águila? Este es el modo de los enamorados. Tienen que
correr cada uno a su ritmo para saludarse. Por lo tanto, por favor, ve allí y
tráelos. Asegúrate de que nadie falte.
Narada, complacido, le dijo:
—¡Oh Señor! Por favor, ponte cómodo aquí,
voy a ir a traer a todos los devotos; voy a convocar un grupo de miles de
personas a tus pies.
Diciendo así, Narada se dirigió a la Casa Satsang, donde había miles de hombres y
mujeres sentados escuchando una disertación sobre la Gita. Cuando terminó, Narada se paró al frente de la reunión y
anunció:
— ¡Oh ardientes devotos! Confíen en mí. Yo
soy Narada. He discernido su fe y devoción, así como su ferviente anhelo de
tener darshan del Señor. Fui hasta el
Señor, el océano de compasión, y he traído al Señor de Vaikuṇṭha a las afueras
de su ciudad. Solo tienen que caminar una distancia de cinco kosas. El Señor está descansando en ese
lugar. Vayan allí, encuéntrense con Él, y hagan su vida bendita y plena. Por
favor no se demoren ni un momento. Por favor, vengan conmigo inmediatamente.
Digan: Vaikuṇṭhanāth bhagawān śri nārāyaṇa
ki jai, ‘¡Gloria a Narayana, el Señor de Vaikuṇṭha!’.
Cuando Narada hizo este anuncio, algunos
rieron diciendo:
—¡Hoy en día hay tantos embusteros que
usan ropas de ascetas y se vuelven agentes del Señor! Este vago —señalando a
Narada— dice: ‘Síganme cinco kosas’.
¿Acaso somos vagabundos sin trabajo como él, que podemos dejar todo lo que hay
que hacer y marchar sin pensar? Justo ahora tenemos que ir a hacer algunas
compras. Debe estar tramando algo para engañarnos.
Otra persona comentó:
—Estos son los tiempos pecaminosos de kaliyuga. ¿Va el Señor a aparecer de esa
manera?
Así, más de la mitad de la gente se
levantó y se fue, sin creer a Narada. Narada gritó:
—¡Oh, hermanos y hermanas! Están
cometiendo un error. Una oportunidad así es rara. No desconfíen de mí. Créanme.
Vengan y encuentren al Señor, que es algo tan difícil de lograr.
Pero los gritos de Narada cayeron en oídos
sordos. La gente no le hizo caso y se fueron a hacer sus tareas. Todavía
quedaron unas siete u ochocientas acompañando a Narada. Pensaban: “Este asceta
se ve tan radiante. Es posible que esté diciendo la verdad. Incluso si lo que
dijera no fuera cierto y no llegáramos a encontrarnos con el Señor, ¿cuál es el
daño de caminar cinco kosas con él?
Vamos a ver qué se trae entre manos”.
Liderando la multitud de devotos y
haciéndoles cantar el nombre de Dios con él, Narada salió de la ciudad. Estaba
satisfecho con que al menos mucha gente iba a ver al Señor. Cuando Narada se
acercó a una distancia de una kosa,
el Señor ordenó a su yogamaya que los
pusiera a prueba, para saber si querían solo al Señor o simplemente otras cosas
materiales. Dijo:
—Esto es necesario porque solo el devoto
que carece de deseos, es desapegado y sin ego puede encontrarse conmigo. Una
persona con deseos, apego, orgullo y otras faltas no puede acercarse a mí. Ve
allí rápido. Pon algunas distracciones en su camino.
Siguiendo las órdenes del Señor, yogamaya hizo un pozo en la tierra a un kosa de distancia, y lo llenó de un
sinnúmero de brillantes monedas de cobre. Era como si un banco acabara de
surgir desde el suelo. Los devotos que cantaban el nombre del Señor se
preguntaron de dónde procedían todas esas monedas. Cientos de ellos saltaron
inmediatamente al pozo, y juntaron con las dos manos cientos de monedas en los dhotis que vestían. Narada vio esto y
dijo:
—¿Qué están haciendo? Déjenlas. Ni
siquiera las toquen. Es una ilusión de yogamaya.
No se dejen llevar por ella. De lo contrario, se verán privados del encuentro
con el Señor. ¡Vamos, salgan de ahí, vamos!
Sin embargo, la gente no escuchó las
súplicas de Narada. Pusieron las bolsas de monedas recogidas sobre su cabeza y
volvieron a sus casas. Una persona, atando los nudos de la tela llena de
monedas, dijo a Narada:
—¡Baba! Somos muy pobres. Llegamos a fin
de mes con gran dificultad. Tenemos tantas cosas pendientes. Mi hija necesita casarse.
Tengo que arreglar mi casa. No puedo hacer todo esto sin dinero. Estábamos muy
preocupados. El Señor está complacido, por lo que él mismo abrió este tesoro
para nosotros. ¡Baba! Podemos encontrarnos con el Señor más adelante. Pero,
¿cuándo encontraremos otra maya como
esta? Tú eres un renunciante solitario. ¿Qué sabes de las complicaciones de los
dueños de casa? Solo conoce sus dificultades aquel que ha caído en las garras
de este estilo de vida. ¡Maharaj! El que quiera acumular unas monedas, que lo
haga. No les prevengas. Por qué solo una vez, vamos a volver varias veces para
recoger más monedas. Vamos a liberarnos de la pobreza para siempre.
Narada vio esta escena, escuchó los
extraños argumentos y se decepcionó. Reuniendo coraje, volvió a explicarle a la
gente. Alrededor de tres a cuatro centenares de personas escucharon el consejo
de Narada y siguieron caminando con él. En la segunda kosa, yogamaya había
creado colinas de monedas brillantes de plata. Algunas de las personas que
antes no se habían distraído con las monedas de cobre, no pudieron contenerse
con las de plata. También comenzaron a recogerlas en bolsas improvisadas.
Narada les convenció para seguir avanzando. Unos cientos de empecinados
siguieron caminando con Narada.
Cuando llegaron a la tercera kosa, yogamaya había construido minuciosamente una vasta bóveda llena de
deslumbrantes monedas de oro. La gente vio la bóveda; estaban tan cegados por
la brillante luz reflejada por las monedas que allí mismo se despidieron del
Señor. Se olvidaron de todo y del encuentro con el Señor. Como el agua fresca por
el sediento y la comida por el hambriento, las colinas de oro fueron arrasadas
por algunas de las personas. Pensaron: “¿Quién sabe si Dios va a encontrarnos? Solo
una persona que ha perdido la cabeza dejaría de lado este hallazgo inesperado
del Señor que aparece como monedas de oro. Esto es literalmente una divina
oportunidad dorada. Nunca hemos visto un espectáculo tan deslumbrante de
monedas de oro disponibles para todos, ¡gratis! Tenemos la suerte de
encontrarnos con esta cantidad de oro. ¡Esta oportunidad solo tendrá sentido cuando
hayamos cargado sacos de monedas y llevado a casa!”.
Todo lo que Narada había planeado fracasó
a causa de yogamaya. Narada le había
prometido el Señor convocar ante él una multitud de miles de devotos. Pero yogamaya había disuadido a todos con
éxito, salvo a unas pocas personas. Narada estaba muy enojado por la yogamaya y la gente que fue pillada.
Dijo:
—¡Oh estúpidos tontos! Esto es solo una
muestra ilusoria de la maya del
Señor. Este tesoro es como un espejismo. Al llevar este oro a casa, verán que
se habrá convertido en polvo. Perderán al Señor, perderán el oro. No estarán ni
aquí ni allá. Dejen esto aquí y vengan conmigo. Confíen en mí.
Solo alrededor de treinta o cuarenta
personas siguieron el consejo de Narada, el resto se puso a adorar el oro.
Cuando Narada y sus seguidores llegaron a la cuarta kosa, yogamaya había
abierto un tesoro de joyas: diamantes, rubíes, perlas y gemas brillantes de
todo tipo. Aquellos que habían renunciado a las monedas de plata y oro, ya no
pudieron contenerse. Ahora las joyas los hechizaron, corrieron hacia ellas y
comenzaron a esconderlas entre su ropa. Narada vio el espectáculo, y con
frialdad comenzó a explicar:
—¡Hermanos y hermanas! Habéis llegado
hasta aquí. Están a solo un kosa de
su destino. Una vez allí, estarán en la divina presencia purificadora del Señor,
que es la fuente infinita de la belleza, elegancia y dulzura. En comparación
con su presencia verdadera y divina, la aparición de las gemas es tan ilusoria,
baja y despreciable. El darshan del
Señor les concederá pura felicidad eterna, mientras que la aparición de las
joyas, aunque momentáneamente agradable, al final provocará miseria extrema. Al
igual que los objetos creados por un mago no duran y se autodestruyen en poco
tiempo, esta exposición de gemas dispuestas por yogamaya, el mago más grande, no va a durar y se autodestruirá en
poco tiempo. Este mago está poniendo una cortina entre el Señor y ustedes. Así
que por favor, tengan cuidado. Renuncien a este obsesionamiento engañoso y
marchemos en paz. Recuerden el objetivo inicial con el que comenzaron y lo que
decían. ¿El alboroto de yogamaya les
ha hecho olvidar sus preciosas metas? Piensen en el pasado y el futuro, y para
alcanzar el gran objetivo, den la espalda a las joyas y permanezcan
completamente alerta.
Después de que Narada los urgiera así, dos
o tres personas, que eran exigentes y reflexivas, que valoraban las palabras de
Narada y eran verdaderos devotos del Señor, se dispusieron a caminar un poco
más. El resto de la gente quedó atrapada en la tormenta de maya. Narada llevó las dos o tres personas, cruzó el quinto kosa y llegó a los pies del Señor. Las
dos o tres personas consiguieron el darshan
purificador del Señor, hicieron su vida plena y bendita. Entonces el Señor le
preguntó a Narada:
—¿Dónde está la multitud, los miles de
devotos?
Narada respondió molesto:
—Todos cayeron en las trampas falsas y
llamativas creadas por tu yogamaya. Si
lo sabes todo, ¿por qué lo preguntas? El yogamaya
hizo todos estos trucos que atraparon a miles.
—¡Narada! Entonces, ¿todavía vas a
boicotear mis calificativos?
Dijo Narada en un tono un tanto
apologético, mirando hacia abajo vergonzosamente:
—¡Maestro! ¿Quién puede comprender tus
maravillosos juegos? Yo no era consciente de su extensión. Al fluir la compasión,
lo solté así. Eres fuerte en todos los aspectos. Por lo tanto, por favor, perdona
a esta persona orgullosa!
La esencia de este ejemplo es que el
Señor, el Ser Consciente, se esconde debajo de las cinco kosas (koshas-coberturas),
por lo que no se lo puede ver directamente. Superar estas capas no es algo
fácil. Es una tarea formidable. Son cada vez más difíciles de cruzar. La
envoltura del alimento se compara con las monedas de cobre, la envoltura vital
con las monedas de plata, la envoltura mental con las monedas de oro y la
envoltura del conocimiento con las gemas. Miles de personas, entre ellas
grandes eruditos, a pesar de que cantan las glorias del Señor, alaban Su
nombre, escuchan y dan charlas sobre el Señor, no pueden renunciar a su adicción
a la envoltura del alimento o el cuerpo denso. Ellos están siempre engañados
sobre el Ser.
Algunas personas renuncian a su adicción
al cuerpo a través de austeridades y fortaleza, pero no logran superar la
adicción a la envoltura vital. Ellos piensan que su vida es solo el aliento
vital, y por lo tanto no pueden llegar a experimentar la verdadera, eterna y
divina vida.
A través del discernimiento y la
contemplación, algunas personas logran superar la envoltura vital, pero son
atrapados en los ciclones violentos del deseo y los celos de la envoltura
mental. Ellos se desaniman y repiten mentalmente las palabras del poeta y gran
ser Kabir,
¡Mana! ¿Tohe kisavidha maiṅ samajhāūṅ?
Sonā hoya to suhāgā maṅgāū, baṅkanāla rasa laūṅ,
jñāna-śabdakī phūṅka calaū, pānī kara pighalaūṅ,
ghoḍā hoya to lagāma lagāū, ūpara jīna kasāūṅ,
hoya savār tere para baiṭhu, cābuka de ke calaūṅ.
“¡Oh mente! ¿Cómo puedo hacerte
comprender?
Si fueras oro, te llevaría una antorcha,
bórax[1] y
un soplete,
volaría tus palabras de sabiduría y te
licuaría.
Si fueras un caballo,
pondría un freno en tu boca, una montura
en tu lomo,
te montaría y fustigaría con un rebenque
para hacerte trotar”.
De esta manera, esta mente malvada, que es
un obstáculo en el camino del bien, no entiende por mucho que lo intente. Por
lo tanto, es casi imposible superar la envoltura mental. Uno puede superar la
envoltura mental por medio del estudio y el desapego. Pero entonces la
envoltura de la sabiduría es casi insuperable. Porque esta cuarta envoltura
considera eterno lo que es temporal, puro a lo impuro, el Ser al no ser, y es
un tesoro de todos esos sentimientos contrarios. Sin contemplación madura
escuchando vedanta y reflexionando sobre su significado, la envoltura de la
sabiduría no se rompe. En la actualidad también, entre miles de oyentes y
pensadores, apenas una o dos personas contemplan, que son los auténticos
buscadores y están deseosos de liberación. Solo las personas virtuosas, cuyas
tendencias se han vuelto desinteresadas del mundo y se dirigen hacia el
interior, que se quedan en soledad, que están libres de deseo y no tienen
orgullo, pueden contemplar. Manteniéndose extrovertidos, la gente da vueltas
alrededor del vedanta, diciendo: “Yo soy Brahman”, se consideran conocedores de
Brahman y benditos. Están atrapados en los movimientos contrarios de la
envoltura de la sabiduría. Carecen de verdadera autorrealización. Cuando los
buscadores, quienes se han deseosos por el estudio, en verdad anhelan la
autorrealización, y maduran en su contemplación, solo entonces rompen la
barrera de la envoltura de la sabiduría y llegan a las puertas de la quinta
envoltura: la envoltura de la felicidad.
Cuando la contemplación madura, se alcanza
el estado brahmi (estado de ser uno
con Brahman) de la paz suprema, y el buscador trasciende la mente; entonces la
envoltura de la felicidad es fácil de superar. Uno tiene una experiencia
directa del Señor, que trasciende las cinco envolturas y el mundo plagado de
dualidad, que es el Brahman supremo, que es verdad, conciencia y dicha, que es
el Ser eterno, puro, omnisciente, libre, desapegado, no dual, y consciente. La
persona está consumada para siempre, bendita y liberado en vida (jivanmukta). En
el capítulo once del Bhāgawat se dan
las características del mejor devoto del Señor, con el fin de reconocerlo:
Na kāmakarma-bījānāṁ, yasya cetasi sambhavaḥ,
vāsudevaika-nilayaḥ, sa vai bhāgawatottamaḥ.
Na yasya janma-karmabhyāṁ, na varṇāśrama-jātibhiḥ,
sajjate ’smin ahaṁ-bhāvo dehe vai sa hareḥ priyaḥ.
Na yasya svaḥ para it vitteṣu-ātmani vā bhidā,
sarva-bhūtasamaḥ śāntaḥ, sa vai bhāgawatottamaḥ (11,2,50-51-52).
Solo quien en cuya mente pura, llena de
sentimientos de unidad con Brahman, no surge el deseo de disfrute de los
objetos sensoriales y las tendencias subyacentes; quien reside en el Señor
Vāsudeva, es el mayor devoto del Señor. Quien no tiene orgullo del cuerpo, de
ser de alta cuna, de austeridades y rituales, de raza, de una etapa específica
de la vida o de linaje, es realmente el amado devoto del Señor. El excelente
devoto del Señor no tiene la sensación de “mío y ajeno” con respecto al dinero
y la riqueza, y no tiene sentimiento de diferencias en el Ser. Esto significa
que el mayor devoto del Señor tiene sentimiento de unidad del mismo Ser en
todos los cuerpos, y no se ve afectado por los buenos o malos sucesos mundanos,
está tranquilo e inmerso en la dicha.
De esta manera, el que ha ido más allá de
las coberturas de la ignorancia, el deseo y las acciones, en cuya pura visión,
la cobertura de la envoltura dorada (la envoltura mental) se ha desplomado, ese
discierne la luz del dichoso Ser siempre y en todo lugar. Más aún, ese devoto
permanece físicamente en el mundo, pero espiritualmente permanece desapegado y
despreocupado, y experimenta la unidad en la diversidad y la unidad en la
multiplicidad. Es decir, el devoto permanece en el Ser Supremo en todos los
aspectos. El Señor también cita este hecho en la Gita de la siguiente manera:
Sarvabhūta-sthitaṁ yo māṁ bhajatyekatva-māsthitaḥ,
sarvathā vartamāno ’pi sa yogī mayi vartate (6,31).
“El yogi con un sentimiento de no
diferencia Me adora, al Señor, que reside en todas las criaturas, permanece en
mí aun activo”.
“El pueblo, que se ha vuelto ignorante y
agitado debido a las coberturas de yogamaya,
no puede discernirme, al Ser Supremo, en la forma apropiada. Yo, el Señor,
estoy en todas partes. Me he convertido en todo. Nunca he nacido. Nunca muero.
Yo soy el mismo Ser de todo. Este hecho no puede ser comprendido por la
humanidad. Por tanto, ¡oh Arjuna!, con la punta del conocimiento directo e
indirecto, rasga las cubiertas ilusorias de yogamaya
y destrúyelas. Vuélvete Mi devoto firme, practica el yoga de la acción sin
deseos. Desmonto el velo de maya y me
presento delante de Mi sabio devoto sin deseos. Me mira continuamente y yo a
él. Él se vuelve mi Ser y Yo me vuelvo su Ser. Así como la leche y el agua, los
dos, el devoto y el Señor, se vuelven inseparablemente uno. Después, no hay
sensación de la diferencia entre ‘tú’ y ‘yo’”.
Por lo tanto, se dice en la Uttara Gītā,
Yathā jalaṁ jale kṣiptaṁ, kṣīre kṣīraṁ ghṛte ghṛtaṁ,
aviśeṣo bhavet-tadvaj-jīvātma-paramātmanoḥ (2,2).
Así como cuando el agua se mezcla con
agua, la leche con leche y el ghi con
ghi, los dos se vuelven uno y no se
puede distinguir el uno del otro, también una persona liberada de las
coberturas de yogamaya se vuelve
indistinguible del Señor. Entonces no hay ninguna característica extraordinaria
presente en el individuo libre. Por consiguiente, no hay ningún obstáculo en el
estado de fusión completa.
Hariḥ om tat sat.
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