lunes, 28 de enero de 2013

Estrofa 23

Antavattu phalaṁ teṣāṁ
tadbhavatyalpa-medhasāṁ,
devān devayajo yānti
madbhaktā yānti māmapi (Gītā 7,23).

“El fruto obtenido por el torpe es perecedero, alcanzan las deidades que adoran respectivamente. Mis devotos me alcanzan a Mí”.

La fuente de dicha, el Señor Shrikrishna, compara las características de Sus devotos y los devotos de otros dioses para beneficio de Arjuna. Los devotos de otras deidades son torpes y los suyos son inteligentes. Torpes significa de poca inteligencia, que carecen por completo del poder de discernir entre lo limitado y lo ilimitado. Por lo tanto, debido a la ilusión, uno se aferra a la riqueza perecedera como si fuera imperecedera.

Esa inteligencia se llama súper inteligencia, aquella que con la ayuda de las escrituras y el Sadguru se sostiene firmemente a lo ilimitado, al gran principio Supremo Espiritual. Los devotos torpes alcanzan su objetivo limitado y perecedero, mientras que los devotos súper inteligentes alcanzan su objetivo ilimitado e infinito. Como la inteligencia es el fruto, una persona torpe no alcanza la meta infinita, y la persona súper inteligente no alcanza la meta finita.


Un objeto que es limitado, finito y pequeño, debe, por naturaleza, terminar. Por lo tanto es mortal, perecedero y carente de felicidad eterna. La śruti dice Yadalpaṁ tanmartyaṁ, nālpe sukhamasti, Yo vai bhūmā tatsukhaṁ Bhūmaiva amṛtaṁ” (Chāndogya Upaniṣad 7,23,1). Ese objeto que es ilimitado o infinito es perfecto, es por naturaleza inmortal, imperecedero y dichoso. Bhūmā significa indivisible, grande, sustancia perfecta y Ser consciente.

El objeto limitado es el universo entero incluyendo Brahmaloka. Todos sus frutos son perecederos. No contiene ningún fruto eterno. Reír y llorar, comer y beber, ir y venir, nacer y morir, dar y tomar, experimentar felicidad y tristeza; tales frutos son perecederos. Por eso el Señor dice en la Gita: ¡Ābraḥma-bhuvanāllokāḥ punarāvartino ’rjuna! (8,16), “¡Oh Arjuna! Todos los mundos que comienzan con Brahmaloka participan en la transmigración”. Sus logros son perecederos, ya que están limitados por el tiempo, y por lo tanto no son permanentes. La duración de la vida de Brahmā, el soberano de Brahmaloka, es mayor que la nuestra. Su día dura lo que cuatro mil yugas nuestros. Incluso un yuga es miles de años humanos, por lo que es difícil imaginar cuatro mil yugas. La noche de Brahmāji también dura cuatro mil yugas. La duración de la vida de Brahmā es de cien años, contando los días y meses en la forma antes mencionada. En la noche de Brahmā hay diluvio sobre la tierra. En el día de Brahmā, la tierra sumergida surge de nuevo del agua, y los seres humanos y toda la creación empiezan de nuevo. Ante la vida inmensamente larga de Brahmā, la vida humana parece tan momentánea como la de un mosquito. Por eso en las escrituras este mundo se llama martyaloka o “un mundo mortal”. ¿Qué garantía tiene la vida de los terrícolas? Nadie sabe cuando se apagará la llama de la vida. ¿Quién puede decir con certeza que su exhalación será seguida por otra inhalación? Los dioses, que residen en el cielo, y los residentes de los otros mundos saben cuánto durarán sus vidas. Observan sus vidas y se lamentan a cada rato, “Mientras disfruto de la vida celestial, qué rápido que pasa el tiempo, y ahora solo resta tanta vida. Eso también se irá rápidamente como la poderosa corriente de un río. Cuando esta vida termine, tendremos que salir de este cielo, extrañando sus doncellas celestiales. Pronto se desvanecerán estas duraderas guirnaldas de hermosas flores aromáticas del jardín celestial. Nuestros hermosos cuerpos divinos se volverán helados. Estos planos magníficos, y divina música vocal e instrumental terminarán como un hermoso sueño. ¡Oh! El último día de nuestra vida se acerca”.

Si este es el caso, ¿qué podemos decir de los dioses comunes? Incluso el gran Indra y otros importantes dioses también llegan a este punto una vez que su mérito se agota. Dejando la opulencia, uno debe volverse un mendigo. Abandonando los dulces, uno debe morder pan duro. Los dioses no se quedan en el cielo para siempre. Cuando la duración del billete se ha agotado, el viajero tiene que bajar del tren. Del mismo modo, cuando se agota el mérito, tienen que desconectarse del cielo. Por eso el Señor dice en la Gita: Kṣīṇe puṇye martya-loke viśanti (9,21), “Cuando el mérito se agota, descienden a la Tierra.

Ni siquiera en la vida celestial de los dioses hay paz duradera. La razón es que tanto si uno es un dios, un demonio, o un ser humano, sin autoconocimiento no se puede obtener paz duradera carente de dolor. Solo con conocimiento del Ser uno puede alcanzar la paz duradera. El Señor también dice en la Gita, Jñānaṁ labdhvā parāṁ śantim-acireṇādhigacchati (4,39), “Solo después de alcanzar el conocimiento, una persona alcanza de repente la suprema paz”. Por lo tanto, a pesar de que los dioses viven en el cielo, debido a su falta del conocimiento del Ser siempre están inquietos. En el palacio de sus corazones arde la hoguera del deseo, los celos y otras dualidades mundanas; el calor es aún más abrasador allí. Mientras que un campesino duerme a pierna suelta, roncando, un caballero de la ciudad no puede. Una persona de la ciudad no puede disfrutar de la comida por falta de apetito, mientras que un trabajador rural ni siquiera sabe lo que es eso. De esto podemos ver con claridad que el gozo de saborear no está en la comida, sino en el apetito, y la gran satisfacción de sueño no está en las sábanas de terciopelo, sino en la serenidad del corazón.

Los ricos en la Tierra, al ver la gente no tan rica, se vuelven egoístas y dicen con orgullo: “¿Qué tiene aquel? ¡Un carro viejo y una casa en mal estado! Yo tengo cinco coches hermosos y tres mansiones hermosas. Frente a mí, no es nadie. Soy dueño de una fábrica. Yo soy millonario. No, soy billonario. Soy grande”. Del mismo modo, los dioses celestiales también se vuelven egoístas al compararse con los dioses menos afortunados. En los mundos de los dioses también hay hermosos bosques, lagos atractivos, mansiones divinas, exquisitos licores intoxicantes, deliciosos elixires y atractivas jóvenes ninfas celestiales en abundancia. Incluso los musulmanes dicen: “En el paraíso hay damiselas y fluyen arroyos de licor”. Para su disfrute e indulgencia, algunos dioses tienen cinco o seis ninfas y tres o cuatro aviones, y otros tienen dos o tres ninfas y uno o dos aviones. Debido a la estupidez, los dioses más opulentos se vuelven orgullosos y arrogantes cuando ven a los dioses menos opulentos, y los menos opulentos se vuelven rencorosos y celosos. La vida de los dioses también está llena de deseos todo tipo, celos, obsesión, ira y codicia. Entonces, ¿cómo es posible tener paz natural y felicidad incesante? Nunca.

Un delicioso banquete se prepara después de cocinar durante horas, mientras que la alegría de saborearlo termina en un momento. El sabor no queda ni siquiera por una hora. Cuando la comida baja por el esófago, el placer del sabor ya se ha ido. Si por alguna razón la comida vuelve hacia arriba, entonces a diferencia del sabor de la deliciosa comida ingerida, aparece un olor desagradable. Del mismo modo, la gratificación angélica celestial solo da placer momentáneo. Al principio parece deliciosa, pero resulta ser de mal sabor. El fruto celestial también es temporal, porque el fruto de cualquier acción nunca es permanente. Incluso los textos declaran que el fruto obtenido como resultado de una acción es por necesidad temporal. En la shruti se dice:

Tadyatheha karmacito lokaḥ kṣīyate,
evamevā-mutra puṇyacito lokaḥ kṣīyate (Chāndogya Upaniṣad 8,9,6).

“Así como perece el grano cosechado como resultado de la siembra, así también los mundos celestiales alcanzados debido a acciones meritorias no son permanentes”.

Hay cuatro tipos de acciones: 1. Shukla, pura 2. Krishna, impura 3. Shukla-Krishna, mezclada 4. Ashukla-Akrishna, ni pura ni impura. La gente ignorante que no conoce jñana yoga (el yoga del conocimiento) realiza los tres primeros tipos de acciones. Las acciones meritorias prescritas por las escrituras se consideran puras. Estas incluyen la adoración de deidades. A través de estas acciones una persona trasciende a los mundos superiores. En el punto culminante de estas acciones, se va a Brahmaloka (el mundo de Brahmā). Debajo del mundo de Brahmā están los mundos del Sol, la Luna, la Electricidad, etc. Cuando la gente realiza acciones impuras emigran a mundos inferiores de perro, gato, mono, etc. Cuando las acciones puras e impuras están en equilibrio se nace como humano. Estos forman el tercer tipo de acciones: acciones mixtas. Balanceadas significa que uno ni realiza el número de acciones puras necesarias para ir a los mundos superiores, ni suficientes acciones impuras para ir a los mundos inferiores de animales y aves. Mahatma Tulasidas dice: Karma-pradhāna viśva raci rākhā, jo jasa kare so tasa phala cākhā, “Él creó el mundo gobernado por la acción, tal como se actúa uno saborea el fruto”.

Esta regla de acción contradice la doctrina occidental de los progresionistas. La afirmación de los progresionistas es que el hombre siempre se mueve hacia adelante y nunca hacia atrás. Un estudiante pasa a la escuela secundaria, consigue el grado de Bachillerato seguido por una Maestría, luego se vuelve investigador para finalmente ser profesor. Pero nunca sucede que una persona obtiene una maestría y luego una licenciatura. Del mismo modo, un niño de diez años crece hasta ser un joven de veinte años, y luego se vuelve un hombre de cuarenta años, pero nunca vuelve a tener veinte años otra vez. En la misma línea, una vez que una criatura se vuelve un ser humano, nunca vuelve a ser animal. Ser animal es un grado inferior y ser humanos es un grado superior. De acuerdo con esta doctrina, un ser humano puede llegar a ser un dios, porque el ser dios es una calidad superior, pero un dios nunca puede convertirse en un ser humano.

Si se cree la doctrina de la evolución, entonces las acciones puras e impuras no dan sus respectivos frutos. Una persona con acciones puras avanza, así como una persona con acciones impuras. Según esta lógica, no sería necesario llevar a cabo buenas acciones. Todo el mundo podría disfrutar de los placeres sensoriales. Esto se debe a que en esta ciudad de oscuridad, tanto las personas con buenas acciones como con malas acciones se rigen por la misma regla.

Por lo tanto nuestros grandes sabios venerables han dicho,

Tadya iha ramaṇīya-caraṇā abhyāśo ha yatte ramaṇīyāṁ yonimā
pādyeran, atha ya iha kapūya-caraṇā abhyāśo ha yatte
kapūyāṁ yoni-māpadyeran śvayoniṁ vā sūkara-yoniṁ va (Chāndogya Upaniṣad 5,10,7).

La gente cuya conducta agradable está en conformidad con las disposiciones de las escrituras reencarna sin demora en la raza humana o raza divina, y la gente con una conducta despreciable prohibida por las escrituras renace en razas inferiores como el perro y el cerdo. No se puede sostener la hipótesis de que una persona cuyo comportamiento es impío no vuelve como animal, o que un dios, después de agotar su mérito, no puede volverse ser humano. Por acciones pecaminosas, un ser humano puede reencarnar como un animal, y cuando el mérito se agota, una deidad se convierte en un ser humano. De acuerdo a sus acciones, un individuo avanzado puede incluso retroceder. De esta manera, después de contemplarla, la doctrina de la progresión no puede ser demostrada. La posición de la Gita es ¡Taṁ tamevaiti Kaunteya! Sadā tadbhāva-bhāvitaḥ (8,6), “Tal como son las convicciones y acciones del individuo, así es el fruto”. Antakāle yā matiḥ sā gatiḥ, “Así como una persona con buena o mala compañía se vuelve bueno o malo, también las buenas o malas convicciones y acciones tienen efectos buenos o malos”. Esto es razonable.

Nuestro intelecto es como una bolsa vacía. Podemos llenar la bolsa con oro, plata, harina, arvejas o lo que sea. Del mismo modo, podemos llenar nuestro intelecto con buenas o malas convicciones que surjan de acciones buenas o malas, y de acuerdo a esas convicciones podemos crear efectos buenos o malos. Cualquiera sea lo que nuestro intelecto ha determinado, comienza a concebirlo. No importa si el objeto es beneficioso o perjudicial. Lo que sea que conciba, limitado o ilimitado, consigue el resultado. De esta forma, nuestro intelecto es completamente libre de crear un resultado limitado o ilimitado. El antiguo gramático Pāṇini ha dicho Svatantraḥ kartā, “El sujeto es independiente”. En la estación hay dos trenes con destinos: “Al gran cielo” y “Al repugnante infierno”. Tú eres libre de subir al tren de tu elección. Puedes ser feliz subiendo al gran tren al cielo, o desgraciado al subir al despreciable tren al infierno. No hay nadie más que pueda otorgarte felicidad o tristeza. Solo tú puedes hacerte feliz o triste. Tú mismo eres tu amigo o enemigo.

Las acciones de los conocedores y devotos concentrados no son puras ni impuras. Estos devotos, habiendo trascendido el sentido de “yo, mi, mío”, están totalmente desapegados de todo sentimiento de identificación con su propio cuerpo y su progenie. Por lo tanto, ya no pueden adquirir méritos o pecados. Aunque físicamente llevan a cabo sus tareas, siempre yacen en el Ser no dual, inmersos en la dicha del Ser.

Había dos hermanos. Uno era conocido como Dhiru, el otro era Bhiru. Caminaron a través de un profundo y vasto bosque por un largo tiempo. En el bosque se metieron en difícultades de todo tipo. Una vez entraron en un matorral de arbustos espinosos, del que salieron con gran dificultad. Otra vez cayeron en un pozo de lodo pegajoso. Fueron perseguidos por serpientes, escorpiones, zorros y tigres. Sufrieron muchas dificultades. Afortunadamente llegaron a un lugar pintoresco. Estaban muy contentos. Vieron un cartel que indicaba lo que se podía hacer y lo que no:

“¡Oh viajero! Eres muy afortunado de haber venido aquí. Solo unas pocas personas lo hacen. Ten cuidado con las hermosas arboledas cercanas. No te acerques a las flores y frutos que se ven muy atractivos. Si hueles las hermosas flores, perderás tu conciencia; si pruebas la fruta, morirás. Tu cuerpo será retirado de este lugar. Ahora mismo estás viendo los cuerpos de miles de personas inconscientes que olieron las flores, y los cadáveres de las personas que murieron por comer la fruta. Ten cuidado con las arboledas cercanas. Has venido a este lugar para que tus problemas se terminen de una vez por todas y llegues a la morada de la felicidad suprema. Por lo tanto, con el fin de alcanzar el objetivo final, quítate la ropa, salta desnudo en el agua pura y fresca como el néctar de este hermoso lago. No tengas miedo de nada. No pienses que puedes ahogarte. Una vez que tu cuerpo toque el agua, toda tu angustia te dejará, y te alcanzará la bienaventuranza divina. Te sentirás extasiado mirando las hermosas flores de loto que florecen en el agua. Mientras te bañas irás por el lago con gran alegría. Te encontrarás con un león terrible. Pero no tengas miedo. Sé valiente, camina hasta el león. Desde lejos puede parecer horrible, pero a medida que te acerques encontrarás que está tranquilo y contento. Sube sin miedo sobre su espalda. Él te llevará con comodidad a la cima del pico más alto de esta montaña. Al llegar allí, te volverás un mahadeva, Señor Shiva, de mil ojos. Tu visión será infinitamente brillante. Grandes dioses cantarán tus alabanzas y lloverán flores divinas sobre ti. Con gran pompa y circunstancia, te instalarán permanentemente en ese estado de dicha constante. Serás satisfecho y bendecido. Te estoy instruyendo sobre los pasos que debes tomar para alcanzar la meta más alta. Recuerde que siguiendo estos, pasos muchas personas han sido bendecidas y se han vuelto grandes”.

Los dos hermanos leyeron el cartel. Bhiru, el que duda, dijo:

—Esto es realmente extraño. Dice que las hermosas flores y las deliciosas frutas son venenosas. Se nos pide que nos quitemos la ropa vieja y saltemos al lago. ¡Vamos! ¿Por qué debemos quitarnos la ropa que hemos estado usando y estar desnudos? Si nos sumergimos en el lago seguramente vamos a morir. Aun suponiendo que no muramos y lleguemos a la otra orilla, a continuación, el cruel león seguramente nos matará. Si, en cualquier caso, no nos mata y nos lleva hasta el acantilado más alto y nos tira desde allí, vamos a morir aplastados. Y si llegamos allí, ¿quién puede asegurarnos que no vamos a seguir siendo los mismos? No podemos confiar en este cartel. No es sabio dejar esta hermosa arboleda que está justo aquí para ir en busca de algo tan difícil.

Dicho esto, abandonó el lugar con el fin de disfrutar de los jardines. Pero el valiente Dhiru pensó que el cartel debía ser cierto. Era muy apropiado dejar la ropa, que ya se había vuelto sucia y maloliente. Algunos seres apacibles ya se habían desnudado, lanzado al lago y se divertían. Los estaban invitando a unirse a ellos. Era absurdo desconfiar del mensaje como lo había hecho Bhiru. Era una tontería ir a los jardines, que son hermosos pero también peligrosos.

El hermano con discernimiento, Dhiru, se quitó la ropa y saltó desnudo al lago. Bañándose en el nectáreo lago, llegó a la otra orilla; se acercó al león, lo cabalgó hasta el pico más alto de la montaña y fue instalado como Mahadeva, manteniéndose permanentemente en un estado de dicha constante. Por otro lado, Bhiru fue a los hermosos jardines a pasar un día de campo y alcanzó un estado lamentable. Un hermano utilizó su intelecto y se salvó a sí mismo; el otro hermano abusó de su intelecto y se arruinó.

El punto de esta historia es la siguiente. El espeso bosque es el mundo que consiste en 8.400.000 especies. En este mundo, un sinnúmero de criaturas han sido sometidas a los ciclos de nacimiento y muerte, pasando por estas especies. Podemos ver 8.400.000 criaturas. Hasta cierto punto, podemos tener una idea de sus dificultades. El hermoso lugar en el bosque es la especie humana. Esta especie es ciertamente mayor y más atractiva que la de las aves o animales. El cartel es las escrituras, como los vedas, las upanishads y la Gita. Los bosques son los objetos sensoriales, como el sonido. Para aquellos que se quedan en estos objetos, la ruina y la muerte son inevitables. Bhiru es un ateo indiscriminado e irreflexivo, el que duda. Debido a la ignorancia, el ateo no confía en las benevolentes instrucciones de las escrituras. Dhiru, el valiente, es un creyente, una persona que discierne, considerada y confiada. Los harapos sucios y viejos son las obscenas impresiones atemporales que están llenas de deseo y celos. La devoción al Señor es el hermoso lago. El ser gentil y fiel mantiene buena compañía, se quita la ropa de las impresiones obscenas, y con confianza plena da un salto al lago de la devoción. Las virtudes divinas, como la intrepidez y la pureza de pensamiento, son los admirables lotos. La renuncia es el león, que desde lejos es feroz, pero cuya compañía confiere paz y alegría. Ese león nos lleva hasta el pico más alto de conocimiento del Ser. Una vez que llegamos a la cima, nuestra esclavitud y humildad terminan de una vez por todas. Nuestra individualidad termina y quedamos establecidos en la liberación permanente del Ser, la morada de la beatitud. Somos benditos y plenos.

La esencia del ejemplo y la doctrina es que tenemos libre albedrío. Somos libres de elegir ir aquí o allá y poner nuestro intelecto a un buen o mal uso. Podemos elevarnos o arruinarnos. Nuestro intelecto tiene la libertad de crear un resultado deseable o indeseable. Si dirigimos nuestro intelecto hacia fines mundanos, mezquinos y despreciables, vamos a lograr un resultado limitado, mientras que si lo dirigimos hacia el significativo Ser Supremo, vamos a lograr el sumamente significativo resultado ilimitado. El intelecto que se une al mundo mezquino y que pone su confianza en dioses ordinarios se llama “intelecto superficial”. El intelecto que pone su confianza en el profundo y perfecto principio de Brahman se llama “intelecto penetrante”. En la Gita este intelecto se llama sthita prajñā, intelecto firme, y en la ciencia del yoga se llama ṛtambharā prajñā, intelecto eminente. Este intelecto elimina los nombres y formas confinados e imaginados, y discerniendo el consciente Uno sin segundo, inmutable, dichoso, no diferente principio de Brahman, se deleita en la no dualidad y el éxtasis. También experimenta todas las deidades como Brahman, el Uno sin segundo. No considera a las otras deidades como diferentes del Principio perfecto. En la Śukla Yajurveda Saṁhitā se describen los nobles sentimientos del intelecto profundo que vive en el estado Brāhmi de la siguiente manera:

Agniśca ma indraśca me somaśca ma indraśca me savitā ca ma indraśca me saraswatī ca ma indraśca me pūṣā ca ma indraśca me bṛhaspatiśca ma indraśca me yajñena kalpatām, mitraśca ma indraśca me varuṇaśca ma indraśca me dhātā ca ma indraśca me tvaṣṭā ca ma indraśca me marutaśca ma indraśca me viśve ca me devā indraśca me yajñena kalpantām, pṛthivī ca ma indraśca me antarikṣaṅ ca ma indraśca me dyauśca ma indraśca me samāśca ma indraśca me nakṣatrāṇi ca ma indraśca me diśaśca ma indraśca me yajñena kalpantām. (Yajurveda 18,16-17-18).

“El fuego es Indra, Soma también es Indra, Savita también es Indra. Saraswati es Indra, Pusha es Indra, Brihaspati es Indra. Que todos estos dioses cuya naturaleza es Indra, el Ser Supremo, a través de este conocimiento-yajña (ceremonia) me concedan el favor, es decir, que me ayuden a establecerme en este sentimiento de nada más que Brahman. El Sol es Indra, Varuṇa (dios del agua) es Indra, Dhātā (Creador) es Indra, Tvaṣṭā (Arquitecto de los dioses) es Indra, Marut (dios del viento) es Indra, el Dios Universal es Indra. Que todos estos dioses que se invocan con el sentimiento de que no son diferentes de Brahman, me concedan el favor por este sacrificio. La tierra es Indra, el firmamento es Indra, el cielo es Indra, Samā (la deidad que rige una era) es Indra, las estrellas son Indra, las direcciones son Indra. Que todos estos dioses, que no son diferentes de Indra, protejan y nutran mi sentimiento del Ser no dual a través de este conocimiento-yajña”.

Estos mantras del Yajurveda exponen la doctrina de que el Ser Supremo, Indra, habita en todas las deidades. Por lo tanto, el mismo Indra es todos los dioses. Todos los dioses moran en Indra, que es el Ser Uno no dual, en la forma de Sus diversos poderes, y de ahí la multitud de dioses no son diferentes del gobernante Indra. Para demostrar esta prístina declaración del vedanta se afirma que Indra, Todopoderoso, cuya naturaleza innata es el principio del Ser, existe dentro del grupo de dioses, como el dios del fuego.

Por propiedad transitiva, por regla general, se dice que “si A es igual a B, y B es igual a C, entonces A es igual a C”, esos mantras también establecen que las deidades del fuego, la luna, el sol y demás, son no diferentes entre sí. Si un frasco es no diferente de la arcilla y arcilla es no diferente de una bandeja entonces la jarra se considera sustancialmente no diferente de la bandeja. Del mismo modo, el hecho de que Indra, el Ser Supremo, es no diferente del fuego, y la luna es no diferente de Indra, implica que la luna es no diferente del fuego. Por lo tanto, con el objetivo de aclarar la mutua no diferencia entre el fuego, la luna y las otras deidades, y comunicar el Gobierno general del perfecto Ser Único, ha sido utilizada repetidamente la palabra Indra.

Solo un vidente de profundo intelecto tiene una actitud tan noble. Un intelectual superficial no la tiene. Con mente estrecha, el intelectual tiene fe firme en los dioses menores, y adora a las respectivas deidades para satisfacer sus propios deseos diferentes, y de acuerdo con su actitud superficial alcanza el objetivo previsto. El  conocedor con discernimiento, alcanza ilimitada, eterna, gran dicha, de acuerdo a su actitud con respecto al principio ilimitado y perfecto. Incluso Indra, el dios de dioses, o un emperador no pueden lograr este tipo de dicha. Por lo tanto, Goswami Tulasidas dice:

Tīna ṭūka kaupīna meṅ, bhāji hai bina launa,
tulasī raghuvar ura base, indra bāpuro kauna.’
‘cāha gaī cintā gaī manuvā be paravāh,
jāko kachū na cāhiye, so hai śāhanaśāh.

El devoto de mente profunda del Ser perfecto, Rāma, habiendo abolido la dualidad y el miedo de la mente, se sienta en soledad bajo un árbol en el bosque, vistiendo una tela de tres piezas. Para mantener su cuerpo come en éxtasis vegetales sin sal. Pero a causa de su actitud con respecto al no diferente Brahman, se ha vuelto tan grande que en comparación con él, el dios de los dioses, Indra[1], parece venido a menos. La razón es que el devoto profundamente intelectual ha vuelto sus sentimientos no duales, sin deseos, sin miedo, llenos de Rāma. En consecuencia, se encuentra inmerso eternamente en el océano de Rāma, que está lleno del elixir de la naturaleza infinitamente dichosa del Ser. Los sentimientos del ignorante y estúpido dios de dioses, Indra, están llenos de deseo y celos, por lo tanto, el bajo y despreciable. Así, Indra obtiene escasa felicidad que solo actúa como un enemigo que destruye en segundos. Así, Indra queda pisoteado.

Una vez un sabio sin deseos, un mahatma, vivía en soledad en las tierras de un rey. Un día durante su paseo matutino, el rey fue cerca del mahatma. Le dijo al mahatma:

—¡Dime, Maharaj! ¿Cómo pasas las noches?

El mahatma respondió:

—Algunas como las tuyas, y otras mucho mejores.

—¿Cómo es eso?

—Estás apegado a disfrutar de tus objetos sensoriales —dijo el mahatma—, mientras yo estoy absorto en la contemplación del perfecto Brahman. Tú te duermes con un sentimiento desanimado y abatido, después de los placeres sensoriales, mientras que yo me quedo dormido en el éxtasis de la contemplación gozosa de Brahman. Por la mañana te levantas y de nuevo te apegas a los objetos sensoriales, yo me levanto y vuelvo otra vez a absorberme en la contemplación de Brahman. Así, cuando tú y yo dormimos, las noches son iguales. En las noches en que no estamos durmiendo, yo contemplo ardientemente a Brahman, lo que hace esas noches superiores a tus noches insípidas e inferiores.

A partir de este ejemplo, es cierto que la vida de una persona ignorante y lujuriosa es insípida y despreciable, mientras que la vida sin deseos del devoto conocedor es ardiente y gozosa.

Los devotos adoran constantemente al Único Señor en todos los estados. Se refugian en Él y tienen confianza total en Él. Ellos se complacen con todo lo ordenado por Él. Lo consideran su guía, un constante compañero benevolente. Sin duda, comprenden que su deidad adorada mora siempre dentro de ellos y fuera de ellos también, en la forma de existencia, conciencia y deleite. Por lo tanto en sus vidas, siempre convergen los tres ríos: el coraje, la compasión y el amor. Siempre mantienen la calma y están satisfechos por completo. Nunca se consideran bajos, pisoteados, letárgicos u ociosos. Nunca dejan que la frustración o el remordimiento los perturbe. Siempre están alegres, con entusiasmo e intrépido coraje. Siempre tienen un sentimiento de contentamiento divino, éxito, tenacidad, santidad, entusiasmo, energía y dicha. Llevan siempre en sus corazones el puro sentimiento de que el Señor les pertenece y pertenecen al Señor, que Él es la trama y urdimbre de ellos y ellos a su vez son la urdimbre y la trama de Él. Ellos nunca pueden estar separados de Él y Él nunca puede estar separado de ellos. Por lo tanto, tienen la convicción de que al igual que la oscuridad no puede acercarse al sol o el calor no puede acercarse a la luna, tampoco el dolor puede acercarse al dichoso Ser interior.

Los devotos son siempre desinteresados y no consideran nada como propio, salvo el Señor. En el mundo, nunca se consideran a sí mismos como maestros, sino como jardineros. Siguen cuidando este mundo-jardín con cuidado y celo, pero nunca reclaman nada como propio. Un cajero de banco maneja con diligencia millones de pesos todos los días, pero nunca considera el dinero del banco como si fuera suyo. Él sabe con certeza que el dinero es del banco y nada es suyo. Esto es un hecho. Por lo tanto, no guarda ni un solo billete para sí. Si lo hace, la pasa muy mal y recibe un severo castigo. Del mismo modo, en el desempeño del deber mundano de cada uno, el que es un devoto se considera a sí mismo plenamente desapegado de todo. Tal persona no tiene el sentimiento de “yo, mi, mío” ni siquiera para el cuerpo. Mientras que la persona no se vuelve totalmente independiente y desinteresado del mundo, no alcanza la redención en la adoración al Señor. Por lo tanto, el devoto verdadero se considera a sí mismo desapegado del mundo y mantiene su mente desinteresada. El devoto está inmerso en la adoración amorosa de la fuente infinita de todas las riquezas, el omnipotente Señor. Con la gracia del Señor, el devoto lleva una vida mundana feliz, y finalmente alcanza al Señor. Mientras tanto, el devoto de deidades que tienen menos poder y riqueza limitada, alcanza las deidades de acuerdo a las ansias del devoto.

A pesar de que ambos devotos están llenos de fe y devoción, uno de ellos recibe la gracia de la vaca divina que otorga todos los deseos a través de la fe y devoción, mientras que el otro recibe la gracia de una humilde cabra. Uno descansa a la sombra agradable del árbol que otorga todos los deseos del corazón, mientras que el otro descansa a la sombra de arbustos espinosos. Uno ha tomado refugio cuidadosamente en el Señor de los señores, y el otro con intelecto torpe se ha refugiado bajo el asistente del rey, y ha obtenido su gracia. Por lo tanto, uno obtiene un gran resultado ilimitado, mientras que el otro obtiene un resultado trivial y perecedero.

Por otra parte, si el dios de los dioses, Indra, está satisfecho con sus devotos, ¿qué puede ofrecerles? Solo puede ofrecerles una felicidad temporal en el cielo, y no la felicidad infinita de la liberación. ¿Cómo puede ofrecer lo que él mismo no tiene? Pero la fuente de la infinita bienaventuranza, el Señor, amo del universo, puede otorgar a los devotos no solo la felicidad infinita de la liberación, sino también las necesidades del mundo y los objetos apropiados que el devoto está pidiendo o deseando. De esta manera, el devoto del Señor es considerado como magnífico y noble, mientras que los devotos de otras deidades son tristes y mezquinos. Solo el devoto que conoce al Señor es considerado como sin deseos, mientras que los otros tres tipos de devotos, como los angustiados, son considerados como deseosos. Sin embargo estos devotos alcanzan sus deseos por la compasión del glorioso Señor, y cuando la devoción por el Señor madura, quedan sin deseos y alcanzan la felicidad infinita y no dual, al mismo Señor. En esta estrofa, esto se indica con la palabra api, que significa “también”, en la última frase māmapi, que significa “Yo también”. De esta manera, la diferencia entre los devotos del Señor y los devotos de las otras deidades parecen estar en sus respectivas metas.

Hariḥ om tat sat.


[1] Este Indra no es el mismo que el mencionado anteriormente, el Señor, el Ser o Brahman.

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