lunes, 28 de enero de 2013

Estrofa 20

Kamais-tais-tairhṛta-jñanah
prapadyante 'nya-devatāḥ,
taṁ taṁ niyama-māsthāya,
prakṛtyā niyatāḥ svayā (Gītā 7,20).

“¡Oh, Arjuna! Los seres humanos mundanos, impulsados ​​por sus cualidades de pasión (rajas) e inercia (tamas), son engañados por el deseo de objetos sensoriales, tienen una regresión del conocimiento verdadero, y adoptando diversas prácticas, adoran a dioses menores”.

El Señor Shrikrishna, la Fuente de la Dicha, anteriormente describió a Su devoto conocedor, que tiene visión equilibrada, que está libre de deseos, y que no está viciado. Ahora Él describe a los insignificantes seres humanos, que están apegados al disfrute de los objetos de los sentidos en el mundo. La gente torpe que no conoce verdaderamente el Señor, que es el Ser de todo, y que no son capaces de discernir entre lo que es verdadero y lo que es falso, consideran a este mundo como verdadero, bello y feliz. Es por eso que constantemente desean diversos placeres sensoriales y riquezas.
 
En la Bṛhadāraṇyaka Upaniṣad hay una descripción de las personas deseosas:

So ’kāmayata, jāyā me syādatha prajāyeya,
atha vittaṁ me syādatha karma kurvīyetyetāvān vai kāmaḥ (Bṛhdaraṇyaka Upaniṣad 1,4,17).

“Él desea una hermosa mujer, que le dé hijos, y el dinero suficiente para proveer todo tipo de comodidades, y los medios para estar cómodo y feliz”.

La gente que está inmersa en todo tipo de deseos materiales es siempre miserable, está oprimida y descontenta. Si no obtienen lo que desean, se vuelven infelices, pero tienen que soportar muchas dificultades para lograr el objeto deseado. A veces, cuando el destino les sonríe, alcanzan los objetos deseados; así, todavía no están contentos. La razón es que este mundo es como una cuerda débil. Una cuerda débil, al cortarse, se ata de nuevo con gran dificultad y se rompe en otro lugar. “Anuda uno, y rompe trece”, es un dicho hindi aplicable al mundo. Después de haber cumplido un deseo con mucha dificultad, un sinnúmero de otros deseos surgen detrás. Una existencia solo para cumplir deseos es esencialmente angustia y miseria. El logro de un objeto deseado tampoco es permanente. Lo que uno tiene hoy desaparece mañana, mientras lo estás viendo, como un tesoro en un sueño. Y un objeto que se posee, siendo perecedero, causa más dolor que un objeto que nunca es alcanzado. Este hecho es evidente en el mundo. Por lo tanto, los diversos deseos mundanos son la raíz de la miseria, bajeza e infelicidad del individuo.

En el Bhagawat se hace una analogía entre la abyecta condición de un individuo enredado en deseos y un perro. La descripción es la siguiente.

Kṣutparīto yathā dīnaḥ sārameyo gṛhaṁ gṛhaṁ,
caranvindati yad-diṣṭaṁ daṇḍa-modana-meva vā.
Tathā kāmāśayo jīvaḥ uccāvacapathā bhraman,
uparyadho vā madhye vā yāti diṣṭaṁ priyā-priyaṁ (Bhāgawat).

“Así como un perro, oprimido y angustiado por el hambre, deambula de casa en casa y de acuerdo al destino recibe tanto una paliza como comida, así también la persona ligada por diversos deseos vaga de especies superiores a inferiores, y de acuerdo con el destino, conveniente o perjudicial, experimenta las consecuencias”.

Los deseos mundanos destruyen el discernimiento y el conocimiento de los estúpidos. Dando la espalda a la fuente de la dicha infinita, se refugian en deidades menores y propician las deidades adoptando diversos ritos populares, con el fin de satisfacer sus deseos. Cuando estas personas alcanzan los objetos sensoriales deseados, a través de las deidades, se apegan a los objetos. Quieren tener más y más objetos sensoriales, y tratan de alcanzarlos debido a su cualidad inherente de pasión, rajoguṇa. Hay una regla: “El logro engendra codicia”. Y la codicia solo genera la pérdida de la paz y el aumento de las perturbaciones. Por lo tanto, en nuestras escrituras como los vedas, se indican innumerables medios para el logro de los deseos. De 100.000 mantras de los vedas, 80.000 son para estos rituales. En estos mantras, los deseos de la gente apasionada se describen así.

Vasu ca me vasatiśca me karma ca me śaktiśca me arthaśca me.
Vrīhayaśca me yavāśca me māṣāśca me tilāśca me mudgāśca me khalvāśca me.
Godhūmāśca me masūrāśca me yajñena kalpatāṁ.
Mahaśca me krīḍāśca me modaśca me jātaṁ ca me.
Dīrghāyutvaṁ ca me abhayaṁ ca me sukhaṁ ca me śayanaṁ ca me
sūṣāśca me sudinaṁ ca me yajñena kalpaṅtāṁ (Śukla Yajurveda Saṁhitā, cap. 18).

“Quiero dinero, una casa bonita, buen nivel de vida, la capacidad de realizar un trabajo así, y todos los beneficios. Para preparar una deliciosa comida nutritiva, quiero tener buen arroz, trigo sarraceno, gramo negro, sésamo, judías, garbanzos, trigo, lentejas, y otros ingredientes. Debido a los rituales de fuego que estoy realizando para propiciar a deidades como Indra, todo esto pronto será mío. Que mi tez sea hermosa. Que tenga una bella esposa, un hermoso jardín, para que podamos jugar juntos. Que el placer resultante sea mío, que tenga hijos hermosos. Que viva mucho tiempo, porque no quiero morir prematuramente. Prefiero una vida larga y cómoda. No quiero enemigos que me causen sufrimiento. Quiero tener amigos que me den felicidad. No quiero temores a ninguna cosa, en ningún momento, en ningún lugar. Solo quiero felicidad, siempre y en todas partes. Quiero una buena cama por la noche que satisfaga mi mente. Quiero amaneceres agradables y días que me embelesen. Quiero que todas estas cosas me pasen por la gracia de los dioses que están satisfechos por los rituales de fuego estoy realizando”.

De esta manera, en los vedas hay ochenta mil mantras que describen los medios, tales como rituales de fuego, para obtener dinero, juventud, un cónyuge joven, niños, riqueza y otros objetos deseables. Nuestro vedas son como una gran tienda donde se venden baratijas que cuestan un centavo y gemas que cuestan miles. Quien quiera algo lo consigue inmediatamente. Si alguien se acerca a los vedas con un deseo mundano, recibirá los medios para alcanzarlo. Si alguien se acerca a los vedas con otro deseo mundano, también recibirá instrucciones para alcanzarlo. Puesto que más personas preguntan por cosas mundanas, los vedas otorgan más medios. Un restaurante tiene que preparar más de lo que más se consume. En comparación con los de mentalidad mundana, los fieles son pocos. Por lo tanto, solo hay dieciséis mil mantras para describir la adoración. Las personas deseosas de conocimiento son muy pocas, así que para ellos solo se asignan cuatro mil mantras para describir el conocimiento.

Si nos fijamos en la situación actual en nuestro país, apenas el uno o dos por ciento de la gente está interesada en el satsang y el restante noventa y nueve por ciento se interesa en el cine. Por lo tanto, encontraremos cientos de salas de cine y apenas unos pocos centros donde se llevan a cabo satsangs. En el mundo las cosas buenas son pocas y predomina la basura. Hay montones y montones de rocas, pero las gemas brillantes son raras. Del mismo modo, encontrarán muchas personas apegadas a los deseos mundanos, pero rara vez encontrarán, y si tienen suerte, un devoto desapasionado y conocedor. Incluso después de experimentar diferentes tipos de dificultades a causa de los deseos mundanos, un ser humano no renuncia a ellos. Incluso después de experimentar el dolor de la pérdida, nadie intenta encontrar la fuente de la verdad y la felicidad, lo real, el Señor. Al final, la persona no pertenece ni aquí ni allí, no consigue amor ni dios, y termina siendo un perdedor aquí y un perdedor allá.

Había un encantador callejero. Tenía cinco monos y cinco cabras. Sacudiendo su tambor, los hacía danzar delante de una multitud. Entretenía a la gente con todo tipo de travesuras. Vivía de  los alimentos y la ropa que le daban. Para ello tuvo que vagar por aldeas y ciudades. Una vez iba de un pueblo a otro por un bosque. En un lugar pintoresco se encontró con una gran alma errante (sadhu mahatma), vestido solo con un taparrabos, sentado bajo uno de un hermoso árbol de ficus. El encantador estaba muy cansado después de caminar durante mucho tiempo bajo el sol caliente. Cuando vio la sombra fresca y el sadhu, decidió descansar allí por un corto tiempo. Dejó caer su pesada bolsa, ató a sus monos y cabras a los troncos de los árboles, se acercó al mahatma y comenzó a descansar.

El mahatma vio al encantador y le dijo:

—¿Adónde vas? ¿Qué haces con estos monos y cabras?

—Voy a una ciudad cercana. Hago bailar a los monos y cabras delante de una multitud y me gano la vida.

—¡Bien! ¿Puedes hacer que bailen para mí?— preguntó el mahatma.

El encantador pensó: “¿Qué voy a obtener de hacerlos bailar frente a este sadhu? El hombre no tiene nada que dar, excepto su taparrabos y su cántaro torcido de calabaza”. Vaciló y dijo al sadhu:

—Mostrarte su baile no vale la pena.

—Muéstrame por lo menos un poco.

Ante su insistencia, de mala gana hizo bailar un rato a los monos y cabras.

Después de la actuación, el sadhu dijo al encantador:

—Ahora me gustaría ofrecerte una recompensa por haberme mostrado la danza. Ven y siéntate delante de mí y cierra los ojos por un minuto.

Intrigado, el encantador hizo como le dijo. Cuando abrió los ojos vio que no había sadhu, ni cabras, ni monos. Tan pronto como comenzó a preguntarse qué había pasado, se le acercaron dos jinetes acompañados de un elefante con un trono de oro en el lomo, le hicieron sentarse en el trono, lo llevaron a un pueblo y lo coronaron rey. Comenzó a disfrutar de todos los placeres de la riqueza real. Se casó con muchas bellas princesas y tuvo muchos hijos. Estaba tan absorto en su riqueza y placeres sensoriales que olvidó por completo “¿Quién era yo? ¿Qué ha sucedido? ¿Por la gracia de quién estoy disfrutando de esto?”. Con actos injustos e inmorales, comenzó a llenar sus arcas, luchó numerosas guerras, mató a cientos de miles y comenzó a expandir su imperio. Entregó su humanidad a una conducta demoníaca.

Un día, mientras atacaba un reino con su gran ejército, se encontró en la misma selva y al mismo sadhu mahatma descansando bajo la sombra del mismo árbol. De repente, su memoria se despertó, y se bajó del elefante en que viajaba. Para quitarse la culpa de su ingratitud, se acercó al sadhu y se postró delante de él. El sadhu se rió y dijo

—¡Oh rey encantador! ¿Cómo estás? ¿Qué estás haciendo?

—Por tu gracia me está yendo muy bien. Pero en este momento tengo un deseo especial. El rey que voy a derrotar es muy poderoso. Pido tus bendiciones para que lo pueda derrotar y ganar todo su reino rápidamente.

El sadhu mahatma sonrió y dijo:

—¡Bien! ¡Ahora quieres esto! Ven y siéntate delante de mí, dobla las piernas y cierra los ojos por un minuto.

El rey siguió las órdenes del sadhu. Cuando abrió los ojos, vio que no había elefantes, ni ejército, ni sadhu. Vio a sus viejos monos y cabras atadas a los árboles. Se echó un vistazo a sí mismo. En lugar de un atuendo real, se vio vistiendo la ropa sucia y andrajosa de un encantador callejero. Estaba en un gran dilema. “¿Qué pasó? Me convertí en mi viejo yo. ¿Qué fue este extraño sueño?”. Empezó a preguntarse sobre su reino, la opulencia, las reinas y los otros acompañantes.

En ese momento el sadhu reapareció y dijo:

—¡Oh encantador! ¿Por qué lloras? Era la recompensa por mostrarme un poco de baile. El tiempo ha expirado. Ahora deja de llorar. Nada queda que puedas reclamar como tuyo. Toma tu camino. Haz que bailen los monos y las cabras, y gánate la vida.

Con estas palabras, el sadhu mahatma desapareció.

El sentido de la historia es la siguiente. El encantador callejero es el alma individual. Los cinco monos son los cinco sentidos de percepción, ojos, etc. Las cinco cabras son los cinco sentidos de acción, manos, etc. Así como los monos son más activos que las cabras, los sentidos de percepción son más activos que los sentidos de la acción. Con el tamborileo del tambor de los deseos, el alma individual hace que los sentidos bailen incesantemente delante de la gente, lo que representa los objetos sensoriales. El alma individual va de una ciudad (una reencarnación) a otra de acuerdo al destino, a veces consiguiendo sus pequeños objetos deseados; sin embargo, debido a la multitud de deseos que no se cumplen, siempre está cabizbajo, manso, y en la miseria.

El sadhu mahatma es el Señor. Angustiado por las pruebas y tribulaciones mundanas, el alma individual se acerca al Señor con el objetivo de cumplir con numerosos deseos. No tiene amor o confianza en el Señor. Sin embargo, con el deseo de conseguir algo, hace danzar a sus sentidos. Al mismo tiempo está lleno de desconfianza y se pregunta: “¿Qué va a darme?”. Incluso duda de que el Señor exista. Incluso sin que el individuo tenga fe o amor, el Señor recompensa abundantemente su servicio lleno de deseos. De miserable, el Señor lo transforma en rey. El individuo se vuelve arrogante con sus montones de dinero y riqueza, y se apega al disfrute de los objetos sensoriales y a la diversión. En vez de ser justo y benevolente, se convierte en inmoral y malévolo. Dentro de las garras endemoniadas del deseo y la riqueza, pierde la felicidad y la paz. No recuerda al Señor ni siquiera en su sueño, y finalmente, después de haberse acabado el tiempo establecido para disfrutar de los frutos de sus acciones debido a sus deseos, vuelve a ser infeliz como era antes.

So paratra dukha pāvaī sir dhuni dhuni pacḥitāya,
kālahiṅ karmahiṅ īśvarahiṅ, mithyā-doṣa-lagāya (Rāma Carita Mānas Uttarkāṇḍa 43,10).

“Finalmente sufre de aflicción, con la mente a menudo llena de lamentos. Hace al Tiempo, al Señor y a la acción, los falsos portadores de su denuncia”.

Por eso el Señor dice en la Gita Śāntimāpnoti na kāma-kāmī (Gītā 2,70), “Un hombre que tiene deseos mundanos nunca puede alcanzar la paz”. Sin discernimiento y desapego, incluso después de alcanzar algunos de los objetos deseados, los deseos en el corazón de una persona ignorante son infinitos. Así como un viajero a Badri-Kedar en los Himalayas sube el primer pico con gran dificultad, luego ve el siguiente pico, más alto, y después de escalarlo, ve que hay montañas aún más altas alrededor, sin final a la vista; así los deseos de un deseoso ser humano ignorante nunca llegan a su fin. Después de que se cumple un deseo, surgen diez deseos más.

En la infancia uno desea jugar y divertirse. Con los años y más comprensión, uno quiere estudiar. Después de los estudios uno quiere tener una buena carrera o profesión. Después uno quiere un cónyuge, hijos y así sucesivamente. Uno se enreda en este galimatías y lleva adelante la vida. Finalmente los deseos de la mente permanecen en la mente. La llama de la vida de repente se apaga, y se vuelve insignificante si uno llegó al mundo o se fue.

Por lo tanto, un mahatma erudito dice:

Mitraṁ kalatra-mitaraḥ parivāra-loko,
bhogaika-sādhana-mimāḥ kila sampado naḥ,
ekaḥ kṣaṇaḥ sa tu bhaviṣyati yatra bhūyo,
nedaṁ na yūyamitare na vayaṁ na caite.

Llegará un momento, mi amigo, en que no quedará nada de mi cónyuge, los otros miembros de mi familia, los placeres sensuales, la riqueza, la casa, el vehículo y la riqueza. En ese momento no habrá yo, tú, ellos, ni ninguna otra cosa. Entonces ellos no nos conocerán ni nosotros a ellos. No los encontraremos ni ellos a nosotros. Un ser humano primero vino de un lugar perfecto desconocido, oscuro, y luego desapareció dejando todo aquí.

De esta manera, un ser humano atrapado en deseos vaga en diversas especies de acuerdo a sus acciones, experimenta muchas dificultades, y sin embargo, no renuncia a los deseos. Esto se debe a que su misma naturaleza se ha llenado de deseos.

¿Prakṛtiṁ yānti bhūtāni nigrahaḥ kiṁ kariṣyati? (Gītā 3,33).

Esto significa que todas las criaturas, sin discernimiento, están tan atrapados por prakṛti (la fuerza de la naturaleza) que incluso aunque traten de liberarse de ella, sus esfuerzos son inútiles. Les es muy difícil controlar su carácter que surge de la inflexible prakṛti. Naturaleza significa el grupo de deseos acumulados durante varios nacimientos. Esa naturaleza dirige su vida en futuros nacimientos. Controlado por esta naturaleza santa y profana, las criaturas hacen esfuerzos santos y profanos. Para ello abandonan al Ser Supremo, que es como la raíz de un árbol, y asumen la adoración de dioses menores, que son como las ramas y las hojas del árbol.

El objetivo de este cuerpo humano es alcanzar la liberación. Es la morada de prácticas como el discernimiento y la puerta de entrada a la liberación. El ser humano ignorante queda atrapado en diversos deseos mundanos, se olvida de la meta, sufre pérdida y daño en lugar de obtener algún beneficio, y recoge conchas de mar en lugar de diamantes. Después de adquirir méritos de varios nacimientos, el alma individual ha alcanzado el “imperio humano” con gran dificultad. El imperio humano es muy hermoso y difícil de alcanzar. Todas las escrituras y grandes seres han elogiado profusamente la grandeza del imperio humano. Incluso los dioses y diosas aspiran a vivir en el imperio humano. No es fácil para todas las criaturas vivir en el imperio humano. Para llegar a este imperio debe haberse recorrido un gran camino. Cientos de miles de años viajando. Es imposible describir las pruebas y tribulaciones mientras viajas por el largo y sinuoso camino de ochocientos cuarenta mil especies. Solo el corazón angustiado conoce ese sufrimiento silencioso. El viaje por el largo camino es muy duro. Ninguna criatura puede descansar ni un momento. Todos tienen que seguir marchando, llorando, gritando, exhaustos y muriendo. El viajero en este camino no puede retroceder ni un solo paso. Reyes, indigentes, pobres, ricos, pobres, educados, tontos; todos son tratados de la misma manera. No hay favoritismos.

Habiendo tenido tantos problemas para llegar a este imperio humano después de miles de años, no todos son conscientes de la importancia del lugar. No todos pueden aprovechar dónde están. No todos toman conciencia de la gran meta de la vida humana. Apenas uno entre millones y millones de personas entiende su grandeza lo suficiente como para sacar el máximo provecho de ella. La gente común se degrada al decir que este imperio es de solo un metro y setenta centímetros de largo. Los eruditos, grandes seres, se ríen de estas afirmaciones y dicen que cuando el Señor Vāman pidió al rey Bali que le concediera tres pies y medio de tierra, Bali vio que el Señor Vāman era muy bajo. Esta fue la ignorancia del rey Bali. No conocía el poder del Señor Vāman. Por eso estaba en peligro. ¡Oh, buena gente! Comprendan la importancia del imperio humano de un gurú iluminado. No permanezcan en peligro. De lo contrario podrían terminar más bajo que el rey Bali. Este imperio humano es tan vasto que todas las cosas en el mundo se pueden encontrar en él. Los caminos que conducen a ambos mundos, superiores e inferiores, comienzan aquí. Si hay algo maravilloso en el mundo, pertenece a aquí, al imperio humano. Por lo tanto, los seres iluminados dicen Yaḥ piṇḍe sa braḥmāṇḍe, “Lo que está en el cuerpo humano está en el universo entero”. Un ser humano alcanza el pico más alto del mundo al escalar la parte superior de la cumbre de la Montaña Divina en el imperio humano. El ser humano se libera de toda la gama de tristeza, y alcanza gran gozo.

Todos los que entran al imperio humano se vuelven reyes, todas las demás criaturas del mundo les obedecen y sirven; incluso gobiernan sobre los objetos inertes. Pero aquellos que carecen de inteligencia caen de su estatus real se convierten en esclavos indigentes y oprimidos. Y por último son apresados por la fuerza en el fuerte de la Muerte.

Esta es la historia del licencioso rey del imperio humano AbodhSinha (innoble):

Cuando AbodhSinha, luchando duro y atravesando grandes distancias, llegó a las puertas del Palacio del Cuerpo, Āpārāya (orgullo) se acercó a saludarlo. Āpārāya puso guirnaldas de hermosas flores de Mí y Mío (el ego y el apego) del jardín de la arrogancia en el cuello de AbodhSinha. Ofreciendo un ramo de flores de obsesionamiento con salutaciones, dio la bienvenida a AbodhSinha y le dijo:

—Por favor, entra, ¡Señor mío! Este imperio humano es tuyo. Eres su gobernante. Considéralo como tuyo solo. Siempre permanecerá contigo.

Swami SatyaTirtha (Gracia de la Verdad), que estaba justo detrás de Āpārāya, y cuyo principal deber era impartir el consejo del Principio de la Verdad, abrió la boca para decir algo. Pero Āpārāya puso rápidamente la mano sobre la boca del swami y lo calló. Entonces, Āpārāya llevó a AbodhSinha, recién instalado como emperador, a dar un gran paseo por su imperio humano. El rey estaba completamente deslumbrado por los perfumes agradables y la belleza del jardín de los objetos sensuales. AbodhSinha quedó muy impresionado por el imperio humano. Estaba absorto por completo. El rey desarrolló un profundo afecto por Āpārāya, que le había mostrado la hermosa ciudad. Los dos se habían vuelto uno con el imperio, inseparables como la leche y el agua.

Unos días antes de obtener la autoridad para gobernar sobre el reino, AbodhSinha se había estado casado con BuddhiKumari (Princesa Intelecto), de acuerdo con las costumbres del imperio humano, sin considerar los gustos y aversiones de los novios. El resultado fue que no había el amor mutuo que debía haber existido entre ellos. El rey era una encarnación de la civilización moderna, dada al libertinaje y la libido. Por lo tanto, no le gustaba quedarse en el palacio del corazón, mirando hacia adentro. Como resultado de ello, nunca levantó la vista para ver a BuddhiKumari. Ella dijo: “Cuando lo necesite, AbodhSinha me llamará”. Las mujeres no quieren sobrepasar a los hombres, prefieren caminar detrás de ellos. Por lo tanto, siempre se quedaba detrás del rey. El rey nunca se dio vuelta para mirarla. Asimismo, ella tampoco se molestaba en adornarse.

Algunos tontos decían, “La reina BuddhiKumari no es bella, por eso el rey ni siquiera la mira”. Pero los grandes sabios videntes habían sabido todo el tiempo que la reina BuddhiKumari era muy hermosa y tan inteligente como la diosa Saraswati . Dijeron: “Si el rey AbodhSinha no da la debida atención a su reina BuddhiKumari y no la toma, será muy triste”. Finalmente eso es exactamente lo que pasó. Nuevas calamidades lo afligieron.

Esto se debió a que Āpārāya elogió profusamente a su hijo mayor Kāmarāya (Deseo) frente al rey, y lo recomendó como Primer Ministro. El estúpido rey le hizo caso. Poco después, Kāmarāya puso al rey bajo su control. El rey estaba tan obsesionado por las dos hijas de Kāmarāya, Vāsanādevi (Anhelo) y Icchādevi (Aspiración), que incluso olvidó que tenía una reina llamada BuddhiKumari. Las dos diosas lo impactaban mucho. Se convirtió en un juguete suyo. Lo perseguían todo el día. La reina BuddhiKumari protestó, “No les des tanta atención. No las beses tanto. De lo contrario, serás difamado. Caerás en el terrible océano de las aflicciones. Escúchame. Después de todo, estoy casada contigo. Las dos son solo lascivas prostitutas. Te roban todo lo que tienes. Abandonándome no podrás dormir tranquilo”. Siempre que BuddhiKumari trataba de decirle algo al rey, las dos diosas bailaban en el palacio de los objetos sensuales y cantaban canciones obscenas de disfrute sensorial. Con gestos seductores y miradas atrayentes, habían cautivado tanto su mente que era sordo a las palabras de la reina BuddhiKumari. BuddhiKumari se cansó de amonestar al rey y guardó silencio. Incluso dejó de acompañar al rey. Se quedó a kilómetros del rey, como si estuviera muerto y fuera de su vista.

El Señor, Fuente de la Felicidad, dice en la Gita:

Dhyāyato viṣayān-puṅsaḥ saṅgaste-ṣūpajāyate,
sammohāt-smṛti-vibhramaḥ, ...
smṛti-bhraṃśād buddhi-nāśo, buddhi-nāśāt-praṇaśyati (Gītā 2,62, 63).

La persona que contempla constantemente los objetos de los sentidos se apega a ellos aspirando a disfrutar de ellos. El poder de la memoria sobre las consecuencias deseables e indeseables es destruido debido a la obsesión. Con la destrucción de la memoria el intelecto es destruido. Cuando se destruye el intelecto, todo es destruido.

Cuando BuddhiKumari huyó, Icchādevi y Vāsanādevi se volvieron locas. Empezaron a bailar salvajemente al aire libre. Hicieron danzar a AbodhSinha como un mono. Día y noche, bailaba siguiendo sus gestos. No podía soportar estar sin ellas ni por un momento. Después de bailar, el rey se cansaba y tomaba asiento. Entonces Vāsanādevi enviaba a su compañera Ashadevi (Esperanza) para tentarlo y llevarlo a bailar nuevamente. Cuando veía a Asha, su cansancio desaparecía al instante. Apretaba su cinturón, se sujetaba de la ropa que Asha vestía y corría tras Icchā y Vāsanā. La grandeza de Asha es tremenda. Con solo verla, un anciano se siente joven, un enfermo como si estuviera sano, y un perdedor como un ganador. Ashadevi da seguridad diciendo:

—¿Por qué te has desanimado? Adora a tal deidad. Por su gracia se cumplirán todos tus deseos. Superarás tus dificultades. Esa deidad es muy misericordiosa. Es complacida con facilidad por sus devotos. Fue complacida por tal devoto, y eliminó todas sus tribulaciones y pobreza. Adora a la deidad con fe. Para complacerle, sigue tales mandatos, tales rituales y ayuna. Alábale. Repite su nombre. Siempre te ayudará. Hará fuerte tu débil cuerpo. Hará que tus débiles sentidos se llenen de vigor. Eliminará tu vejez. Te hará joven y dinámico. Pondrá todos los lujos ante ti. Te dará placer celestial.

Por tales exhortaciones de Ashadevi, el estúpido AbodhSinha, que estaba abatido, se entusiasmó de nuevo. No hay nadie en el mundo como Asha para dar consuelo a los cansados. El mundo entero vive a causa de Asha. Corre tras ella. Sin embargo, es sorprendente que nadie pueda calmarla.

Cuando AbodhSinha se convirtió en un esclavo de Icchā, Vāsanā y Asha (Aspiración, Anhelo y Esperanza), Kāmarāya (Deseo) comenzó a reinar sobre el imperio humano. Comenzó a considerarse el rey. Por su propia estupidez, el verdadero rey, AbodhSinha se hizo servidor de Kāmarāya. Ahora sucedía todo lo que Kāmarāya quería, nadie más recibía ninguna atención. Por lo tanto, el más importante Guru del rey, Satyatirtha, dejó de asistir a la corte del rey. Comenzó a vivir en la soledad de un bosque lejos del reino condenado.

Un día, la actriz Maya, maquillada, corrió dentro de la corte real. Comenzó a cantar muchas ragas y a bailar. Una vez ella no había podido ni mirar dentro del palacio, por el poder de Swami Satyatirtha. Ahora, el rey estaba tan fascinado por el canto y la danza de Maya que hasta se olvidó de sí mismo. Maya, la actriz, estaba tan emocionada en su baile que cayó sobre el Jefe Shīldev (Carácter), el oficial a cargo de la ética real. Él se lastimó, e incluso su pequeña hija Lajja (Modestia), que estaba sentada en su regazo, quedó inconsciente por el impacto. El Jefe Shīldev vio esto, reprendió y amonestó a Maya. Pero Maya fue muy amigable con el General KopaSinha (Ira) y sus hermanos KalahaSinha (Altercado) y MatsarSinha (Envidia). Ellos se ofendieron por el reproche y atacaron a Shīldev con sus espadas. Shīldev se escapó con Lajja, su hija, inconsciente. Si la anciana Dayābāi (Compasión) no hubiera intervenido, Shīldev no hubiera tenido ninguna posibilidad de huir. El rey AbodhSinha estaba tan disgustado con Dayābāi, que había ayudado al enemigo a huir, escapando de las garras de su general, que ordenó colgar a Dayābāi. Por lo tanto, KopaSinha y su equipo atraparon a matar a Dayābāi, y pusieron una soga alrededor de su cuello. Afortunadamente, la soga se rompió. Sin embargo Dayābāi quedó muy aturdida.

El rey AbodhSinha estaba tan contento con la danza de Maya que ordenó a su tesorero, Santoshnath (Gratificación) que la recompensara con toda su riqueza. Shantoshnath le arrojó la llave del tesoro al rey diciendo: “No hay nada en la tesorería. ¿Qué puedo darte? El Tesoro ha estado en ruinas desde hace mucho”. Cuando AbodhSinha oyó esto, sus ojos se pusieron rojos de rabia. Santoshnath consideró prudente irse de allí. De esta manera Shīldev, Santoshnath, BuddhiKumari, LajjāKumari, Dayādevi, y los otros abandonaron la capital, y llegaron a la casa de campo de Satyatirth Swami. Estaban a punto de sentarse cuando la hermana de Shīldev, MaryādāDevi (Dignidad) entró corriendo, jadeando y temblando. Dijo:

—Le dije a Mayadevi que su baile era vergonzoso. Entonces Triṣṇādevi (Sed) rompió mi sari, y cuando se abalanzó sobre mí para darme una paliza, me escapé de allí.

Swami SatyaTirth los calmó, les dio asiento y dijo

—Se acerca el final de este imperio humano. Estos son los síntomas de esa destrucción. Vināśakāle viparīta-buddhiḥ, “En el momento del desastre, la mente toma una dirección equivocada”.

La declaración de Swamiji resultó ser cierta. Kāmarāya agotó las puertas sensoriales del imperio humano, como los ojos y oídos. En el palacio del corazón, el fuego de la ira seguía ardiendo. No había lluvia de paz. Por eso, el rey Abodhsinha estaba muy inquieto e infeliz. Todos sus poderes fueron retirados por la fuerza por sus sirvientes. Se convirtieron en sus amos, y él se convirtió en esclavo de todos los servidores.

En el tratado titulado Bodhasār, Narahari Swami dice:

Ātma-bhūpati-rayaṁ purātanaḥ pīta-moha-madirā-madākulaḥ,
kiṅkarasya manaso ’pi kiṅkaraiḥ, indriyairahaha kiṅkarī-kṛtaḥ.

“Esta antigua alma individual es el emperador del imperio humano. Bebió el licor del obsesionamiento, se emborrachó y perdió la conciencia. Se olvidó de quién era. La mente, que era su siervo, y los órganos de los sentidos, que eran sus criados, se encargaron del rey y le hicieron a su siervo. ¡Ay! El que era dueño de todo olvidó su supremacía y se hizo siervo de todos”.

Netraram (Ojos), el portero, se divertía. Cualquier persona que él quería podía entrar sin ningún tipo de restricción. Como resultado, los matones, tramposos, y lascivos asaltaron el palacio de la Mente. Los decentes no pudieron vivir más allí. ShravanaSinha (Oídos), el guardián del castillo, solo permitía entrar las noticias que a él le gustaban. Tampoco era consciente de lo bueno y lo malo. Por lo tanto muchos delincuentes y maleantes se precipitaron en el palacio de la Mente y crearon un caos. Rasanā (Lengua), el cocinero, era su propio amo. Solo aceptaba el tipo de comida que disfrutaba. Pero el pobre Udar-mala-bhaṇḍāri (Estómago), la persona a cargo del manejo de los residuos, siempre protestaba, “¡Oh, Cocinero! No envíes esa basura de alimentos aquí. Son venenosos. Crean todo tipo de trastornos y enfermedades. Tú pareces disfrutar de ellos. Pero somos nosotros los que tenemos que trabajar muy duro. ¡No es justo!”. Pero no había nadie para escuchar sus quejas; el ebrio cocinero estaba muy ocupado disfrutando de sus delicias.

Así comenzó la anarquía en todo el imperio humano. El palacio Mente era un refugio seguro para el pícaro. El rey AbodhSinha estaba terriblemente preocupado. A medida que avanzaba el día, el imperio iba cuesta abajo. Lago de Sangre, que irrigaba todo el imperio humano y lo mantenía fresco y floreciente, se estaba secando día a día. Jardín de Pelo, que embellecía el imperio, perdió su color y empezó a marchitarse. Piso Piel, que era brillante como un espejo y suave como la seda, comenzó a desintegrarse y a verse fea. La Fortaleza Dental lentamente comenzó a romperse. Los guardias, porteros y demás abandonaron sus funciones. Toda la guardia real abandonó su trabajo. Pero Kāmarāya, Kopasinha, Vāsanādevi, Trishṇādevi y la banda se quedaron donde estaban y se hicieron más fuertes día a día.

AbodhSinha lamentó mucho su propia condición, triste y dependiente, y se marchó en busca de paz y felicidad. En sus andar, por azar llegó a la choza de Satyatirth Swami. Agotado se dejó caer, y comenzó a llorar sobre sus dificultades. El sonido del llanto llegó a Swamiji, quien salió y calmó al rey. AbodhSinha se consideró bendito por ver la presencia sumamente pacífica, contenta y radiante. Con gran humildad, oró:

—¡Oh Señor! ¡Morada de la Gracia! Estoy tan triste, impotente. Consideré amigos a mis enemigos. Por favor, llévame a un lugar donde esté fuera del alcance de estos malvados enemigos. Me refugio en la Fuente de la Gracia, un gran ser como tú.

—¡Hijo mío! Sin duda, puedo llevarte a un lugar adonde tus enemigos no pueden llegar. Pero mientras no renuncies a la conexión con tus enemigos, no puedo llevarte allí.

—¡Ay! ¿Cómo puedo tener relación con mis enemigos? Ni siquiera quiero ver sus caras.

—Ahora estás molesto debido a tu dolor, por eso estás diciendo esto. Pero cuando Icchādevi y Ashadevi te abracen amorosamente, tu decisión se quemará como el alcanfor, sin dejar rastros. Fue por eso que acogiste y acariciaste a tus enemigos, considerándolos amigos, y expulsaste a tus amigos verdaderos y útiles como si fueran enemigos. Si hubieras seguido mi consejo no estarías en una condición tan deplorable. Yo te hubiera llevado a tu supremamente dichoso hogar. Shīl, Santosh, Dayā, Maryādā y otros, te habrían ayudado. Pero a causa de tu estupidez, hiciste secretario a Kāmarāya. Deberías haber sabido que te llevaría a la fortaleza de la calamidad, donde tendrías que pudrirte durante mucho tiempo en el lodo de un gran dolor. ¡Bueno! Por lo menos, ahora vuelve en ti. Lo que pasó, pasó. Debes preservar lo que queda.

—Por favor, perdona todas mis debilidades y muéstrame el camino a la felicidad. Voy a hacer lo que me dices.

—A pesar de que no creo que una persona licenciosa como tú vaya a seguir mis instrucciones, te llevaré por el camino al hogar de la felicidad suprema. La única condición es que debes caminar detrás de mí. Mantén tu atención en mí. Si miras a otro lado, te distraerás, y entonces no seré capaz de hacer nada por ti. Recuerda que todos los gobernantes del imperio humano que fueron sensatos me aceptaron como su Guru, siguieron mis instrucciones, y llegaron al hogar de la suprema felicidad con mi ayuda. Ese hogar de la suprema felicidad está en la parte superior de la Cabeza Colina. Los que han llegado a este destino han consumado su vida. Una vez más, los que no intentaron llegar a ese lugar, olvidando sus deseos, quedaron atrapados en el asqueroso fango de los deseos mundanos y malgastaron sus vidas.

Cuando AbodhSinha aceptó las condiciones de Swamiji, Swami comenzó a caminar, y AbodhSinha a caminar justo detrás de él. Pero instados por Kāmarāya, Icchādevi y Vāsanādevi aplaudieron, y la mirada de AbodhSinha se apartó de Swamiji. Inmediatamente, Mayadevi comenzó su baile con todos los gestos. Debido a las fuertes impresiones pasadas, comenzó a bailar con ella. Un día, los mensajeros de la muerte lo atraparon y arrojaron en la cárcel de la Fortaleza del Tiempo.

Mientras un ser humano no abandona los deseos mundanos por medio del discernimiento y el desapego no puede liberarse del doloroso ciclo de nacimiento y muerte. Una persona que está involucrada en el círculo de los deseos, que son tan atractivos al principio, siempre se revuelca en la oscuridad de la ignorancia. En el corazón de esa persona nunca brilla la atractiva y nectárea luz del conocimiento del discernimiento. Al igual que un ciervo confundido intenta calmar su sed con el agua de un espejismo, una persona dominada por diversos deseos trata de ser feliz por medio de la obtención de objetos de este y el otro mundo, a través de medios tales como la adoración de deidades menores. Así como el agua del espejismo parece existir pero en realidad no existe, de manera similar en los deseados objetos mundanos, la felicidad parece existir debido a la ilusión, pero en realidad no lo hace. ¿Cómo se puede obtener felicidad de donde no existe? Solo se puede obtener de objetos existentes. Por lo tanto, una persona tonta, poseída por el deseo, es engañada como un ciervo. La persona solo alcanza dolor en lugar de felicidad, se hace daño en vez de ganar. Al principio, puede parecernos que vemos el cielo, pero al final el mismo logro se convierte en un espectáculo deprimente del infierno. Por tanto, el Señor llama a un ser humano, que está poseído por el deseo, como una persona que está en ruinas “aquí” y “allá”. Ese ser humano nunca obtendrá la paz y la felicidad sin fin. Debido al entendimiento incorrecto, los esfuerzos de la persona de adorar deidades también se vuelven infructuosos. Al final, se arrepentirá.

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