Na māṁ duṣkṛtino mūhāh,
prapadyante narādhamāḥ,
māyayā ‘pahṛtajñānā,
āsuraṁ bhāvamāśritāḥ (Gītā 7,15).
“El despreciable entre los seres humanos, las personas ignorantes
despojadas de discernimiento y conocimiento por maya, que se aferran a las tendencias demoníacas y que seguirán
realizando acciones reprobables, ni se refugian en Mí ni Me honran”.
El Señor Srikrishna, el tesoro del deleite, que es Existencia,
Conciencia y Dicha, dice a Arjuna: “¡Oh Arjuna! ¿Quiénes son aquellos que no se
refugian en Mí? ¿Quiénes son aquellos que siempre se alejan de Mí, el benefactor
de toda la creación, lleno de Dicha, el Ser Supremo? ¿Quiénes son aquellos a
quienes les desagrado, el Uno sin segundo, puro, océano de Dicha, el Señor?
Aquellas personas que, habiendo sido capturadas en la ilusoria red de maya, han perdido el discernimiento y el
conocimiento, no se refugian en Mí”. Ellos, por su propia cuenta, dejan la
reconfortante sombra del árbol que otorga todos los deseos, para vivir en las
arenas ardientes del desierto. Maya
es un demonio feroz. Desde tiempos inmemorables, ella ha infundido lo que es
completamente falso en la creación. Ella ha atado los cuellos de las criaturas
con una fuerte soga, hecha de muchos errores desastrosos, como “yo” y “mío”.
Por eso, en la Taittiriya Upanishad,
un sabio dice Yatte devi nirṛti-rāba-bandha,
dāma grīvāsva-vicarcyaṁ, idaṁ te tad dviṣyāmi, “¡Oh Gobernante Supremo! Esa
maya divina, que ha tomado refugio en
Ti, es un demonio. Ha atado los cuellos de incontables criaturas con una fuerte
soga de faltas, como la obsesión y el apego. Debido a esta condición, esas
criaturas experimentan constantemente muchos tipos de dificultades. Pero a
través de Tu gracia, he logrado discernimiento y conocimiento, y comencé a
despreciar las ataduras de maya.
Quiero liberarme de ellas”.
Maya es muy
engañosa. Al presentarle a la gente incontables formas atractivas los aparta de
su verdadero bienestar, llevándolos por la fuerza al temible abismo de los
pecados y aflicciones. Al describir la abiertamente viciosa naturaleza de maya, que tiene cuatro aspectos, el Ṛgveda dice:
Catuṣka-pardā-yuvatiḥ supeśā, ghṛta-pratīkā vayunāni
vaste,
tasyāṁ suparṇā vṛṣaṇā niṣedatu-ryatra devā dadhire
bhāga-dheyaṁ (Ṛgveda 10,114,3).
Maya siempre es
joven y hermosa, nunca envejece. Las personas que quedan atrapadas en la red de
maya envejecen disfrutándola. Sin
embargo, la maya que los atrapa nunca
envejece; por el contrario, se mantiene exuberantemente joven. Con su enorme
fuerza ella los encadena en su trampa, y si quieren huir de ella no se los
permite. Así de joven y fuerte es. Esta es la primera de sus cualidades
malvadas.
Los doctos la llaman aghaṭita-ghaṭanā-paṭīyasī,
que significa “experta en hacer que lo improbable suceda”. Ella hace que el
Ser, que es sin nacimiento ni muerte, parezca que experimenta nacimiento y
muerte. Ella hace que el omnipresente crea que es un pequeño cuerpo impotente de
un metro y setenta centímetros de longitud. Ella hace que erróneamente creamos
que el mundo ilusorio es real. Más aun, se dice que Yathā svapna-muhūrte syāt saṁvatsara-śata-bhramaḥ, tathā māyā-vilāso
’yaṁ jāyate jāgrati bhramaḥ, “Así como en un sueño, cientos de años pasan
en solo un instante, en el estado de vigilia, este mundo engañoso y falso
parece ser real, aunque es un juego de maya”.
De esta forma, maya es una experta
excepcional en hacer que suceda lo improbable. Esta astucia excepcional es su
segunda cualidad grotesca.
Maya es similar al ghi (manteca clarificada), que sabe muy
bien en un principio, pero que finalmente es altamente dañino para la salud.
Entonces el ignorante, al no poseer discernimiento, se enreda en maya, cayendo de inmediato en su dulzura
hechicera, la cual, en realidad, es solamente muy leve; y eventualmente
experimenta cientos de penas y aflicciones. Esta temerosa desilusión es la
tercera cualidad de maya.
Maya ha enmascarado
el poder de discernimiento y sabiduría de las criaturas. Entonces se vuelven
ignorantes y ciegas. La cuarta cualidad de maya
es robar a las criaturas su conocimiento que discierne y cegarlas.
Desde tiempos inmemorables, las criaturas han vivido esta maya olvidándose de su naturaleza, que
es el supremamente verdadero y perfecto Brahman. Debido a su influencia, las
personas experimentan los resultados gozosos o penosos de sus buenas o malas
acciones. Refugiándose en maya, las
deidades de los sentidos, como los ojos, obtienen el poder de iluminar sus
atractivos y encantadores objetos. Como resultado, la atención de las criaturas
es constantemente desviada de su propia perfecta naturaleza, Brahman. No conocen
a Brahman apropiadamente.
De esta manera, maya se ha
instalado en todas las criaturas, desde el más alto Brahman hasta la pequeña
hormiga. San Tulsidas ha descripto la naturaleza densa de maya de la siguiente manera:
Main aru mora tora ten māyā, jehi basa kīnhe jīva
nikāyā,
“Yo, mío y tuyo son maya, bajo
cuya influencia todas las criaturas están perdidas”.
El ego se identifica con objetos como el cuerpo que no son el Ser. El
sentimiento de “mío” está firmemente apegado a objetos tales como la esposa,
los niños, y la riqueza, que no son “míos” realmente, y de quienes no podremos
evitar separarnos. Cuando “mío” aparece, también aparece “tuyo”. “Este soy yo,
esto es mío, ese eres tú, eso es tuyo”, este tipo de sentimientos han
impregnado a las criaturas desde tiempos inmemoriales. Eso es maya Todas las criaturas están amarradas
por maya.
So māyā-basa bhaya-u gosānīn, bandhyo kīr-markaṭakī
nāīn,
“Así como el loro y el mono son engañados para atraparlos, las criaturas
quedan atrapadas en maya”.
Los cazadores de monos hacen un pequeño pozo en el bosque, ponen un
jarro con boca pequeña y fondo grande, lleno de cerezas y otras frutas, y se
esconden en un árbol cercano. Cuando un mono salvaje pasa y ve las frutas en el
jarro, lleno de ambición, mete ambas manos en el jarro y toma un puñado de
frutas. Vacías, sus dos manos entran en el jarro fácilmente, pero con los puños
llenos de frutas no puede sacarlas. Por mucho que se esfuerce, sus manos quedan
atascadas. El mono tiene un entendimiento peculiar. Sabe cómo apretar el puño,
pero no sabe cómo abrirlo para volcar la fruta en su boca. Debido a la
insensatez, es engañado y piensa que hay alguien como un fantasma dentro de la
jarra, que ha tomado sus manos con firmeza. A pesar de que nadie ha sujetado sus
manos, engañado, eso piensa y por eso no abre sus puños. Debido a la falsa
ilusión comienza a gritar, pensando que el fantasma nunca soltará sus manos.
Así es como el mono se convierte en la causa de su propia trampa, pensando que
la causa es otro. La difícil situación de la criatura engañada por maya es similar. Este mundo es como una
jarra redonda llena de innumerables objetos sensibles e insensibles. La
criatura llena sus puños de sentimientos ilusorios egoicos de “yo” y “mío” y se
apega a los objetos. Mientras que no abandona sus sentimientos de “yo” y “mío”,
no puede aliviar su sufrimiento por ningún medio. Los sentimientos de “yo” y
“mío” son la única causa de las aflicciones. Debido a la ignorancia de la
criatura, aunque deseosa de aliviar sus aflicciones, no renuncia a la causa de
las mismas, el ego y el apego. El que quiera alivio de sus aflicciones debe
renunciar al ego y al apego, con discernimiento y desapego, porque sin la
eliminación de la causa, su efecto no puede ser eliminado. Por lo tanto, en el
capítulo sobre la eminencia del Bhagawat,
Gokarna aconsejó a su padre sobre la solución para la eliminación de las
aflicciones:
Dehe ’sthimāṅsa-rudhire ’bhimatiṁ tyaja tvaṁ,
jāyāsutā-diṣu sadā mamatāṁ vimuñcha,
paśyā-niśaṁ jagadidaṁ kṣaṇabhaṅga-niṣṭhaṁ,
vairāgya-rāga-rasiko bhava bhakti -niṣṭhaḥ (Bhāgawat Māhātmya, Capítulo 4, estrofa 79).
“¡Oh Padre! Abandona el orgullo egoísta sobre el cuerpo, que es un
conglomerado de huesos, carne, sangre, y otros sucios elementos, y abandona el apego
por la esposa, los hijos, la riqueza, etc. Esto significa sostener que Nāhaṁ deho na me dehaḥ, “No soy ni el
cuerpo, ni el cuerpo es mío”, y Nāhaṁ
kasyacit na me kiñcit, “Yo no soy de nadie, y nadie es mío”. Con esta firme
resolución, vuélvete desapegado; día a día, ve que el mundo es momentáneo, y
deleitándote solo en el desapego y el flujo de la sensación de calma, absórbete
en la devoción al Señor”.
Al igual que el mono, la gente no considera que la causa de las
aflicciones sean sus propios sentimientos engañosos, sino que creen que la
causa es otra cosa. Dicen que tal o cual cosa les ha causado dolor o hecho
enojar, pero no conocen la causa real; esta es su extraña ilusión. La única
causa de todo dolor es el ego falso y el apego. Cuando abandonan estos
sentimientos, las personas obtienen la paz suprema en la forma de la
eliminación total de toda angustia. Dice un erudito, gran alma con
discernimiento:
Yasmin vastuni mamatā, mama tāpastatra tatraiva,
yatraivāha-mudāse paramudā ’’se svabhāva-santuṣṭaḥ.
“Debido a mi apego experimento aflicción frente a cualquier objeto al
que estoy apegado, mujer, niño o riqueza. Cuando a través del discernimiento y
el desapego me vuelvo despreocupado por ellos, o sea, desapegado, solo estoy
yo, contento naturalmente, y puedo experimentar la dicha suprema”. En otras
palabras, cuando el apego está lejos, todos mis problemas también están muy
lejos. Mientras los apegos están ahí, los problemas también; cuando los apegos
no están allí, los problemas tampoco. Cuando las aflicciones no están en el
corazón, entonces el contentamiento natural está allí. Este hecho también se
puede observar en los asuntos mundanos.
Supongamos que una persona llamada Gopaldas gasta mucho dinero para
construir un hermoso edificio. En la entrada del edificio ha puesto un cartel,
“Casa de Gopal”. Tiene apego no solo por cada uno de los ladrillos del
edificio, sino por cada partícula de él. Por lo tanto, su mente repite día tras
día, “Mi edificio, mi casa”. Se enoja si alguien se mete incluso con un
ladrillo. Debido al apego, grita: “¿Quién es? Al que se meta incluso con un
ladrillo, ¡lo voy a matar!”. Cuando por alguna razón vende el edificio y recibe
dinero del comprador, su apego es transferido al dinero. Su apego por el
edificio ya no está allí. Si el edificio se incendia y las habitaciones arden,
no tiene absolutamente ningún remordimiento; por el contrario, suspira
aliviado, y con algo de felicidad le dice a su amigo: “Qué bueno que he vendido
el edificio. De lo contrario hubiera perdido mi dinero, y estaría muy triste”.
Ahora, la persona que ha comprado el edificio y que ha desarrollado apego por
él, se entristece al ver el estado del edificio, mientras que el apego de
Gopaldas se ha desplazado del edificio al fajo de dinero, y se entristecería si
alguien robara siquiera un billete del paquete. Cuando lo deposita en el banco,
y alguien roba el dinero del banco, no tiene remordimientos, ya que piensa que
no es su dinero el que ha sido robado, sino que es del banco. Por esto, es muy
claro que la causa de las aflicciones es el apego.
Todos los días leemos los periódicos. Hay noticias sobre desastres,
robos, saqueos y muertes. Estas noticias no nos entristecen. Filosofamos con un
aire de satisfacción, “Este es un mundo enorme. Siempre habrá desastres, robos
y saqueos. Quien nace debe morir algún día. ¿Qué puedo hacer al respecto?”. Un
caballo murió, un coche se averió, un niño murió, un ladrón huyó con dinero.
Estas noticias no nos afectan. Tan pronto como una persona pone el pronombre
“mi”, inmediatamente experimenta dolor. “¡Oh Dios! ¿Por qué murió mi caballo?
¿Por qué mi coche se averió? ¿Por qué murió mi hijo? ¿Por qué los ladrones me quitan
mi riqueza?”, se lamenta la persona. De esta manera, la única causa de la
tristeza es el apego. Los objetos no causan dolor. Esta es la naturaleza de maya. El apego, el sentido de
pertenencia hacia la mujer, los niños, el dinero y otros objetos, surge solo
cuando hay un ego en el cuerpo que disfruta. Este ego provoca el apego. Cuando
a través del discernimiento y el desapego se abandona el ego en lo que respecta
a “este objeto”, el cuerpo, que es diferente del Ser, entonces automáticamente
el apego también desaparece. Habiendo abandonado el ego y el apego, la persona
experimenta paz firme y pura dicha.
Otro ejemplo de la ilusión adversa es el de un loro. Para atrapar un
loro, se cuelga horizontalmente un poste que gira hacia abajo. Tan pronto como
un loro se posa en el poste, este gira y el loro queda de cabeza. El loro
sujeta el poste firmemente con sus garras. No lo suelta, ya que piensa que el
poste sostiene sus garras. El loro se lamenta; a causa de su estupidez, cree
que el poste lo está sosteniendo, lo cual no es realmente así. El pensamiento
erróneo lo vuelve prisionero de por vida. Del mismo modo, la criatura ignorante
también piensa, “¿Qué puedo hacer, si maya
no me suelta?”. Pero si lo piensas, ¿cómo es posible que una inerte maya pueda sujetar a un individuo consciente?
Solo es posible que un individuo consciente se haya aferrado a maya y no quiera dejarla ir. Pero la
persona piensa diferente, y este entendimiento equivocado es la causa de sus
aflicciones. Solo el conocimiento con discernimiento puede eliminar el
entendimiento equivocado. Por lo tanto, sin discernimiento, nadie puede
liberarse de las aflicciones mundanas.
Aquellos cuyo conocimiento con discernimiento ha sido destruido por sus
equivocados apegos a maya permanecen
siempre con sus rostros apartados de la verdadera naturaleza divina, que es consciente,
sin un segundo y dichosa. Por lo tanto, siempre están llenos de cualidades
demoníacas deplorables, como pretensión, orgullo, ego e ira, como se dice en la
Gita: Dambho darpo ‘bhimānaśca krodhaḥ pāruṣyameva ca (16,14).
Tales personas no poseen cualidades divinas ejemplares. Así como
aquellos que vagan en el caluroso desierto en verano experimentan solo un calor
tremendo y no frío, de manera similar, las personas que han vuelto la cara
lejos de Dios experimentan cualidades demoníacas que causan sus aflicciones. No
experimentan cualidades divinas que mejoran las aflicciones y causan felicidad.
Cuando las cualidades demoníacas están presentes, la paz, la alegría, el
brillo, la fuerza, el triunfo y la justicia son destruidos, y uno se ve acosado
por fallas tales como la agitación, la debilidad y el abatimiento. Dondequiera
sigan existiendo cualidades divinas como la intrepidez y la indagación, existen
la paz y la victoria y huyen las fallas como la agitación. Hay muchos ejemplos
de esto en las escrituras. En el Mahābhārata,
los Pāṇḍavās como Yudhiṣṭhira poseían cualidades divinas, y Duryodhana y sus
hermanos Kaurava poseían cualidades demoníacas. Los Pāṇḍavās tenían firme
confianza en el Señor; aceptaban con humildad lo que el Señor quería que sucediera.
Los Kauravas no tenían ninguna fe en el Señor. Solían decir con orgullo que
sucedería lo que ellos quisieran. El famoso gran santo poeta de Gujarat ha
descrito a las personas con cualidades demoníacas en una manera muy
humorística:
Huṅ karūṅ huṅ karūṅ eja ajñanatā,
śakaṭano bhār jema śvāna tāṇe,
tū allyā koṇa? ne kone valagī rahyo,
vagar samajhe kahe mārūṅ mārūṅ.
“Yo soy el hacedor, yo soy el hacedor” es la única ignorancia, igual que
el perro transporta la carga del carro[1],
“¿Quién eres? ¿A qué te aferras?” Sin entender, afirmas: “Esto es mío y aquello
es mío también”.
La principal causa fundamental de las cualidades demoníacas es el ego.
Una persona egoísta posee cualidades deplorables, como falta de respeto por lo
respetable, arrogancia, crueldad y conducta sin rectitud. El egoísta Duryodhana
se dirigía a los venerables y ancianos maestros Droṇācārya, Bhiśmācārya y Karṇa
irrespetuosamente. Por frases como Paśyaitāṁ
pāṇḍu-putrāṇāṁ, Tava śiṣyeṇa dhīmatā
(1,3), Duryodhana dice irreverentemente a Droṇācārya, “¡Mira! Mira las tropas
de niños de Pāṇḍu. Han aprendido sus habilidades de tiro con arco de ti y ahora
están listos con sus armas en el campo de batalla para matarte. Y el hijo de
Drupada, Dhṛṣṭadyumna, que también es estudiante tuyo, quiere matarte”. Esto
implica que el profesor, Droṇācārya, es un tonto. Debido a tal falta de
respeto, una persona egoísta no es apta para recibir la gracia del guru.
Vidura era tío de los Kauravas. Era devoto del Señor. Deseaba el bien a
todos. Era un gran ser con una naturaleza auspiciosa. Se esforzó con mucho amor
para que Duryodhana comprendiera los hechos, en beneficio de la familia
Kaurava. El comportamiento de Duryodhana era como el de una serpiente, que bebe
leche y produce veneno. El egotista Duryodhana insultó a Vidura. Se comportó
groseramente con Vidura públicamente en la corte. Tan egoísta era Duryodhana
que arrastró a Draupadi, que estaba teniendo su periodo, en la corte y con gran
crueldad, mostró un comportamiento lascivo. De esta manera, el comportamiento
de las personas con ego y otras cualidades demoníacas es siempre despreciable.
Se les conoce como malvados. Por otro lado, las personas con cualidades divinas
son virtuosas. Todas sus acciones son piadosas y dignas de elogio. No responden
a una mala acción con otra. Solo saben responder a una mala acción con una
buena, y a los celos con amor.
Cuando Yudhiṣṭhira y los otros Pāṇḍavās vivían en el bosque como los
sabios y ascetas, estaban desamparados, viviendo en chozas y comiendo frutas y
tubérculos. En ese momento, Duryodhana y los otros Kauravas planearon una
fiesta enorme en un bosque cercano para avergonzarlos y molestarlos. Adornados
con hermosas ropas y joyas y acompañados de sus reinas, los Kauravas pasaron por
sus chozas en vehículos elegantes, riendo a carcajadas y haciendo ruidos para
hacer alarde de su riqueza. Los poderosos ángeles no pudieron soportar los
actos malvados de los Kauravas. Bajaron, les robaron sus ropas y joyas, los
golpearon y los ataron. Frente a la fuerza de los ángeles, los Kauravas
olvidaron todo su orgullo. El que trata de rebajar a otros también será
rebajado. Cuando Yudhiṣṭhira, de corazón santo, se enteró de la situación de
los Kauravas, se llenó de compasión. Llamó a sus hermanos, Bhima, Arjuna, y los
otros, y dijo:
—Tomen sus
armas y liberen a los hermanos Kaurava de los ángeles. ¡No se demoren! Podrían
estar sufriendo.
Bhima dijo:
—¡Hermano!
¿Qué estás diciendo? Están recibiendo lo que se merecen por sus actos malvados.
Dejemos que disfruten de los frutos de sus acciones perversas. ¿Por qué nos
pides que liberemos a los pecadores? Nos han enfrentado desde que nacieron. Se
han llevado todo lo que teníamos y nos han dejado en la indigencia.
Yudhiṣṭhira dijo a Bhima:
—Ellos son
nuestros hermanos. En casa, los hermanos se pelean. Pero ahora se encuentran en
peligro. Hay forasteros torturándolos. Liberarlos es nuestro deber. Cuando se
trata de forasteros, no somos cinco hermanos, sino ciento cinco.
En el Mahabharata, las
siguientes palabras de Yudhiṣṭhira son consideradas muy importantes:
Śataṁ ca te, vayaṁ pañca, svakīye vigrahe sati,
anyaiśca kalahe prāpte vayaṁ pañcotaraṁ śataṁ.
“Son cien Kauravas, somos cinco Pāṇḍavas; siempre y cuando no estamos de
acuerdo entre nosotros. Pero cuando nos peleamos con los de afuera, no somos
cinco Pāṇḍavas, nos volvemos ciento cinco hermanos”. De esta manera, las
personas santas se ven afectadas por la negatividad de los malvados que les han
hecho daño. Esta gente no puede quedarse al margen, sino tratar de liberar a
los malvados de su sufrimiento. Los Pāṇḍavas, inspirados por Yudhisthira,
lucharon con los ángeles y liberaron a los Kauravas. Esta es la bondad de la
gente buena. Si una persona malvada no renuncia a su maldad, ¿por qué habría una
persona buena renunciar a su bondad? Se dice de los santos:
Upakāriṣu yaḥ sādhuḥ, sādhutve tasya ko guṇaḥ,
apakāriṣu yaḥ sādhuḥ sa sādhuḥ sadbhi-rucyate.
“¿Qué es lo maravilloso de demostrar santidad ante un benefactor? No hay
nada loable si retribuyes una buena acción con otra. El que responde de una
manera santa hacia la persona que comete un acto malvado, ese es un santo real
y encomiable”.
Jo tujhako kāṅṭā bove, bo tū usako phūl,
tujhako phūlakā phūla hai, vāhīko triśūla.
‘Nārāyaṇa’ do bātako dījai sadā bisār,
karī burāī aura ne, āpa kiyo upakār.
“Siembra una flor para quien siembra espinas para ti; para ti, es una
mera flor, para él, un tridente. Narayan dice: ‘siempre olvida estas dos cosas:
alguien realizó una mala acción y le diste una mano a alguien”.
Una persona con cualidades demoníacas está llena de ego, carece de
discernimiento, es arrogante, y odia la moralidad, mientras que una persona con
cualidades divinas tiene gran reverencia, discernimiento y humildad, y observa
los códigos morales adecuados. En el campo de batalla de Kurukshetra, el
ejército de dieciocho akshouhini[2]
de los Kauravas y Pāṇḍavas estaba listo para iniciar la guerra. Del lado de los
Pāṇḍavās, Maharaja Yudhiṣṭhira dejó sus armas, se quitó la corona y con el pelo
suelto se dirigió hacia el lado de los Kauravas. Al ver a su hermano mayor
caminando, los jóvenes Pāṇḍavas lo siguieron desarmados. El Señor Shrikrishna
los siguió. Nadie, excepto el Señor, conocía el motivo por el que los Pāṇḍavas
caminaban hacia las tropas de los Kauravas. Las tropas de los Pāṇḍavās se
preguntaban por qué, al comenzar la guerra, Maharaja Yudhiṣṭhira caminaba hacia
el enemigo. Los guerreros Kaurava, debido a su estupidez, llegaron a una
conclusión errónea. Dijeron: “El rey del ejército Pāṇḍava, Yudhiṣṭhira, se ha
aterrorizado al ver nuestro enorme y fuerte ejército de once akshouhini, y a los generales Bhīṣma,
Droṇa, Karṇa y otros. Por lo tanto, dejó sus armas, se quitó la corona, y con
el pelo suelto viene hacia nosotros con sus hermanos a rendirse, a firmar un
tratado de paz, o para pedir disculpas. ¡Oh, despreciable guerrero! ¡Debería
darte vergüenza! Si te falta fuerza, ¿por qué te aventuras a pelear? ¿Por qué
no moriste al nacer, en vez de avergonzar a la sociedad guerrera?”.
Anārambho hi kāryasya prathamaṁ buddhi-lakṣaṇaṁ,
ārambhasyānta-gamanaṁ dvitīyaṁ buddhi-lakṣaṇaṁ.
“Si no tenemos la capacidad o la fuerza para completar algún proyecto
que queremos llevar a cabo, el primer indicio de inteligencia es no comenzarlo
en absoluto. Una vez que nos embarcamos en un proyecto, solo debemos detenernos
cuando está completo, independientemente del número de dificultades y
obstáculos que se interpongan en nuestro camino; tenemos que tener mucho ánimo
y entusiasmo. Lucharemos como valientes guerreros con todo tipo de obstáculos,
pero una vez que empezamos a marchar, nunca daremos un paso atrás. Esta
confianza y valor es el segundo indicio de inteligencia”.
Pero Maharaja Yudhiṣṭhira ignoró todos los comentarios despectivos de
estas personas engañadas, y se acercó a la carroza del miembro más antiguo de
la familia Kuru, el abuelo Bhīṣma. Se inclinó ante sus pies con gran fe. Luego,
Yudhiṣṭhira le pidió su consentimiento y bendición para la victoria de los Pāṇḍava
en la guerra. Viendo la actitud de Yudhiṣṭhira, sincera y reverente, modesta y
fiel al código moral, el abuelo Bhīṣma estuvo muy complacido. Puso sus dos
manos como un escudo sobre la cabeza de Yudhiṣṭhira y lo bendijo:
¡Prīto ’smi putra! ¡Yudhyasva, jayamā-pnuhi Pāṇḍava!
Yatte ’bhilaṣhitaṁ cānyat tadavāpínuhi saṅyuge.
“¡Oh, hijo Yudhiṣṭhira! Estoy muy contento con su piadoso
comportamiento, ¡oh Pāṇḍava! La victoria en la guerra será tuya, sin dudas. En
esta lucha lograrás lo que quieras”.
Bhima y los otros hermanos siguieron el ejemplo y obtuvieron las
bendiciones de Bhisma. Después de eso, Yudhiṣṭhira acercó a Droṇācārya, su
maestro de tiro con arco, y con humildad obtuvo su bendición para la guerra y
el bienestar. Cuando las tropas Kaurava se enteraron de lo que había hecho
Yudhiṣṭhira, lamentaron su estupidez y envidiaron su buena fortuna. Duryodhana,
furioso, mentalmente los culpó de infidelidad.
El sabio real Manu Sahas dijo:
Abhivādana-śīlasya, nityaṁ vṛddhopa-sevinaḥ,
catvāri tasya vardhante, āyur-vidyā yaśo balaṁ.
“Si una persona ofrece siempre sus respetos a los seres honorables
haciendo una reverencia, tocando sus pies, comportándose con humildad sincera,
y sirviendo a los ancianos; luego, siempre mejorarán su vida, aprendizaje,
éxito y fuerza, con justicia, conocimiento y felicidad en su familia”.
Las personas con cualidades divinas realizan buenas acciones y se
vuelven grandes seres humanos, mientras que las personas con cualidades
demoníacas realizan malas acciones y se vuelven seres humanos despreciables. Al
aferrarse a los buenos sentimientos en el corazón, uno alcanza la grandeza,
mientras que los malos sentimientos conducen a la mezquindad. Los grandes seres
llevan una vida divina ejemplar, llena de justicia, divinidad, paz, felicidad y
alegría, mientras que los seres despreciables llevan una vida bestial y despreciable,
llena de crueldad, impiedad, inquietud, tristeza y maldad. ¿Qué tan diferentes
son las personas de los animales, si viven como animales, comen, duermen,
procrean y tienen miedo a cada paso? Los animales también saben cómo hacer
todas estas cosas. Dharmeṇa (Jñānena)
hīnāḥ, paśubhiḥ samānāḥ, “Un ser humano sin rectitud ni conocimiento humano
es como un animal”. Tal vida es como precisamente la de un animal, un animal
sin cuernos ni cola.
En este contexto, los grandes seres cuentan la siguiente historia. Al
comienzo de la creación, el Señor Supremo inspeccionó todo lo que había creado,
desde los seres humanos a los animales. De la inspección supo que, en
comparación con la de los animales, la vida de los seres humanos sería muy
mala, egoísta y pecaminosa. Por lo tanto, concluyó que los seres humanos debían
tener una vida más corta que otros animales. Así que decidió darle una vida de
veinte años a los seres humanos, y una vida del doble, cuarenta años, a los
otros animales. Los seres humanos se sintieron frustrados al no conseguir una
vida más larga. Oraron al Señor una y otra vez:
—¡Señor!
¿Por qué recibimos una vida más corta que otros animales? Deberíamos recibir
una vida más larga que ellos. Como somos humanos, somos mejores que los
animales, somos inteligentes, tenemos una mayor comprensión. Por favor, danos
una vida más larga.
—¡Basta!
Estén contentos con la vida que han recibido— dijo el Señor—. No puedo
darles más vida.
Los seres humanos continuaron con su lloriqueo y suplicaron humildemente
al Señor:
—¡Señor!
Por favor, ten misericordia de nosotros. Si tenemos una vida más larga, vamos a
hacer un buen uso de ella. No vamos a desaprovecharla.
—¡Muy
bien! No puedo darles más vida, pero si estos animales les dan parte de sus
vidas a ustedes, entonces pueden tener una vida más larga. Rueguen, pues, a los
animales que les concedan una vida más larga.
El hombre es siempre egoísta, un experto en lograr sus fines egoístas.
El hombre no duda en dejar como un burro siquiera a su padre. De inmediato, se
acercó a los animales y les rogó una vida más larga. El toro, el perro y otros
animales pensaron: “Si el hombre nos está pidiendo una vida más larga, vamos a
darle una parte de nuestras vidas. Es bueno realizar una acción que es
beneficiosa para los demás. Además, cuanto más tiempo dure la vida, más
problemas tendremos que afrontar. Por lo tanto, si le damos la mitad de nuestra
vida al hombre, no solo vamos a ganar el mérito de la caridad, sino también
nuestros problemas se reducirán a la mitad. Si vivimos más, tendremos que
soportar más golpes, más carga”. El toro, el perro, la grulla y el camello,
cada uno decidió ofrecer la mitad de sus cuarenta años de vida al ser humano.
Dijeron:
—Hagan un
buen uso de la vida que les estamos dando. Vivan con alegría. Hagan felices a
los demás. No causen dolor a otros seres. Hagan solo lo que es bueno para los
demás. Nunca hagan nada malo. Adoren al Señor por su propio bienestar.
Debido a la compasión de los cuatro animales, el hombre recibió veinte
años de vida de cada uno, lo que sumado a los veinte años que Dios les había
dado, hacían cien años.
El hombre pasa sus primeros veinte años estudiando, durante los cuales
se desarrollan algunos sentimientos de humanidad en él.
Cuando entra en su juventud, queda atrapado en la rueda de maya. Las atracciones de maya arrebatan sus conocimientos y
discernimiento. En el calor de la juventud, se vuelve grosero y sin
discernimiento. Al igual que al llegar la temporada de lluvias el cielo se
llena de nubes oscuras, con la llegada de la juventud, la vida se llena de
demoníacos sentimientos de deseo, y vive en cuatro patas como un toro semental.
Da la razón al dicho: Taruṇas-tāvat taruṇi-raktaḥ,
“Mientras uno es joven, está enamorado de la mujer joven”. Se olvida de la meta
de la vida humana. En lugar de utilizar los veinte años de vida dados por el
toro semental por su bienestar, los malversa.
Después de estos cuarenta años de vida, en los siguientes veinte años
sigue la vida del perro. El fervor de la juventud ahora está en decadencia. El
hombre tiene hijos. Los hijos traen a sus mujeres dentro de la familia. Crecen
las necesidades y responsabilidades familiares, como también los gastos. El
hombre no puede llegar a fin de mes. Por lo tanto, se siente frustrado como un
perro, se enoja con algunos y amenaza a otros. Así pasa esos veinte años
ladrando a los demás como un perro.
El hombre es ahora un viejo gastado gruñón de sesenta años. Después de
sesenta años, comienzan los veinte años de vida de la grulla. Ahora está
preocupado. “¡Ay! He perdido sesenta años de mi vida en un santiamén. No he
realizado ninguna buena acción en mi vida. Ahora mi cuerpo está fuera de forma.
Mi cabello es blanco como el algodón. He perdido mis dientes, mi boca se ha
convertido en una caverna. Cuando era joven, trotaba como un caballo. Ahora
necesito un bastón para caminar. Me agito al caminar. Mis últimos días están
llegando rápido”. Con miedo a la muerte, sostiene un rosario en la mano para
repetir el nombre de Dios, pero se le resbala al quedarse dormido. Como la
grulla, de pie sobre una pierna, meditando fijamente en el pescado, medita.
Gira sus cuentas llenas de deseos: ¿Cómo va a ir al cielo? ¿Cómo va a conseguir
felicidad? ¿Cómo va a recuperar su juventud? Tales pensamientos ocupan su
mente. Su mente nunca se vuelve hacia el Señor, ya que está llena de
preocupaciones y deseos mundanos. De esta manera, pasan los siguientes veinte
años.
Ahora vienen los veinte años de vida dados por el camello. Al igual que
su conductor pone un anillo en la nariz del camello y lo encadena, así es la
condición física del hombre muy viejo. Los ojos no pueden ver, los oídos no
pueden oír, los sentidos han dejado de funcionar. Pero el viejo no deja su
apego a sus sentidos. Suspira de vez en cuando: “¡Ay! No puedo ver. No puedo
oír”. Intenta muchas cosas para ver y oír.
Si un hombre no realiza buenas obras dignas de un ser humano, si no
repite el nombre del Señor con amor y concentración ni pasa tiempo en compañía
de santos, entonces no es un ser humano, sino un animal. Él es más bajo que un
animal. La piel de los animales, sus huesos y otras partes son de alguna
utilidad, pero del hombre, nada es útil. Se dice:
Deha dharekā yaha phala bhāī,
bhajiya rāma saba kāma vihāī.
‘Moha-mūla bahu śūla prada,
tyāgahuṅ tuma abhimāna,
bhajahuṅ rāma-raghunāyaka,
kṛpā-sindhu bhagavān.
“¡Oh hermano! Para un ser humano, ¡este es el fruto que vale la pena!
Mientras le ofreces tu trabajo, honrar a Rama sin cesar”.
“Borra el ego, la causa del obsesionamiento tan doloroso, sin dejar
rastro,
Adora a Rama, el líder de los raghus, el Señor, el océano de gracia”.
El cumplimiento de la vida humana es cantar el nombre del Señor. Pero un
hombre de naturaleza demoníaca es completamente incapaz de cantar el nombre de
Rama. Cuando erradica sus tendencias demoníacas a través del satsang, el discernimiento y la
reflexión, y alcanza cualidades divinas, solo entonces puede cantar el nombre
de Rama. Por eso el Señor dice en la Gita:
¡Mahāt-mānastu māṁ pārtha! Daivīṁ prakṛti-māśritāḥ,
bhajantya-nanya-manaso jñātvā bhūtādi-mavyayaṁ (9,13).
“¡Oh Arjuna, hijo de Kunti! Los grandes seres toman refugio en la
naturaleza divina. Esto significa abandonar sentimientos demoníacos, vivir de
acuerdo a los principios divinos. Ellos Me conocen, la causa perpetua de todas
las criaturas, imperecedero, no modificable, la naturaleza perfecta del Ser
Supremo, y con la mente ocupada por ningún otro pensamiento, incesantemente
cantan mi nombre”.
El sabio rey Bhartṛhari ha descrito muy bien la ausencia de siquiera un
rastro de felicidad eterna y pura, en las mentes intensamente agitadas de las
inquietas personas con cualidades demoníacas:
Āyur-varṣaśataṁ nṛṇāṁ parimitaṁ, rātrau tadardhaṁ gataṁ,
tasyārdhasya parasya, cārdhama-paraṁ bālatva-vṛddhatvayoḥ,
sīeṣaṁ vyādhi-viyoga-duḥkha-sahitaṁ sevādi-bhirnīyate,
¿jīve vāri-taraṅga-cañcala-tare saukhyaṁ kutaḥ prāṇināṁ?
“En primer lugar, el creador ha limitado la vida humana a un centenar de
años. De estos, la mitad, que son cincuenta años, se pierden roncando por la
noche. De los restantes cincuenta, veinticinco desaparecen en la infancia y la
vejez. En otras palabras, doce años y medio se van en la ignorancia de la
infancia y la debilidad de la vejez. En ambas condiciones, el hombre no hace
ningún esfuerzo por su propio bienestar. Tampoco tiene alguna experiencia de gran
felicidad. Solo pasa por el dolor de la ignorancia y la debilidad. Los
veinticinco años restantes los gasta en pasar por todo tipo de enfermedades y
afecciones derivadas de su separación de los objetos deseables, como la esposa,
los hijos, la riqueza, y así sucesivamente; sirve a amos ricos para obtener
dinero, se mete en problemas; alegría y tristeza, ganancias y pérdidas. De esta
manera, la persona tonta consigue una vida de hasta cien años, pero no
experimenta una pizca de verdadera felicidad. Pero la vida es muy efímera, como
una onda en el agua. ¿Cómo pueden estos animales ignorantes y descuidados
obtener la felicidad eterna y pura en una vida así?”.
En esta vida momentánea y agobiada por la dualidad, solo puede
experimentar paz eterna y felicidad quien se embebe en una actitud de firme
desapego, considerándose a sí mismo como un simple viajero en este alojamiento
para viajeros con forma del mundo. Deshaciéndose del ego, apego, celos y otros
sentimientos demoníacos a través del discernimiento y desapego, sumerge a la
abeja de su mente en los pies de loto puros y conscientes del Señor. Por lo
tanto, un gran ser aconseja así a la abeja de su propia mente:
¡Re re mānasa-bhṛṅga! Mā kuru mudhā jhaṅkāra-kolāhalaṁ,
niḥśabdaṁ
haripāda-fulla-kamale mādhvīka-māsvādaya,
tasmin sarva-tṛṣā-pahāriṇi cidānande marande sakṛt,
niṣpīte kva nu prayāsyati layaṁ āhaṅ-kṛtir- jhaṅkṛtiḥ.
“¡Oh, abeja de la mente! ¡No zumbes innecesariamente! No te preocupes
por ceder ante los sentimientos demoníacos del ego. Mantén silencio, permanece
en estado de paz, y saborea sin cesar el néctar de los pies de loto totalmente
florecidos de Shrihari. Después de haber saboreado aunque sea una sola vez el
néctar de la conciencia y la dicha que sacia toda sed de placeres sensoriales,
¡me pregunto adónde irán tu ego zumbador y las ideas ilusorias de dualidad! Te
volverás sin ego, no dual, inmutable y perfectamente dichoso”.
Cualquier persona que, después de obtener un cuerpo humano, raro incluso
para los dioses, no adora con fe y concentración al Ser interior, la fuente de
la dicha perfecta, el Señor, es realmente desafortunada; tal persona está
cometiendo un grave error y finalmente lo lamentará. Por eso, el sabio rey
Bhartṛhari ilustra satíricamente esta estupidez de la siguiente manera:
Sthālyāṁ vaidūryya-mayyāṁ pacati sa
laśunaṁ hīndhanai-ścandanaughaiḥ,
sauvarṇaiḥ lāṅgalāgrair-vilikhati
vasudhā-marka-mūlasya hetoḥ,
chittvā karpūra-khaṇḍān vṛtimiha kurute
kodravāṇāṁ samantāt,
prāpyemāṁ karma-bhūmiṁ na carati manujo
yastapo manda-bhāgyaḥ.
“Es un ridículo disparate, prohibido por las escrituras, cocinar ajo en
una cara urna de piedras preciosas, con un fuego hecho con valiosa madera de
sándalo. También lo es hacer mal uso de un arado de oro, para trabajar la
tierra y plantar una planta venenosa. Es absurdo utilizar valiosos trozos de
alcanfor para preservar el pasto. De la misma manera, una persona es
desafortunada si, después de haber llegado al campo de la acción, no se
esfuerza por contemplar al Señor”.
Iyameva parā hāni-rupasargo ’yameva hi,
abhāgyaṁ paramaṁ caitat, vāsudevaṁ na yatsmaret.
“Si un ser humano no recuerda o adora al Señor Vāsudeva, ese es su peor
fracaso, su mayor equivocación, su más desafortunado destino”.
[1] Una escena familiar en un
antiguo pueblo indio, es que dos
bueyes tiran de un carro con dos grandes
ruedas con radios de madera forradas con llantas
de metal, y una familia sentada sobre él. El perro de
la familia camina con orgullo
debajo del carro.
[2] Una akshouhini es una
brigada constituida por 21.870 carruajes, la misma cantidad de elefantes,
caballería de 65.610 caballos y 109.350 soldados de a pie.
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