lunes, 28 de enero de 2013

Estrofa 15

Na māṁ duṣkṛtino mūhāh,
prapadyante narādhamāḥ,
māyayā ‘pahṛtajñānā,
āsuraṁ bhāvamāśritāḥ (Gītā 7,15).

“El despreciable entre los seres humanos, las personas ignorantes despojadas de discernimiento y conocimiento por maya, que se aferran a las tendencias demoníacas y que seguirán realizando acciones reprobables, ni se refugian en Mí ni Me honran”.

El Señor Srikrishna, el tesoro del deleite, que es Existencia, Conciencia y Dicha, dice a Arjuna: “¡Oh Arjuna! ¿Quiénes son aquellos que no se refugian en Mí? ¿Quiénes son aquellos que siempre se alejan de Mí, el benefactor de toda la creación, lleno de Dicha, el Ser Supremo? ¿Quiénes son aquellos a quienes les desagrado, el Uno sin segundo, puro, océano de Dicha, el Señor? Aquellas personas que, habiendo sido capturadas en la ilusoria red de maya, han perdido el discernimiento y el conocimiento, no se refugian en Mí”. Ellos, por su propia cuenta, dejan la reconfortante sombra del árbol que otorga todos los deseos, para vivir en las arenas ardientes del desierto. Maya es un demonio feroz. Desde tiempos inmemorables, ella ha infundido lo que es completamente falso en la creación. Ella ha atado los cuellos de las criaturas con una fuerte soga, hecha de muchos errores desastrosos, como “yo” y “mío”. Por eso, en la Taittiriya Upanishad, un sabio dice Yatte devi nirṛti-rāba-bandha, dāma grīvāsva-vicarcyaṁ, idaṁ te tad dviṣyāmi, “¡Oh Gobernante Supremo! Esa maya divina, que ha tomado refugio en Ti, es un demonio. Ha atado los cuellos de incontables criaturas con una fuerte soga de faltas, como la obsesión y el apego. Debido a esta condición, esas criaturas experimentan constantemente muchos tipos de dificultades. Pero a través de Tu gracia, he logrado discernimiento y conocimiento, y comencé a despreciar las ataduras de maya. Quiero liberarme de ellas”. 


Maya es muy engañosa. Al presentarle a la gente incontables formas atractivas los aparta de su verdadero bienestar, llevándolos por la fuerza al temible abismo de los pecados y aflicciones. Al describir la abiertamente viciosa naturaleza de maya, que tiene cuatro aspectos, el Ṛgveda dice:

Catuṣka-pardā-yuvatiḥ supeśā, ghṛta-pratīkā vayunāni vaste,
tasyāṁ suparṇā vṛṣaṇā niṣedatu-ryatra devā dadhire bhāga-dheyaṁ (Ṛgveda 10,114,3).

Maya siempre es joven y hermosa, nunca envejece. Las personas que quedan atrapadas en la red de maya envejecen disfrutándola. Sin embargo, la maya que los atrapa nunca envejece; por el contrario, se mantiene exuberantemente joven. Con su enorme fuerza ella los encadena en su trampa, y si quieren huir de ella no se los permite. Así de joven y fuerte es. Esta es la primera de sus cualidades malvadas.

Los doctos la llaman aghaṭita-ghaṭanā-paṭīyasī, que significa “experta en hacer que lo improbable suceda”. Ella hace que el Ser, que es sin nacimiento ni muerte, parezca que experimenta nacimiento y muerte. Ella hace que el omnipresente crea que es un pequeño cuerpo impotente de un metro y setenta centímetros de longitud. Ella hace que erróneamente creamos que el mundo ilusorio es real. Más aun, se dice que Yathā svapna-muhūrte syāt saṁvatsara-śata-bhramaḥ, tathā māyā-vilāso ’yaṁ jāyate jāgrati bhramaḥ, “Así como en un sueño, cientos de años pasan en solo un instante, en el estado de vigilia, este mundo engañoso y falso parece ser real, aunque es un juego de maya”. De esta forma, maya es una experta excepcional en hacer que suceda lo improbable. Esta astucia excepcional es su segunda cualidad grotesca.

Maya es similar al ghi (manteca clarificada), que sabe muy bien en un principio, pero que finalmente es altamente dañino para la salud. Entonces el ignorante, al no poseer discernimiento, se enreda en maya, cayendo de inmediato en su dulzura hechicera, la cual, en realidad, es solamente muy leve; y eventualmente experimenta cientos de penas y aflicciones. Esta temerosa desilusión es la tercera cualidad de maya.

Maya ha enmascarado el poder de discernimiento y sabiduría de las criaturas. Entonces se vuelven ignorantes y ciegas. La cuarta cualidad de maya es robar a las criaturas su conocimiento que discierne y cegarlas.

Desde tiempos inmemorables, las criaturas han vivido esta maya olvidándose de su naturaleza, que es el supremamente verdadero y perfecto Brahman. Debido a su influencia, las personas experimentan los resultados gozosos o penosos de sus buenas o malas acciones. Refugiándose en maya, las deidades de los sentidos, como los ojos, obtienen el poder de iluminar sus atractivos y encantadores objetos. Como resultado, la atención de las criaturas es constantemente desviada de su propia perfecta naturaleza, Brahman. No conocen a Brahman apropiadamente.

De esta manera, maya se ha instalado en todas las criaturas, desde el más alto Brahman hasta la pequeña hormiga. San Tulsidas ha descripto la naturaleza densa de maya de la siguiente manera:

Main aru mora tora ten māyā, jehi basa kīnhe jīva nikāyā,

“Yo, mío y tuyo son maya, bajo cuya influencia todas las criaturas están perdidas”.

El ego se identifica con objetos como el cuerpo que no son el Ser. El sentimiento de “mío” está firmemente apegado a objetos tales como la esposa, los niños, y la riqueza, que no son “míos” realmente, y de quienes no podremos evitar separarnos. Cuando “mío” aparece, también aparece “tuyo”. “Este soy yo, esto es mío, ese eres tú, eso es tuyo”, este tipo de sentimientos han impregnado a las criaturas desde tiempos inmemoriales. Eso es maya Todas las criaturas están amarradas por maya.

So māyā-basa bhaya-u gosānīn, bandhyo kīr-markaṭakī nāīn,

“Así como el loro y el mono son engañados para atraparlos, las criaturas quedan atrapadas en maya”.

Los cazadores de monos hacen un pequeño pozo en el bosque, ponen un jarro con boca pequeña y fondo grande, lleno de cerezas y otras frutas, y se esconden en un árbol cercano. Cuando un mono salvaje pasa y ve las frutas en el jarro, lleno de ambición, mete ambas manos en el jarro y toma un puñado de frutas. Vacías, sus dos manos entran en el jarro fácilmente, pero con los puños llenos de frutas no puede sacarlas. Por mucho que se esfuerce, sus manos quedan atascadas. El mono tiene un entendimiento peculiar. Sabe cómo apretar el puño, pero no sabe cómo abrirlo para volcar la fruta en su boca. Debido a la insensatez, es engañado y piensa que hay alguien como un fantasma dentro de la jarra, que ha tomado sus manos con firmeza. A pesar de que nadie ha sujetado sus manos, engañado, eso piensa y por eso no abre sus puños. Debido a la falsa ilusión comienza a gritar, pensando que el fantasma nunca soltará sus manos. Así es como el mono se convierte en la causa de su propia trampa, pensando que la causa es otro. La difícil situación de la criatura engañada por maya es similar. Este mundo es como una jarra redonda llena de innumerables objetos sensibles e insensibles. La criatura llena sus puños de sentimientos ilusorios egoicos de “yo” y “mío” y se apega a los objetos. Mientras que no abandona sus sentimientos de “yo” y “mío”, no puede aliviar su sufrimiento por ningún medio. Los sentimientos de “yo” y “mío” son la única causa de las aflicciones. Debido a la ignorancia de la criatura, aunque deseosa de aliviar sus aflicciones, no renuncia a la causa de las mismas, el ego y el apego. El que quiera alivio de sus aflicciones debe renunciar al ego y al apego, con discernimiento y desapego, porque sin la eliminación de la causa, su efecto no puede ser eliminado. Por lo tanto, en el capítulo sobre la eminencia del Bhagawat, Gokarna aconsejó a su padre sobre la solución para la eliminación de las aflicciones:

Dehe ’sthimāṅsa-rudhire ’bhimatiṁ tyaja tvaṁ,
jāyāsutā-diṣu sadā mamatāṁ vimuñcha,
paśyā-niśaṁ jagadidaṁ kṣaṇabhaṅga-niṣṭhaṁ,
vairāgya-rāga-rasiko bhava bhakti -niṣṭhaḥ (Bhāgawat Māhātmya, Capítulo 4, estrofa 79).

“¡Oh Padre! Abandona el orgullo egoísta sobre el cuerpo, que es un conglomerado de huesos, carne, sangre, y otros sucios elementos, y abandona el apego por la esposa, los hijos, la riqueza, etc. Esto significa sostener que Nāhaṁ deho na me dehaḥ, “No soy ni el cuerpo, ni el cuerpo es mío”, y Nāhaṁ kasyacit na me kiñcit, “Yo no soy de nadie, y nadie es mío”. Con esta firme resolución, vuélvete desapegado; día a día, ve que el mundo es momentáneo, y deleitándote solo en el desapego y el flujo de la sensación de calma, absórbete en la devoción al Señor”.

Al igual que el mono, la gente no considera que la causa de las aflicciones sean sus propios sentimientos engañosos, sino que creen que la causa es otra cosa. Dicen que tal o cual cosa les ha causado dolor o hecho enojar, pero no conocen la causa real; esta es su extraña ilusión. La única causa de todo dolor es el ego falso y el apego. Cuando abandonan estos sentimientos, las personas obtienen la paz suprema en la forma de la eliminación total de toda angustia. Dice un erudito, gran alma con discernimiento:

Yasmin vastuni mamatā, mama tāpastatra tatraiva,
yatraivāha-mudāse paramudā ’’se svabhāva-santuṣṭaḥ.

“Debido a mi apego experimento aflicción frente a cualquier objeto al que estoy apegado, mujer, niño o riqueza. Cuando a través del discernimiento y el desapego me vuelvo despreocupado por ellos, o sea, desapegado, solo estoy yo, contento naturalmente, y puedo experimentar la dicha suprema”. En otras palabras, cuando el apego está lejos, todos mis problemas también están muy lejos. Mientras los apegos están ahí, los problemas también; cuando los apegos no están allí, los problemas tampoco. Cuando las aflicciones no están en el corazón, entonces el contentamiento natural está allí. Este hecho también se puede observar en los asuntos mundanos.

Supongamos que una persona llamada Gopaldas gasta mucho dinero para construir un hermoso edificio. En la entrada del edificio ha puesto un cartel, “Casa de Gopal”. Tiene apego no solo por cada uno de los ladrillos del edificio, sino por cada partícula de él. Por lo tanto, su mente repite día tras día, “Mi edificio, mi casa”. Se enoja si alguien se mete incluso con un ladrillo. Debido al apego, grita: “¿Quién es? Al que se meta incluso con un ladrillo, ¡lo voy a matar!”. Cuando por alguna razón vende el edificio y recibe dinero del comprador, su apego es transferido al dinero. Su apego por el edificio ya no está allí. Si el edificio se incendia y las habitaciones arden, no tiene absolutamente ningún remordimiento; por el contrario, suspira aliviado, y con algo de felicidad le dice a su amigo: “Qué bueno que he vendido el edificio. De lo contrario hubiera perdido mi dinero, y estaría muy triste”. Ahora, la persona que ha comprado el edificio y que ha desarrollado apego por él, se entristece al ver el estado del edificio, mientras que el apego de Gopaldas se ha desplazado del edificio al fajo de dinero, y se entristecería si alguien robara siquiera un billete del paquete. Cuando lo deposita en el banco, y alguien roba el dinero del banco, no tiene remordimientos, ya que piensa que no es su dinero el que ha sido robado, sino que es del banco. Por esto, es muy claro que la causa de las aflicciones es el apego.

Todos los días leemos los periódicos. Hay noticias sobre desastres, robos, saqueos y muertes. Estas noticias no nos entristecen. Filosofamos con un aire de satisfacción, “Este es un mundo enorme. Siempre habrá desastres, robos y saqueos. Quien nace debe morir algún día. ¿Qué puedo hacer al respecto?”. Un caballo murió, un coche se averió, un niño murió, un ladrón huyó con dinero. Estas noticias no nos afectan. Tan pronto como una persona pone el pronombre “mi”, inmediatamente experimenta dolor. “¡Oh Dios! ¿Por qué murió mi caballo? ¿Por qué mi coche se averió? ¿Por qué murió mi hijo? ¿Por qué los ladrones me quitan mi riqueza?”, se lamenta la persona. De esta manera, la única causa de la tristeza es el apego. Los objetos no causan dolor. Esta es la naturaleza de maya. El apego, el sentido de pertenencia hacia la mujer, los niños, el dinero y otros objetos, surge solo cuando hay un ego en el cuerpo que disfruta. Este ego provoca el apego. Cuando a través del discernimiento y el desapego se abandona el ego en lo que respecta a “este objeto”, el cuerpo, que es diferente del Ser, entonces automáticamente el apego también desaparece. Habiendo abandonado el ego y el apego, la persona experimenta paz firme y pura dicha.

Otro ejemplo de la ilusión adversa es el de un loro. Para atrapar un loro, se cuelga horizontalmente un poste que gira hacia abajo. Tan pronto como un loro se posa en el poste, este gira y el loro queda de cabeza. El loro sujeta el poste firmemente con sus garras. No lo suelta, ya que piensa que el poste sostiene sus garras. El loro se lamenta; a causa de su estupidez, cree que el poste lo está sosteniendo, lo cual no es realmente así. El pensamiento erróneo lo vuelve prisionero de por vida. Del mismo modo, la criatura ignorante también piensa, “¿Qué puedo hacer, si maya no me suelta?”. Pero si lo piensas, ¿cómo es posible que una inerte maya pueda sujetar a un individuo consciente? Solo es posible que un individuo consciente se haya aferrado a maya y no quiera dejarla ir. Pero la persona piensa diferente, y este entendimiento equivocado es la causa de sus aflicciones. Solo el conocimiento con discernimiento puede eliminar el entendimiento equivocado. Por lo tanto, sin discernimiento, nadie puede liberarse de las aflicciones mundanas.

Aquellos cuyo conocimiento con discernimiento ha sido destruido por sus equivocados apegos a maya permanecen siempre con sus rostros apartados de la verdadera naturaleza divina, que es consciente, sin un segundo y dichosa. Por lo tanto, siempre están llenos de cualidades demoníacas deplorables, como pretensión, orgullo, ego e ira, como se dice en la Gita: Dambho darpo ‘bhimānaśca krodhaḥ pāruṣyameva ca (16,14).

Tales personas no poseen cualidades divinas ejemplares. Así como aquellos que vagan en el caluroso desierto en verano experimentan solo un calor tremendo y no frío, de manera similar, las personas que han vuelto la cara lejos de Dios experimentan cualidades demoníacas que causan sus aflicciones. No experimentan cualidades divinas que mejoran las aflicciones y causan felicidad. Cuando las cualidades demoníacas están presentes, la paz, la alegría, el brillo, la fuerza, el triunfo y la justicia son destruidos, y uno se ve acosado por fallas tales como la agitación, la debilidad y el abatimiento. Dondequiera sigan existiendo cualidades divinas como la intrepidez y la indagación, existen la paz y la victoria y huyen las fallas como la agitación. Hay muchos ejemplos de esto en las escrituras. En el Mahābhārata, los Pāṇḍavās como Yudhiṣṭhira poseían cualidades divinas, y Duryodhana y sus hermanos Kaurava poseían cualidades demoníacas. Los Pāṇḍavās tenían firme confianza en el Señor; aceptaban con humildad lo que el Señor quería que sucediera. Los Kauravas no tenían ninguna fe en el Señor. Solían decir con orgullo que sucedería lo que ellos quisieran. El famoso gran santo poeta de Gujarat ha descrito a las personas con cualidades demoníacas en una manera muy humorística:

Huṅ karūṅ huṅ karūṅ eja ajñanatā,
śakaṭano bhār jema śvāna tāṇe,
tū allyā koṇa? ne kone valagī rahyo,
vagar samajhe kahe mārūṅ mārūṅ.

“Yo soy el hacedor, yo soy el hacedor” es la única ignorancia, igual que el perro transporta la carga del carro[1], “¿Quién eres? ¿A qué te aferras?” Sin entender, afirmas: “Esto es mío y aquello es mío también”.

La principal causa fundamental de las cualidades demoníacas es el ego. Una persona egoísta posee cualidades deplorables, como falta de respeto por lo respetable, arrogancia, crueldad y conducta sin rectitud. El egoísta Duryodhana se dirigía a los venerables y ancianos maestros Droṇācārya, Bhiśmācārya y Karṇa irrespetuosamente. Por frases como Paśyaitāṁ pāṇḍu-putrāṇāṁ, Tava śiṣyeṇa dhīmatā (1,3), Duryodhana dice irreverentemente a Droṇācārya, “¡Mira! Mira las tropas de niños de Pāṇḍu. Han aprendido sus habilidades de tiro con arco de ti y ahora están listos con sus armas en el campo de batalla para matarte. Y el hijo de Drupada, Dhṛṣṭadyumna, que también es estudiante tuyo, quiere matarte”. Esto implica que el profesor, Droṇācārya, es un tonto. Debido a tal falta de respeto, una persona egoísta no es apta para recibir la gracia del guru.

Vidura era tío de los Kauravas. Era devoto del Señor. Deseaba el bien a todos. Era un gran ser con una naturaleza auspiciosa. Se esforzó con mucho amor para que Duryodhana comprendiera los hechos, en beneficio de la familia Kaurava. El comportamiento de Duryodhana era como el de una serpiente, que bebe leche y produce veneno. El egotista Duryodhana insultó a Vidura. Se comportó groseramente con Vidura públicamente en la corte. Tan egoísta era Duryodhana que arrastró a Draupadi, que estaba teniendo su periodo, en la corte y con gran crueldad, mostró un comportamiento lascivo. De esta manera, el comportamiento de las personas con ego y otras cualidades demoníacas es siempre despreciable. Se les conoce como malvados. Por otro lado, las personas con cualidades divinas son virtuosas. Todas sus acciones son piadosas y dignas de elogio. No responden a una mala acción con otra. Solo saben responder a una mala acción con una buena, y a los celos con amor.

Cuando Yudhiṣṭhira y los otros Pāṇḍavās vivían en el bosque como los sabios y ascetas, estaban desamparados, viviendo en chozas y comiendo frutas y tubérculos. En ese momento, Duryodhana y los otros Kauravas planearon una fiesta enorme en un bosque cercano para avergonzarlos y molestarlos. Adornados con hermosas ropas y joyas y acompañados de sus reinas, los Kauravas pasaron por sus chozas en vehículos elegantes, riendo a carcajadas y haciendo ruidos para hacer alarde de su riqueza. Los poderosos ángeles no pudieron soportar los actos malvados de los Kauravas. Bajaron, les robaron sus ropas y joyas, los golpearon y los ataron. Frente a la fuerza de los ángeles, los Kauravas olvidaron todo su orgullo. El que trata de rebajar a otros también será rebajado. Cuando Yudhiṣṭhira, de corazón santo, se enteró de la situación de los Kauravas, se llenó de compasión. Llamó a sus hermanos, Bhima, Arjuna, y los otros, y dijo:

Tomen sus armas y liberen a los hermanos Kaurava de los ángeles. ¡No se demoren! Podrían estar sufriendo.

Bhima dijo:

¡Hermano! ¿Qué estás diciendo? Están recibiendo lo que se merecen por sus actos malvados. Dejemos que disfruten de los frutos de sus acciones perversas. ¿Por qué nos pides que liberemos a los pecadores? Nos han enfrentado desde que nacieron. Se han llevado todo lo que teníamos y nos han dejado en la indigencia.

Yudhiṣṭhira dijo a Bhima:

Ellos son nuestros hermanos. En casa, los hermanos se pelean. Pero ahora se encuentran en peligro. Hay forasteros torturándolos. Liberarlos es nuestro deber. Cuando se trata de forasteros, no somos cinco hermanos, sino ciento cinco.

En el Mahabharata, las siguientes palabras de Yudhiṣṭhira son consideradas muy importantes:

Śataṁ ca te, vayaṁ pañca, svakīye vigrahe sati,
anyaiśca kalahe prāpte vayaṁ pañcotaraṁ śataṁ.

“Son cien Kauravas, somos cinco Pāṇḍavas; siempre y cuando no estamos de acuerdo entre nosotros. Pero cuando nos peleamos con los de afuera, no somos cinco Pāṇḍavas, nos volvemos ciento cinco hermanos”. De esta manera, las personas santas se ven afectadas por la negatividad de los malvados que les han hecho daño. Esta gente no puede quedarse al margen, sino tratar de liberar a los malvados de su sufrimiento. Los Pāṇḍavas, inspirados por Yudhisthira, lucharon con los ángeles y liberaron a los Kauravas. Esta es la bondad de la gente buena. Si una persona malvada no renuncia a su maldad, ¿por qué habría una persona buena renunciar a su bondad? Se dice de los santos:

Upakāriṣu yaḥ sādhuḥ, sādhutve tasya ko guṇaḥ,
apakāriṣu yaḥ sādhuḥ sa sādhuḥ sadbhi-rucyate.

“¿Qué es lo maravilloso de demostrar santidad ante un benefactor? No hay nada loable si retribuyes una buena acción con otra. El que responde de una manera santa hacia la persona que comete un acto malvado, ese es un santo real y encomiable”.

Jo tujhako kāṅṭā bove, bo tū usako phūl,
tujhako phūlakā phūla hai, vāhīko triśūla.
‘Nārāyaṇa’ do bātako dījai sadā bisār,
karī burāī aura ne, āpa kiyo upakār.

“Siembra una flor para quien siembra espinas para ti; para ti, es una mera flor, para él, un tridente. Narayan dice: ‘siempre olvida estas dos cosas: alguien realizó una mala acción y le diste una mano a alguien”.

Una persona con cualidades demoníacas está llena de ego, carece de discernimiento, es arrogante, y odia la moralidad, mientras que una persona con cualidades divinas tiene gran reverencia, discernimiento y humildad, y observa los códigos morales adecuados. En el campo de batalla de Kurukshetra, el ejército de dieciocho akshouhini[2] de los Kauravas y Pāṇḍavas estaba listo para iniciar la guerra. Del lado de los Pāṇḍavās, Maharaja Yudhiṣṭhira dejó sus armas, se quitó la corona y con el pelo suelto se dirigió hacia el lado de los Kauravas. Al ver a su hermano mayor caminando, los jóvenes Pāṇḍavas lo siguieron desarmados. El Señor Shrikrishna los siguió. Nadie, excepto el Señor, conocía el motivo por el que los Pāṇḍavas caminaban hacia las tropas de los Kauravas. Las tropas de los Pāṇḍavās se preguntaban por qué, al comenzar la guerra, Maharaja Yudhiṣṭhira caminaba hacia el enemigo. Los guerreros Kaurava, debido a su estupidez, llegaron a una conclusión errónea. Dijeron: “El rey del ejército Pāṇḍava, Yudhiṣṭhira, se ha aterrorizado al ver nuestro enorme y fuerte ejército de once akshouhini, y a los generales Bhīṣma, Droṇa, Karṇa y otros. Por lo tanto, dejó sus armas, se quitó la corona, y con el pelo suelto viene hacia nosotros con sus hermanos a rendirse, a firmar un tratado de paz, o para pedir disculpas. ¡Oh, despreciable guerrero! ¡Debería darte vergüenza! Si te falta fuerza, ¿por qué te aventuras a pelear? ¿Por qué no moriste al nacer, en vez de avergonzar a la sociedad guerrera?”.

Anārambho hi kāryasya prathamaṁ buddhi-lakṣaṇaṁ,
ārambhasyānta-gamanaṁ dvitīyaṁ buddhi-lakṣaṇaṁ.

“Si no tenemos la capacidad o la fuerza para completar algún proyecto que queremos llevar a cabo, el primer indicio de inteligencia es no comenzarlo en absoluto. Una vez que nos embarcamos en un proyecto, solo debemos detenernos cuando está completo, independientemente del número de dificultades y obstáculos que se interpongan en nuestro camino; tenemos que tener mucho ánimo y entusiasmo. Lucharemos como valientes guerreros con todo tipo de obstáculos, pero una vez que empezamos a marchar, nunca daremos un paso atrás. Esta confianza y valor es el segundo indicio de inteligencia”.

Pero Maharaja Yudhiṣṭhira ignoró todos los comentarios despectivos de estas personas engañadas, y se acercó a la carroza del miembro más antiguo de la familia Kuru, el abuelo Bhīṣma. Se inclinó ante sus pies con gran fe. Luego, Yudhiṣṭhira le pidió su consentimiento y bendición para la victoria de los Pāṇḍava en la guerra. Viendo la actitud de Yudhiṣṭhira, sincera y reverente, modesta y fiel al código moral, el abuelo Bhīṣma estuvo muy complacido. Puso sus dos manos como un escudo sobre la cabeza de Yudhiṣṭhira y lo bendijo:

¡Prīto ’smi putra! ¡Yudhyasva, jayamā-pnuhi Pāṇḍava!
Yatte ’bhilaṣhitaṁ cānyat tadavāpínuhi saṅyuge.

“¡Oh, hijo Yudhiṣṭhira! Estoy muy contento con su piadoso comportamiento, ¡oh Pāṇḍava! La victoria en la guerra será tuya, sin dudas. En esta lucha lograrás lo que quieras”.

Bhima y los otros hermanos siguieron el ejemplo y obtuvieron las bendiciones de Bhisma. Después de eso, Yudhiṣṭhira acercó a Droṇācārya, su maestro de tiro con arco, y con humildad obtuvo su bendición para la guerra y el bienestar. Cuando las tropas Kaurava se enteraron de lo que había hecho Yudhiṣṭhira, lamentaron su estupidez y envidiaron su buena fortuna. Duryodhana, furioso, mentalmente los culpó de infidelidad.

El sabio real Manu Sahas dijo:

Abhivādana-śīlasya, nityaṁ vṛddhopa-sevinaḥ,
catvāri tasya vardhante, āyur-vidyā yaśo balaṁ.

“Si una persona ofrece siempre sus respetos a los seres honorables haciendo una reverencia, tocando sus pies, comportándose con humildad sincera, y sirviendo a los ancianos; luego, siempre mejorarán su vida, aprendizaje, éxito y fuerza, con justicia, conocimiento y felicidad en su familia”.

Las personas con cualidades divinas realizan buenas acciones y se vuelven grandes seres humanos, mientras que las personas con cualidades demoníacas realizan malas acciones y se vuelven seres humanos despreciables. Al aferrarse a los buenos sentimientos en el corazón, uno alcanza la grandeza, mientras que los malos sentimientos conducen a la mezquindad. Los grandes seres llevan una vida divina ejemplar, llena de justicia, divinidad, paz, felicidad y alegría, mientras que los seres despreciables llevan una vida bestial y despreciable, llena de crueldad, impiedad, inquietud, tristeza y maldad. ¿Qué tan diferentes son las personas de los animales, si viven como animales, comen, duermen, procrean y tienen miedo a cada paso? Los animales también saben cómo hacer todas estas cosas. Dharmeṇa (Jñānena) hīnāḥ, paśubhiḥ samānāḥ, “Un ser humano sin rectitud ni conocimiento humano es como un animal”. Tal vida es como precisamente la de un animal, un animal sin cuernos ni cola.

En este contexto, los grandes seres cuentan la siguiente historia. Al comienzo de la creación, el Señor Supremo inspeccionó todo lo que había creado, desde los seres humanos a los animales. De la inspección supo que, en comparación con la de los animales, la vida de los seres humanos sería muy mala, egoísta y pecaminosa. Por lo tanto, concluyó que los seres humanos debían tener una vida más corta que otros animales. Así que decidió darle una vida de veinte años a los seres humanos, y una vida del doble, cuarenta años, a los otros animales. Los seres humanos se sintieron frustrados al no conseguir una vida más larga. Oraron al Señor una y otra vez:

¡Señor! ¿Por qué recibimos una vida más corta que otros animales? Deberíamos recibir una vida más larga que ellos. Como somos humanos, somos mejores que los animales, somos inteligentes, tenemos una mayor comprensión. Por favor, danos una vida más larga.

¡Basta! Estén contentos con la vida que han recibido dijo el Señor. No puedo darles más vida.

Los seres humanos continuaron con su lloriqueo y suplicaron humildemente al Señor:

¡Señor! Por favor, ten misericordia de nosotros. Si tenemos una vida más larga, vamos a hacer un buen uso de ella. No vamos a desaprovecharla.

¡Muy bien! No puedo darles más vida, pero si estos animales les dan parte de sus vidas a ustedes, entonces pueden tener una vida más larga. Rueguen, pues, a los animales que les concedan una vida más larga.

El hombre es siempre egoísta, un experto en lograr sus fines egoístas. El hombre no duda en dejar como un burro siquiera a su padre. De inmediato, se acercó a los animales y les rogó una vida más larga. El toro, el perro y otros animales pensaron: “Si el hombre nos está pidiendo una vida más larga, vamos a darle una parte de nuestras vidas. Es bueno realizar una acción que es beneficiosa para los demás. Además, cuanto más tiempo dure la vida, más problemas tendremos que afrontar. Por lo tanto, si le damos la mitad de nuestra vida al hombre, no solo vamos a ganar el mérito de la caridad, sino también nuestros problemas se reducirán a la mitad. Si vivimos más, tendremos que soportar más golpes, más carga”. El toro, el perro, la grulla y el camello, cada uno decidió ofrecer la mitad de sus cuarenta años de vida al ser humano. Dijeron:

Hagan un buen uso de la vida que les estamos dando. Vivan con alegría. Hagan felices a los demás. No causen dolor a otros seres. Hagan solo lo que es bueno para los demás. Nunca hagan nada malo. Adoren al Señor por su propio bienestar.

Debido a la compasión de los cuatro animales, el hombre recibió veinte años de vida de cada uno, lo que sumado a los veinte años que Dios les había dado, hacían cien años.

El hombre pasa sus primeros veinte años estudiando, durante los cuales se desarrollan algunos sentimientos de humanidad en él.

Cuando entra en su juventud, queda atrapado en la rueda de maya. Las atracciones de maya arrebatan sus conocimientos y discernimiento. En el calor de la juventud, se vuelve grosero y sin discernimiento. Al igual que al llegar la temporada de lluvias el cielo se llena de nubes oscuras, con la llegada de la juventud, la vida se llena de demoníacos sentimientos de deseo, y vive en cuatro patas como un toro semental. Da la razón al dicho: Taruṇas-tāvat taruṇi-raktaḥ, “Mientras uno es joven, está enamorado de la mujer joven”. Se olvida de la meta de la vida humana. En lugar de utilizar los veinte años de vida dados por el toro semental por su bienestar, los malversa.

Después de estos cuarenta años de vida, en los siguientes veinte años sigue la vida del perro. El fervor de la juventud ahora está en decadencia. El hombre tiene hijos. Los hijos traen a sus mujeres dentro de la familia. Crecen las necesidades y responsabilidades familiares, como también los gastos. El hombre no puede llegar a fin de mes. Por lo tanto, se siente frustrado como un perro, se enoja con algunos y amenaza a otros. Así pasa esos veinte años ladrando a los demás como un perro.

El hombre es ahora un viejo gastado gruñón de sesenta años. Después de sesenta años, comienzan los veinte años de vida de la grulla. Ahora está preocupado. “¡Ay! He perdido sesenta años de mi vida en un santiamén. No he realizado ninguna buena acción en mi vida. Ahora mi cuerpo está fuera de forma. Mi cabello es blanco como el algodón. He perdido mis dientes, mi boca se ha convertido en una caverna. Cuando era joven, trotaba como un caballo. Ahora necesito un bastón para caminar. Me agito al caminar. Mis últimos días están llegando rápido”. Con miedo a la muerte, sostiene un rosario en la mano para repetir el nombre de Dios, pero se le resbala al quedarse dormido. Como la grulla, de pie sobre una pierna, meditando fijamente en el pescado, medita. Gira sus cuentas llenas de deseos: ¿Cómo va a ir al cielo? ¿Cómo va a conseguir felicidad? ¿Cómo va a recuperar su juventud? Tales pensamientos ocupan su mente. Su mente nunca se vuelve hacia el Señor, ya que está llena de preocupaciones y deseos mundanos. De esta manera, pasan los siguientes veinte años.

Ahora vienen los veinte años de vida dados por el camello. Al igual que su conductor pone un anillo en la nariz del camello y lo encadena, así es la condición física del hombre muy viejo. Los ojos no pueden ver, los oídos no pueden oír, los sentidos han dejado de funcionar. Pero el viejo no deja su apego a sus sentidos. Suspira de vez en cuando: “¡Ay! No puedo ver. No puedo oír”. Intenta muchas cosas para ver y oír.

Si un hombre no realiza buenas obras dignas de un ser humano, si no repite el nombre del Señor con amor y concentración ni pasa tiempo en compañía de santos, entonces no es un ser humano, sino un animal. Él es más bajo que un animal. La piel de los animales, sus huesos y otras partes son de alguna utilidad, pero del hombre, nada es útil. Se dice:

Deha dharekā yaha phala bhāī,
bhajiya rāma saba kāma vihāī.
‘Moha-mūla bahu śūla prada,
tyāgahuṅ tuma abhimāna,
bhajahuṅ rāma-raghunāyaka,
kṛpā-sindhu bhagavān.

“¡Oh hermano! Para un ser humano, ¡este es el fruto que vale la pena!
Mientras le ofreces tu trabajo, honrar a Rama sin cesar”.
“Borra el ego, la causa del obsesionamiento tan doloroso, sin dejar rastro,
Adora a Rama, el líder de los raghus, el Señor, el océano de gracia”.

El cumplimiento de la vida humana es cantar el nombre del Señor. Pero un hombre de naturaleza demoníaca es completamente incapaz de cantar el nombre de Rama. Cuando erradica sus tendencias demoníacas a través del satsang, el discernimiento y la reflexión, y alcanza cualidades divinas, solo entonces puede cantar el nombre de Rama. Por eso el Señor dice en la Gita:

¡Mahāt-mānastu māṁ pārtha! Daivīṁ prakṛti-māśritāḥ,
bhajantya-nanya-manaso jñātvā bhūtādi-mavyayaṁ (9,13).

“¡Oh Arjuna, hijo de Kunti! Los grandes seres toman refugio en la naturaleza divina. Esto significa abandonar sentimientos demoníacos, vivir de acuerdo a los principios divinos. Ellos Me conocen, la causa perpetua de todas las criaturas, imperecedero, no modificable, la naturaleza perfecta del Ser Supremo, y con la mente ocupada por ningún otro pensamiento, incesantemente cantan mi nombre”.

El sabio rey Bhartṛhari ha descrito muy bien la ausencia de siquiera un rastro de felicidad eterna y pura, en las mentes intensamente agitadas de las inquietas personas con cualidades demoníacas:

Āyur-varṣaśataṁ nṛṇāṁ parimitaṁ, rātrau tadardhaṁ gataṁ,
tasyārdhasya parasya, cārdhama-paraṁ bālatva-vṛddhatvayoḥ,
sīeṣaṁ vyādhi-viyoga-duḥkha-sahitaṁ sevādi-bhirnīyate,
¿jīve vāri-taraṅga-cañcala-tare saukhyaṁ kutaḥ prāṇināṁ?

“En primer lugar, el creador ha limitado la vida humana a un centenar de años. De estos, la mitad, que son cincuenta años, se pierden roncando por la noche. De los restantes cincuenta, veinticinco desaparecen en la infancia y la vejez. En otras palabras, doce años y medio se van en la ignorancia de la infancia y la debilidad de la vejez. En ambas condiciones, el hombre no hace ningún esfuerzo por su propio bienestar. Tampoco tiene alguna experiencia de gran felicidad. Solo pasa por el dolor de la ignorancia y la debilidad. Los veinticinco años restantes los gasta en pasar por todo tipo de enfermedades y afecciones derivadas de su separación de los objetos deseables, como la esposa, los hijos, la riqueza, y así sucesivamente; sirve a amos ricos para obtener dinero, se mete en problemas; alegría y tristeza, ganancias y pérdidas. De esta manera, la persona tonta consigue una vida de hasta cien años, pero no experimenta una pizca de verdadera felicidad. Pero la vida es muy efímera, como una onda en el agua. ¿Cómo pueden estos animales ignorantes y descuidados obtener la felicidad eterna y pura en una vida así?”.

En esta vida momentánea y agobiada por la dualidad, solo puede experimentar paz eterna y felicidad quien se embebe en una actitud de firme desapego, considerándose a sí mismo como un simple viajero en este alojamiento para viajeros con forma del mundo. Deshaciéndose del ego, apego, celos y otros sentimientos demoníacos a través del discernimiento y desapego, sumerge a la abeja de su mente en los pies de loto puros y conscientes del Señor. Por lo tanto, un gran ser aconseja así a la abeja de su propia mente:

¡Re re mānasa-bhṛṅga! Mā kuru mudhā jhaṅkāra-kolāhalaṁ,
niḥśabdaṁ haripāda-fulla-kamale mādhvīka-māsvādaya,
tasmin sarva-tṛṣā-pahāriṇi cidānande marande sakṛt,
niṣpīte kva nu prayāsyati layaṁ āhaṅ-kṛtir- jhaṅkṛtiḥ.

“¡Oh, abeja de la mente! ¡No zumbes innecesariamente! No te preocupes por ceder ante los sentimientos demoníacos del ego. Mantén silencio, permanece en estado de paz, y saborea sin cesar el néctar de los pies de loto totalmente florecidos de Shrihari. Después de haber saboreado aunque sea una sola vez el néctar de la conciencia y la dicha que sacia toda sed de placeres sensoriales, ¡me pregunto adónde irán tu ego zumbador y las ideas ilusorias de dualidad! Te volverás sin ego, no dual, inmutable y perfectamente dichoso”.

Cualquier persona que, después de obtener un cuerpo humano, raro incluso para los dioses, no adora con fe y concentración al Ser interior, la fuente de la dicha perfecta, el Señor, es realmente desafortunada; tal persona está cometiendo un grave error y finalmente lo lamentará. Por eso, el sabio rey Bhartṛhari ilustra satíricamente esta estupidez de la siguiente manera:

Sthālyāṁ vaidūryya-mayyāṁ pacati sa
laśunaṁ hīndhanai-ścandanaughaiḥ,
sauvarṇaiḥ lāṅgalāgrair-vilikhati
vasudhā-marka-mūlasya hetoḥ,
chittvā karpūra-khaṇḍān vṛtimiha kurute
kodravāṇāṁ samantāt,
prāpyemāṁ karma-bhūmiṁ na carati manujo
yastapo manda-bhāgyaḥ.

“Es un ridículo disparate, prohibido por las escrituras, cocinar ajo en una cara urna de piedras preciosas, con un fuego hecho con valiosa madera de sándalo. También lo es hacer mal uso de un arado de oro, para trabajar la tierra y plantar una planta venenosa. Es absurdo utilizar valiosos trozos de alcanfor para preservar el pasto. De la misma manera, una persona es desafortunada si, después de haber llegado al campo de la acción, no se esfuerza por contemplar al Señor”.

Iyameva parā hāni-rupasargo ’yameva hi,
abhāgyaṁ paramaṁ caitat, vāsudevaṁ na yatsmaret.

“Si un ser humano no recuerda o adora al Señor Vāsudeva, ese es su peor fracaso, su mayor equivocación, su más desafortunado destino”.


[1] Una escena familiar en un antiguo pueblo indio, es que dos bueyes tiran de un carro con dos grandes ruedas con radios de madera forradas con llantas de metal, y una familia sentada sobre él. El perro de la familia camina con orgullo debajo del carro.
[2] Una akshouhini es una brigada constituida por 21.870 carruajes, la misma cantidad de elefantes, caballería de 65.610 caballos y 109.350 soldados de a pie.

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